BLANCO AMOR, Eduardo

A Esmorga

Editorial Galaxia, 2ª ed. 1970, 142 pp.

INTRODUCCIÓN

Es una narración en la que se cuenta la juerga que viven tres compañeros, mozos de pueblo, de unos 24 ó 25 años, durante veinticuatro horas, desde un lunes al amanecer, hasta el martes al amanecer, en el cual la juerga termina bruscamente en tragedia.

Los hechos se desarrollan en una villa gallega, Auria. Por las claras referencias del relato a las Burgas, Jardines de Posío, Puente Mayor, Santa Eufemia y otras localidades de cercanías, parece que se trata de Orense.

Cuando el autor los escribe, habían acaecido 90 años antes, pero éste ya los conocía por tradición oral, desde hacía 40 años, porque había sentido curiosidad por profundizar en ellos. Había consultado la prensa local de la época, donde quedaron reflejados, y sobre todo había preguntado a personas que los habían vivido más de cerca, los coetáneos, como a un alguacil del Juzgado, tío suyo, que se los contó después de jubilado, y a un hijo de un aprendiz de sastre, cuyo padre había sido compañero de uno de los protagonistas. Con todos los datos que pudo alcanzar, hace una reconstrucción de los hechos, secuenciándolos cronológicamente. Parece ser, pues, que se trata de algo real.

Advierte el autor, sin embargo, que probablemente no van a reflejar toda la verdad objetiva.

La narración la pone en boca de un solo personaje, uno de los mozos, el Cibrán, que vive los hechos de principio a fin. Éste se los va contando en el Juzgado de Auria a un "Señor" que bien pudiera ser el Juez Instructor.

Es, por tanto, toda la obra, un diálogo de preguntas y respuestas, una declaración de los hechos. En ningún momento se incluyen las preguntas del "Señor", solamente las respuestas de Cibrán. Podemos intuir lo que el "Señor" pregunta, por lo que contesta Cibrán. Estas preguntas no expresadas, son el hilo conductor de la narración.

En ella se contienen tres categorías de hechos:

a) Los que protagonizan los tres mozos, con la inclusión en ellos de todas aquellas personas y situaciones que se derivan de su actuación: los arrieros, los señores y los criados de los pazos, el ambiente de las tabernas con sus dueños y las personas que las frecuentan, las prostitutas y el ambiente de los prostíbulos de una ciudad pequeña, la familia de Cibrán, etc.

b) La situación climatológica durante las 24 horas del relato.

Cibrán siempre enmarca la narración en un tiempo atmosférico determinado: la lluvia fría que caía durante todo el día del lunes, y que los caló a los tres, y el frío y la helada noche siguiente.

Es una constante reiterada a lo largo de la obra, tanto que se hace difícil tolerar su monotonía. Es como un telón de fondo. Claro que Cibrán se vale de esta lluvia y de este frío para disculparse ante el "Señor" de parte de sus actuaciones.

c) Por último están los análisis que Cibrán hace de sí mismo: el dolor de sus pies enfermos de sabañones, el cansancio y la sed, otra constante en el diálogo, que los lleva a beber continuamente, tanto que parece inverosímil; analiza también las razones por las que hace las cosas que hace "o pensamento" una especie de llamada de su conciencia que le viene en situaciones límite (no está muy claro, si es la conciencia moral o si es un desequilibrio nervioso y mental al que tiene miedo), y por último el análisis crítico a las actuaciones, conducta y hechos de los demás.

CONTENIDO

La obra se divide en 5 capítulos y su argumento es el siguiente:

Cibrán, mozo soltero, de 24 años, que tiene una amante, prostituta, y un hijo con ella, de 4 años, vive con su madre en Auria. Él trabaja como peón en una carretera que se está abriendo allí. Es picapedrero. Es huérfano de padre. Su único hermano vivo se ha marchado de casa y no sabe nada de él.

Pasa el sábado y el domingo en casa de su amante, y ésta le convence para que formalice su vida, trabaje y le dé el jornal a ella y así puedan vivir los tres. Él se lo promete.

El lunes de madrugada sale para su trabajo en la carretera, decidido a regenerarse. Encuentra casualmente en el camino a los otros dos compañeros, el Bocas y el Milhomes, ambos bebidos. Estos eran juerguistas habituales, se emborrachaban juntos, el Bocas era pendenciero y el Milhomes afeminado. Ambos, cuando estaban ebrios, se peleaban, se pegaban y hacían las paces a continuación.

