MOLIERE

Tartufo o el impostor

La comedia, escrita en verso, consta de un prefacio y cinco actos. Nos presenta la historia de un hipócrita, que mediante una falsa piedad, pretende hacer fortuna, aprovechando la necedad y credulidad de Orgón, un rico propietario, casado y con dos hijos.

La primera versión la escribió en 1664, y Molière tuvo dificultades para su representación, hasta que por fin obtuvo el permiso definitivo en 1669, ya en la versión que conocemos.

PREFACIO

Molière se queja en este prefacio del mucho ruido que ha levantado su comedia, lo cual demuestra, dice irónicamente, que los "tartufos" (hipócritas) son las gentes más poderosas de Francia. En el resto de sus obras, la hueste de cornudos, médicos, etc... ha soportado sus comedias achacando sus defectos a los demás. Los hipócritas no, y lo peor es que encubren sus propósitos con la causa de Dios.

A continuación, Molière se disculpa frente a los devotos, advirtiendo que nunca en la obra se puede confundir al falso devoto del verdadero. Se delata su hipocresía desde el primer momento que sale a escena.

Otro reproche que se hace a Molière, es el hecho de inmiscuirse en materias que no son propias del teatro, como la religión. Lo rebate hablando del origen religioso y ceremonial del teatro, y cita a España y sus Autos Sacramentales. Además, dice Molière, la comedia debe intentar corregir los defectos humanos, y la hipocresía es de los más peligrosos. Molière, utilizando el argumento de la verosimilitud, intenta rebatir la acusación de haber utilizado frases piadosas en boca del impostor. Por otra parte — y en este momento del prefacio las argumentaciones de Molière se vuelven más débiles —, insinúa la disparidad de criterios de las autoridades eclesiásticas a la hora de enjuiciar su obra.

La parte final la dedica a consideraciones sobre los objetivos de la comedia. Señala irónicamente que hay gente que no soporta ningún tipo de comedias, aunque se representan en ellas las mayores virtudes: el corazón se reblandece. Confiesa que hay lugares mejores para frecuentar que el teatro, y que podríamos suprimir todo aquello que no se refiere directamente a Dios, pero las prácticas de piedad necesitan un descanso, y los hombres diversión: la más inocente, según Molière, el teatro. Termina con una frase del Gran Conde al rey de Francia, al salir de la representación de una obra Scaramouche, ermitaño, tras haber expresado el Rey su extrañeza por el rechazo del Tartufo y no de la obra que acababan de ver: "La razón de esto es que la comedia de Scaramouche representa al Cielo y a la religión, que no les preocupan nada a estos señores, pero la de Molière les representa a ellos mismos, y esto es lo que no pueden soportar".

Tras el prefacio, Molière presenta tres Memoriales al rey para conseguir su favor y que represente el Tartufo. En el último, da ya por hecho Molière la autorización y pide al rey un favor para un amigo médico.


 

PERSONAJES

1. Mdme.Pernelle, madre de Orgón.

2. Orgón, esposo de Elmira.

3. Elmira, mujer de Orgón.

4 Mariana, hija de Orgón.

5. Valerio, novio de Mariana.

6. Cleanto, cuñado de Orgón.

7. Tartufo.

8. Dorina, doncella de Mariana.

9. Señor Leal, sargento.

10. Un exento: Sargento de Caballería cuando en ausencia de los oficiales mandaban su compañía.

11. Felipota, criada de Mdme. Pernelle.

12. Demis, hijo de Orgón.

Acto primero

En la primera escena Mdme. Pernelle, madre de Orgón y abuela de Mariana, señala que en la casa no se viven normas de moral respetables: hay demasiadas visitas, no se oyen más que canciones y frases vanas, no se siguen los consejos de Tartufo, que por lo que se puede colegir vino de pobre y se ha instalado en la casa con toda tranquilidad, y con su apariencia devota trastorna y modifica las costumbres de los más jóvenes de la casa. Desde el principio se manifiesta ya de forma clara, que hay dos bandos evidentes y opuestos respecto a Tartufo. Dorina, la doncella de Mariana, se manifiesta como respondona, situada en la auténtica realidad, y aprovechando siempre para ser el contrapunto de las opiniones de la abuela, Mdme. Pernelle, o de los dueños de la casa. Una vez que se marcha de escena Mdme. Pernelle, Dorina y los demás se quedan hablando de Tartufo, del que nos enteramos que tiene sorbido el seso de Orgón, el padre: "Le admira a cada instante, le cita en cualquier ocasión: sus menores actos le parecen milagros y cuantas palabras dice son para él oráculos. Y el sujeto, que conoce a su víctima y quiere aprovecharse de ella domina el arte de deslumbrarle con cien apariencias engañosas. Su mojigatería logra sacarle a cada paso, y se arroga el derecho de criticar a todos. E incluso el necio que le sirve de criado se dedica también a darnos lecciones".

