PEREZ GALDOS, Benito

Tristana

Alianza Editorial, Madrid 1980

I. RESUMEN

En los cuatro primeros capítulos de la novela se nos describe a Lope Garrido, en la realidad D. Juan López Garrido. Es un hombre de cerca de 60 años cuando empieza la novela; tiene aires de caballero medieval —hasta la mudanza de su nombre—, y moralmente es un donjuán. Persona de gran corazón, ha gastado gran parte de su patrimonio en ayudar a su amigo Antonio Reluz y su familia. A la muerte de Antonio —suicidio— y su mujer, se hace cargo de la hija de ambos, Tristana, a quien convierte en amante a los pocos meses de tenerla en su casa, haciendo de ella la última de sus conquistas.

Viven en casa del hidalgo D. Lope, Tristana y una criada llamada Saturna.

Capítulos 5 y 6. Se nos describe el carácter de Tristana, como luego se verá en el estudio de los personajes; ya en estas primeras pinas de la novela revela su rebeldía en algunas ocasiones y su afán de autoestimación.

En el capítulo 7 se nos narra cómo Tristana y Saturna salen por las tardes de paseo y llegan a los altos de Ríos Rosas para ver al hijo de Saturna que está en el hospicio y sale con sus compañeros a jugar por todos aquellos lugares. En este capitulo conoce Tristana a Horacio y ya surge entre ellos el amor.

Durante el desarrollo de los capítulos 8 al 11 inclusive se nos va describiendo como se arraiga el sentimiento amoroso en las almas de Tristana y Horacio. Así mismo se descubren la personalidad y vida de Horacio. Los enamorados se empiezan a ver todas las tardes, pasean por los alrededores de Madrid —siempre con Saturna siguiéndoles de lejos—, más tarde pasean en el coche de Horacio y, por fin, el estudio del pintor se convierte en el lugar de encuentro de los amantes. Durante estas entrevistas va desvelando cada uno la historia de su vida. Es así como nos enteramos de que Horacio Díaz es pintor, huérfano desde muy pequeño ha vivido con su abuelo que le ha dado una educación muy estricta, por la que Horacio ha sufrido mucho. A la muerte del abuelo y como muestra de rebeldía, Horacio viaja por el extranjero, lleva una temporada de vida disipada, aprende técnicas de pintura en Italia, y cansado de esta nueva vida regresa a España y vive en Madrid con una tía viuda, llamada Doña Trinidad.

D. Lope descubre los devaneos amorosos de Tristana y se lo recrimina en el capítulo 12. Siente celos, le interroga, amenaza con matarla si descubre algún amor, pero no la sigue, porque le parece impropio de su condición de hidalgo.

Esto hace que los amantes se encuentren a partir de ese momento en el estudio de Horacio. Hasta el capítulo 15 se nos narra el amor sin límites entre Horacio y Tristana a la vez que surge en ésta un sentimiento de desprecio hacia D. Lope, ganas de huir de la cárcel en que vive, pero a pesar de su amor hacia el pintor, no desea casarse con él, sino conseguir un medio de vida que le permita mantenerse digna mente, sin dejar de amar a Horacio, ni ligarse a él en matrimonio. Horacio se siente tan enamorado, que aunque está en desacuerdo con las ideas de libertad de Tristana, le hace gracia su manera de pensar.

 Capítulo 16 : Doña Trinidad, la tía de Horacio, se pone enferma; le sienta mal el clima de Madrid. Quiere ir a la casa que Horacio ha heredado de su abuelo en Villajoyosa, pero no desea dejar a éste solo. Le convence para que la acompañe. Tristana acepta la situación sin grandes dolores pensando que es transitoria.