Invitan a Cibrán a ir con ellos de juerga. En principio resiste, pero luego acepta, en vista de la lluvia copiosa que caía y que pudiera impedirle el trabajo. La conciencia le acusa de esta mala decisión y se pone triste por incumplir la promesa que hiciera a la Raxada, su amante.

En este momento empieza la verdadera "esmorga" de los tres que va a girar en torno al aguardiente, la violencia y el sexo.

Se meten en una taberna, el Bocas invita, comen, beben, y el Milhomes roba también comida y bebida. Salen de allí por consejo de la dueña que avisa a Cibrán que abandone a sus compañeros, ya que la Guardia Civil busca al Bocas, que la noche anterior había dejado medio muerto a un mozo en una taberna de Auria.

Se van a Auria y se refugian de la lluvia bajo el Puente Mayor. Dormitan un poco la borrachera.

El Bocas y el Milhomes le proponen a Cibrán ir al pazo de Andrade a ver a la bella señora que la gente dice que está allí, pero a la que nadie conoce. Van y la ven a lo lejos, desde el jardín, en una galería.

Regresan del pazo y se van a la Burga. Allí comen y beben de lo robado por el Milhomes en la taberna. Luego vuelven a dormir, pero el Cibrán no puede hacerlo, ya que su "pensamento" le hace acordarse de su vida, su familia de sangre, la Raxada, etc. Piensa en la muerte y se libera de esta situación bebiendo más, para no pensar. Le dan envidia sus amigos que no piensan y se duermen tranquilamente. Quiere abandonarlos y marcharse a su casa. Sus amigos despiertan y no le dejan.

Propone Milhomes ir al pazo de Castelo, en las afueras, a ver a un pariente suyo, alquitarero, que está fabricando aguardiente para el pazo.

Van, llegan mojados, se quitan las ropas y las secan al fuego de la bodega. Comen y beben abundantemente de la bodega del pazo, pues los señores no están. Ya ebrios, se pelean entre sí, y un accidente fortuito (un quinqué que se cae) hace que el fuego se propague por la bodega y por el pazo. Huyen apresuradamente y llegan de nuevo a Auria. Cibrán se plantea de nuevo el abandonar a los amigos, pero otra vez le falla la voluntad. Además, ya está involucrado en lo del incendio. Se hace de noche y deja de llover, pero hace frío.

Se dirigen entonces a una casa de prostitución donde no los reciben, luego a otra. Allí entran, hablan con algunas de las mujeres a las que conocían y la dueña de la casa los echa fuera para evitarse problemas, pues ya se sabía en Auria lo del mozo herido por el Bocas y lo del incendio del pazo.

Salen y deciden ir a un mesón de las afueras donde paran arrieros, para jugar, y protegerse del frío. Mientras esperan que sea la hora, se refugian en el confesionario de una Iglesia, que estaba abierta a causa de la Adoración Nocturna. Allí beben más.

Salen de allí y el Bocas, que es el que dirige el grupo en todo momento, decide volver al pazo de Andrade para estar con la señora. Cibrán ya tiene miedo a lo que pueda pasar y está muy asustado, pero va con ellos.

Entran en el pazo por un orificio de la muralla primero, y por la cochera y la bodega se introducen en la vivienda. Antes, comen y beben de lo de la bodega del pazo, que estaba repleta. Suben la escalera principal y llegan a una habitación iluminada en la que está el señor del pazo completamente drogado. Roban joyas y dinero, el Bocas y Milhomes. Cibrán está asombrado de lo que hacen, no se imagina que fueran ladrones. Escapa de ellos, pero éstos lo detienen y le obligan a continuar. Buscan a la señora y la encuentran en la galería. Comprueban que es una muñeca de tamaño natural. El Bocas, indignado del engaño, la rompe. Debido al ruido que producen, la servidumbre empieza a recorrer la casa, buscándoles. Huyen por el jardín y corriendo se dirigen a la estación. Quieren huir a Monforte o Asturias para trabajar en las minas, pero les avisa un conocido que ya se dispone a trabajar (es de madrugada) que no vayan a la estación pues allí les busca una pareja de la Guardia Civil. También les dice que en el pazo incendiado, habían ardido los animales, parte de la casa y el alquitarero está muy grave.

Cibrán se pone a pensar en lo que le está sucediendo, en las cosas horribles que hace en el mismo día que iba a regenerarse. Le viene el "pensamento" de tirarse al río, pero reacciona y no lo hace.

Compran las dos últimas botellas de aguardiente ya de madrugada, y bebiendo, se dirigen al Campo das Bestas, el basurero de la ciudad.

