GREER,Germanie

Sex and Destinity

Secker & Warburg, London 1984.

Trad. espa–ola: Sexo ydestino, Plaza & JanŽs,Barcelona 1985, 367 pp.

 

I. CONTEXTO IDEOLîGICO DESU OBRA

Nacida en Australia yformada en el ‡rea de la literatura en las Universidades de Melbourne, Sidney yCambridge es conocida como una de las promotoras del feminismo radical de ladŽcada de los setenta. Su primer libro, The Female Eunuch (London 1971) sigue siendo citado como unamuestra de las ideas que portaba una de las ramas m‡s extremas del movimientode liberaci—n de la mujer en Gran Breta–a. En esta obra inicial  Greer postula la tesis de que la mujerlograr‡ su emancipaci—n si alcanza la liberaci—n sexual. Repite laargumentaci—n en boga de aquellos a–os enraizada en el pensamiento de Simone deBeauvoir. Segœn la autora, la opresi—n que ha sufrido la mujer a lo largo de lahistoria se debe principalmente a que el var—n ha forjado un modelo de feminidadque reduce a la mujer a biolog’a. Denuncia que la idealizaci—n de la mujer comoesposa y madre esconde la estrategia subordinacionista del patriarcado. Lasoluci—n para esta activista del feminismo radical es destruir los estereotiposasignados a los sexos por sus diferencias biol—gicas y crear un nuevo modelo deser humano que se aproxima al mito del andr—gino. El mŽtodo es desvincular elejercicio de la sexualidad de las ataduras del matrimonio y de lasconsecuencias de la reproducci—n. La mujer para liberarse tiene que ser due–ade su propio cuerpo y para esto tiene que acceder con facilidad al divorcio,contracepci—n, y aborto. Libre de las cargas de la familia podr‡ sercompetitiva y acceder a todo tipo de trabajos. Este programa se traslada a lapol’tica que convertir‡ las precedentes reivindicaciones en derechos aconseguir.

Se piensa liberar a la mujer haciŽndola igual alvar—n, imit‡ndolo en algunas de las conductas que se critican: usar lasexualidad como un mero instrumento de placer y refugio afectivo, y dedicarseal mundo laboral sin responsabilidad por la familia.

En la dŽcada de losochenta el feminismo radical experimenta un giro en el que se reconoce lapresencia de esta autora junto a famosas participantes del movimiento deliberaci—n de la mujer como son: Betty Friedan y Jean Elshtain. Celebran laÒdiferenciaÓ, es decir, reconocen que la feminidad no se puede entender sin lamaternidad, y pretenden orientar la lucha del feminismo en otro sentido: hacervalorar la familia y el papel de la maternidad buscando la colaboraci—n de losvarones. Rechazan la pol’tica sexual que se estaba llevando a cabo porqueperjudica a la mujer y la convierte de nuevo en un objeto del var—n. En estecontexto ideol—gico podemos entender mejor Sex and Destinity.

 

II. ESTRUCTURA YCARACTERêSTICAS GENERALES DEL LIBRO

Se compone de doce extensos cap’tulos repletos decasos, estad’sticas, y opiniones de distintos investigadores sobre el tema.Sobresale un enfoque sociol—gico nutrido con las aportaciones de la Medicina y laEtnolog’a.

El estilo que hace ‡gil la lectura, contrasta conla repetici—n de algunas informaciones que precisamente por ser reiterativassobran. Utiliza un lenguaje claro que en algunos pasajes se torna en crudo yagresivo. La experiencia directa con algunas de las poblaciones y culturas quedescribe enriquece su obra.

El tema predominante de cada cap’tulo, apareceexpuesto en su t’tulo y confirmado en las œltimas p‡ginas de cada uno mediantela exposici—n de las ideas principales que se han querido destacar.

Pororden de aparici—n los temas tratados son: maternidad, fecundidad, esterilidad,castidad y sexualidad, mŽtodos de anticoncepci—n, historia de laanticoncepci—n, aborto e infanticidio, un nuevo sentido de la sexualidad, lafamilia, pol’tica de planificaci—n familiar, futuro de la fecundidad y lasuperpoblaci—n.