De los capítulos 17 al 21 se entrecruza entre los enamorados una correspondencia, en la que se observa cómo se va produciendo en el alma de ambos un cambio: Horacio se enamora de la naturaleza y la vida tranquila del campo; Tristana idealiza cada vez más a Horacio. Sabemos que ésta empieza a encontrarse mal, con fuertes dolores en una pierna que le impiden moverse en ocasiones. D. Lope descubre a Tristana escribiendo estas cartas, pero no la riñe, la anima a que siga escribiendo por dos razones: una, la enfermedad de Tristana que le preocupa seriamente; otra, que confía en sus dotes de donjuán y desprecia a los jóvenes modernos que no saben enamorar. A la vez habla en contra del matrimonio, diciendo que es para personas sin aspiraciones, pero impropio para un alma grande como la de Tristana. Estas ideas conectan con las propias de Tristana y D. Lope desea que siga ansiando su libertad.

Es en el capítulo 22 cuando se descubre la gravedad de Tristana: es preciso operar y amputarle la pierna si desea salvar su vida.

La operación se describe en el capítulo 23, no con demasiados detalles, pero sí suficientemente. Tristana escribe a Horacio una carta muy breve y no demasiado triste, comunicándole la situación.

Capítulo 24 : Tristana vuelve a escribir a Horacio algunos días después de la operación, pero Saturna no echa esta última carta al correo porque ha visto a Horacio en Madrid, que ha acudido a ver a Tristana después de la anterior carta.

Durante los cinco últimos capítulos la acción se desarrolla muy rápidamente. Hemos pasado de un tiempo muy lento en los primeros capítulos a la narración precipitada de hechos muy importantes en la vida de los protagonistas.

Entre Saturna y D. Lope conciertan una entrevista de los amantes. D. Lope está seguro de su triunfo sobre Horacio. Efectivamente la separación ha transformado a los dos. Ya no se sienten enamorados. Horacio regala un órgano a Tristana que, como en todo lo que emprende, resulta ser una criatura capacitada extraordinariamente para la música. Poco a poco las visitas de Horacio son menos frecuentes, hasta que comunica su vuelta a Villajoyosa. Se entrecruzan varias cartas entre Madrid y Villajoyosa y en una de ellas Horacio comunica que se casa. D. Lope es el que da esta noticia a Tristana.

La situación económica de D. Lope ha quedado sumamente deteriorada a causa de la enfermedad de Tristana; gracias a sus tías de Jaén y a un sobrino clérigo que le dan parte de la herencia, puede D. Lope seguir viviendo con cierto desahogo. A cambio las tías han obligado a D. Lope a casarse con Tristana, y éste, para asegurar el porvenir de su amada, acepta. Viven una vida tranquila y anodina. Tal vez eran felices.

II. ESTRUCTURA

Se nos presenta la novela dividida en 29 capítulos, la mayoría de ellos breves, sin titular, con una estructura lineal y abierta. Hay un personaje central: Tristana, alrededor del cual se teje la trama novelesca que va progresando y resolviendo las incógnitas que plantea.

La narración está hecha en tercera persona, salvo la primera pina que está narrada en primera persona; la visión del mundo que se nos da es la de Galdós escritor. Se nos muestra, como es lógico, en el realismo y naturalismo, como un narrador omnisciente: lo sabe todo acerca de sus personajes, hasta lo más recóndito: lo que sienten, lo que piensan, etc.

En cuanto a la situación de la novela se desarrolla en Madrid, describiendo la pequeña burguesía y las estrecheces que tiene que pasar. Los ambientes madrileños, tan frecuentes en la obra de Galdós, están perfectamente descritos, sobre todo los alrededores del Madrid de principios de siglo. Los hechos que se narran transcurren en un periodo de tiempo de seis años, aproximadamente, desde que empieza hasta que termina la novela. En el texto no hay ningún dato temporal que permita fechar la obra, pero sabemos que la escribió en 1892, cuando ya Galdós era maduro (49 años).

III. PERSONAJES

Es Galdós maestro en la creación de caracteres y, sobre todo, son los personajes femeninos los que salieron mejor caracterizados de su pluma. Tristana es uno de esos personajes.