Allí vive en un cobertizo cercano, Socorrito, una mujer loca, inofensiva, todavía joven y guapa.

El Bocas toma la decisión de estar con ella y se dirige al cobertizo para violarla.

Milhomes y Cibrán se quedan en el suelo, tendidos en la basura. Cibrán se siente incapaz de hacer nada y tanto le da una cosa como otra. Se siente morir y no le importa. Milhomes se encuentra mal y vomita. El Bocas había desaparecido. Oyen entonces gritos de mujer y se cercioran de que su sospecha se confirma.

Ambos, Cibrán y Milhomes, corren al cobertizo para tratar de impedir aquello, pero por motivos diferentes: Milhomes para vengarse del Bocas, pues no le gustaba que anduviese con mujeres, y Cibrán porque "iba a ter cargo de concencia para toda miña vida", si consentía en que el Bocas atacara a Socorrito.

La ira del Milhomes se desencadenó al ver que el Bocas ha consumado su deseo, le asesta dos navajazos y lo deja muerto. Sale corriendo y sin saber por dónde va, en la oscuridad, se hunde en una laguna profunda que había allí cerca, y muere.

Cibrán, al verlo desaparecer en el agua, cae al suelo sin sentido. Allí lo encuentran después, los basureros. Llevan a Cibrán al cuartelillo, le acusan de todo, le pegan y le maltratan fuertemente para que hable. Tal miedo y horror le infunden, que al hacer su declaración dice al "Señor" que él no quiere volver allí de ninguna manera, prefiere cualquier otra cosa. Como tiene que volver, se quita la vida delante del "Señor", con la navaja de autos.

Al final no se sabe con certeza si muere de la herida que él se hace con la navaja o de los golpes que recibió en el cuartelillo, que llegaron a abrirle la cabeza.

VALORACIÓN LITERARIA

En el aspecto literario, en mi opinión, tiene una sola originalidad: el desarrollo de un relato, en el que Cibrán lo dice todo a un interlocutor que pregunta, pero su pregunta no está expresada.

En el aspecto lingüístico, hay un lenguaje coloquial, propio del pueblo, en el que aparece un vocabulario típico bien utilizado por el autor, aunque al final canse, por lo reiterativo de los mismos temas.

Los personajes que aparecen en la obra, la gente del pueblo, que es la que predomina, está tratada con superficialidad, sin entrar en un conocimiento claro de lo que son. Únicamente, como es lógico, hay un tratamiento más profundo de los tres protagonistas. Este estudio lo hace sólo Cibrán y es lo que él ve y piensa de ellos. La terquedad del Bocas, el amaneramiento del Milhomes, las relaciones de ambos que no quedan claras, los impulsos primarios: beber, comer, la lujuria y la ira que dominan al Bocas y la falta total de escrúpulos (roba y engaña) del Milhomes, que es manejado por el Bocas, aunque también éste, solamente cuando está ebrio, es dominado por el compinche.

En cuanto a Cibrán, se presenta él mismo, como un hombre sin voluntad. La reiteración de sus intentos de abandonar la "esmorga" a lo largo de la narración, sin resultado, hacen penosa su lectura, y uno ve cómo cada vez va cayendo más bajo, hasta el desenlace final.

El intento de entrar dentro de sí mismo para explicarse lo que está pasando, le lleva a hablar de "o pensamento", cajón de sastre que le sirve de disculpa, unas veces para beber y emborracharse más, y otras para justificar lo que hace. Pero no consigue que el lector pueda saber en qué consiste, si es su conciencia moral o un desequilibrio mental que le sobreviene en situaciones límite y al que tiene miedo. Todo queda confuso.

Las abundantísimas descripciones de la situación atmosférica, el dolor de pies de Cibrán, y las ingentes cantidades de bebida que consumen, hacen cansado, inverosímil y monótono el relato, le quitan agilidad narrativa y el lector ya está deseando que se acabe la juerga como sea, pues el interés por los personajes va decayendo a medida que se avanza en la lectura.

La obra puede encuadrarse dentro del realismo social. La preocupación por la justicia social casi no aparece explícita. Únicamente hay dos o tres menciones, como de pasada. La consideración de "la perra vida del trabajador" que Cibrán se hace a sí mismo recordando cómo tiene que trabajar bajo la lluvia y levantarse de noche para llegar a la carretera en obras (p. 20) y la misma consideración que hace cuando ve a las mujeres del pueblo limpiar los pollos para los señores, en la fuente de las Burgas, bajo la lluvia también (p. 56).

