Algunas hipótesis sobre la quema de los documentos manuscritos de los años fundacionales

 

En el Opus Dei importa más la limpieza que la verdad.

 

(Guy Montag, santificando su trabajo, en Fahrenheit 451)

 

En mi anterior escrito hice la siguiente referencia al mundo de 1984:“La ocultación deliberada de las fuentes primarias, la reescritura de la historia, es un ejemplo de que en nuestra “familia sobrenatural” vivimos el mundo distópico presentado en la novela 1984. Con la actuación estelar de Alvaro Portillo y unos pocos (¿fanáticos?) colaboradores más, trabajando desde el Ministerio de la Verdad (a.k.a Villa Tevere o Villa Vecchia para ser más precisos). Ministerio este que se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado (Wikipedia).”

 

En esta línea, hoy quiero compartir unas hipótesis sobre la quema de los manuscritos fundacionales. Esos manuscritos, escritos por José María Escrivá, contenían el relato original de la fundación del Opus Dei en 1928 y de la posterior fundación de la sección femenina en febrero de 1930; también relataban los años previos a la fundación, etc, etc. Eran una fuente primaria valiosísima –única– para entender el contexto fundacional, al Fundador y a la Fundación en sí misma. Escrivá los quemó. El relato que trataré de hilvanar a continuación, basado en esta quema, dice mucho sobre el Fundador y su Fundación. Mi objetivo comenzó por tratar de descubrir cuándo fue que Escrivá quemó. Y de allí surgieron varios datos interesantes…

 

La datación de la quema de los manuscritos de los años fundacionales, presenta varias dificultades. ¿Por qué los quemó? ¿Realizó más de una quema? ¿Cuándo los quemó? ¿Quién, con autoridad, le prohibió seguir quemando documentos fundacionales? Mi opinión es que las preguntas (y las respuestas) irán creciendo en interés a medida que avancemos.

 

Para el que no quiera leer todo el texto, al final hay un resumen esquemático. En el cuerpo principal de esta colaboración explico mi trayectoria para llegar a esas conclusiones.

 

¿Por qué los quemó?

La versión oficial dice que por humildad: por la cantidad de sucesos sobrenaturales que contenían. Muchos dudan (dudamos) de esta versión, ya que pensamos que fue más bien para ocultar su pasado[i]. Quemó para destruir los documentos manuscritos que reflejaban lo que le sucedía, lo que pensaba, antes y después de la fundación. El cuaderno que quemó fue justamente el que contenía los sucesos del 2 de octubre de 1928 y la nueva luz del 14 de febrero de 1930. Fue una quema muy selectiva: incluyó justamente todo lo anterior a marzo de 1930…

 

Una versión oficial es la de Vázquez de Prada:

 

La razón [para quemar] era su temor de que, al leer los hechos extraordinarios de carácter sobrenatural allí recogidos, el lector le tuviera por un santo, cuando estaba firmemente persuadido de no ser más que un pecador.

 

Es medianamente sorprendente que Vázquez de Prada sea escueto en la explicación de por qué Escrivá quemó los documentos, ya que hubiera sido un material irrepetible para varios aspectos esenciales de la investigación: explicar las decisiones de entrar o no en el Seminario, lo que pensó allí, cuál era la relación con su tío, el suceso de Perdiguera, los problemas en Zaragoza, e incluso ¡el 2 de octubre y 14 de febrero! Pero Vázquez no reclama ese material, no hace mayores alusiones, no se lamenta demasiado. Dice simplemente que el cuaderno I de sus Apuntes, que quemó… Y santas pascuas[ii]. Y un poco más adelante escribe sobre la quema del valioso Cuaderno I una escueta nota al pie con: todas las anotaciones anteriores al año 1930 las quemó, como va dicho (el subrayado es mío). Era un tema que merecía un mayor desarrollo, como trataré de mostrar en esta colaboración. No basta un quemó, como va dicho.

 

Alvaro Portillo brinda algún dato más, pero el motivo de fondo de la quema es el mismo: por humildad, ya que lo hubieran tenido por santo:

 

Se conservan todos los cuadernos menos el primero, que quemó, y que quizá debió de empezar el mismo 2 de octubre de 1928[iii], o probablemente antes, y llegaba más o menos hasta marzo de 1930. Nuestro Padre explicó alguna vez el motivo por el que lo destruyó: -Había tanto mimo de Dios, que me iban a tomar por un santo, y yo no soy más que un pobre pecador. (Obras, dic 1976, p. 37)

 

No me acordaba de esta frase, que me resultó entrañable. Quemó porque reflejaban tanto mimo de Dios. Tierno.

 

Y me resulta llamativa la insistencia en el motivo de humildad, porque el mismo Escrivá dice que los quemaría por soberbia. Es inconsistente el motivo de Portillo/Positio/Vázquez con lo que explica Escrivá en el n. 167 de los apuntes sobrevivientes.

 

Si no fuera así, mil veces habría roto y quemado cuartillas y cuadernos, por amor propio (hijo de mi soberbia).

 

Esta confesión es de 1931, por tanto anterior a la quema del Cuaderno I. Escrivá dice expresamente que quemaría cuartillas y cuadernos por amor propio. Entiendo que no quería que los demás lo conocieran como realmente había sido (ver por ejemplo el trabajo de Jaume García Moles que muestra una versión diferente de Escrivá, y mucho menos favorable que la que plantean los hagiógrafos prelaticios). Por tanto, es lógico que no se sintiera cómo en 1931 con su pasado. Para mí que es evidente que si se hubiera dejado llevar por la soberbia, entonces los hubiera quemado. No quemarlos era el acto heroico de humildad. Quemar era fruto del amor propio, hijo de la soberbia, como tan bien explica Escrivá ¿Por qué me resulta tan clara esta motivación, confesada nada menos que por Escrivá, mientras que Portillo y compañía nos brindan justamente la contraria? ¿Soy yo que no entiendo o son ellos los que no entienden, o entienden y distorsionan?