En eltratamiento de todas estas realidades predomina un mŽtodo: comparar la culturaoccidental de los pa’ses desarrollados, con las del resto de los pueblos, ydesmantelar algunos t—picos que se han generalizado en la opini—n pœblica y queno tienen Ñsegœn la autoraÑ oportuna consistencia cient’fica.

Estas p‡ginas no s—lotratan de feminismo. TambiŽn aborda Ðla autora-, uno de los temas que sediscute hoy en d’a en el foro internacional: el crecimiento demogr‡fico.

Las escasas alusiones al feminismo a lo largo deestas p‡ginas expresan el giro que acabamos de describir en el movimiento deliberaci—n de la mujer. Greer se centra en problemas que aquejan a la mujerpero que afectan a toda la humanidad. El feminismo radical que surge en elcontexto cultural de los pa’ses desarrollados cede espacio a la forma de viviry entenderse con mujeres de otras zonas del globo terr‡queo.

 

III. CONTENIDO DE LA OBRA

1. Maternidad ypaternidad

En la civilizaci—n occidental de los pa’sesdesarrollados se mantiene la convicci—n de que s—lo hay que tener los hijos quese puedan mantener adecuadamente. Este planteamiento es una hipocres’a, m‡sbien lo que sucede es que en el estilo de vida de nuestra cultura los ni–os sonmolestos. El mundo adulto est‡ completamente separado del mundo infantil por eltrabajo, por la forma de divertirse y utilizar el ocio. No se hace vidafamiliar. El interŽs del Estado por los ni–os es productivo: son contempladoscomo futuros agentes productores. El interŽs de la Medicina por los ni–os estambiŽn productivo: conseguir ni–os sanos. Esto influye notablemente en futurospadres y sobre todo en las madres generando ansiedad. Se ven la paternidad ymaternidad como una penosa experiencia. Nadie apoya al matrimonio para sacarlos hijos adelante. Las familias son reducidas. Las mujeres se sienten solas yangustiadas en el esfuerzo que conlleva la generaci—n y maternidad: lasincomodidades f’sicas del embarazo, ps’quicamente no se encuentran atractivasÑtodo el mundo se lo recuerdaÑ, solas en el mŽdico, solas en casa porque hantenido que renunciar al trabajo. Si no renuncian, resulta excesivamente costosocompaginar maternidad y trabajo. Dejar al ni–o a cargo de instituciones que locuiden genera muchas veces cierto sentimiento de culpa. La ginecolog’a es unaespecie de tratamiento tŽcnico de consejos contradictorios. La tecnolog’a en lamedicina ha hecho de la experiencia del parto algo traum‡tico y deshumanizado.Todo este desinterŽs por la maternidad y los ni–os no es por el feminismo de lasegunda ola sino por el consumismo. En la sociedad criar a un ni–o se haconvertido en algo demasiado complicado.

En otras culturas existe una mayor comunicaci—nentre ni–os y adultos porque comparten m‡s cosas, entre otras razones pormotivos de supervivencia. En las sociedades donde los hijos son un recursoinapreciable el papel de la madre es central en la organizaci—n social. Lasrelaciones domŽsticas son centrales en la vida diaria. Una mujer embarazada esconsiderada bella como se expresa en las formas de vestir tradicionales;resaltan siempre las formas de la mujer que va a tener un hijo. Las mujeres enlas sociedades tradicionales no est‡n solas en el embarazo, incluso los tabœes,las leyes y prohibiciones que regulan tal estado son una manifestaci—n m‡s dela atenci—n que se les otorga. Hay m‡s camarader’a entre las mujeres, compartensu vida, con otras mujeres y sus hijos. Sus mŽtodos naturalistas de atenci—n dela salud de las madres y gestantes, no es tan eficaz como el de la Medicinapero siempre suponen un apoyo afectivo y psicol—gico importante. Los ni–os enlas sociedades pobres necesitan muchas menos cosas para vivir que en lassociedades ricas.

