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CORRESPONDENCIA

 

Amigos, a todos -vosotros y nosotros- nos vienen bien unas vacaciones. Nos vemos el próximo día 11 de abril.

 

6-abril-2004


(de Brian)

envío una crítica a la película de Mel Gibson, por si os queréis publicarla en la web.

Saludos,

Brian

"CATEQUESIS GORE Y ULTRAMONTANA"
Autor: José Manuel Vidal (Jefe de la sección de temas religiosos del periódico "El Mundo". España)

Dice el profeta Isaías en el Antiguo Testamento que el Mesías "es un cordero llevado al matadero". "Por la sangre de Cristo han sido lavados nuestros pecados", cantaba la antigua liturgia católica de Viernes Santo, Éste es también el 'leitmotiv' de Mel Gibson en su filme, fiel a la idea de la pasión como un rescate de la humanidad a precio de sangre. De mucha sangre. Sangre a raudales. El director, que pertenece a los veterocatólicos (católicos que no reconocen la autoridad del Concilio Vaticano II), lleva esta idea a su paroxismo. Opta por el látigo y la tortura y ahoga en sangre la odisea del crucificado más famoso de la historia en una versión que sólo puede complacer a los católicos más integristas. Su película es una narración simple -en ocasiones, simplista- que no aporta nada nuevo a la interpretación de los hechos ni a su significado para la humanidad.

Mel Gibson se regodea en mostrar la crueldad con la que los hombres se ensañaron con Jesús. Con enormes dosis de exageración y falta de rigor histórico. La excelente maquinaria propagandística de Gibson asegura que hasta el Papa dijo "es como fue" tras una proyección privada". El propio Vaticano tuvo que desmentirlo, porque no es como fue en muchos aspectos. El Evangelio de Mateo, en el que dice basarse el director australiano, no es, como ninguno de los otros tres, una narración histórica de los hechos ocurridos durante la pasión, sino una aproximación catequética, escrita en clave de fe, más de 75 años después de la muerte de Cristo. El Evangelio no es un reportaje histórico. Además, aunque el realizador dice basarse en los Evangelios al pie de la letra, introduce muchas cosas de su propia cosecha. Porque su fuente no es sólo el libro de Mateo, sino las visiones de la pasión de una mística del siglo XVIII, Anne Catherine Emmerich, cuyos escritos, por cierto, han sido acusados de fantasiosos y de antisemitas. Por ejemplo, Jesús no fue clavado por las palmas de las manos (escena en la que el director se regodea), sino por las muñecas, en la unión de los huesos cúbito y radio, para poder sostenerse en la cruz. La flagelación consistía 'sólo' en 39 latigazos, no en el escarnio que él presenta bajo una lluvia de golpes incontables. Pilatos no era un hombre sensible y pasivo, sino un verdugo sanguinario. En cambio, para ser fiel a la historia, quizá Gibson hubiera debido atreverse a despojar a Jesús de todas sus ropas en la cruz, como hizo Miguel Ángel en su versión no censurada de la Capilla Sixtina.

Para no ser acusado de antisemita, Gibson suprime la famosa frase pronunciada por la multitud antes Pilatos: "Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Pero, en la película, todos los judíos que salen, hasta los niños, son irascibles, malvados y sumamente agresivos. Sólo se salvan de este cliché Jesús, su madre, sus discípulos y María Magdalena. Los romanos, en cambio, son pintados como brutos, superficiales, toscos y también violentos.

En definitiva, una película reduccionista. Éste no es el Jesús de los Evangelios. Aquí no sale para nada el Jesús profético, que denuncia las injusticias y que predica el reino de Dios. Ni el Jesús revolucionario, al que los sumos sacerdotes acusan de subversivo para que Pilatos le condene a muerte, algo que sólo puede hacer él. Una película aplastada por la interminable y extrema violencia física contra Jesús. Eso sí, hará caja a costa de lo más sagrado. Con el aplauso complaciente e ingenuo de los católicos más tradicionalistas.


(de Marce)

Podría despedirme por acá?? please...??

