BIRNSTEIN, Uwe; LEHMANN, Klaus-Peter: Phänomen Drewermann. Politik und eine Kultfigur, Eichhorn, Frankfurt 1994, 128 pp.

 

            1. El libro presenta, en poco espacio, una crítica del "fenómeno Drewermann", desde un punto de vista protestante. Birnstein (1962) es licenciado en teología y escritor; Lehmann (1946) trabaja como pastor de estudiantes y está empeñado en el diálogo entre judíos y cristianos.

            2. Se divide en dos partes muy distintas entre sí. Los capítulos I a IV dan una visión del teólogo alemán en cuanto persona y figura pública (I: "Culto alrededor de Drewermann", II: "Currículum de un príncipe", III: "La comunidad de los aficionados", IV: "Las fórmulas mágicas de Drewermann"). Esta parte -así como también la introducción- se caracteriza por un estilo muy periodístico, casi populista, y por un tono algo autosuficiente. Por desgracia, los autores no saben renunciar, en algunos casos, a la reproducción de ciertos tópicos negativos sobre la Iglesia católica y su firmeza en cuestiones de la fe y de la moral. Sin embargo, el texto ofrece consideraciones dignas de atención. Así, se pone de relieve el hecho de que Drewermann ha llegado a ser la figura de culto de "un público de clase media, materialmente saciado pero psíquicamente aislado". También se muestra el efecto paradójico de que Drewermann quiere permanecer dentro de la Iglesia -sin dar un motivo claro-, pero ofrece a los miembros indecisos la justificación última para salir de esta misma Iglesia.

            3. La segunda parte (capítulo V) analiza la teología de Drewermann. Es mucho mas profunda y ya no necesita de comentarios anticatólicos. Entre otras cosas, se afirman y se prueban las tesis que siguen. El Dios de Drewermann no es ninguna realidad extra-psíquica, sin embargo, la fe en su existencia es psicológicamente necesaria: Dios se reduce a un "concepto muleta para el auto-hallazgo del hombre". El teólogo-psicoterapeuta no se toma en serio la esencia ni de la Sagrada Escritura ni de las reales creencias en el más allá de los egipcios; más bien la altera en función de sus propios esquemas de psicología profunda. Ha tomado de C.G. Jung una psicología ahistórica y antirracional, pero también antijudía (es decir, antiveterotestamentaria) y antiprotestante. Absolutiza el valor de la imagen (en el sueño o en el culto) a costa de la palabra, y así entra en un conflicto no resuelto con la prohibición bíblica de las imágenes. En última instancia su teología es pagana, pues identifica, a la manera de los mitos, la esencia del mundo con Dios; por consiguiente, considera al mundo como santo, mientras que para la Biblia son santos solamente Dios y sus "instrumentos". Reduce el amor a un sentimiento falaz y opone -en contra de la Biblia- el cumplimiento de la ley a la alegría interior de vivir. Al eliminar el mundo histórico y social, priva de todo fundamento el compromiso ético. No existe, en el pensamiento de Drewermann, una redención en sentido bíblico: su "redención" no es sino una supresión de los temores reales mediante imágenes religiosas, y así perpetúa la pena en vez de liberar de ella: "en su teología falta el Cristo crucificado. Drewermann niega categóricamente que Jesús, dando su vida, haya realizado la redención para muchos". Por fin, Drewermann declara del todo accidental la diferencia entre las religiones; tal "igualitarismo" desvaloriza el diálogo auténtico en el que se toma en serio al interlocutor con su fe y su manera de ser distintas.

 

B.M.

 

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