2. La fecundidad

Presenta los estudios que se centran en laseparaci—n entre sexualidad y fecundidad, e insiste en buscar en el sexo otrosfines distintos del procreativo. Considera adecuado controlar la fecundidad. EnOccidente se ha hecho Ñen generalÑ por mantener un nivel de vida y de bienestarconsumista. No se puede sostener el determinismo biol—gico, los seres humanosno son s—lo su genŽtica, o biolog’a. Tampoco la sexualidad para el ser humanoes pura biolog’a. La fecundidad no es una cuesti—n de mera biolog’a aunquealgunos lo consideren de este modo. De hecho en la misma sociedad se busca laesterilidad voluntaria y al mismo tiempo se lucha contra la esterilidadinvoluntaria. Todav’a hay mujeres que quieren ser madres. Las personas siguenrechazando la esterilidad irreversible, lo que se–ala que de fondo hay algo enel ser humano por lo que tiende a ser fecundo aunque en un momento dado noquiera tener hijos.

Hay culturas y mentalidades para las que la idea dela prole es m‡s importante que la del placer sexual aunque tambiŽn disfruten deŽste. En la sociedad de los pa’ses desarrollados nos cuesta creerlo. Laimportancia de la fertilidad se debe a distintos sistemas de Žtica. Enrepetidas ocasiones este principio no se ha tenido en cuenta al investigar elmodo de ser de las culturas tradicionales marginando el sentido espiritual quetiene el tema de la fecundidad. Pertenece a la responsabilidad personal, y noal poder institucionalizado, regular la fertilidad. Hay que respetar el derechoa tener hijos. Un pueblo no puede quitar a otro ese derecho, y la pol’tica delos pa’ses desarrollados ha querido implantar en otras naciones su propia modode enfocar la fecundidad. Se sospecha de las ansias de poder de los pa’ses m‡spr—speros y su instinto de controlar la poblaci—n de las naciones pobres.

3. La esterilidad

En algunas culturas es una maldici—n y sus miembrossolicitan que se les cure antes que cualquier otra enfermedad. No se puedepensar que los pobres "cr’an como conejos". A veces tambiŽn presentanproblemas de natalidad; los que tienen hijos tienen muchos pero por el alto’ndice de mortandad no sobreviven. La infecundidad causa un profundosufrimiento moral y esto no se tiene en cuenta por los planificadoresfamiliares. En la sociedad occidental la esterilidad es tambiŽn motivo depreocupaci—n para los que quieren tener hijos aunque no los necesitan parasobrevivir como sucede en las naciones m‡s pobres. Si la infecundidad causainfelicidad tambiŽn habr’a que dedicar grandes esfuerzos para solucionarla. Lapromiscuidad conduce a muchos problemas y enfermedades que guardan relaci—n conla esterilidad. En pueblos pobres muchas enfermedades provocan infecundidad.Las mujeres pobres no tienen medios para solucionar su esterilidad.

Las campa–as de contracepci—n en el Tercer Mundohan agravado el problema, pues procedido a la esterilizaci—n siguiendo pautasempleadas en las naciones desarrolladas. Para extender estos mŽtodos se hatransformado la mentalidad, primero se aplic— en el caso de mujeres con muchoshijos, medida que ha resultado cada vez m‡s laxa. Se ha ofrecido la posibilidadde esterilizaci—n en momentos poco adecuados, y con una escasa informaci—n detodas las consecuencias. La esterilizaci—n tal y como habitualmente se practicatrae muchos riesgos para la salud de los afectados, especialmente en el TercerMundo donde despuŽs de practicarla no se les asiste. Nuestra civilizaci—npasar‡ a la historia como ÒesterilizanteÓ.

4. La castidad

La autora la entiende como abstinencia del uso dela sexualidad para regular los nacimientos. Destaca la costumbre de algunospueblos de vivir la castidad durante algœn tiempo para disminuir el nœmero dehijos. De esta forma, no s—lo se reduce la fecundidad sino que se da m‡s valora la actividad en la que tiene su origen, y se mantiene durante m‡s tiempo elinterŽs sexual. La sexualidad tiene un valor distinto segœn las culturas. Enlos pa’ses desarrollados se ha impuesto el ideal del amor rom‡ntico en el queel placer sexual se plantea como central, pero esta valoraci—n crea para la mujermucha dependencia. Sin embargo, en otras naciones se concede m‡s relevancia alas relaciones con los hijos. Algunas personas viven la castidad porque noconsideran que el placer sexual sea algo tan importante para la personalidad yaconsejan el autocontrol.

