BERLIN, Isaiah: Four Essays on Liberty, University Press, Oxford 1969

(Cuatro ensayos sobre la libertad, Alianza, Madrid 1988, 278 pp.)

1. El libro recoge cuatro artículos sobre temas relacionados con la libertad individual. El primer ensayo, "Las ideas políticas en el siglo XX", trata de la novedad que aporta el presente siglo a las ideas políticas engendradas por la Ilustración; en el segundo, "La inevitabilidad histórica", Berlin se enfrenta con las concepciones deterministas de la historia, imputándoles el contrasentido que supone creer en ellas y al mismo tiempo esgrimir una capacidad de elección inexistente, así como la irresponsabilidad de la conducta humana que llevan implícitas tales concepciones; el tercero, "Dos conceptos de libertad", pone de relieve la importancia de las dos concepciones fundamentales de la libertad en la historia de las ideas; y, finalmente, en "John Stuart Mill y los fines de la vida", el autor analiza la función que ha desempeñado el ideal de la libertad individual en el pensamiento de este filósofo.

2. La distinción de libertad negativa y libertad positiva constituye el núcleo fundamental de la obra de Berlin: no son dos aspectos de la misma noción de libertad, sino dos acepciones distintas e incluso potencialmente conflictivas. Por la primera, entiende la libertad de los derechos individuales, la que permite el desarrollo de la propia personalidad, ideas e inclinaciones, sin coacciones externas. Por el contrario, la libertad positiva, deriva del deseo de cada individuo de ser dueño de sí mismo; en la vida social y política, se identifica con la lucha por conseguir la soberanía. Sintéticamente, es la libertad para, mientras que la negativa es la libertad de.

Los que creen en la libertad negativa quieren reducir la autoridad en cuanto tal, sea quien sea quien ocupe el poder; mientras que los partidarios de la libertad positiva pretenden que el poder —con una consiguiente autoridad— caiga en sus manos. De ahí, que ambas facciones caminen hacia el conflicto.

3. Aunque Berlin se inclina por subrayar la importancia de la libertad negativa, no lo hace de un modo absoluto e incondicionado. Tampoco es fácil encontrar el punto de equilibrio entre ambas libertades: de una parte, es necesario reconocer una amplia libertad negativa, ya que es el modo de manifestar en la práctica que las personas se guían por fines y valores diversos, entre los cuales no es posible establecer una jerarquía objetiva. De otra parte, hay que reconocer modestamente que esos valores no siempre son conciliables; y que no es posible, por tanto, alcanzar una síntesis final perfecta entre libertad personal y orden social.

Para concluir, Berlin afirma que, además de permitir que cada uno elija los valores que prefiera, es preciso que todos abandonemos las nostalgias infantiles de certeza. Hay que ser conscientes de que esos valores por los que guiamos nuestra vida son caducos, y que no pueden pretender una validez eterna: "Darse cuenta de la validez relativa de las propias convicciones y, sin embargo, defenderlas sin retroceder es lo que distingue a un hombre civilizado de un bárbaro" (p. 236).

4. Como enemigos de la libertad, Berlin critica el determinismo histórico y la metafísica. Sin embargo, como empirista que es, cuando afronta el primero, se guarda mucho de intentar demostrar que carece de fundamentación racional; sólo puede decir que, si aceptamos el determinismo histórico, carecerían de sentido todas las atribuciones morales que empapan nuestro lenguaje cotidiano.

Respecto a la segunda, en una cosmología construida con esa metafísica teleológica, no habría espacio para la libertad, ya que todo se ha de desenvolver siguiendo las leyes ínsitas en la estructura de la realidad, que dirigen a cada uno hacia sus fines. Por tanto, si la metafísica teleológica fuera cierta, cuanto mejor conociéramos la realidad, más exactamente podríamos predecir el futuro. "Para un ser omnisciente, que ve por qué nada puede ser distinto de cómo es —afirma Berlin—, los conceptos de responsabilidad y de culpa, de justicia y de injusticia, son necesariamente conceptos vacíos" (p. 122).

5. Quedan patentes de este modo los errores de Berlin: no sólo porque deja en duda la existencia de ese ser omnisciente, que resultaría incompatible con nuestra libertad, sino también porque no tiene en cuenta toda una corriente de pensamiento que mantiene una metafísica teleológica, compatible con la libertad humana; pues en el hombre, ser dotado de razón, la naturaleza no comporta una actuación predeterminada, sino que consiste en la posibilidad de dirigirse libremente hacia su fin.

Las consecuencias del relativismo y agnosticismo de Berlin, además de confundir el plano propiamente político con la fe religiosa, hacen que cuestiones con hondas implicaciones éticas sean desplazadas al terreno de lo privado: desde las creencias y prácticas religiosas hasta el derecho familiar, la ética sexual, las cuestiones relativas al inicio y final de la vida humana, etc.

M.C.

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