La describe como un ser lleno de perfecciones. En primer lugar posee una belleza física singular : "...esa joven, bonitilla, esbelta, de una blancura casi inverosímil de puro alabastrina (...) y cuando se acicalaba y se ponía su bata morada con rosetones blancos, el moño arribita, traspasado con horquillas de dorada cabeza, resultaba una fiel imagen de dama japonesa de alto copete" (p. 10).

Es inteligente, capacitadísima para todo lo que emprende, y rápida: "Con su asimilación prodigiosa, Tristana dominó en breves días la pronunciación, y leyendo a ratos como por juego, y oyéndole leer a él, a las dos semanas recitaba con admirable entonación de actriz consumada el pasaje de Francesca, el de Ugolino y otros" (p. 89).

Su aprendizaje es veloz en todo lo que se propone; lo mismo asimila con facilidad el italiano, expresado en el ejemplo anterior, como el inglés, la pintura, la música, la cocina. En fin, aprende todo. "A propósito. Mi maestra dice que pronto sabré más que ella. La pronunciación es el caballo de batalla; pero ya me soltaré, no te apures, que esta lenguecita mía, hace todo lo que quiero" (p. 111).

Con relación a la música: "Diríase que le eran familiares las reglas antes de que se las revelaran; adelantábase a la propia enseñanza, y lo que aprendía quedaba profundamente grabado en su espíritu" (p. 173).

Su asombrosa capacidad de asimilación se ve fortalecida por el ingenio: "Inventaba travesuras donosas, vistiéndose con los trajes de los modelos e improvisando monólogos o comedias en que ella sólo hacia dos o tres personajes; pronunciaba discursos saladísimos; remedaba a su viejo D. Lope y, en suma, tales talentos y donaires iba sacando, que el buen Díaz, enamorado como un salvaje, pensaba que su amiguita compendiaba y resumía todos los dones concedidos a la naturaleza mortal" (p. 88).

Es hábil y viva para aprender lo grande y se reconoce incapacitada para las pequeñas menudencias de la vida diaria: "Te advierto que soy una calamidad como mujer casera. No doy pie con bola y te ocasionaré mil desazones. Y fuera de casa, en todo menester de compras o negocios menudos de mujer, también soy de oro. Con decirte que no conozco ninguna calle ni sé andar sola sin perderme" (p. 93).

"Lo que he pensado de mí, estudiándome mucho, porque yo me estudio, ¿sabes?, es que sirvo, que podré servir para las cosas grandes; pero que decididamente no sirvo para las pequeñas" (p. 94).

Se nos muestra, además, insaciable:

—de saber : "Ha empezado por traerme un carro de libros, pues en casa jamás los hubo. Son de la biblioteca de su amigo el marqués de Cicero. Excuso decirte que he caído sobre ellos como lobo hambriento, y a éste quiero, y a éste no quiero, héme dado unos atracones que ya, ya..." (p. 112).

"La pintura no acaba de distraerla..., la música tal vez... Su incansable afán pide más, siempre más" (p. 110).

— de triunfar : "Creyóse llamada a ser muy pronto una notabilidad, una concertista de primer orden, y con tal idea se animó y tuvo algunas horitas de felicidad" (p. 153).

Es la ambición lo que la hace en ocasiones sentir se orgullosa de si misma, confiando excesivamente en sus propias fuerzas: "Estudio a todas horas y devoro los temas. Perdona mi modestia; pero no puedo contenerme; soy un prodigio. Me admiro de encontrarme qué sé las cosas cuando intento saberlas" (p. 109).

"Pues señor, sabrás que domino la gramática, que me bebo el diccionario, que mi memoria es prodigiosa, lo mismo que mi entendimiento" (p. 111).

"He metido en un puño el dolor, porque necesitaba reposo para escribirte. Con mi fuerza de voluntad, que es enorme, y con el poder del pensamiento, consigo algunas treguas" (p. 113) "Tres o cuatro lecciones tuyas me bastarán para seguir tus huellas, siempre a distancia, se entiende" (p. 134).

Lo que intenta aprender en tres o cuatro lecciones es a pintar.