La sexualidad en las culturas tradicionales, sesuele vivir con m‡s naturalidad que en los pa’ses desarrollados por mucho quemantengan como principio liberador vivir la sexualidad"naturalmente". Lo sexual se ha trivializado exageradamente. Hablamosde derecho a la intimidad pero se ha perdido el pudor.

Resultan extremas las teor’as Ðsobre todofreudianas‑ que se concentran en el tema de la salud sexual reduciŽndolaa la necesidad del placer sexual. Se ha olvidado que el grado de necesidad deplacer depende de la educaci—n y estimulaci—n que se reciba. A veces se hapuesto por encima de los derechos de los reciŽn nacidos a la lactancia el delmarido al uso de la sexualidad. Las sociedades tradicionales no comprendenestos modelos, reservan para la sexualidad un significado m‡s misterioso y portanto la tratan con respeto. En lugar de ense–ar el respeto por nuestro propiocuerpo ense–amos la insensibilidad.

Los mŽtodos naturales de control de natalidad sonadecuados. La Iglesia Cat—lica no es clara en ense–arlos. La castidad se usacomo modo de no reproducci—n pero disfrazado en mitos, as’ se aprecia en elcristianismo. La Iglesia Cat—lica ha procurado siempre controlar la natalidadpero Žsta var’a dependiendo de otros factores socioculturales, y en el fondo laascŽtica de la pureza que predican los sacerdotes falla. Ese consejo de lacastidad se encuentra en otras religiones no cristianas.

5. MŽtodos deanticoncepci—n

Se habla de formas de anticoncepci—n ÒnaturalesÓque de tales no tienen nada. Analiza en quŽ puntos ha cambiado la mentalidadsobre la sexualidad en los pa’ses desarrollados, en concreto quŽ fuerza est‡njugando todo tipo de estimulaci—n e instrucci—n a travŽs de manuales sobre c—movivir la sexualidad; lo denomina sexo de cabeza. Denuncia que se recurra s—lo alos anticonceptivos mec‡nicos y farmacol—gicos para la regulaci—n de lanatalidad imponiŽndolos a los pa’ses del Tercer Mundo sin tener en cuenta suspropios sistemas. Destaca que la actividad sexual se puede realizardeliberadamente, buscando la forma de agradar al otro Ña la mujerÑ como sepractica en otras culturas. Critica como negativa la evangelizaci—n realizadapor algunos misioneros en temas de sexualidad.

Describe toda una gama de pr‡cticas sexuales yanima a la creatividad, con un objetivo: conseguir el ejercicio de lasexualidad y la anticoncepci—n sin recurrir a mŽtodos artificiales.

6. Historia de laanticoncepci—n.

Revisa los diversos mŽtodos artificiales y sedetiene en denunciar las consecuencias nocivas de su aplicaci—n especialmenteen los pa’ses de Tercer Mundo. DespuŽs de experimentar los perjuicios de talessistemas en nuestra sociedad los hemos exportado a naciones m‡s pobres. Seexaminan los efectos y eficacia de los distintos mŽtodos. Afirma que es precisoconseguir el control de la natalidad sin recurrir al aborto y a laesterilizaci—n irreversible. Habr’a que investigar m‡s sobre mŽtodosanticonceptivos que no da–aran la salud de la mujer.

7. Aborto e infanticidio.

Describe a lo largo del tiempo y de las culturaslas pr‡cticas abortivas. Tiene empe–o por mostrar que el aborto natural es unfen—meno corriente y se–ala sus efectos en las mujeres. Se detiene a precisarlas ideas de algunas personas, especialmente la de los cat—licos que creen queen el momento de la concepci—n Dios infunde un alma y por tanto consideran quehay vida humana, bautizando los fetos que van a morir. Ridiculiza esta posturay dice que los cat—licos no se lo creen del todo. TambiŽn parece re’rse de quelos bi—logos se admiren de que la vida humana comience en la concepci—n. No semuestra contraria a creer que el alma exista en el momento de la fecundaci—n.Le parece que no hay nada intr’nsecamente improbable para definirlo as’, peroacusa a los cat—licos de que no sepan m‡s biolog’a y no se interesen realmentepor todas las cuestiones Žticas implicadas en el amplio tema del aborto. A sujuicio, los cat—licos œnicamente se preocupan por el tema del aborto en loscasos en que se persigue deliberadamente. S—lo procuran cerrar las cl’nicas quelo realizan y no atienden espiritualmente a las mujeres que han tomado esadecisi—n presionadas por las circunstancias.

