Las mentiras de Mons. Escrivá:

4. El caso de María del Carmen Tapia

Doserra

 

Presentación

 

Es notable la irritación de este miembro con 40 años en la Obra ante las mentiras del Prelado actual en la Carta del 2 de octubre del año pasado sobre la dirección espiritual en la prelatura: bien le vendría al Prelado aplicarse la recomendación que realizó en su intervención en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, de "vivir lo que se predica y predicar lo que se vive".

 

Comprendo totalmente a RobertLeeJones. Pero los datos que ha aportado Guillaume sobre los Reglamentos del 41 y sobre la obsesión de Escrivá por ser obispo permiten entender que la mentira y la ocultación dolosa se han instaurado como praxis habitual de los que mandan en la Obra porque el propio Escrivá practicó ese maquiavelismo sin ningún escrúpulo a lo largo de su vida...

 

Bajo el título de Las mentiras de Mons. Escrivá he publicado ya en esta Web tres artículos sobre las afirmaciones de Escrivá acerca del secreto, del secreto ante los obispos y de los votos. Los recientes testimonios de damnificados por los que mandan en la Obra me llevan ahora a comentar algunos documentos que aparecen en el libro de María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei, Ediciones B, 2ª ed., 2004, que muestran un modo de mentir de Escrivá con tal ensañamiento, inquina y crueldad hacia esta ex-numeraria, que no serían creíbles en un personaje canonizado si no se tuvieran delante los documentos que lo acreditan.

 

Me ha parecido conveniente hacerlo porque, si bien el libro está accesible en Internet, los documentos en cuestión, no: unos porque pertenecen al apéndice documental del libro, que no se ha reproducido en su versión informática, y otros porque al estar en inglés, tampoco se han publicado en esta versión informática. Comentaremos unos y otros, traduciendo al español los que se escribieron en inglés. Hoy aportamos la primera entrega.

* * *

1. Mentiras sobre sus estudios filosófico-teológicos en la Obra

 

Para situarnos en relación a esta primera serie de mentiras, y a la gravedad de las consecuencias que podían haber tenido para Mª del Carmen Tapia, veamos lo que cuenta ella en las pp. 421 y 422 de su libro, sobre sus gestiones para conseguir un trabajo al abandonar la Obra:

 

“Viviendo ya en Estados Unidos y tratando de arreglar mi permanencia en el país, me tropecé con un problema inesperado al tratar de rellenar uno de los tantos formularios requeridos por Inmigración: tenía que decir cuáles habían sido mis trabajos y direcciones durante una serie de años, en los que entraban los de mi pertenencia al Opus Dei. Decir que había sido numeraria del Opus [...] era tanto como decir que había estado en el limbo [...]. Lo importante era 'mi ocupación', qué había hecho. [...] La dificultad era poder explicar a Inmigración los trabajos realizados. Dado que ahora trabajaba con uno de los profesores de la Universidad de California [...], el deán [jefe del negociado] de estudiantes extranjeros me guió en este tedioso proceso y me aconsejó que lo mejor sería decir qué estudios había yo realizado durante mi permanencia en el Opus Dei. Y, al efecto, pedir al Opus Dei un certificado donde ellos constaran. Como es bien sabido, Inmigración [...] pregunta sobre domicilios y trabajos previos a la solicitud de residencia permanente en Estados Unidos. Estos formularios son muy serios y no caben evasivas.”

 

María del Carmen aprovechó la oportunidad que le brindaba Mr. Mathew, el susodicho encargado de estudiantes extranjeros de la Universidad de California, quien por correo aéreo envió una solicitud dirigida a Escrivá, cuya traducción al castellano aportamos1, en la que solicitaba lo siguiente:

 

“Esta carta es una petición de una transcripción oficial de los estudios que María del Carmen Tapia completó en el Collegium Romanum Sanctae Mariae, Regionis Venezuela, en Caracas, Venezuela, durante el período desde 1960 hasta 1965. Si fuera posible, nos gustaría que la lista de esos cursos contuviera el título, el valor y la calificación de cada uno. Tengo entendido que terminó sus estudios de Filosofía y que comenzó el primer año de Teología. Estos datos nos permitirían evaluarlos en relación con nuestro propio curriculum”.

 

Cualquier centro docente habría entendido esa carta como una simple solicitud de expediente para convalidaciones, cosa perfectamente normal y necesaria en todo el mundo para permitir, entre otras cosas, cambio de residencia del alumno, cambio de carrera, referencias para encontrar empleo, etc. Pero, sorprendentemente, la carta no recibió respuesta alguna, con lo que, transcurridos dos meses de silencio, el deán encargó a su auxiliar administrativo, Mrs. Engle, que enviase a Escrivá otra carta2, con copia de la anterior —ya certificada y con acuse de recibo, como hará a partir de ahora en sus relaciones con Escrivá—, añadiendo los siguientes detalles, probablemente para evitar evasivas por parte de Escrivá:

 

“Si el problema fuera el haber remitido esta carta a V.R. por error, le ruego tenga la bondad de indicarme cuál es la autoridad a la que debo dirigirla. No nos es posible evaluar estudios sin disponer previamente de certificados oficiales de los centros en que se realizaron. Si, por otra parte, los costes de copia o de envío fueran motivo de retrasos, tenga la seguridad de que la información sobre esos cargos será diligentemente atendida a vuelta de correo”.