Hola a todos los orejas!

Mis disculpas a ustedes por utilizarlos como intermediarios. Yo era una muy frecuente participante del chat, hasta que se dañó del todo mi computador y ahora me es imposible la conexión. Solo quería despedirme de todos los amigos ya que parece que me ausentaré por una larga temporada.

suerte a todos!

marce


(de Gregory P.)

En primer lugar, manifestar mi alegría de que se traten nuevos temas, y de que vayamos saliendo, poco a poco, del laberinto de respuestas a quienes provocan. Todo eso que hemos ganado.

Se ha tratado el tema de la homosexualidad en el Opus Dei. Yo he conocido a dos personas de la Obra con esta tendencia.

El primero, pongamos que se llamaba Manolo, era uno de los mayores del centro. Creo que había hecho la fidelidad. Me acuerdo de que lucía en su mano un anillo grande, con una piedra azul, con un escudo en relieve. Era un poco introvertido, aunque siempre con muy buen humor, con el que nunca hablé mucho. Un día, a los pocos meses de pitar, dejé de verlo, y poco a poco imaginé que había dejado de ser de la Obra, pero sin tener una convicción exacta de ello. Nunca me explicaron el motivo: si había cambiado de centro, o de ciudad, etc. Nunca se dijo nada de los posibles motivos de su marcha, pero no le di importancia, porque sucedió al principio de pitar, y no me enteraba mucho de estas cosas, que luego me afectaron profundamente.

Muchos años después, siendo todavía de la Obra, me enteré de que era homosexual, y de que vivía con otra persona, al parecer conocida, que le había contagiado una grave enfermedad. Luego lo he visto en algunas ocasiones, siempre por motivos profesionales. Nunca hemos tratado el tema, y nunca he sabido si el motivo de dejar la Obra fue su homosexualidad, o si descubrió su tendencia después. Es una persona muy amable, y no tengo mucha relación con él.

Sin embargo, viví con mucha intensidad un caso mucho más cercano. Pongamos que se llamaba Alberto. Era un año mayor que yo, estudiaba en mi colegio. Tenía una personalidad muy atrayente, y espero que la siga teniendo. Era muy amanerado, en su comportamiento, hasta el punto de que, cuando se le conocía, el aspecto era de un hombre muy guapo, y muy afeminado. Pero sin que esta palabra sea peyorativa, o pretenda serla. Sólo quiero describir cómo aparecía Alberto a quien le conócía por primera vez.

Su aspecto era, sin embargo, muy atrayente. Tenía un imán, incluso para las personas que rechazaban de forma instintiva esta tendencia. Poco a poco, me fui acostumbrando a su forma de ser, y al poco tiempo, ya no lo veía amanerado, ni mucho menos, sino una persona muy sensible, con mucha personalidad, que en todas sus opiniones te comunicaba un entusiasmo sin límites. Tenía encandilado a todo su curso de letras. Era el alma de los cine-forum, de las actividades culturales más dispares. Y luego, en la universidad, se siguió comportando del mismo modo. Su personalidad era avasalladora, profundamente seductora. Podría haber sido un excelente actor dramático, y creo que lo estuvo pensando.

Pitó un poco después que yo, y lo traté mucho. No quiero ser más explícito, porque ya he dado demasiados datos sobre mí mismo, y no quisiera darlos sobre él. Pero diré que estuvimos mucho tiempo juntos, en una actividad con niños, en la que trabajábamos codo con codo. Con Alberto, y con otras personas, esa actividad apostólica, que desarrollábamos fuera del centro, se convirtió en algo especial, para los muchachos y para nosotros mismos. Hicimos muchas excursiones y salidas. Algunas, de varios días, en las que convivíamos, e incluso dormíamos en la misma habitación. Mucha gente, que ni siquiera iba a Misa los domingos, se acercaba a estas actividades, creo que atraídos por la personalidad de Alberto, y la impronta que supo dar a esta actividad. Yo mismo estaba subyugado, hasta el punto de que, si no hubiera sido por esta actividad apostólica, creo que hubiera estado mucho menos tiempo en la Obra, o, por lo menos, mucho menos a gusto de lo que estuve.