Afirma claramente del DIU, que es un abort’genoaunque no se informe a las mujeres de esta consecuencia en su uso. Adem‡s traeconsigo abundantes problemas mŽdicos. Describe las tramas de los planificadoresfamiliares para implantarlo. Las mujeres siempre han querido abortar pordiversos motivos y hay que facilitarles esa resoluci—n con unas buenascondiciones para que lo hagan sin peligro. Suelen existir razones graves porlas que las mujeres prefieren abortar a tener un hijo no deseado. Como el notener que recurrir al infanticidio ante el nacimiento de ni–as en determinadasculturas. Estar a favor del aborto en las situaciones de algunas mujeres esestar a favor de la vida, de su vida.

8. Un nuevo sentido de lasexualidad

En la cultura occidental moderna se hasobrevalorado lo sexual, que viene a ser el nuevo opio del pueblo. Larevoluci—n sexual extendida por Reich es el origen ideol—gico de estastendencias. La econom’a ha explotado el sexo obteniendo mucho rendimiento. Eljuego del sexo Ñseparado de la fecundidadÑ es mantenido a todas las edades bajoel aliento de unos vigorosos estudios para todo tipo de personas. De loreprimido de la sexualidad se ha pasado al otro extremo. En la medida que laspersonas estŽn ocupadas en lo sexual, se centran tanto en s’ mismas quedesatienden lo dem‡s y por supuesto se olvidan de lo pol’tico y lo social. Elpoder pol’tico se sirve de esta situaci—n para manipular a los ciudadanos. Eluso tan trivial del sexo se ha vuelto aburrido. Se ha insistido en que la tareaprincipal de la mujer en el matrimonio es conseguir mantener la atenci—n sexualdel marido m‡s que cuidar de los hijos. El modo como se ense–a la sexualidadest‡ haciendo las mujeres a semejanza de los varones para tapar lasinsuficiencias del sexo masculino.

Otras ideas que se pueden destacar en estecap’tulo, son: la afirmaci—n sobre la posibilidad de ser cŽlibe; hay formas depudor en otras culturas que protegen a las mujeres y de fondo las hacen m‡satractivas, la mujer moderna est‡ en peor condici—n; es mejor ayudar al partoque al aborto.

9. La familia

La familia nuclear es una creaci—n de la sociedadconsumista que œnicamente busca la satisfacci—n y elude el peso de losparentescos. De esta forma la sociedad puede atacarla o manejarla con m‡sfacilidad. La familia nuclear pone su atenci—n en que la cŽlula b‡sica es larelaci—n conyugal, se contemplan como secundarias las relaciones sangu’neas conlos hijos y el resto de los parientes. Se destaca como principal valor el amorentre los esposos, amor feliz, rom‡ntico. Lo contrasta con la familia en la quelo m‡s importante son las relaciones por consanguinidad de modo que siempre seacoge a enfermos, abandonados, ancianos... La familia amplia ejerce m‡s presi—nen la sociedad que la familia nuclear. Este segundo modelo de familia seconserva en las sociedades tradicionales: familias con muchos hijos, que aœnana sucesivas generaciones. El desprestigio de la familia aument— sobre tododesde Engels. No es adecuada la familia nuclear aislada y reconcentrada en s’misma. En las familias prolongadas de sociedades tradicionales se creanrelaciones muy fuertes entre las mujeres. En su seno las mujeres no son objetosino agente. Est‡n m‡s protegidas por otras personas que no sean directamentesu marido e hijos. Hay que procurar la defensa de la familia pero concebida detal forma que se valore el peso mayor de la mujer.