Entra Orgón en escena, y se nos sigue preparando la llegada de Tartufo. Orgón pregunta a Dorina, la criada, por su mujer y por Tartufo. Dorina llena de ironía le dice que su mujer lo ha pasado muy mal y que, en cambio, Tartufo está como un roble: Orgón, "¿Y Tartufo?". Dorina: "Cenó solo ante ella, y se comió piadosamente dos perdices y la mitad de una pierna de carnero picada". Orgón: "¡Pobre hombre!". Dorina: "Se pasó ella la noche entera sin poder pegar los ojos; unas sofocaciones le impedían dormir, y tuvimos que velar junto a ella hasta el amanecer". El primer acto se cierra con una conversación entre Orgón y Cleanto, en la que el cuñado de Orgón intenta conseguir que no aplace la boda entre Valerio y Mariana. La conversación tiene dos largos parlamentos en los cuales se extiende Orgón sobre las maravillas de Tartufo, mientras Cleanto le dice, tras muchas consideraciones sobre la verdadera piedad, que se ha dejado deslumbrar por un falso brillo.

Acto segundo

Comienza con dos escenas que continúan presentando los intereses ocultos de Tartufo. Orgón llama a su hija Mariana y le dice que ha pensado en casarla con Tartufo. Entra Dorina, la criada respondona, quien interrumpe a Orgón cada vez que habla de las maravillas de la unión de Tartufo con su hija. Al final, Orgón, confuso, decide abandonar la conversación. En la siguiente escena, Dorina intenta hacer entrar en razón a Mariana, sobre lo absurdo de obedecer a su padre y casarse con Tartufo. Entra en escena Valerio, el novio de Mariana. Conversan llenos de despecho por la noticia del nuevo casamiento y, cuando parece que todo acaba entre ellos, llega Dorina y les une de nuevo. Mientras, planean cómo evitar el casamiento con Tartufo.

Acto tercero

Aparece, por fin, Tartufo. Primero va a hablar con Dorina, rogándole que cubra su seno con un pañuelo, y después con Elmira sobre su posible casamiento. Durante la conversación su tono, falsamente piadoso, trasluce una especial lujuria por la mujer de Orgón, Elmira. No pudiendo jugar más, se lanza con una vigorosa retórica sobre los amores que la dispensa. Elmira termina diciendo: "Otros quizá tomasen esto de modo muy distinto; pero mi discreción quiere revelarse aquí. No contaré el asunto a mi marido; mas deseo, en cambio, una cosa de vos, y es que apresuréis sin reposo, y sin ningún remedio, la boda de Valerio con Mariana, que renunciéis vos mismos a la injusta influencia que quiere enriquecer vuestra esperanza con el bien ajeno y...".

Demis, el hijo de Orgón, que ya ha demostrado antes el desprecio que siente por Tartufo, ha sorprendido la declaración amorosa. En ese momento entra el padre, Orgón, y le cuenta Demis lo que acaba de ver. Tartufo, en un acto completo de teatralidad hipócrita, invita a Demis con cara de resignación a que diga todo lo que tiene contra él: "Sí, hermano; soy malo y culpable; soy un desdichado pecador cargado de iniquidad, el mayor desalmado que ha existido... y veo que el Cielo, para castigo mío, quiere mortificarme en esta ocasión; de cualquier gran delito que pueda reprochárseme, no pienso tener el orgullo de defenderme". Las palabras de Demis tienen un efecto contrario al deseado. Orgón le echa de su casa y le deshereda. Cuando Orgón y Tartufo se quedan solos, el primero le promete a su hija y su herencia. Tartufo: "Hágase la voluntad divina en todo!". Orgón: "¡Pobre hombre!, vayamos pronto a redactar la escritura, ¡y que ello haga reventar de despecho a la envidia!".