 

Como tantas veces, la verdad de los hechos puede estar justamente 180º de donde indican las hagiografías. Como los magos cuando hacen un truco: distraen la atención hacia una mano y la verdad está sucediendo en realidad en la otra mano… es un truco, pero no una forma de escribir la historia ni de testimoniar para un proceso de canonización. ¿O tal vez sea así que se hace el bien? El fin es excelso: la santidad, ergo cualquier medio, cualquier truco, queda justificado si nos acerca más a tan alta meta.

 

Esta contradicción de que quemó por soberbia y por humildad a la vez, nos recuerda el doblepensar de la novela 1984. Si a lo blanco le decimos negro y al revés, vamos a terminar todo locos, esquizofrénicos. Este doblepensar sobre la quema por humildad y por soberbia, es similar a la afirmación contradictoria de que podemos movernos libremente en la barca de la Obra pero a su vez tenemos que estar sin movernos en el lugar de la barca en que nos han colocado (en Sobre el Proselitismo)…

 

¿Realizó más de una quema?

No lo sé, pero planteo la hipótesis de que Escrivá hubiera realizado dos quemas, en distintos años. Por un lado las 235 cuartillas que le había mostrado al P. Sánchez, y por otro el Cuaderno I donde había transcrito las cuartillas. Ciertamente, quemó dos respaldos documentales manuscritos. Pedro Rodríguez estima que Escrivá quemó al mismo tiempo las cuartillas y el Cuaderno I (en una misma “ceremonia” de purificación por medio del fuego, señalo yo).

 

Mi intuición para plantear que hubo dos quemas, en distintos momentos, es la siguiente. Escrivá en sus Apunteses Íntimos se refiere, por un lado, de la quema de las octavillas y, por otro, a la quema del Cuaderno I (donde había copiado esas octavillas). Yo pensé que iba eliminando las octavillas a medida que, pacientemente y a lo largo de muchos meses, las había ido anotando en el Cuaderno I. De esta forma, en el Cuaderno, conservaba sus apuntes con mayor seguridad, mientras que iba quemando las octavillas y otros papeles sueltos que llevaba en los bolsillos y ya no eran necesarios una vez que fueron copiados a los Cuadernos. Pero resulta que las octavillas originales no las quemó al copiarlas al Cuaderno I. Por tanto, había dos soportes (en redundancia, lo que minimiza riesgos de pérdida de información), para respaldar los documentos fundacionales. En 1948 Escrivá (en un apéndice independiente a la serie de Cuadernos) relata la quema del primer Cuaderno y de las octavillas que le dieron origen. Y el relato de las quemas es en párrafos muy próximos: el n. 1862 (quema cuaderno) y n. 1866 (quema octavillas). Entiendo que esos números fueron escritos el mismo día de 1948 en que Escrivá vuelve a relatar y reinterpretar sucesos de su pasado, en concreto su relación con el P. Sánchez y las fundaciones de 1928 y 1930. En ese contexto, el mismo día de 1948 escribe sobre la quema de documentos, y a mí me da la sensación de que podrían haber sido dos quemas.

 

Por un lado, escribe que El paquete de octavillas lo quemé hace unos años. Lo siento. (Apuntes, n.1866, Roma 14-VI-1948).

 

Pero cuando se refirió a la quema del Cuaderno, indica: Quemé uno de los cuadernos de apuntes míos personales –hace años-, y los hubiera quemado todos, si alguien con autoridad y luego mi propia conciencia no me lo vedaran” (Ibidem, n. 1862).

 

Por tanto, supuestamente en la misma fecha de 1948 (porque hay tantas capas de redacción y mentiras en las dataciones que es casi imposible afirmar qué escribió Escrivá cuándo….), digo que supuestamente en 1948 se refiere a que las octavillas las quemó “hace unos años” y el cuaderno lo quemó “hace años”, dando la impresión de utilizar en el mismo relato dos medidas de tiempo diferentes para explicar las dos quemas que según Rodríguez habían sido en conjunto. Además, dado que el mismo día estaba escribiendo las catalinas 1862 y 1866, bien podría haber indicado que quemó el paquete de octavillas junto con el Cuaderno I. Sería el relato más sencillo: “Quemé las octavillas y el Cuaderno” o “Quemé uno de los cuadernos y las octavillas”. Cuando utiliza distintas expresiones para expresar las quemas de los dos soportes documentales (octavillas y Cuaderno), me hace pensar en dos quemas diferentes. Pero tal vez sean imaginaciones mías y Escrivá quemó todos los documentos en un único acto (¿virtuoso?), unos años antes de 1948. Hasta aquí la hipótesis sobre cuántas incineraciones hubo.

 

Una pequeña digresión. En 1976 Alvaro Portillo pedía a los miembros de la Obra que rezaran para que se pudieran encontrar las Primitivas Catalinas… esas que Escrivá había quemado… ¿Era una petición ingenua o era una estrategia para que los miembros del Opus Dei rezaran por una quimera, sabiendo Portillo de antemano el destino que habían sufrido los manuscritos fundacionales? Decía Portillo sobre las Catalinas: ¡Pensad qué tesoro! Pues todo lo primero se ha perdido. A lo mejor se encuentra en algún sitio; no sé. Vamos a encomendar, para ver si aparece en una casa de los abuelos del Padre o en algún otro lugar. Aunque pienso que, tratándose de asuntos de su conciencia, el Padre los llevaría consigo, y, cuando quemó aquel cuaderno inmediatamente anterior a los que conservamos, destruiría todo lo demás. Es una pena, porque debían de ser preciosos (Obras, 1976, p. 38).