10. La pol’tica de laplanificaci—n familiar

La medicina que sirve de base para la planificaci—nfamiliar se ha convertido en un fen—meno lucrativo. La falta de moralidad y ladifusi—n de mŽtodos cient’ficos anticonceptivos ha aumentado el nœmero deabortos y embarazos no deseados y a su vez, este incremento ha causado laproliferaci—n de profesiones para tratarlos. Los pa’ses ricos han creado laalarma de la superpoblaci—n sobre todo la de otras razas. Aplican y difundenmŽtodos contra la voluntad de las parejas en cuesti—n. Todo ese dinero utilizadopara la difusi—n del uso de mŽtodos anticonceptivos mediante la planificaci—nfamiliar se pod’a haber invertido en mejorar la calidad de vida, por ejemploprocurando curar enfermedades.

El declive de la fecundidad en el mundodesarrollado no tiene que ver con una conciencia de responsabilidad global,sino se debe a un freno cultural al parto. Este es el desaf’o que se proponepublicar este libro. Ya veremos las consecuencias de una civilizaci—nconsumista que no ha procreado a los que luego tendr’an que mantenerla. Elmundo se est‡ llenando de ancianos que viven solos en asilos porque no hayfamilias que les atiendan. No hay hijos que les puedan mantener. Lacivilizaci—n busca el bienestar mejorando la calidad de vida, en principio paradejarlo a sus descendientes, pero cuando ese nivel vital est‡ amenazado, porqueno se puede mantener econ—micamente, la gente no procrea para disfrutar de loadquirido sin tenerlo que reducir.

Nadie se cree que alguien no tiene hijos pormotivos altruistas segœn el mito de la superpoblaci—n. En los pa’ses pobres,hacer descender la natalidad provoca que nadie atender‡ a los ancianos. Loshijos son fuerza econ—mica. Con el sistema internacional econ—mico no se ayudalos pobres, se est‡n volviendo m‡s pobres. Si se mueren de hambre no es porfalta de alimentos, sino porque no se consigue distribuirlos adecuadamente y nose les prestan las ventajas tecnol—gicas para hacerlo posible. Si losplanificadores familiares garantizaran a los pobres que sus hijos van a vivirno tendr’an m‡s. El mundo nos parece superpoblado segœn c—mo pensemos que debenvivir las personas. Si lo definimos a la manera occidental sobra gente:necesitamos grandes habitaciones y sitio para ir a la monta–a y a esquiar; perono se puede olvidar que para mantener ese lujo tiene que haber personas anuestro servicio, y un juego econ—mico mundial en el que unos trabajan mucho apoco precio produciendo lo que no es tan necesario para vivir, y que se destinaa mantener nuestro lujo. Los dem—grafos siguen numerosos t—picos para calcularla futura poblaci—n en sus estudios, por ejemplo que la fecundidad sea unavariable constante.

 

IV. VALORACIîN DOCTRINAL

Resulta positivo descubrir en esta obra un esfuerzopor fomentar la humanidad, es decir, se aprecia un importante combate porrespetar la dignidad humana, aunque no se llegue a formular as’. Esta tentativase trasluce al tratar los diversos temas que se han se–alado. Denuncia conhabilidad los excesos de los pa’ses desarrollados en manipular a los que no loson, a costa de resquebrajar sus creencias y cultura. Saca a la luz los valoresque, de fondo, se persiguen en las sociedades de los pa’ses m‡s desarrollados yque se pueden agrupar con un tŽrmino que utiliza la autora: consumismo; sebusca por encima de todo el bienestar, el lujo y el placer. Explica conclaridad que mantener esos valores afecta extraordinariamente al modo deentender la sexualidad, la mujer y la familia como cauces e instrumentos deplacer; la pol’tica y la econom’a se mueven con los mismos objetivos. Proponenuevos argumentos que se contraponen a los que se han difundido en la opini—npœblica sosteniendo ese modo de vida occidental. Es de agradecer que ridiculicelas formas de entender la sexualidad propuestas por la revoluci—n sexual y queespecialmente han perjudicado a la mujer, as’ como destacar el valor de lamaternidad y fecundidad. Podr’amos seguir con el elenco de ideas que G. Greerresalta con fuerza y que resultan sorprendentes para una feminista radical ydefensora en otros tiempos de la liberaci—n sexual.