VALORACIÓN DOCTRINAL

Moralmente, por el ambiente en que se desarrolla, y la vida y acciones concretas de los personajes que intervienen en ella (principales y secundarios), la obra puede calificarse de totalmente negativa, no sirviéndole de disculpa el hecho de que los protagonistas estuvieran ebrios y actuaran bajo los efectos del alcohol. Queda claro en la obra, tanto para Cibrán que reconoce que se había corrido juergas otras veces, como para el Bocas y Milhomes, que parece ser que lo hacían habitualmente, que aquello no fue un hecho aislado, sino que era uno más en la trayectoria de sus jóvenes vidas.

Hay en el conjunto de la narración, una ausencia total de cualidades humanas y valores del espíritu: amor a los demás, generosidad, lealtad, trabajo, honradez, sentimiento religioso, respeto a las personas, etc.

El Bocas y el Milhomes eran unos personajes degenerados, en los que la satisfacción de las necesidades primarias, a cualquier precio, eran el único valor que contaba. El Bocas, además, no tenía miedo a nadie ni a nada, poseía la terquedad y el dominio suficientes como para hacer de líder del grupo y excepto en el episodio del pazo de Castelo, adonde el Milhomes lleva Cibrán y al Bocas, en todo lo demás toma la iniciativa éste último. No tienen inconveniente en matar y robar si la ocasión se presenta. En su relación con las mujeres, el Bocas no tiene ningún escrúpulo. Le es igual cualquiera, lo único que le interesa es la satisfacción de sus instintos, con quien sea y como sea. No siente amor por nadie. Su conciencia moral no existe, pues no se plantea ningún problema de conciencia en ningún momento. Tampoco de otro tipo. Vive y actúa como un animal. El mismo Cibrán lo califica de "besta" (p. 136).

Milhomes es igual y sexualmente degenerado.

Cibrán, en principio, tiene algunas inquietudes. Quiere a la Raxada y a su hijo, a su modo. Está dispuesto a enderezar su vida por amor a los dos. Piensa en los disgustos que da a su madre y en la mala suerte que tuvo con sus tres hijos, incluido él. Dice que el trabajo le gusta, sobre todo en verano.

También dice que es honrado, no quiere robar y se avergüenza de sus compañeros porque lo hacen. Tiene conciencia moral, pues ésta le acusa de lo mal que está haciendo las cosas (cuando falta a la palabra de regeneración y trabajo dada a la Raxada) o del incendio del pazo (siente miedo), aunque no se ve responsable de él. De una manera clara dice textualmente "eu non podia co meu desacougo porque si consentia o que se me estaba a figurar ia a tere un cargo de concencia xa pra toda a miña vida" (p. 136), cuando el Bocas intenta violar a Socorrito.

No tiene, en cambio, mala conciencia en lo relativo a sus relaciones sexuales con la Raxada; con otras mujeres de mala vida, lo cual es una grave deformación moral. Además el tratamiento dado por el autor a los pormenores de sus relaciones con esta mujer, es soez y gravemente inmoral.

Sus sentimientos religiosos son nulos, puesto que no tiene concepto claro de pecado y no siente por ello pesar de sus malas acciones como una ofensa a Dios. Simplemente "o pensamento" le indica que no hace lo que debiera, pero nada más.

Es un hombre débil de voluntad y temeroso, pasivo. No le encuentra sentido a su vida, y siente a veces deseos de suicidio. No tomó ninguna iniciativa en la "esmorga", las únicas que toma repetidas veces para escaparse del grupo e irse a casa, terminan en un penoso y rotundo fracaso.

Por lo demás, las restantes personas que se citan en la obra, gentes de mala vida, taberneras, señoritos, funcionarios, etc., responden a la misma tónica, o degeneradas o inmorales.

Todo ello hace que la obra no sea aconsejable: no complace artísticamente (se hace difícil llegar al final) porque el inicial interés que despierta Cibrán en el primer capítulo, decae completamente en los siguientes. Decepciona su falta de voluntad y sus reiterados fracasos en su intento de huir de la "esmorga".

El lenguaje y el léxico terminan por aburrir en su monotonía, y las inverosímiles aventuras de los protagonistas, faltas de humanidad e incluso repugnantes en su asunto y tratamiento, llevan al lector al único deseo de que se termine de una vez.

El desenlace es inesperado, pero parece que los protagonistas lo presentían y querían así. En fin, el mensaje que puede transmitirnos este relato no puede ser más que "el que mal anda mal acaba".

 

                                                                                                                   J.C. (1986)

 

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