 

Encomendar por si aparecen en una casa de los abuelos del Padre… ¿de los abuelos del Padre? ¿De qué está hablando D. Alvaro? ¿La casa en Fonz de José Escrivá Zaydín, abuelo paterno del Padre, fallecido en 1894? ¿O la casa en Barbastro del abuelo materno, Pascual Albás Navarro, fallecido en 1886? ¿O tal vez fuera alguna de las casas de Escrivá-Albás? ¿Cuántas casas tenían? ¿Cuántas de esas casas estarían en propiedad de los sucesores de los Escrivá-Albás en 1976? Es de locos este pedido de “encomendar” (Encomiendo, como el hijo de Satur). Tal vez esto de una casa de los abuelos del Padre haya sido un lapsus de Portillo o un error del numerario que transcribió la tertulia. Pero como dije un par de veces, ¡qué mezclado que está todo! Por tanto tenemos a Portillo pidiendo oraciones en 1976 para que aparezcan las cuartillas que Escrivá había quemado...

 

¿Cuándo los quemó?

Trataré ahora de armar las distintas piezas del rompecabezas para tratar de determinar una fecha aproximada. Muchas de estas piezas, como veremos, son contradictorias entre sí o difíciles de encastrar. Para mí, esta tarea de reconstrucción es fatigosa, al igual que lo fue el análisis del texto del Camaleón. Es difícil saber qué es verdad y qué es mentira, qué fue escrito en la década de 1930 y qué fue escrito en la década de 1960 pero fechado en 1930, etc, etc. El principal problema es que para detectar estas manipulaciones tengo que sobreponerme a la autoridad de un Santo, un Beato y un futuro Siervo de Dios.

 

Como alguien escribió una vez: The amount of energy necessary to refute bullshit is an order of magnitude bigger than to produce it.

 

Yo siempre había pensado que la quema del Cuaderno I la había realizado en 1930, y en ese momento había comenzado a redactar el Cuaderno II. Mi impresión se basaba en que, al sentirse incómodo con todo lo que había escrito en el primer cuaderno (ya sea por las gracias extraordinarias que había recibido (?), ya por su pasado poco ejemplar), se decidió a quemarlo. En ese momento, adquirió un nuevo cuaderno (el II) y retomó allí su diario personal, comenzando el 11-III-1930. Mi primera datación incluso se apoyaba en que, en la página inicial del Cuaderno II Escrivá escribió: Yo quemé el cuaderno nº 1[iv].Esta escueta afirmación al comenzar el segundo cuaderno me hacía pensar que había quemado el Cuaderno I y entonces comenzó el Cuaderno II haciendo esta advertencia, esta confesión, en la página inicial[v].

 

Al leer con más detalle a Vázquez de Prada, me di cuenta que esta datación de 1930 como fecha de la quema estaba equivocada. Vázquez/Positio afirman que el Cuaderno I (que llegaba a marzo de 1930) Escrivá lo quemó en 1932. Esta datación más tardía fue medianamente sorprendente, porque en 1932 Escrivá ya estaba redactando los Cuadernos V y VI…

 

Escribe Vázquez: Probablemente quemó el primer cuaderno después del verano [1932], pues escribió en otro sitio —como se había propuesto— las notas del retiro espiritual de 1932, que hizo en octubre de ese año. (…). La última vez que aparece una referencia en sus Apuntes que indica que existe todavía el primer cuaderno es el 11 de diciembre de 1931, en que dice que estaba leyendo una de las notas sueltas del primer cuaderno a don Lino, otro sacerdote, para darle a conocer la Obra más al detalle.

 

Notar que Vázquez confunde el Cuaderno I con las octavillas primitivas que le mostró a don Lino. Pero bien, lo cierto es que Vázquez fija la quema del cuaderno (que llegaba hasta marzo de 1930) entre finales del año 1931 y el verano de 1932.

 

Sin embargo, me llevé una enorme sorpresa al leer en la Edición Crítico-Histórica de Camino que Pedro Rodríguez, habiendo realizado un análisis más serio que Vázquez, afirma que el acto de quema de documentos fue desde luego no antes de 1935[vi]. Este dato es muy llamativo. Como dije, me parecía lo más lógico que Escrivá realizara la quema en 1930… mientras que Vázquez indica el año 1932. Pero llegar a 1935 con los manuscritos sin haber sido quemados es un dato muy relevante, que por lo pronto contradice a Vázquez de Prada/Positio.

 

Por tanto, en cuanto a la cota inferior cronológica, Rodríguez fija 1935 pero da a entender que incluso pudo haber quemado los documentos más adelante en el tiempo: dice que la quema desde luego que no se produjo antes de 1935 pero no indica cuándo sucedió posteriormente... El problema que surge entonces es que, si no quemó en 1935, en 1936 tenemos el comienzo de la guerra civil y Escrivá no estaba como para estar reconstruyendo el pasado durante la guerra: se encontraba escondiéndose de refugio en refugio, con riesgo de vida. Escribía sí algunas consideraciones (p. ej. en el Consulado de Honduras) que se incluirían después en Camino. Pero no trabajaba directamente con los Cuadernos primitivos. No consta que los haya llevado a través de los Pirineos y hasta Burgos (donde sí podría haber tenido tiempo de releer y quemar lo que no le resultaba conveniente). En efecto, el archivo personal de Escrivá (y supuestamente también el Cuaderno I), estaba escondido dentro del colchón de la cama de su madre, en Madrid… Por tanto, yo fijaría la quema al terminar la guerra civil (después de la toma victoriosa de Madrid, como escribía Escrivá), y tal vez no antes de comienzos de 1940.

 

De esta sección queda pues el siguiente dato: los cuadernos no fueron quemados desde luego antes de 1935, y mi impresión es que, dada la guerra civil, no fueron quemados antes de 1940.