Su admiración por sí misma se destapa del todo cuando, por efectos de la anestesia, el subconsciente actúa sin dominio y se cree Beethoven, Velázquez, un genio: "El piano no tiene secretos para mi... Soy el mismo Beethoven, su corazón, su cuerpo (...) ¡Poder del genio artístico! He de retocar otra vez el cuadro de Las Hilanderas para ver si me sale un poquito mejor" (p. 145-146).

Todas estas características no son sino los medios de que se sirve Galdós para mostrar el verdadero carácter de Tristana y su eje de actuación:

1) Necesidad de libertad femenina, ataque a la educación que en la época se hacia de la mujer: ser para el matrimonio. La mayor parte de las mujeres se veían impulsadas a él sólo porque no tenían un medio de vida. Esta es la razón por la que Tristana quiere ser: actriz, pintora, música, profesora de idiomas, y a todas estas tareas se entrega con toda la capacidad asombrosa de aprender que tiene, movida por un ideal: vivir independiente, ser libre. Por esto, de lo primero que se lamenta es de la incultura de la mujer y que no tenga acceso a todas las carreras y profesiones: "¿Y de qué vive una mujer no poseyendo rentas? Si nos hicieran médicas, abogadas, siquiera boticarias o escribanas, ya que no ministras y senadoras, vamos, podríamos... Pero cosiendo, cosiendo... Yo quiero vivir y ser libre... Di otra cosa: ¿Y no puede ser una pintora y ganarse el pan pintando cuadros bonitos? (...) ¿Y no podría una mujer meterse a escritora y hacer comedias..., libros de rezos o siquiera fábulas, Señor?" (pag. 30).

A continuación se lamenta de la educación exclusiva que se hace de la mujer encaminándola al matrimonio como único modo de vida: "Pero mi pobre mamá no pensó más que en darme la educación insustancial de las niñas que aprenden para llevar un buen yerno a casa, a saber: un poco de piano, el indispensable barniz de francés y qué sé yo... tonterías. ¡Si aún me hubiesen enseñado idiomas, para que, al quedarme sola y pobre, pudiera ser profesora de lenguas!..." (p. 76).

A pesar de esta educación que ha recibido, Tristana ansía para sí la libertad, el no depender de nadie, el mantenerse a sí misma; el ser libre y honrada: "La esfinge de mi destino desplegó los marmóreos labios y me dijo que para ser libre y honrada, para gozar de independencia y vivir de mí misma, debo de ser actriz" (p. 118).

"Te quiero con más alma que nunca, porque respetas mi libertad, porque no me amarras (...) ni a la pata de una mesa con el cordel del matrimonio. Mi pasión reclama libertad. Sin ese campo no podrá vivir. Necesito comerme libremente la hierba que crecerá más arrancada del suelo con mis dientes" (p. 132).

Con el concepto social de la mujer ésta ha quedado relegada a los sitios de la sociedad en los que el hombre no sabe estar: "Protesto, me da la gana de protestar contra los hombres que se han cogido todo el mundo por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos no saben andar" (p. 104).

Todas estas ideas de Tristana hacen más trágico el final de la obra: ella, que ansía la libertad, que odia el matrimonio como modo de vida, acaba atada a ese yugo y de la manera más dura posible: un viejo. No accede al matrimonio con Horacio, amor ideal, sino con don Lope, al que aborrece como hombre, pero le está agradecida, y aprecia como a un padre después de su enfermedad.

¿Significa esto el triunfo de la sociedad sobre el espíritu liberal de Tristana? Si así fuera, ese triunfo sólo se consigue después de la mutilación de la protagonista. Aquí surge una nueva pregunta: ¿no querrá significar Galdós simbólicamente con la mutilación física, la moral?.

2) Amor a lo ideal ; no se adapta a la vida normal, desea superarla, sublimarla. Así idealiza a Horacio: el gran amor de su vida; idealiza su propio ser, su capacidad de superación; idealiza el modo de vida que va a llevar de mil maneras con tal que no sea el cauce normal: el matrimonio. Aquí hay unas muestras del afán de idealización: "¿Me enseñarás? Sí, porque tu grandeza de alma corre pareja con tu entendimiento, y eres el sumo bien, la absoluta bondad, como eres..., aunque no quieras confesarlo, la suprema belleza" (p. 178).

