¿El fin del mito sobre el sello del Opus Dei?

Sello del Opus Dei en el frente de altar de un centro de la Prelatura

 

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DOCTRINA OFICIAL SOBRE EL ORIGEN DEL SELLO DEL OPUS DEI:

 

Según la biografía EL FUNDADOR DEL OPUS DEI II: Dios y Audacia. Andrés Vázquez de Prada, Rialp, Madrid, 2002. Páginas 609 a 611:

 

[...]La mañana del 14 de febrero de 1943, don Josemaría salió temprano para decir misa a sus hijas en el oratorio de Jorge Manrique. Siguieron éstas la misa con devoción y recogimiento; y el sacerdote, metido en Dios durante el Santo Sacrificio.

Inmediatamente después de celebrar la misa sacó su agenda de bolsillo y escribió en la hoja del domingo 14 de Febrero, S. Valentín:

En casa de las chicas, en la Sta. Misa: “Societas Sacerdotalis Sanctae Crucis”; y luego hizo un pequeño dibujo (el diseño de un círculo, dentro del cual va una cruz).

Después de la acción de gracias el Padre bajó a la otra planta, pidió una cuartilla y se encerró en un pequeño recibidor mientras sus hijas le esperaban en el vestíbulo.

“A los pocos minutos –refiere Encarnita [Ortega Pardo]– apareció de nuevo en el vestíbulo visiblemente emocionado. – Mirad  – nos dijo, señalándonos una cuartilla en la que había dibujado una circunferencia y en el centro una cruz de proporciones especiales –; éste será el Sello de la Obra. El Sello, no el escudo  –nos aclaró –: el Opus Dei no tiene escudos. Significa  –nos dijo a continuación – el mundo y, metida en la entraña del mundo, la Cruz”.

Al día siguiente el Padre fue a El Escorial, no muy lejos de Madrid, donde Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz estaban preparando unos exámenes de Teología. No sin gran vergüenza por su parte, se vio obligado a comunicar a Álvaro del Portillo la gracia recibida del Señor el día anterior dentro de la misa: la solución canónica para los sacerdotes de la Obra, el nombre de la sociedad a constituir y hasta el sello.

 

[...] - Nota al pie de la página 610, recogiendo un fragmento de la Carta de Escrivá de  29-XII-1947 / 14-II-1966, n. 159:

 

Años más tarde el hace el Fundador alusión escueta a lo sucedido aquel día: el 14 de febrero de 1943, celebrando yo en casa de mis hijas –en la calle de Jorge Manrique–, después de la comunión, ¡la solución que buscaba!: Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Jesús quería coronar el edificio con su Cruz santísima.

Recuerdo bien que hice un dibujo del sello –¡hasta esto vino! – y se lo entregué a Álvaro.

 

***

 

Según la biografía EL HOMBRE DE VILLA TEVERE. Pilar Urbano, Plaza & Janes, Barcelona, 1996. Páginas 103 y 104:

 

            [...] Se mire por donde se mire, la vida de Josemaría Escrivá está sellada con el signo de la cruz. Sin brumas, con nitidez, entendió que debía ser así aquel 14 de febrero de 1943, en Madrid, cuando, celebrando misa en el oratorio de sus hijas, en el chalé de Jorge Manrique, vio que el emblema, el distintivo, el sello de la Obra –“sello, porque la Obra no tiene escudos” – era “la Cruz metida en la entraña del mundo”.

 

[...] Allí mismo, en el chalé de Jorge Manrique, aquella mañana, pidió pluma y papel. Sobre la cuartilla que le dieron dibujó una circunferencia. Y dentro de ella, abarcándola, invadiéndola, trazó una cruz con el travesaño horizontal muy alto.

            Después, al llegar a su casa de Diego de León, apoyado en un viejo buró, que llamaban “la pianola”, volvió a dibujarlo en una hojilla de su agenda. Pasado el tiempo, y ya fuera de uso, esa agenda se extravió.

            Un día de 1963, en Roma, Escrivá llama a dos de los directores del Consejo general, Juan Cox y Fernando Valenciano. Acuden a la sala de Comisiones. Está también Álvaro del Portillo. Visiblemente contento, el Padre les muestra “lo que acaban de enviar de España... la han encontrado al mover la pianola :¡estaba allí, perdida!”. Abre la agenda por la página correspondiente al 14 de febrero de 1943: el sello de la Obra aparece allí, con trazos de su propio puño. Al verlo, después de más de veinte años, a Escrivá le ha dado un vuelco el corazón. Tiene delante el “testigo” de algo que jamás consideró “una ocurrencia” suya, sino un dibujo hecho... al dictado.

            [...]

 

***

 

Según la biografía TIEMPO DE CAMINAR: Semblanza de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer. Ana Sastre, Rialp, Madrid, 1989. Capítulo 17:

 

            [...]Les habla el Fundador de su preocupación por hallar la fórmula jurídica para los sacerdotes de la Obra. Porque la idea está clara. Falta sólo el título de ordenación que permita su ministerio sacerdotal en el Opus Dei.