 

¿Por qué los quemó (II)?

En este punto volvemos a la primer pregunta, pero ahora para utilizar la respuesta para tratar de fijar la fecha de la destrucción de los documentos manuscritos y no tanto el motivo (aunque, claramente, son dos elementos relacionados).

 

Como hemos visto, el motivo oficial aducido es la “humildad”. Sin embargo, yo buscaría hechos contundentes que llevaran a quemar los manuscritos fundacionales. ¿Qué hechos podían ameritar esta destrucción? Y con esta línea de razonamiento, busco eventos que pudieran justificar la destrucción, para tratar de establecer una fecha aproximada. Razonando así, me confirmo en pensar que la quema de las cuartillas y el diario no fue antes de la guerra civil, ya que: ¿por qué habría de hacerlo? ¿Qué hecho decisivo se produjo entre 1935 y principios de 1936 que requiriera eliminar restos del pasado?

 

Los primeros eventos que podrían requerir la destrucción de las pruebas, habría que ubicarlos después de 1939 cuando Escrivá se reencuentra con su madre y con el Cuaderno alojado en el colchón. Llegados a esta fecha, ¿hubo algún evento que requiriera una destrucción o reescritura del pasado? ¡Ciertamente! A mi modo de ver en 1940 se producen eventos que podrían justificar la quema del Cuaderno fundacional. Eventos estos de tal magnitud que no logro detectar hechos similares en los años 1935-1936 que justifiquen el acto de la quema selectiva de documentos. Los dos sucesos que a mi modo de ver, inciden directamente en la Fundación y en el Fundador (que son la materia del primer cuaderno) son: (a) la primera aprobación de la Obra y (b) el cambio de director espiritual. Ambos hechos, evidentemente, están relacionados: cambia de director espiritual porque el P. Sánchez no está de acuerdo con algunos elementos plasmados en la primera aprobación de la Obra, y que los considera contrarios al Derecho Canónico.

 

Por tanto, si los cuadernos sobrevivieron hasta el comienzo de la guerra, entonces se mantuvieron lejos de las manos incendiarias de Escrivá (seguros dentro del colchón de su madre). Y llegados a 1940 el principal hecho que podría requerir quemar el pasado es el (b): el cambio de director espiritual. En efecto, para conseguir la aprobación de 1941 no necesitaba mostrar en el Obispado el Cuaderno I ni las octavillas…, pero para conseguir un nuevo director espiritual, tal vez sí los necesitara, porque, justamente, los Cuadernos eran los Apuntes Íntimos de Escrivá, que reflejaban la evolución de su alma. Por esta razón, cuando a mediados de 1930 consiguió, luego de muchos años, su primer director espiritual fijo (el P. Sánchez) le dio a leer los apuntes íntimos, como forma de facilitarle a su confesor el conocimiento del alma del dirigido. Por tanto, intuyo que algo similar habrá ocurrido cuando comenzó la dirección espiritual post-Sánchez. Esto nos ayuda a datar la destrucción: ¿qué sentido tenía quemar sus apuntes íntimos siendo todavía dirigido por el P. Sánchez? quien ya conocía todos el contenido y lo que Escrivá supuestamente había visto.

 

Después del P. Sánchez, Escrivá recurrió a la dirección espiritual y confesión con José María García Lahiguera. Pero no creo que García Lahiguera fuera la persona con autoridad que le prohibiera seguir quemando, sino que sería el siguiente confesor: Alvaro Portillo. En efecto, dudo que le hubiera dado a leer los apuntes íntimos a García Lahiguera, porque, como afirma Portillo, ya en la primera entrevista con su nuevo confesor, Escrivá le indicó que sería una relación temporal, hasta que se hubieran ordenado los primeros sacerdotes de la Obra[vii].

 

Así que una datación de la quema (o una de las quemas), utilizando el razonamiento sobre hechos importantes que ameritaran tal acto, sería después del 26 de junio de 1944[viii].

 

Obviamente, es una hipótesis. Tal vez Escrivá haya sido más presto a quemar y lo haya hecho en 1935. Pero mi impresión es que, dado que la cota inferior que fija Rodríguez es muy generosa (es antigua), supongo que mi cronología de los hechos es plausible.

 

¿Quién le prohibió seguir quemando documentos fundacionales?

La respuesta a esta pregunta nos sirve también para tratar de fijar la datación de la destrucción. Ya comencé a explicar algo de esto en el apartado anterior.

 

¿Quién le prohibió seguir quemando el resto de los Cuadernos? Sabemos que fue “alguien con autoridad”. Si la quema hubiera sido en 1930 al comenzar a redactar un nuevo Cuaderno (Cuaderno II), entonces esta persona habría sido el P. Sánchez. Si la datación es como la fija Vázquez de Prada, en 1932, igual sería el P. Sánchez, que ya había leído el Cuaderno I (en realidad, las octavillas que le dieron origen). Vázquez indica que fue el P. Sánchez quien le prohibió, en 1932, quemar el resto de los cuadernos. Hablando de hechos ocurridos en mayo de 1932, escribe Vázquez que: Más de una vez consideró seriamente el pegar fuego a todos sus Apuntes íntimos; cosa que el confesor le tenía prohibido. Por tanto, para Vázquez, es evidente que ese alguien con autoridad era el P. Sánchez, pero esto es porque Vázquez fija la quema en 1932.

 

Continuemos con la datación, dejando atrás a Vázquez, cuya afirmación de que la quema ocurrió en 1932 es errónea. Cuando seguimos avanzando a lo largo de los años para establecer la fecha de la quema, llegamos a Rodríguez quien indica que ciertamente no fue antes de 1935. Pero entonces, al fijar una cota inferior en 1935, surgen algunos nuevos problemas, que califico de interesantes.