Sin embargo encontramos deficiencias en suexposici—n, en las que se aprecia todav’a su etapa ideol—gica anterior.Presenta ideas contrarias a una correcta concepci—n antropol—gica y acorde conla fe. En varios momentos critica a la Iglesia Cat—lica por sus creencias, porlas costumbres que aconseja en materia de sexualidad, por la figura de lossacerdotes, etc. En algœn momento usa categor’as religiosas con expresiones querayan lo blasfemo, por ejemplo al decir que se ha hecho del sexo una religi—n,y comparar una realidad con la otra. Se echa de menos Ñal tratar temas tanradicales en la vida de las personasÑ una argumentaci—n m‡s profunda, yœnicamente encontramos la simple constataci—n de c—mo viven las personas dediferentes culturas y de lo que opinan. Incluso a veces se estimancontradicciones en lo que expone, en parte producidas porque no acaba de tocarfondo. Podemos destacar algunos de estos errores o insuficiencias.

Junto al reconocimiento de que la maternidad y lafecundidad son realidades valiosas y queridas por muchas personas, afirm‡ndoloscomo tendencias humanas, se acepta el aborto, y la anticoncepci—n si lasmujeres implicadas lo deciden de este modo. El motivo principal por el que laautora no est‡ de acuerdo con estos mŽtodos anticonceptivos y/o abortivos esque las mujeres no los elijan realmente sino que frecuentemente los utilizanforzadas por circunstancias externas, con escasa informaci—n y enga–adas. Aesto se suma los peligros para la salud, dando a entender que si una personaelige y decide controlar su fertilidad, han de facilitarle medios que no seannocivos. En el fondo subyace la idea de que lo m‡s decisivo en una persona essu libertad, guiada con buenas razones pero fundamentada en su propia capacidady fuerza de elecci—n. Por ejemplo, la insistencia en evitar la esterilidadirreversible, no es tanto por valorar la fecundidad sino para eludir lasituaci—n de una persona que en un momento dado no quiere tener hijos pero quedespuŽs decida tenerlos. La misma idea se puede observar en el abundante nœmerode veces en el que solicita que se faciliten medios adecuados a las mujeres quequieren abortar.

Cabe aclarar en quŽ sentido utiliza algunostŽrminos. "Natural" se usa como contrapuesto a artificial. Cuandohabla de mŽtodos naturales de anticoncepci—n introduce en el mismo grupo a lainterrupci—n del coito y la continencia peri—dica. Como es sabido, a lo primerose le considera antinatural porque pervierte el cauce normal del acto sexual.Suaviza la antinaturalidad de los abortos provocados, con la naturalidad de losque no son buscados, afirmando que estos œltimos son corrientes. De nuevo lonatural queda confuso, la serie de actos que inducen un aborto esintr’nsecamente distinto de lo que ocurre en un aborto no buscado. La autoraequipara castidad a abstinencia sexual, desconociendo el objeto m‡s amplio deesta virtud.

Hay una excesiva denuncia de la cultura occidentalmoderna y alabanza de las de otros pueblos a las que llama tradicionales. Lasgeneralizaciones siempre incurren en el error, aunque en este caso se apreciaque obedecen a resaltar el respeto que se merece cualquier pueblo. Pero si setrata de fundamentar un estilo de vida se requiere aportar juicios m‡sconcretos que se echan en falta. Al hablar de la familia, la autora censura lafamilia nuclear a lo "occidental" y alaba las familias prolongadas deotras naciones incluso las pol’gamas. Una cosa es denunciar ese tipo de familiaen la que la relaci—n conyugal se ha exaltado con una idealizaci—n rom‡ntica einsuficiente, y otra negar que el matrimonio sea la cŽlula de la familia;reconocer esto segundo no conlleva que se mantenga un modelo familiar comogrupo reducido, de pocos hijos, en el que no se cuide a los ancianos, enfermose incluso parientes m‡s lejanos. La familia en Occidente ha sido abierta yasistencial durante muchos siglos. Est‡ ausente la distinci—n entre una culturaoccidental moderna y la precedente. No se valora acertadamente la influencia dela fe cristiana y Cat—lica sobre estos temas. En todo caso la argumentaci—n porinsuficiente acaba siendo equ’voca.