Acto cuarto

Cleanto, el cuñado de Orgón, trata de parlamentar con Tartufo, rogándole que perdone a Demis, y convenza a su padre. Hablan de caridad cristiana, y Tartufo se evade, diciendo que no deben estar en la misma casa ambos, refiriéndose a Demis. Por fin, Orgón presenta el contrato de casamiento a su hija Mariana. Elmira, su mujer, como ya ve imposible evitar con razonamientos los desposorios de Mariana con Tartufo, puesto que ésta ha apelado a su padre con que la deje meterse en un convento, le dice a su marido que las acusaciones de Demis son verdad. Para demostrárselo, le propone ocultarse en un aposento debajo de una mesa, y que compruebe los pérfidos amores de Tartufo. Este lanza lindezas como ésta: "Si es tan sólo el Cielo el que se opone a mis deseos, apartar tal obstáculo es fácil para mí, y esto no debe contener nuestro corazón". Orgón sale debajo de la mesa e, indignado, le dice a Tartufo que salga inmediatamente de la casa. Pero Tartufo tiene todo bien calculado: "Sois vos el que habréis de salir, vos, que habláis como dueño; la casa me pertenece, lo haré valer y ya os demostraré que en vano se recurre, para buscarme quimera, a estos cobardes subterfugios; no creáis conseguir nada injuriándome; tengo medios de confundir y castigar la impostura, de vengar al Cielo, a quien se ofende, de hacer que se arrepientan los que quieren ahora hacerme salir de aquí".

Acto quinto

Cleanto y Orgón hablan sobre las posibilidades de salvar la hacienda. Orgón, enajenado, dice que nunca más volverá a confiar en un hombre justo. Cleanto le recrimina lo insensato de sus palabras. Aparece en escena la madre de Orgón, Mdme. Pernelle, que no acaba de creerse lo que le cuentan y sigue confiando en Tartufo, ante el furor de Orgón. Llega el Sargento Leal, que invita por orden de la Ley a salir de la casa —su casa— a Orgón y su familia por orden de Tartufo a través del juez. Llega Valerio, el cual le comunica que Tartufo ha llegado hasta el rey, entregándole una arqueta que le había confiado Orgón, que a su vez le había entregado otro amigo perseguido por la justicia, y que contenía toda su fortuna. El aparato judicial se prepara para detener a Orgón. Valerio le ofrece dinero para huir. En el momento de la huida, aparece Tartufo con el "exento", otro sargento. Cuando parece que va a detener a Orgón, se vuelve hacia Tartufo y le detiene en nombre del rey, diciendo que éste y su hijo, el príncipe, vieron la perfidia y la vileza en las argumentaciones de Tartufo, y por encima de la legalidad hacen justicia. La obra termina con la promesa de casamiento entre Mariana y Valerio.

VALORACION LITERARIA

El Tartufo es una "alta comedia" o lo que se puede definir como un género superior a la comedia y a la farsa. En la "alta comedia" la simple comicidad externa y superficial se supera mediante la crítica de costumbres y la semblanza universal. Molière se propuso atacar los vicios más frecuentes de la sociedad de su tiempo.

El teatro tiene que divertir y enseñar, binomio que no encuentra mejor vehículo literario que la sátira, realizada con gracia y humor. Los vicios de su tiempo, eternos en cierto modo, se dirigen contra aquellos que no obran en consonancia con lo natural, o bien intentan salirse del lugar que les corresponde.

Así, los viejos que quieren casarse con muchachas jóvenes, los tontos que intentan parecer sabios, los pérfidos que simulan ser piadosos, etc. La naturalidad, la verosimilitud y la universalidad de caracteres son, pues, los presupuestos teóricos del teatro de Molière, quien rechaza los excesos del teatro barroco de finales del XVI y principios del XVII.

Tartufo, responde a estos moldes clásicos del teatro francés del siglo XVII, que se desarrolla a partir de 1630, fecha en que se instituyó la protección regia para el teatro. Por lo tanto, consta de cinco actos, siguiendo el modelo de Horacio, y con el objeto de separarse de las tres jornadas típicas del Barroco. Y trata de respetar las tres unidades, las reglas que los preceptistas literarios, seguidores de Aristóteles, establecieron como a priori teatrales:

unidad de acción (una sola acción, sin la dualidad típica del Barroco);

unidad de lugar (se desarrolla toda la obra en un solo lugar: el salón de la casa de Orgón);

unidad de tiempo (la acción se desarrolla en 24 horas).

Con este preceptismo, Molière intenta dar sensación de naturalidad y verosimilitud, y lo consigue en todo el desarrollo de la acción, excepto al final del quinto acto ante la excesiva precipitación de los acontecimientos: dos denuncias que se ejecuten de inmediato, y que se resuelven en un par de escenas, como si estuviéramos en una obra de Lope de Vega.

La estructura del Tartufo responde también a los esquemas habituales de las comedias de Molière:

1. Jóvenes que desean casarse.

2. Padres que se oponen y preparan otra unión antinatural y descabellada.

3. Otros personajes, más racionales, intentan que vuelva la sensatez.

4. Final feliz con triunfo de la naturaleza y sus dictámenes equilibrados y racionalistas.

Este esquema se modifica y transforma con la figura del protagonista, que encarna el vicio caricaturizado, en este caso la hipocresía. La figura de Tartufo, compleja psicológicamente, se nos ha presentado en sus perfiles a lo largo de los dos primeros actos, por lo que de él dicen el resto de los personajes.