 

Antes de pasar a 1935, permítanme realizar una consideración adicional, que refuerza la gravedad de todo el asunto: la culpa de Escrivá. El punto es que realizó la quema con premeditación y alevosía… En efecto, Escrivá quería quemar los documentos ¡ya en 1933! Los tenía entre ceja y ceja. Estaba como los “bomberos” de Fahrenheit 451, prestos a poner fuego en cuanto papel encontraran. Escrivá quería destruir todos los documentos, pero el P. Sánchez se lo había prohibido… Por tanto, estimo que la quema tiene que haber sido luego de la pelea con Sánchez (a fines de 1940), lo que es un nuevo indicio de que mi datación es consistente con los hechos. Pero esto agrava, si cabe, la gravedad del incidente… Explica Vázquez que:

 

Más de una vez consideró seriamente el pegar fuego a todos sus Apuntes íntimos; cosa que el confesor le tenía prohibido. Él mismo se daba cuenta de que el consignar esos hechos era un modo de vivir la humildad y la sencillez, aunque le costase lo que Dios bien sabía.

 

Hay ocasiones, bastantes —se dice a sí mismo—, en que me fastidia haber escrito o escribir las Catalinas. Las pegaría fuego, si no se me hubiera prohibido. Debo seguir: es camino de sencillez. Ya procuro despersonalizar todo lo posible |n. 996 de 23-III-1933|.

 

Siguiendo el camino de la sencillez veíase obligado, por fuerza de las circunstancias, a dejar expuesto ante el mismo interesado, el p. Sánchez, las descortesías que, de vez en cuando, le venían de su confesor.

 

La hipótesis que maneja Vázquez es que Escrivá había quemado el Cuaderno I en 1932 y que en 1933 quería quemar el resto, y el P. Sánchez se lo prohíbe. Es una lógica consistente. Pero que se derrumbó cuando Pedro Rodríguez afirmó que Escrivá no quemó el Cuaderno I hasta 1935…

 

Por tanto, Escrivá quería quemar sus Cuadernos, pero su confesor se lo había prohibido, en 1932 o 1933. Y resulta que pese a esta prohibición luego sí quema… ¿Es este un comportamiento ejemplar o un “pecado grave”? según la valoración de Alvaro del Portillo, como veremos en seguida. ¿La quema de los documentos fue el ejercicio de la virtud heroica de la humildad según nos propone la Iglesia como modelo, tal como fue explicada en la Positio sobre la vida del santo? Vaya uno a saber. Porque fue una desobediencia a su confesor en un tema grave. Y por tanto, es lógico que Vázquez quiera datar la quema del Cuaderno I en 1932, antes de la prohibición de 1933 de quemar… Porque si no, está en un problema. Y pasamos de una quema por humildad a una desobediencia expresa a una indicación de su confesor… Supongo que se entenderá la gravedad del asunto y la importancia de fijar la fecha de la quema luego de la prohibición de 1933…

 

Continuamos ahora tratando de responder ¿quién hay con autoridad suficiente después de 1935 para poner un freno a Escrivá? Creo que únicamente su director espiritual. Siempre había pensado que esta persona con autoridad era el P. Sánchez. Pero, como acabamos de leer, el P. Sánchez le había prohibido quemar ya en 1932 o 1933 y llegamos a 1935 con documentos todavía no convertidos en cenizas (según Rodríguez). Además, manteniendo la dirección espiritual con el P. Sánchez, no tenía demasiado sentido quemar, ya que Sánchez conocía el contenido de los apuntes: no tenía necesidad de ocultárselos.

 

El sucesor fue García-Lahiguera. Pero entiendo que no disponía de mayor autoridad sobre Escrivá. Como ya comenté, desde el primer minuto quedó claro que la relación sería temporal: una suplencia hasta que hubiera sacerdotes del Opus Dei. Me parece que un suplente de este tipo no tiene la autoridad requerida para frenar al Fundador. Añado aquí un detalle sorprendente, sobre el que tal vez escriba más adelante en otro contexto. Pues resulta que Escrivá le regaló a Lahiguera un ATENCIÓN un Lignum Crucis. Sí, así como lo leen. Tal vez a otros no les resulte extraño esto de ir regalando Lignum Crucis a los amigos, pero en la Obra, con el apostolado de no dar, esto de ir regalando Lignum Crucis a los amigos es muy, pero que muy, llamativo. ¿Ese Lignum Crucis era de algún peculio personal de Escrivá o era del “patrimonio” de la Obra? ¿Sería verdadero? ¿Por qué Escrivá se desprendió de una reliquia tan valiosa? ¿A cuántos eclesiásticos obsequió con reliquias de la Santa Cruz? Vamos, que le debería estar debiendo algún favor, o esperaría recibir algún beneficio a cambio, porque esto de ir regalando Lignum Crucis..., regalar por regalar, simplemente por generosidad desinteresada… ¡que no me va, que no me va!

 

Por su parte, Eijo y Garay, Obispo de Madrid, sí tenía autoridad sobre Escrivá. Pero dudo que hubiera leído el Cuaderno I ni que le preocupara demasiado si Escrivá lo quemaba o no: le interesaba que Escrivá desarrollara en 1940-1941 la Obra de infiltrarse, en secreto, en las estructuras del nuevo Gobierno que se estaba creando en España. Institución que quedó muy bien reflejada en los Reglamentos de 1941, que redactaron el tándem Escrivá-Portillo, a pedido de Eijo.

 

Me parece que nos queda sólo Alvaro Portillo como la persona que podía tener autoridad suficiente para evitar que Escrivá prosiguiera con la quema. Y esa autoridad no la tenía en 1935… pero sí en 1944… De ahí, otro elemento para sentirme cómodo con mi datación, y considerar que la cota inferior de 1935 de Rodríguez es generosa. Es probable, por tanto, que Escrivá quemara luego de 1940 y tal vez luego de 1944 (pero antes de 1948).