Est‡n ausentes todo tipo de juicios morales. No sehabla apenas de moralidad. Parece reconocer que hay vida humana desde elmomento de la concepci—n pero no rechaza el aborto. Aunque pone freno a laideolog’a que exalta la sexualidad como algo central en la vida de laspersonas, determinada biol—gicamente, desligada totalmente de la fecundidad,etc., se describen Ñaprob‡ndolasÑ costumbres en el modo de vivir la sexualidadinmorales. Los argumentos que le sirven para rechazar la ideolog’a freudiana yde la revoluci—n sexual se mueven en un nivel pragm‡tico que no acaban deconvencer. Leemos afirmaciones tan sugerentes como: Òla sexualidad no es pura biolog’a,habr’a que reconocer en la fecundidad algo espiritual, la sexualidad se havuelto algo tan trivial que resulta aburridaÓ, pero no se alega nada m‡s.

En conclusi—n, aunque reacciona ante lasconsecuencias de una mentalidad liberal utilitarista no acaba de superar losprincipios de una concepci—n antropol—gica liberal y sus argumentos sonconfusos e incompletos.

ÒEl deseo de ser fecundo e infecundo a voluntad esnormal en cualquier persona sana; el deseo de destruir la fecundidaddefinitivamente es una respuesta forzada por las circunstancias, m‡s all‡ delcontrol del individuo. Surge la cuesti—n de si tenemos derecho a destruir lafecundidad en vez de suspenderla. Cuando llegamos al soborno y a la inducci—npara que los individuos estŽn de acuerdo en esterilizarse, a la utilizaci—n demomentos de tensi—n y confusi—n para arrancar un consentimiento sin sentido, y,finalmente, a la esterilizaci—n de los incapaces de dar consentimiento o desostenerlo, hemos abandonado ya todos los escrœpulosÓ.

ÒEn vez de ense–ar el respeto por nuestro propiocuerpo preferimos ense–ar la insensibilidad; en vez de explotar la preocupaci—npor los ni–os y el apasionado deseo de que sobrevivan, suponemos que haydemasiados que sobrevivenÓ (p. 125)

ÒLa sociedad occidental ha gravado coninconvenientes el tener hijos. Si bien es cierto que el riesgo de muertedurante el parto ha disminuido sensiblemente, el hecho en s’ no sirve comoincentivo para el parto. Ponemos menos objeciones a arriesgar nuestras vidas,que a permitir que lleguen a hacerse. No concebiremos y pariremos hijos enagradecimiento a las personas que eliminaron el dolor y el peligro del parto,sustituyŽndolo por la tensi—n y la confusi—n. Las desventajas del embarazo y lamaternidad se han agravado en nuestra sociedad. El papel de la madre essocialmente marginado. El papel del padre o de la madre est‡ hecho en sutotalidad, de responsabilidades y de ninguna recompensaÓ (p. 327). Denuncia elmito de la superpoblaci—n que se ense–a a todos.

ÒSe siente mucha m‡s satisfacci—n en mantener convida a los bebŽs que ya est‡n aqu’, en mejorar la salud de sus madres, enconstruir plantas de gas y bloques de letrinas; incluso en aprender de la gentelo asombrosos, armoniosos, resistentes, divertidos y tristes que resultan losseres humanos. Por extra–o que parezca, los pobres tienen m‡s oportunidad dedesarrollar todos estos aspectos de la personalidad que los ricos, que son muyparecidos en todas las partes del mundo.

Por tanto abandonemos la ret—rica de la crisis,pues nosotros somos la crisis, dejemos de desperdiciar la energ’a preocup‡ndonos por un mundo atestado de gente y empecemos a utilizar nuestra imaginaci—n para comprender c—mo se crea y mantiene la pobreza. Permit‡monos conocer de cerca a do–a Pobreza, para perder as’ nuestra fobia a los pobres. Si hemos de sentir miedo, temamos el desastre ecol—gico. En vez de temer a los impotentes, temamos a los poderosos, a las ricas naciones estŽriles, quienes, a Este u Oeste, no tiene puesto en el futuro. El nacimiento de cada ni–o no deseado es una tragedia, en s’ mismo y para sus padres, pero por mucha atenci—n que concedamos al asunto, nos nacer‡n m‡s hijos no deseados a nosotros, los ricos, que a ellos, los pobres.Ó (p. 367)

A.B. (1998)