El 14 de febrero de 1943, Monseñor Escrivá de Balaguer celebra la Santa Misa en el oratorio del Centro que tienen las mujeres en la calle Jorge Manrique de Madrid. Y cuando termina, ha visto con claridad la solución: ha nacido la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

            Así recuerda aquel momento Encarnita Ortega:

            «Después de la acción de gracias, nos pidió papel y pluma. Luego, a los pocos minutos, apareció en el vestíbulo visiblemente emocionado:
            -"Mirad -nos dijo señalando una cuartilla en la que había dibujado una circunferencia y en el centro una cruz-: éste será el sello de la Obra. El sello, no el escudo -aclaró-: el Opus Dei no tiene escudos. Significa el mundo y, metida en la entraña del mundo, la Cruz, que es el sacerdocio"».

            Y años después de aquel 14 de febrero de 1943 subraya Monseñor Álvaro del Portillo:

            «Fue allí, en ese oratorio, dentro de la Misa, donde vio la solución canónica para que pudieran ordenarse sacerdotes de la Obra, e incluso el nombre y el sello de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz: un círculo simbolizando el mundo y, dentro, la Cruz, que es el sacerdocio»

[...]

***

 

EL SELLO DE LA OBRA EN EL ESCORIAL

(...desde el siglo XVI)

 

Artículo tomado del BLOG DE HERÁLDICA de JOSE JUAN CARRION RANGEL

 

 

 

Es seguro que alguno más se ha dado cuenta del detalle. En la foto que precede estas líneas, que ya se añadió a un mensaje anterior, aparece el sello del Opus Dei. No es el que se ve mas claro que el resto de la foto. Está situado en la esquina superior izquierda de la foto. En la reja que adorna el arco de la entrada central a la basílica del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

 

Y acto seguido viene a la mente la duda. Duda académica, que no duda teológica. Esa reja lleva ahí casi cinco siglos. Consecuentemente, el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer, pudo ver y a buen seguro vio, ese adorno en la reja, antes del catorce de febrero de 1943.

 

Ese día, al salir de celebrar una misa, dibujó en la hoja del día de su agenda, un círculo con la cruz dentro. La cruz tenía el travesaño horizontal muy elevado. Explicó que se le había sugerido dicho emblema por la divinidad. Además, en esa misma inspiración divina, se le aclaró la forma de incorporar sacerdotes al Opus Dei.

 

Y la duda que surge es evidente: ¿Se inspiró en ese adorno de la reja para crear el sello de la Obra? A lo mejor de forma inconsciente así ocurrió. Lo había visto en más de una ocasión y pudo no reparar de forma consciente en él. Pero su subconsciente sí lo había procesado. El Espíritu Santo utiliza los medios que le vienen en gana. Sería interesante que algún estudioso de la vida del fundador, aclarara si pasó por el monasterio, en los días previos a aquel catorce de febrero.

 

Además, parece que ese sello no era el que inicialmente fue meditado por el santo fundador como emblema, como señal gráfica para la Obra. No. Cuentan que inicialmente, en los principios mas “principiantes” del Opus Dei, el fundador tenía previsto otro sello: El que hoy es el de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz: Una cruz griega flechada. Con los extremos de los brazos de la cruz en forma de punta de flecha. Y el color de ese emblema debía ser de gules (rojo) y el fondo, muy probablemente, de plata.

 

Esta información proviene de una fuente, permítaseme el término, improbable lector, “apócrifa”; no oficial. Y es no oficial porque quien lo dejó por escrito abandonó el arado. Dejó la Obra.

 

Explicó que en una reunión en la que estaba este personaje, arquitecto de profesión y de familia más que acomodada, el fundador expresó su deseo de que “en ceremonias muy privadas, los miembros del Opus Dei vistieran en el oratorio capas blancas en las que se bordaría el escudo de la Obra: una cruz roja con los extremos en forma de punta de flecha”. Ese personaje que lo recuerda aporta testigos de esa revelación del fundador que estaban presentes en esa misma ocasión. Testigos que pasaron al cielo siendo miembros del Opus Dei.

 

Quiero concluir sugiriendo que el fundador, hasta que no encontró la fórmula para incorporar sacerdotes al Opus Dei, creando una sociedad de sacerdotes a la que pasarle el emblema que ya no le gustaba tanto, pero al que guardaba afecto, no quiso “ver”, sentirse inspirado, en la creación del nuevo emblema, del nuevo sello para el Opus Dei.

 

Aporto una foto de la ermita de Molino Viejo que recoge ese sello de puntas de flecha que no se olvidó como primigenio del Opus Dei, sino que en el mismo día en que se abandonó para preferir una nuevo, se encontró a quien endosárselo, a la Sociedad Sacerdotal, sin perderlo, en consecuencia, para la institución.

 

 

José Juan Carrión Rangel

 

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CONCLUSIONES

¿Pudo copiar Escrivá el “sello” del Opus Dei de la reja de El Escorial?