 

De todas formas, no tengo certeza si Escrivá le dio a leer a Portillo ese primer cuaderno. Ni cuándo pudo haber sucedido esto. En concreto, si fue antes del comienzo de la dirección espiritual en 1944 (luego de la ordenación sacerdotal de Portillo). Es posible que le haya mostrado ese primer Cuaderno a Portillo antes de 1944. Un motivo puede ser la ayuda que le prestó Portillo para redactar los primeros Reglamentos del Opus Dei de 1941 (que proponen una Institución que muy poco tiene que ver con lo que hoy es el espíritu de la Opus). De todas formas, mi impresión es que para que Portillo pudiera prohibir a Escrivá seguir quemando, necesitaba tener una autoridad que no la tenía en 1940/41 pero sí en 1944.

 

Lo más probable, a mi modo de ver es que, al igual que con el P. Sánchez, Escrivá le diera a leer a Portillo los Cuadernos de Apuntes Íntimos, de modo de facilitarle a este hijo suyo (y subordinado directo), la dirección espiritual de su (compleja) alma.

 

Contra esta hipótesis se podría presentar el hecho de que Portillo creo que nunca dijo que había leído el Cuaderno I. Pero no es una evidencia contundente, porque me parece que nunca afirmó “no tuve en mis manos el Cuaderno I, aquel de tapas de hule que nuestro queridísimo Padre quemó en un acto de humildad heroica, porque contenía muchos mimos que Dios le había concedido”.

 

Hay además otro dato que me hace dudar que la persona con autoridad sea Portillo, porque podría estar mezclando elementos de la confesión / dirección espiritual del Fundador, cosa que entiendo Portillo se cuidaba de realizar, pero era algo muy difícil de evitar, porque estaban constantemente juntos, se mezclaba el Gobierno y la Dirección Espiritual, ¿hasta dónde llegaba la conversación de Superior-Súbdito y en qué momento pasaba a Dirigido-Director Espiritual? ¡Si estaban todo el día juntos, durante años y años! A lo que voy, Portillo afirmó en público que la quema del Cuaderno I fue un pecado mortal… y no creo que dijera esto si hubiera recurrido a su autoridad como confesor para prohibir seguir quemando (prohibición que también el P. Sánchez le había impuesto al Fundador en 1933…). Contaba Portillo en 1976:

 

En ocasiones, con todo el respeto que he sentido y siento hacia nuestro Fundador -se lo he profesado siempre- y con mucho cariño, le comentaba: -Padre, eso que ha hecho usted es un pecado mortal: ¡quemar ese cuaderno! Lo tiene que rehacer; por lo menos lo que se acuerde. Por el tono y por la forma, claramente se veía que la mía era una protesta filial, apenado porque se hubiera perdido ese tesoro, y el Padre comprendía todo el cariño de mis palabras. El Padre me contestaba: -Hijo mío, no soy capaz; tratándose de temas de ese estilo, no querría decir una palabra por otra, ¡no me atrevo! Conseguí que redactase algo; pero el cuaderno entero -a juzgar por los otros, debían de ser unas páginas muy vivas-, no; ése ya no existe. (Obras, 1976, p. 397-398).

 

De esta frase quiero destacar dos aspectos. Por un lado, la valoración que hace Portillo de que Escrivá hubiera quemado esa fuente primaria, el documento manuscrito que testimoniaba la génesis de la Obra de Escrivá: fue un pecado mortal. Lo segundo que quiero destacar es que Escrivá afirma que no quería reescribir porque eran temas demasiado delicados o importantes y no quería decir una palabra por otra (como tantas veces dijo…). ¡Qué caradura! dicho por mí, también como protesta filial.

 

Propósito de enmienda. Supongo que esta valoración de Portillo de que Escrivá cometió un pecado mortal al quemar habrá sido anterior a 1948. Tal vez la podamos ubicar entre 1944 y 1948, por lo que reforzaría mi tesis de la fecha de la quema y de que la persona con autoridad fue Portillo en 1944 o en los años siguientes. ¿Por qué fijo este suceso antes de 1948? Porque en ese año entiendo que es la primera vez que Escrivá realiza una escritura de los sucesos fundacionales. En la cita de Portillo de 1976 él establece que primero le indicó a Escrivá que había cometido un pecado mortal y luego Escrivá redactó algo de los eventos fundacionales: Conseguí que redactase algo. En los Apuntes Íntimos hay un relato fechado en 1948. Yo lo veo como un propósito de enmienda: la satisfacción implica hacer lo posible por reparar (restituir lo robado, etc). Por tanto, veo los números 1862 y ss, que constituyen un Apéndice a los Apuntes Íntimos, bajo esta luz de propósito de enmienda/reparación. Y por tanto me atrevo a fechar antes de 1948 la reprensión de Portillo a Escrivá Padre, eso que ha hecho usted es un pecado mortal.

 

Por último, no sé si Portillo habrá incluido estos episodios y su valoración del pecado mortal en su testimonio en el Proceso de Canonización. En Vázquez de Prada no aparecen y Vázquez sigue casi literalmente a la Positio.

 

Dos nuevos datos.