Nunca vi a Alberto hacer ninguna cosa rara con niños. A veces, en verano, íbamos a piscinas municipales, y pasábamos ratos deliciosos, jugando y divirtiéndonos. Nunca vi hacerlo a Alberto, que se quedaba como en segundo término, sin participar en los manoseos propios de quien juega dentro del agua, sin ningún tipo de maldad. De esto me acordé más tarde, cuando lo supe todo.

Un día, al volver de vacaciones, supe que habían echado a Alberto de la Obra. Así, sin más. Ya habíamos hecho los dos la oblación, y, en mi centro, esta circunstancia te otorgaba un extraño privilegio: que te contaran los motivos por los que se expulsaban a la gente que aún no había hecho la fidelidad. Mi director, un individuo muy enérgico, sin un apice de sentimientos, decía que eso lo hacía para que los demás "escarmentaramos en cabeza ajena". Los motivos de las expulsiones, como luego supe, no siempre coincidían con la verdad de las cosas. O, mejor dicho, no solían coincidir nunca. Sin embargo, nadie me informó del motivo por el que habían expulsado a Alberto. Una manto de silencio cubrió por completo este suceso, como si hubiera pasado algo terrible, que fuera mejor no contar.

Además, ese verano cambiaron el director de mi centro, y el nuevo, un hombre encantador, repetía que no sabía nada. Que esa decisión había sido tomada antes de que él se hiciera cargo de la dirección del centro, y que no tenía una idea clara de lo que había pasado. Como soy muy cabezón, se lo pregunté otros días, y por otros motivos, y un día me dijo que no me lo podía decir, y que, por favor, no le preguntara más. Sin embargo, me dijo que, si me llamaba, no dejara su amistad. Lo que todavía me confundió más, como podéis imaginar. ¿Qué cosa esa esa, que no se podía contar, pero que no era tan grave como para que pudiera perjudicarnos?

También mi madre se enteró de que lo habían echado, porque conocía a la madre de Alberto. Le dijo que estaba desesperado, que no dormía, que se pasaba los días llorando, repitiendo que lo habían echado, que su familia le había dado la espalda. Los padres ya estaban jubilados, y procedían de otro lugar. Sin saber exactamente porqué, vendieron el piso y se fueron.

Un día, mi madre me dijo que a lo mejor se había metido con alguien. En ese momento recordé lo que había pensado al principio, al conocerle, pero rechacé esa idea de inmediato. No me cuadraba con Alberto, precisamente porque lo conocía muy de cerca, y de muchos años, y no le veía "metiéndose" con nadie, o seduciendo a nadie del centro, ni mayor, ni más pequeño. Me pareció un despropósito, y así se lo dije a mi madre. Pero ella estaba convencida. A una persona como Alberto, pensaba, no se le podía echar porque fuese amanerado, porque eso era evidente desde el principio. Algo muy fuerte tendría que haber pasado. Y de esa idea no la quitaba nadie.

Alberto empezó a salir con una chica. Teníamos una conocida común, pongamos que se llama Enriqueta, que conocía a Alberto, a la chica, y a mí. Enriqueta me contó que la chica le había contado esta relación, y que estaba muy contenta. Sin embargo, Enriqueta había sido muy crítica (así es ella, habitualmente). "Tienes que dar gracias a Dios por salir con Alberto", le dijo. "No te lo mereces", le espetó, convencida de que le había tocado la lotería.

Al poco tiempo, Alberto le confesó a la chica que era homosexual, que había intentado salir con ella para probar si le gustaban las chicas, pero que no podía seguir engañándola. Y claro, la chica le fue con el cuento a Enriqueta. "Con que no te lo mereces, con que tengo que dar gracias a Dios. Pues resulta que es ....." Aún recuerdo los gritos de Enriqueta, delante de los niños que idolatraban a Alberto, mientras me contaba la escena, y yo deseaba que me tragara la tierra.