Con todas las características comentadas, Tristana se nos ofrece como un ser complejo, llena de grandeza en las primeras pinas, que se nos va escapando de las manos y empequeñeciendo, según avanza la novela. Quizá, también, a la vez que se va el ídolo convirtiendo en realidad cotidiana, va aumentando la carga dramática del personaje, porque al defender Tristana con tanto tesón su libertad, es más trágico el fin que Galdós le da: camina con muletas —tiene una pierna ortopédica— y no logra ganarse la vida libre y honradamente —"la condena al matrimonio". Quita carga dramática el hecho de que Tristana parece aceptar suavemente este destino y se convierte en mujer casera, como la quería Horacio: "Por aquellos días entróle a la cojita una nueva afición: el arte culinario en su rama importante de la repostería. Una maestra muy hábil enseñóle dos o tres tipos de pasteles, y los hacía tan bien, tan bien, que D. Lope después de catarlos se chupaba los dedos, y no cesaba de alabar a Dios. ¿Eran felices uno y otro?... Tal vez" (p. 182).

D. Lope. La caracterización que nos hace de él Galdós, es la de un

 viejo hidalgo : "...vivía no ha muchos años un hidalgo de buena estampa y

 nombre peregrino (...) La primera vez que tuve conocimiento de tal personaje y pude observar su catadura militar de antiguo cuno, algo así como una reminiscencia pictórica de los tercios viejos de Flandes" (p. 7).

A esta característica tan noble hay que añadir una que no lo es: el hidalgo caballero era un donjuan. "Fue don Lope Garrido, dicho sea para hacer boca, gran estratégico en lides de amor, y se preciaba de haber asaltado más torres de virtud y rendido más plazas de honestidad, que pelos tenía en la cabeza" (p. 8).

Como ésta, se hacen similares descripciones en las pp. 91, 108, y 125, por sólo citar las importantes, porque las alusiones son más frecuentes.

Es un hombre generoso, que arriesga su fortuna en favor de su amigo de la infancia Antonio Reluz, padre de Tristana: "Siempre fue don Lope muy amigo de sus amigos, y hombre que se despepitaba por auxiliar a las personas queridas que se veían en algún compromiso grave. Servicial hasta el heroísmo, no ponía límites a sus generosos arranques. Su caballería llegaba en esto hasta la vanidad; y como toda vanidad se paga, (...) Garrido sufrió considerables quebrantos de fortuna" (p. 15).

Esta generosidad la ejerce con una gran elegancia, sin concederle ninguna importancia, como un deber: "En estos tiempos putrefactos se estima como virtud lo que es deber de los más elementales. Lo que se tiene, se tiene, fíjate bien, en tanto que otro no lo necesita" (p. 17)

El donjuán que ha sido durante toda la vida, se enamora al fin de Tristana, cuando ésta cae enferma, y la generosidad, que siempre ha sido característica en él, se acentúa de tal manera que llega a la ruina total de la que le salva la generosidad de sus parientes: "Es el amor de mi vida, y no consiento perderla por nada de este mundo. A Dios mismo, a la muerte se la disputaré. Reconozco en mí un egoísmo capaz de mover montañas, un egoísmo que no vacilo en llamar santo, porque me lleva a la reforma de mi carácter y de todo mi ser" (p. 137).

"Bien sabe Dios que sólo por sostener a esta pobre niña y alegrar su existencia soporto tanta vergüenza y degradación" (p. 152).

El egoísmo que —como D. Lope reconoce— se entreverá con su amor, en ocasiones le lleva a alegrarse de la enfermedad de Tristana, porque así la recupera para siempre: "¡Sujeta para siempre! ¡Ya no más desviaciones de mi! Repitiendo esta idea, parecía querer apartar el contento que de ella se derivaba, pues no era la ocasión muy propicia para alegrarse de cosa alguna" (p. 144).