Este escrito viene largo y no sé si demasiado claro. Pero es un tema complejo. Espinoso. Trato de separar versiones que hasta ahora pensaba que eran completamente verdaderas, como las de Vázquez de Prada y la Positio. Estoy tratando de aclarar mis ideas y, como dije al principio, armar un rompecabezas en el que muchas piezas son contradictorias entre sí, no encajan. Son relatos que no condicen con los hechos verdaderos… En este sentido, en un puzle las piezas están desordenadas, pero son coherentes. Por ejemplo, Vázquez de Prada en muchos relatos presenta los hechos desordenados cronológicamente. Mezcla. Un ejemplo es cuando afirma que la aprobación de la Obra en 1941 fue como consecuencia de la persecución que estaba sufriendo. Pero los hechos son completamente al revés: comienza la persecución por los textos que estaban redactando para la primera aprobación… Sobre esto volveré en algún momento. Estos desórdenes cronológicos que ponen la consecuencia antes que la causa, son medianamente fáciles de solucionar. Pero cuando comienzan a mutilar, a modificar las piezas, a decir que sucedió en 1932 lo que en realidad ocurrió después de 1940, al mentir sobre la datación del texto camaleónico, etc, etc, entonces ahí está modificando las piezas, no simplemente mezclando. Y ya no encastran unas con otras.

 

Sepan disculpar, pues, alguna repetición en mi relato, porque trato de ver estos hechos desde distintas ópticas para armar el puzle. Prosigamos con la promesa de que, en lo que viene a continuación, puede haber algún elemento divertido que valga la pena la inversión de tiempo de lectura.

 

Nos restan dos últimas consideraciones. La primera serie de consideraciones se apoyan en otro dato que aporta Pedro Rodríguez: existe una singular recopilación de algunos puntos del primer cuaderno que sobrevivieron a la quema. Esto para mí fue completamente novedoso, aunque tal vez fuera vox populi... Lo repito: ¡existen puntos sobrevivientes del Cuaderno I! El segundo núcleo de consideraciones se basan en un dato proporcionado por José Luis Illanes (SetD, 2009): el archivo personal de Escrivá (los Cuadernos) fue puesto a resguardo en casa de los padres de Alvaro Portillo hasta que lo pudieron archivar de forma segura en Villa Tevere en 1956…

 

Vayamos por partes, como dijo Jack. En primer lugar, yo desconocía que hubiera algunos puntos del Cuaderno I que hubieran sobrevivido a la destrucción, hasta que lo leí en una nota al pie en el libro de Rodríguez (Camino Ed C-H, p. 22, nota 23). Fue realmente una SOR-PRE-SA, así, con mayúscula. Escrivá, antes de quemar el Cuaderno, había realizado una transcripción de algunos puntos, para conservarlos. Tenemos pues tres soportes documentales: las octavillas primitivas, que luego transcribió al Cuaderno I, y que luego transcribió fuera del Cuaderno a unas nuevas fichas, que datan de 1935… Este comportamiento, por un lado descarta que la quema fuera impulsiva: fue una destrucción premeditada y preparada[ix]. En efecto, mi impresión es que estaba seleccionando la información que podría ser de utilidad. Estaría conservando algunos puntos de interés, para poder quemar el resto. Estaría construyendo un respaldo de números útiles pero no peligrosos (peligrosos en el sentido de que reflejaran quién era Escriba pre 1930).

 

Esta colección de fragmentos de Apuntes Íntimos, creo que inéditas y, más que inéditas, completamente desconocidas, abre la puerta a otros varios interrogantes. En efecto, Rodríguez revela que:

 

Hay en AGP un paquete de fichas manuscritas sacadas de los Cuadernos por el propio Josemaría Escrivá (en cada una pone el Autor la referencia al Cuaderno y a la página), en las que hay textos de los ocho cuadernos escritos hasta entonces [1935], incluido el primero. La confección de estas fichas hay que situarla, como digo, entorno a 1935.

 

Incluyo el subrayado para destacar bien esta (valiente) revelación de Pedro Rodríguez.

 

Un primer detalle es que Rodríguez no indica cuál es la ubicación de estas tan interesantes fichas dentro del Archivo General de la Prelatura… Es una omisión no demasiado relevante puesto que son muy pocos los que pueden acceder al AGP, pero quería hacerla notar[x]. No es una crítica a Pedro Rodríguez, a quien estoy enormemente agradecido por este dato, que no tendría por qué haber brindado. Supongo que tendrá un amor a la verdad (o al trabajo profesional bien realizado) más fuerte que Portillo/Positio/Vázquez. Entiendo que le parecía importante hacer notar la existencia de este conjunto de fichas que permiten datar la quema del Cuaderno I no antes de 1935. Junto con esto, me interesaría saber cómo dató la escritura de las fichas en 1935: ¿el paquete contenía la fecha de elaboración o la datación es porque las fichas llegaban hasta el Cuaderno VIII? ¿Se puede descartar que la redacción fuera en 1936 o incluso después de la guerra civil?

 

Y también me interesaría saber: ¿Cómo es posible que estos manuscritos hubieran quedado perdidos? ¿Habrá sido la Providencia quien ayudó a que se salvaran del fuego de Escrivá? ¿Quién realizó el descubrimiento? ¿Había alguna persona de buen corazón y principios morales sólidos, dispuesta desde la eternidad, para que efectuara el descubrimiento en honor a la Verdad? Tal vez esté exagerando ya, por lo que volvamos a las preguntas más mundanas: ¿En qué año se realizó este descubrimiento? ¿Cuántas fichas se conservan? ¿Cuántas de esas pertenecen al Cuaderno I? ¿Cuántas contienen números de Apuntes que se creían perdidos? ¿Las fichas manuscritas están fechadas en 1935 o mantienen la datación original? ¿Son copias fieles de los cuadernos que se conservaron, o las redactó con alguna manipulación? ¿Las han respaldado en sistemas informáticos para evitar su pérdida o destrucción? ¿Contienen información hasta ahora inédita? ¿Desdicen en algo del relato prelaticio oficial? ¿Tienen un valor histórico como el que me imagino que tienen? Supongo que nunca sabremos. Pero, quién dice si algún día desde VT nos brindarán respuestas a estas preguntas… Ese paquete debe ser una fuente primaria muy valiosa para alguna investigación seria sobre la ¿evolución? del espíritu de la Obra y sobre los temas que estoy tratando en esta colaboración. Aunque, de todas formas, dado que se trata de una selección realizada por Escrivá, quien quería quemar su pasado, supongo que no contendrá tantas verdades como las que podría haber proporcionado el Cuaderno I.