Evidentemente, en el centro no dije nada. Pero ya supe, sin que nadie me lo dijera, el motivo por el que se había expulsado a Alberto. Deduje, por mi cuenta, que en la dirección espiritual habían sabido que era homosexual, y que le habían echo abandonar la Obra, para no ponérselo más difícil. Porque yo pensaba que para un homosexual era más difícil pertenecer a la obra.

Yo sé, por experiencia, lo fácil que es enamorarse de un chico del centro, con tus mismos ideales, de personalidad atrayente, con el que compartes muchas cosas, y que te comprende como nadie puede hacerlo. Al principio de pitar, me pasó con un chico de San Rafael, que pitó de numerario algún tiempo más tarde. Solía venir todos los días por el centro, y yo lo veía de vez en cuando. Los días que no venía, sufría enormemente, hasta el punto de llorar. Y no tuve nunca ningún tipo de atracción física por él.

Por eso, entendía que, en esas circunstancias, era muy posible pasar de ese amor platónico al corporal, si se tiene esa tendencia. Y vi justificada, en ese momento, y siempre dentro de mi imaginación (porque no sabía nada), la decisión del director. Lo vi como una liberación, como un desahogo, fruto del cariño.

Luego supe, por otras personas, que Alberto se dirigía con un sacerdote de la Obra, que no era del centro. Y un día, aprovechando que fui a la Iglesia donde estaba este sacerdote, le pregunté por mi antiguo amigo. El cura me dijo que no sabía nada de Alberto, que se había peleado con su novio, y que desde entonces no había vuelto a verle. No sé si os habrá pasado alguna vez, pero creí que iba a caerme al suelo. Me tuve que sentar en una silla, porque me subió toda la sangre a la cabeza. El cura pensaba que yo lo sabía, y por eso habló francamente. Pero yo no sabía nada. Como os podéis imaginar, don QM, que esas son sus iniciales, se puso también blanco, al darse cuenta de su desliz.

Cuando llegué al centro, fui a ver al director, y le conté todo lo que había pasado. Quería hacerle una corrección fraterna al sacerdote, como es evidente, pero sólo recibí una pequeña amonestación, por haber confundido al sacerdote, haciéndole pensar que yo sabía todo lo que había pasado. Espero que le dijeran algo, aunque creo que, por su expresión, no hacía ninguna falta corrección.

Después, uno del centro, por indicación del director, me estuvo contando lo que había pasado. Que Alberto se había enamorado de un amigo, y que había mantenido relaciones sexuales con el. Lo contó en su dirección, y le dijeron que no se repitiera. Pero se repitió en otra ocasión, y volvió a contarlo. Y esa vez le indicaron que debía marcharse de la Obra.

Después de eso, he visto a Alberto en varias ocasiones. Una de ellas, con mi novia, que ahora es mi mujer. Casi no me dirigió la palabra. He intentado quedar con él en algunas ocasiones, después de mi salida, que le comuniqué nada más empezar a hablar. Pese a ello, no ha sido posible.

Alberto es una de las personas a las que más aprecio de mi vida en la Obra. Con él viví muchas experiencias entrañables, quizá las más entrañables de mi paso por esa institución. Ignoro el motivo por el que ha evitado verme, o tratarme después. Espero no haber hecho nada para fomentar ese rechazo.

No quiero hacer ninguna consideración de todo esto que os he explicado. Pero no hay ni una sola palabra que no sea cierta.

Gregory P.


P.D. No os podéis imaginar el bien que me ha hecho contar esto. Un abrazo a todos.


(de Felipe) Reflexión personal sobre la película "La Pasión"

"Tengo para mí" (frase o muletilla para cuando no se sabe cómo empezar) que la película La Pasión, es en parte, una manipulación de la figura y de la persona de Cristo. Una manipulación que utiliza la crueldad para despertar el sentimentalismo y con él, la contrición. Esta película le va a venir muy bien al opus porque esperarán que, tras la proyección, los miembros de la institución, se arrepientan de tener sus dudas sobre el camino que les han hecho elegir y las asuman como pecados de soberbia y de no rendir el juicio, ya que "Jesucristo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz" (Escrivá).