Se alegra cuando Horacio —al volver a ver a Tristana después de haberle sido amputada la pierna— no le habla de matrimonio, como insistentemente le hacía antes, y por esta razón se alegra y exclama: "De Sagrado vínculo, ni una palabra. Lo que digo, cosa concluida. Y no podía suceder de otro modo. ¿Cómo sostener su promesa ante una mujer que ha de andar con muletas?... La naturaleza se impone. Es lo que yo digo (...) En fin, Saturna, esto va bien y como yo deseo. Veremos por dónde sale ahora la niña" (p. 165).

Así como a Tristana la castiga Galdós, a Don Lope le premia: su vida de disipación se ve compensada con una mujer joven y bonita, inteligente, aunque tenga un defecto físico, y su generosidad a la hora de gastar su herencia en favor de los demás se ve correspondida en la misma medida por sus parientes de Jaén.

Horacio Díaz apenas está caracterizado. Es un tipo patrón de la pequeña burguesía. Frente a las ideas avanzadas de Tristana, que propugnaban la libertad de la mujer, Horacio es defensor de los valores del matrimonio y la familia, y su fin es el matrimonio tan ansiado por él.

Varias veces a lo largo de la novela, Horacio ha propuesto a Tristana el matrimonio y ella nunca ha accedido. Esto sucede antes de la operación de Tristana; después de ésta, Horacio se escuda en la resolución de Tristana y su teoría sobre la libertad, para no volver a proponérselo; se casa con otra persona, de la que no se nos da ningún dato en la novela.

Tristana no reacciona mal ante este hecho por una razón: durante la ausencia de Horacio le ha idealizado tanto que al verle se siente decepcionada. Prefiere seguir amando la idea perfecta que de él se ha formado, que al hombre real.

Con este hecho Galdós plantea una tesis, que repite frecuentemente en muchas de sus obras —llamadas por eso novelas de tesis—. La teoría es que divide a los personajes de sus novelas en dos clases: los "integrados" en la realidad social (y son premiados por ello) —Horacio es el ejemplo en esta obra— y los personajes "rebeldes", los que no aceptan las normas sociales, y son castigados duramente. En la novela, Tristana es el ejemplo más claro de este caso:

—no desea el matrimonio y acaba realizándolo de la manera más desagradable para ella.

—pierde su belleza física.

—no realiza su ideal de mujer libre.

En apariencia triunfan los personajes integrados, pero Galdós con ello está criticando a la sociedad que anula a los elementos que se rebelan contra sus normas.

El nombre de Tristana es simbólico, cosa frecuente en la onomástica galdosiana.

IV. VALORACION LITERARIA

Aquí se nos plantea un problema: ¿es Tristana una novela naturalista o realista?

Puramente naturalista hay que afirmar rotundamente que no, pero algunos rasgos naturalistas sí se pueden observar. Por ejemplo la preparación y cercenación de la pierna de Tristana se explica detalladamente; ahí vemos un estudio minucioso de los datos para confeccionar las obras, técnica que Zola implantó y Galdós practicó con mucha frecuencia. A pesar de que no es suficiente para clasificar una novela en una corriente, bien se puede apreciar la acumulación de datos: "Y al instante le aplicó Augusto a la nariz el hueco del pañuelo. Al primer efecto de somnolencia siguió sobresalto, inquietud epiléptica, convulsiones y una verbosidad desordenada, como de embriaguez alcohólica. (...) Quedó al fin inmóvil, la boca entreabierta, quieta la pupila... De vez en vez lanzaba un quejido como de mimo infantil, tímido esfuerzo de ser aplastado sobre la losa de aquel sueño brutal. Antes de que la cloroformación fuese completa, entraron los otros dos sicarios,(...) y en cuanto creyeron bien preparada a la paciente, colocáronla en un catre con colchoneta, dispuesta para el caso, y ganando no ya minutos, sino segundos, pusieron manos en la triste obra (...) Vió poner la venda de Esmarch, tira de goma que parece una serpiente. Empezó luego el corte por el sitio llamado de elección; y cuando tallaban el colgajo, la piel que ha de servir para formar después el muñón; cuando a los primeros tajos del diligente bisturí, vió Don Lope la primera sangre" (pp. 145-146).