 

1.   a)  Mentiras a través del Procurador General de la Obra

 

Ante esto, Escrivá ya se sintió obligado a dar una respuesta3 a través de Daniel Cummings, que era el Procurador General de la Obra (el encargado de las relaciones exteriores del Instituto):

 

“Deseo acusar recibo de su carta de 10 de mayo de 1973 dirigida a nuestro Presidente, y en su nombre y en mi condición de Procurador General, informarle de que la Srta. Carmen Tapia no ha seguido, en esta Institución, curso alguno de Filosofía o Teología”.

 

Nótese que no hay matizaciones. En nombre de Escrivá y, en su condición de Procurador, en representación de Obra, afirma que Carmen Tapia no ha seguido en la Institución —por tanto, ni en Madrid, ni en Roma, ni en Venezuela, ni en Curso Anual alguno, ni en Centro de Estudios alguno—, cursos de Filosofía o Teología. Tremenda mentira, puesto que, como cualquier Numeraria, Mª del Carmen había seguido el plan habitual de estudios internos. Vil cobardía, pues él no da la cara —como fue su norma habitual de proceder—, obligando a un hijo suyo a aparecer como firmante de tal mentira. Y, además, una crueldad inmensa, porque, tras esa respuesta, Mr. Mathew se encontraba frente a las siguientes posibilidades:

 

1ª) Mª Carmen miente porque no ha pertenecido a la Obra de Mons. Escrivá.  

2ª) Mª Carmen miente porque, aunque haya pertenecido a ella los años que afirma, no habría realizado esos estudios.

3ª) Escrivá miente por boca de Cummings.

 

Ciertamente hay otras posibilidades más remotas en las que no vale la pena entrar. Supongamos que la primera alternativa hubiera sido cierta. Entonces, la Srta. Tapia habría sido una mentirosa y una insensata, porque habría declarado a Mr. Mathew y a las autoridades de Inmigración que ella había sido Secretaria particular de Escrivá por unos años, que después formó parte del gobierno central de la Sección femenina, y que finalmente fue nombrada Secretaria de la Región de la Obra en Venezuela. Pero esos cargos, sobre todo el último, eran muy públicos, conocidos por numerosas personas del Instituto Secular y por autoridades externas a ella. Para que el lector se haga una idea, ha de saber que de acuerdo con las Constituciones de 1950, que eran el Derecho Particular entonces en vigor para la Obra, el gobierno de personas y actividades de la Sección femenina de la Obra, en una Región como por ejemplo Venezuela, tenía como cabeza al Consiliario, quien, según el art. 462, necesitaba la aprobación de la Secretaria de la Región para todas las decisiones de alguna importancia.  Era simplemente increíble que Tapia hubiera mentido en este punto, tan fácil de desenmascarar.

 

Respecto de la segunda posibilidad —que no hubiera cursado esos estudios—, eso habría ido en contra de las Constituciones de 1950. En efecto, en sus artículos 438 y 446 señalaban que las prescripciones dadas para los socios varones servían también para las mujeres, en concreto las referentes a la formación: las numerarias habían de tener también centros de Estudios (art. 448), donde se impartirían enseñanzas de filosofía y teología (arts. 131 y 132): un bienio filosófico y al menos un bienio teológico (art. 135). Era, pues, muy poco probable que una persona a la que se habían confiado cargos de tanta importancia careciera absolutamente de la formación que ella misma iba a tener que organizar y exigir a sus súbditas.

 

En resumen, sólo quedaba una alternativa: Escrivá y Cummings habían mentido pura y simplemente: mentira que podía haber costado muy cara a Carmen Tapia, porque podía haber provocado que hubiera sido rechazada en la Universidad de California e incluso expulsada del país por el Departamento de Inmigración.

 

Como veremos, luego tratarán de disimular esa patraña cuando intervino la Sagrada Congregación de Religiosos, arrugándose ante los que mandaban. Pero nunca rectificaron ante los demás. ¡Todo un modelo de santidad!

 

Continuará

 

 

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1  Traducción de la carta del Deán de extranjeros de la Universidad de California a Escrivá

La versión original de este documento se incluye en el apéndice documental del libro "Tras el Umbral", de María del Carmen Tapia

2 Traducción de la segunda carta del deán de extranjeros de la Universidad de California a Escrivá, con copia para la Embajada de EE.UU. en Roma

La versión original de este documento se incluye en el apéndice documental del libro "Tras el Umbral", de María del Carmen Tapia

3 Traducción de la respuesta del Procurador General de la Obra, en nombre de Escrivá 

La versión original de este documento se incluye en el apéndice documental del libro "Tras el Umbral", de María del Carmen Tapia

 

 

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