Creo que si Jesucristo hubiera querido que le amásemos o le creyésemos sólo por su sufrimiento, sus 33 años de vida hubieran sido muy diferentes a la que nos cuentan los Evangelios. Jesús tenía humor y provocaba sonrisas: nace en un establo y le colocan en un pesebre rodeado del cariño de sus padres, con una mula y un buey que le dan calor, sonríe a los pastores que le llevan regalos, hace poco caso a los Reyes Magos que le llevan regalos que no le sirven para jugar. Que se sepa, él nunca se quejó de haber nacido en un establo, incluso le debió hacer gracia cuando se lo contaron. Luego sabemos que se perdió en el Templo pero él no se asustó, se asustaron sus padres; una travesura. A continuación, la vida oculta, 30 años trabajando en algo que le debía gustar, era carpintero, un hobby que heredó de su padre José. No se nos ha contado que tuviera estrés o que le supusiera un gran esfuerzo o que fuera infeliz; más bien, -ya que no se comenta nada de esos años y si hubieran sido lo contrario, él se lo habría contado a los apóstoles y se hubiera reflejado en los Evangelios-, debió sentirse a gusto con lo que hacía. Era una persona buena y por lo tanto, feliz. Luego comienza su vida pública, se da a conocer y su primer milagro, propio de un hombre con sentido del humor, es el de convertir el agua en vino. (El Opus hubiera convertido el vino en agua) ¿Cómo va a estropearse la alegría de una celebración de bodas porque se ha acabado el vino, pensaría? Y quizá a Él también le apetecía una copa, era humano.

Y ya, a partir de ahí, durante 3 años recorre la zona, habla, llama hipócritas a los que se rigen por la letra de la Ley, las normas al pie de la letra, pero no tienen corazón; se pone al lado de los que sufren; rehúsa el poder temporal y político porque su reino no es de este mundo; nos enseña cómo ser libres siendo honestos; nos avisa de que es una tontería acaparar tesoros en la tierra. Y desgrana las bienaventuranzas, que son como el gesto de Dios que pasa su brazo por los hombros de su hijo y lo atrae hacia sí. Habla con "palabras de vida eterna", es decir, con palabras que llegan dentro, que encandilan. Y la gente se sentía a gusto oyéndole, tan a gusto que se les hacía de noche y no se querían ir a sus casas. Y gastaba bromas: andaba sobre las aguas o sacaba peces y más peces y panes y más panes del zurrón de uno de sus apóstoles, como si fuera un prestidigitador. La vida de Jesús es su mensaje, su manera de vivir y de reir. La vida de Jesús fueron 33 años; de esos 33 años, 12 horas son su prendimiento, tortura, agonía y muerte. Jesús no está eternamente clavado en la Cruz, ni aún ahora lo está. Lo estuvo. Nadie está eternamente muriendo y sufriendo. Y menos mal que es así. Jesucristo no fue una excepción: 12 horas horribles pero 33 años feliz. Si Jesucristo no hubiera muerto en la Cruz, ¿su vida, sus palabras, sus enseñanzas, no habrían servido de nada? ¿su mensaje de alegría, de paz, de querernos contentos y nobles, enseñándonos a luchar contra las injusticias y a descomplicarnos y a ver dónde está lo que es importante y lo que es accidental y no tiene importancia... su amor, el amor a Dios ¿ya no tendrían valor? La Cruz es un corto pasaje de su vida, que Él aceptó con la debilidad propia de un ser humano ante lo que se le avecinaba: "Si no hay más remedio"... Y aún así, lo aceptó.