 

 

La relación de José María Escrivá con El Escorial fue bastante estrecha durante los años que van desde el fin de la Guerra Civil Española (1939) y el año 1944, por lo que muy probablemente el fundador del Opus Dei conocía el diseño de la reja de la Basílica de San Lorenzo.

 

En 1939 comenzaron los preparativos para que realizaran sus estudios eclesiásticos Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz con vistas a ser ordenados sacerdotes. Entre los profesores que reunió Escrivá para que preparasen a los candidatos al sacerdocio se encontraba Fray José López Ortiz (1898-1992) que conoció al fundador en 1924 en la Universidad de Zaragoza; este fraile agustino después de la Guerra Civil Española pasó a formar parte de la Comunidad que residía en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial y era el profesor encargado de la Cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Madrid. 

 

La relación entre el prestigioso fraile agustino y Escrivá fue tan intensa durante esos años que Fray José López Ortiz escribió un testimonio sobre el fundador del Opus Dei (publicado por Palabra 163, III –1979. Testimonio de Mons. Fray José López Ortiz).

 

En ese testimonio Fray José explica como en los primeros años de la década de los 40 Escrivá le fue contando lo que quería que fuese el Opus Dei, por carta y con mutuas visitas en Madrid y en El Escorial, también en esas fechas fue confesor habitual del Centro de Estudios de la Obra en Diego de León, 14.

 

En mayo de 1944, Escrivá dirige un curso de retiro en el Monasterio de El Escorial para Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz; y en octubre de ese mismo año predica unos Ejercicios a los propios religiosos Agustinos del monasterio, a petición, quizá, del propio Fray José que acababa de ser nombrado obispo de Tuy-Vigo (el 10 de julio de 1944).

 

Tras las salida de Fray José López Ortiz de la Comunidad Agustina de El Escorial, Escrivá no volvió a tener relación con aquel lugar.

 

En esas mismas fechas, entre 1940 y 1944, Escrivá pasó otras muchas jornadas en El Escorial, como refleja de un modo contundente Ana Sastre:

 

[...] Las tareas habituales [de Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz] continúan sin mengua alguna, y hay que arañar los minutos para estudiar. Cuando las asignaturas requieren una intensa dedicación, el Padre decide alquilar un par de habitaciones en un pequeño Hotel de El Escorial o en una pensión situada en Torrelodones. Aquí se aíslan para emplear jornadas enteras en los libros de Teología. Estos hombres jóvenes, que han cursado ya carreras universitarias, con las mejores calificaciones, profundizan ahora en el estudio de la fe católica.

En estos momentos, el Fundador es el único sacerdote de la Obra. Ha de atender el Patronato de Santa Isabel, del que es Rector; dedicar muchas horas a la dirección del Opus Dei, y llevar a cabo una extensa labor apostólica. A pesar de su agotadora jornada, a última hora de la tarde encuentra un puñado de tiempo para acompañar a sus futuros hijos sacerdotes. Llega, con Ricardo Fernández Vallespín al volante de un viejo coche que se reconoce de lejos, en el silencio del campo, por los continuos jadeos del motor.

Viene a verles, porque imagina que están cansados después de muchas horas de estudio. Y porque de su formación espiritual y pastoral se encarga personalmente. Andando frente al aire sereno de El Escorial, les habla del afán que ha de animarles, de la Obra que comienza a navegar el mar sin orillas del mundo, de la tarea ingente que les espera, de la santidad como única meta de sus aspiraciones. Y les deja una buena dosis de fortaleza para cada jornada.

Por la mañana, los tres asisten a Misa, a primera hora, en la iglesia del Monasterio de El Escorial. Luego, estudio en las habitaciones del Hotel Regina que, durante estos meses de invierno, está vacío. Pausas para comer. Espacios de tiempo para rezar. Y vuelta a los textos, entregando a Dios el esfuerzo, la dificultad, el entusiasmo. Hasta que el atardecer se llena, una vez más, con el sonido inconfundible del motor y la cálida presencia del Padre.

Les habla el Fundador de su preocupación por hallar la fórmula jurídica para los sacerdotes de la Obra. Porque la idea está clara. Falta sólo el título de ordenación que permita su ministerio sacerdotal en el Opus Dei.

El 14 de febrero de 1943, Monseñor Escrivá de Balaguer celebra la Santa Misa en el oratorio del Centro que tienen las mujeres en la calle Jorge Manrique de Madrid. Y cuando termina, ha visto con claridad la solución: ha nacido la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

[...] Algunas horas más tarde de este 14 de febrero, el Padre sale camino de El Escorial. Sorprende hoy el ruido familiar en una hora inusual. Viene muy contento, sube a la habitación y llama a Álvaro. Después, paseando por la gran explanada, con la montaña de granito al fondo, le cuenta lo que ha pasado aquella mañana durante la Misa...

 

 

(TIEMPO DE CAMINAR: Semblanza de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer. Ana Sastre, Rialp, Madrid, 1989. Capítulo 17)

 

Juan C.J.

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