Más determinante para clasificar la obra es el tema que se narra en sí: el fracaso de Tristana. Aquí se ve algo de determinismo social —una de las principales características del naturalismo—: es la sociedad, y sus leyes rígidas, la que impide a una mujer ser libre y honrada (el ideal de Tristana); (reléase todo lo dicho en el apartado al estudio de la psicología de este personaje y también la argumentación final del apartado III de este trabajo, expuesto en la pag. 9). No es sólo la sociedad la que se opone con sus leyes; es también el propio carácter de la protagonista el que le hace ser poco constante en las tareas que emprende. En cualquier caso se ve condicionada por un determinismo biológico: su enfermedad.

En cuanto a valores literarios habría que destacar —como en otras novelas de Galdós— la variedad de registros lingüísticos. Suele utilizar un tipo de lengua que se aparta de la lengua común. En el caso de esta novela es la lengua que inventan Horacio y Tristana para hablar entre ellos. Es una mezcla de cultismos y vulgarismos, palabras extranjeras escritas con ortografía española —en algunos casos—, y a la vez usan palabras prosaicas y desenfadadas: "—¡Sátrapa, corso, gitano! —cayendo en el diván—. No me engatusas con tu parlare onesto... ¡eh!(...) Denantes que del sol la crencha rubia... Jesús mío, ¡cuantísimo disparate!(...) ¡Qué hermoso es él italiano y qué dulce, qué grato al alma es decir mío diletto!(...) pero vamos a nuestro asunto. Ante todo respóndeme: ¿la jazemos?" (p. 90).

"Pero ¿no ve usted, so... Pregúntales por qué sueño despierta con mi propio ser transportado a otro mundo, en el cual me veo libre y honrada, queriéndote más que las señoritas de mis ojos, y.... Basta, basta, per pietá. Estoy borracha hoy. Me he bebido tus cartas de los días anteriores y las encuentro horriblemente cargadas de amílico. ¡Mixtificador!" (p. 108).

"Sea cada cual como Dios le ha hecho, y siendo distintos se amarán más. Déjame suelta, no me amarres, no borres mi... ¿lo digo? Estas palabras tan sabias se me atragantan; pero, en fin, la soltaré... mi diosingracia" (p. 111).

Todas las características anteriores clasificarían la obra en la corriente naturalista: por todo lo demás se puede considerar una novela realista. Aquí conviene recordar que el Naturalismo español apenas existió, porque falta en él la ideología propia del movimiento: el determinismo total y el materialismo. En España aparecen rasgos o atisbos de ambos, solamente.

V. VALORACIÓN DOCTRINAL

Es característico de Galdós su anticlericalismo y repulsa de la sociedad tradicional. Esta obra, como todas las de su última etapa, ya no tiene la carga de crítica social y clerical tan fuerte como las de la primera época. Así y todo algunos rasgos se observan, aunque muy sutilmente descritos la mayoría: "Los verdaderos sacerdotes somos nosotros, los que regulamos el honor y la moral, los que combatimos en pro del inocente, los enemigos de la maldad, de la hipocresía, de la justicia... y del vil metal" (p. 15).

Por supuesto el defensor de todo lo anterior es Don Lope, al que 7 pinas antes ha descrito como un donjuán incorregible.

No hay ataques a las personas que son católicas —como se observa en Doña Perfecta, etc.; sí hay algunas irreverencias dirigidas contra:

—La Iglesia, de la que puede servir de ejemplo la siguiente frase: "Mona, más mona que los Santos Padres, y más hechicera que el Concilio de Trento y que Don Alfonso el Sabio..., oye una cosa que se me ocurre" (p. 92).