Bajo o trasciendo a un ejemplo o experiencia. Por motivos profesionales estuve en contacto con una mujer que sufrió la muerte de su hija de 17 años, violada. Por supuesto que no encontraba consuelo. En su sufrimiento continuo, donde no había ningún tipo de paz ni de alivio, ella se imaginaba a su hija a cada instante sufriendo el horror que había padecido, como si ese horror se perpetuara en el tiempo y su hija, en cada instante, siguiera siendo violada y estrangulada. Tras mucha desesperación, acudió a unas charlas sobre el duelo y la pérdida de seres queridos, buscando cómo arrancarse esa desesperación y ese dolor tan profundo. Y de ahí aprendió algo que le sirvió, una luz: su hija ya no estaba sufriendo; era un error recordarla en constante agonía porque no era cierto. Tenía que aceptar que sufrió, en tiempo pasado, un tiempo concreto, determinado, finito, pero después, ahora, mañana, cuando se acordara de ella, ya no. Su hija ya no sufría. Su hija estaba disfrutando de la alegría de Dios. Su hija, en el mismo instante en que murió, ya era felíz. Es duro para una madre, insoportablemente dura la experiencia, pero hay que abrir caminos para que el dolor se recoloque y se asiente. No que se olvide, porque eso nunca se olvida, pero sí para ser realistas, por mucho que cueste. Es duro para un cristiano recordar la pasión de Cristo, pero Cristo no repite su pasión una y otra vez, ni incluso durante cada Semana Santa, fechas en la que se recuerda especialmente. Jesucristo sufrió una pasión hace 2000 años, no está ahora clavado en la Cruz. Está glorioso y feliz, resucitado y viendo a ver si recordamos lo que nos enseñó, para que no nos empeñemos en ser desgraciados pero no está deseando a nadie una muerte como la suya ni creo que se regodee viéndose en la película de Gibson.

Por todo eso me parece que la película utiliza a Jesucristo. Parece que Jesucristo quisiera hacernos un chantaje emocional, algo así como "tenéis que ser buenos -lo que cada uno entienda por ser bueno- porque mirad lo que me están haciendo por vuestra culpa". Y eso, a mí, no me cuadra con el talante de Jesús.

Leyendo el libro "La alegría en el amor de Dios" que habéis colocado en los Recursos para seguir adelante, subrayé y me impresionó -y entendí muchas cosas- que en los primeros siglos de la Iglesia, los pecados capitales eran ¡8!. Las "autoridades" decidieron quitar uno de ellos. ¿Sabéis cuál? ¡¡La tristeza!! ¿Por qué? Porque querían a los cristianos muy bien arrepentidos, siempre tristes por sus "pecados" y compungidos por todo: porque hoy no he vivido el minuto heroico, porque sólo he hecho 25 minutos de la oración de la tarde en lugar de 30, porque no he logrado llevar a nadie a la meditación, porque a mí "esto" me parece que no es muy de Dios...

La alegría era y es peligrosa porque una persona alegre, sanamente alegre -que es la base de un cristiano- aún en el sufrimiento, no es maleable ni manipulable. ¿Por qué? Porque Jesucristo no lo fue ni lo es.

Estoy seguro de que aunque en el Opus no se pueda ir al cine, -norma 2.546-en esta ocasión levantarán esa costumbre y darán permiso para ver la película de Gibson. ¿Por el bien de los miembros? No. Por el bien de la institución. Además, ya hay copias piratas en DVD, así que ¡cuántas tertulias en esta semana santa para la compunción de la plebe!

Un abrazo para todos y perdonad la extensión,

Felipe


(de Ávila)

Al parecer la obra está haciendo mucha propaganda de la película La Pasión. Debe haber gato encerrado, o alguna idea teológica que favorece sus postulados; quizás una idea de la redención cuyo origen se remonta a san Anselmo, muy divulgada y exagerada a finales del XIX, mediante la cual la redención nos llega por el sacrificio vicario de Cristo en la cruz. De ahí se justifica y ensalza la mortificación corporal y el sufrimiento como único camino de salvación. Fundamentalismo puro.

Un abrazo y feliz resurrección,

Ávila


NOTA: cuando el oreja que está de guardia contesta a alguno de los correos, su comentario va en cursiva y es la opinión personal del oreja que contesta. Lo hace expresando su opinión como uno más de los que escribís, no como línea editorial de la web. Sus opiniones son igual de personales -y criticables y respetables- como las opiniones que se vierten en los correos que se reciben.



 

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