Molière nos levanta el interés por su aparición en escena, y cuando Tartufo empieza a hablar, Molière consigue un efecto inmejorable de retórica vana, sutilmente rebuscada, que siempre adorna a la mentira. Con esa retórica Tartufo tiene subyugados a Orgón y su madre, Mdme. Pernelle, que son los personajes negativos, sumergidos en su beatería vacía, ridícula hasta la exageración esperpéntica.

Para ellos cada palabra de Tartufo es un dictado moral ineludible, y así irán cayendo en la trampa, Orgón especialmente, de darle todas sus posesiones, que es al cabo lo que persigue Tartufo. El resto — desde Dorina, la doncella respondona, natural y sensata; Elmira, la mujer de Orgón, comprensiva y discreta; hasta el fogoso y justiciero Demis — forma el conjunto de personajes que, por su racionalidad, no se han dejado seducir en ningún momento por Tartufo.

Todos los personajes están perfectamente caracterizados en su complejidad psicológica desde el primer instante que salen a escena, y también a través de la pintura indirecta que de ellos hacen los demás.

Junto a la genial caracterización de los personajes, hay que destacar la disposición escénica, con el suspense creado en los dos primeros actos por ver al impostor Tartufo, y también los giros inesperados de la acción:

— al final del acto IV, cuando parece que Tartufo ha terminado sus engaños y tendrá que marcharse de la casa, se hace dueño de la situación y serán los demás quienes tendrán que marcharse.

— o al final, cuando el triunfo de Tartufo parece definitivo con la llegada del Delegado del rey, éste, inesperadamente, detiene a Tartufo.

Por último, queda por valorar el lenguaje, que por encima de los pareados alejandrinos (14 sílabas) —métrica que alivia lo denso de los diálogos, al tiempo que mantiene una estética clasicista—, consigue una deliciosa naturalidad en el habla, ajustándola expresivamente a cada personaje y su condición social o psicológica (lo que en el teatro español del siglo de Oro se llamaba decoro).

VALORACION DOCTRINAL

Molière, como en el resto de sus obras, se inspira en la concepción de la vida que se desprende de la filosofía racionalista que impera y ambienta el siglo XVII francés. La Naturaleza representa el equilibrio del comportamiento humano, que debe seguir los dictados de la razón. La moral, el orden social, deben ajustarse a la razón, al equilibrio de la libertad, y a la moderación. El autoritarismo no tiene cabida, ni la pedantería, ni los excesos: la Naturaleza es sabia y el hombre debe con su razón ajustarse a ella.

En el Tartufo, Molière rechaza básicamente un comportamiento antinatural, fingido, que enmascara su auténtica realidad en una apariencia considerada digna y loable para el entorno social.

De entre las posibles hipocresías, Molière ha escogido la religiosa, encarnada en la figura de un individuo que presenta una simulación devota y piadosa, sin apenas ocultar una sensualidad y ambición desmedida. Sin lugar a dudas, en el Tartufo hay explícita e implícitamente una crítica contra la religiosidad, puesto que la hipocresía religiosa triunfa —y es la peor de las hipocresías— porque la sociedad —piensa Molière— padece un exceso de rigorismo religioso.

Molière realiza mordazmente la crítica de la falsa piedad, porque en el fondo le molesta lo que él entiende por excesos religiosos que no se ajustan a una auténtica moderación del comportamiento.

En el fondo, son criticados los hipócritas y los impostores, pero fundamentalmente aquellos que se dejan deslumbrar por los fervores religiosos y, en consecuencia, el ambiente social que admite lo devoto como ejemplo atrayente. Los supuestos cartesianos de moral moderada y equilibradora de Molière son incompatibles con el exceso de fervor. La verdadera religiosidad queda, pues, mal parada, resultando injustamente sospechosa cualquier manifestación de verdadera piedad, en la idea de que, si nadie es perfecto, lo más indicado es portarse mediocre o conformistamente en equilibrio. Como decía Napoleón, tras admirar el arte de Molière, "Tartufo nos presenta la devoción con tintes odiosos" ... "no vacilo en afirmar que si la obra hubiera sido compuesta en mis tiempos, no habría permitido que se representara". La devoción religiosa queda, pues, indirectamente e injustamente lesionada, aunque Molière afirme que no era su intención hacerlo.

 

                                                                                                                J.G.P.(1982)

 

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