—Dios, en las pinas 9, 99, 100, 102, 103 y 131. En la siguiente cita se advierte la irreverencia mezclada con falta de fe: "Día y noche me persigue la imagen de mi monstrua serrana, con todo el pesquis del Espíritu Santo y toda la sal del botiquín" (p. 99) (El botiquín, en el lenguaje amoroso de Horacio y Tristana, es el mar).

La situación de Galdós frente al dolor es la rebeldía ante él, o si no, se le ve como un castigo: "Yo les pido a Dios y a la Virgen que me curen pronto. No he sido tan mala que este castigo merezca" (p. 119). (Esta frase la pronuncia Tristana cuando se ve aquejada por su enfermedad).

"No, si me curaré(...) Si no, sería una injusticia muy grande, una barbaridad de la Providencia, del Altísimo, del... no sé qué decir. Me vuelvo loca. Necesito llorar, pasarme todo el día llorando... pero estoy rabiosa y con rabia no puedo llorar" (p. 120).

Hay dos errores morales serios en la obra:

a) el suicidio se ve como una solución para librarse de la contrariedad: Reluz, Tristana y Don Lope lo ven como remedio: "Reluz le oía sin pestañear ni responderle nada, discurriendo cómo y cuándo se pegaría el tirito con que pensaba poner fin a su horrible sufrimiento" (p. 16).

"Porque con todo mi marisabidillismo (ve apuntando las palabras que invento), yo me mato si tú me abandonas" (p. 111).

b)el segundo y más grave —por ser más persistente— es el ataque al matrimonio ; este ataque lo hacen Don Lope y Tristana. Aparecen frases en contra del matrimonio en las pp. 25, 29, 83, 104, 126, 129, 162 y 168. Se pueden destacar entre todas las siguientes, que son significativas para comprender la mentalidad de Galdós: la primera la pronuncia Tristana, la segunda Don Lope, pero reproduce el pensamiento de Tristana: "Nos querremos de castillo a castillo, dueños absolutos de nuestras respectivas voluntades, tú libre, libre yo, y tan señora como la que más, con dominios propios y sin vida común ni sagrado vínculo ni sopas de ajo ni nada de eso" (p. 129).

"Te habrá hablado del altarito, de las bendiciones y de la vida chabacana y oscura, con sopa boba, criaturitas, ovillito de algodón, brasero, camilla y demás imbecilidades. Y si tú te tragas semejante anzuelo, haz cuenta que te pierdes, que echas a rodar tu porvenir y le das una bofetada a tu destino" (p. 126).

Cuando Tristana accede al matrimonio con Don Lope, la situación es bastante mala: él, un viejo; ella, una inválida, y ambos transigen para salir de una situación económica desastrosa. Aún así la ceremonia aparece ridiculizada: "Casi no se dio cuenta de que la casaron, de que unas breves fórmulas hiciéronla legítima esposa de Garrido, encasillándola en un hueco honroso de la sociedad. No sentía el acto, lo aceptaba como un hecho impuesto por el mundo exterior, como el empadronamiento, como la contribución, como las reglas de la policía" (p. 182).

A la vez que hace esta crítica al matrimonio, se muestra partidario del amor libre: "Y honrada, se entiende, porque también te digo que no creo faltar a la honradez queriéndote, ya vivamos o no juntos..." (p. 78).

Y también relacionado con la educación sexual plantea la tesis de que la experiencia sexual es necesaria, y de que una educación que corta esta experiencia en los jóvenes, produce desenfreno. Esta tesis la defiende en la persona de Horacio, que recibió este tipo de educación por parte de su abuelo, y a la muerte de éste vivió durante una temporada una vida disipada por Italia: "Pues en Venecia me entregué a la disipación, superando con mi conducta a mis propios instintos, pues no era el niño-viejo tan vicioso como aparentaba serlo por desquite, por venganza de su sosería y ridiculez pasadas" (p. 53).

 

                                                                                                             M.L.M. (1983)

 

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