 

Si algún día en los próximos meses puedo conversar con Pedro Rodríguez, me gustaría preguntarle qué sensación tuvo al descubrir ese paquete de fichas tan únicas. Supongo que sería una mezcla de sentimientos… Por un lado, la alegría de descubrir un material inédito, que tal vez abriera nuevas perspectivas de investigación, que ayudara a comprender mejor el pasado (p.ej. la datación de la quema del Cuaderno I). Pero por otro lado, es probable que sintiera cierta pena o enfado por los engaños de los otros historiadores. Y algún sentimiento entremezclado sobre el santo Fundador. La verdad es que no sé, por lo que me gustaría preguntarle personalmente. Y le pediría que comparara el descubrimiento de este paquete que contiene puntos del Cuaderno I (que hasta entonces se pensaba totalmente perdido), con el descubrimiento que realizó en 1985 de los manuscritos originales del Catecismo Romano, perdidos en la Biblioteca Vaticana durante siglos. ¿Cuál descubrimiento fue más emocionante? ¿Cuál le proporcionó más adrenalina? Porque, si bien no podemos comparar el valor histórico del Catecismo Romano con el Cuaderno I de Escrivá…, del Catecismo Romano se sabía su contenido (aunque no se disponía del manuscrito original), mientras que del Cuaderno I de Escrivá no se disponía del manuscrito… ¡ni se sabía su contenido! Además, los manuscritos del Fundador entiendo que tenían mayor valor sentimental, personal. Ya veremos, tal vez haya alguna oportunidad para conversar, aunque tampoco podríamos posponer por varios años este hipotético encuentro. Pues nada, dejémonos de fantasías y sigamos tratando de ver qué más podemos deducir de lo poco que sabemos de este paquete.

 

Mi impresión, tal vez me equivoque, es que en ese paquete respaldó puntos de los distintos cuadernos (del I al VIII) porque… ¡los quería quemar todos!... y no solo el Cuaderno I. No dudo para nada de esta intención incendiaria de Escrivá: él mismo la había confesado. Ya sabemos que quería quemar todos sus testimonios manuscritos desde varios años antes: 1932-1933. Me imagino entonces a Escrivá en 1935 realizando un respaldo selectivo pre-quema… rescatando lo que encontrara de utilidad en esos manuscritos suyos, pero que no lo comprometieran.

 

Vayamos ahora con el segundo dato de interés: los manuscritos del Fundador fueron escondidos en la casa de la madre de Alvaro Portillo[xi] y de los padres de José María Hernández Garnica. Los manuscritos se guardaron en algunas maletas y se trasladaron a la casa de los padres de dos de los primeros miembros de la Obra. Me resultó muy pero que muy llamativo que estos documentos fundacionales no pudieran ser conservados en la sede de algún Centro de la Obra, y que por tanto hubiera que esconderlos en casa de otras personas. Recordemos que eran documentos muy valiosos, únicos, que la madre del Fundador había conservado en su colchón durante la guerra civil, tal vez con riesgo de vida. Entiendo que el Opus Dei disponía de algún archivador o escondite en algún centro para guardar estos documentos. ¿Qué necesidad pues de recurrir a personas externas a nuestra Madre Guapa?

 

Illanes señala que los motivos aducidos para este traslado (según Echevarría) fueron: la segunda guerra mundial y las campañas de sospecha hacia el Opus Dei que promovieron algunos sectores religiosos y político-totalitarios. Los documentos corrían un riesgo de destrucción debido a posibles registros. Como tantas explicaciones, no me parece razonable. Visto con ojos nuevos entiendo que es una excusa casi infantil.

 

En efecto, ¿qué interés podía tener para el régimen político los apuntes del Fundador y los borradores de esas cartas doctrinales? ¿Por qué esos materiales eran valiosos para el régimen? Entiendo que en esas maletas no escondieron las listas de miembros o archivos de contabilidad y finanzas del Opus Dei. Pues esos eran documentos de gestión usual, diaria, y por tanto no se podían alojar en maletas escondidas en casas de familia. Pero justamente las listas de miembros y los datos financieros sí serían de interés para el régimen. Y esa información, que yo sepa, nunca se llevó a casa de Portillo o de Hernández Garnica. Lo que allí se escondió fueron los manuscritos doctrinales y espirituales del fundador, no los documentos de gestión y gobierno del Opus Dei. Yo creo que en el supuesto de registros, tenían mucho más interés detalles de cuentas bancarias, propiedades, miembros, etc, que los apuntes de vida interior del Fundador…. Para los únicos que tenían interés esas cartas y manuscritos era justamente ¡para los miembros de la Obra!

 

Por tanto, mi Hipótesis 1 para este traslado es que Escrivá y Portillo quisieron mantener esos documentos alejados de las manos de los miembros del Opus Dei, más que a salvo de la guerra mundial o los registros que podría ordenar Franco... En efecto, mi impresión es que no quisieron arriesgar a que algún miembro de la Obra viera en 1944, por ejemplo, los materiales para la carta Singuli dies, todavía sin redactar, pero que iban a fechar el 24–III–1930… ¿A Franco le importaría más el mensaje sobre santificación de la vida ordinaria que esa carta contendría o le interesaría más una lista de los miembros del Opus que se estaban infiltrando en su administración? ¿Sentiría curiosidad por saber si Escrivá fue corriendo a ver al P. Sánchez el 14 de febrero de 1930 o si lo conoció seis meses después? ¿Le interesaría saber si Escrivá escuchó campanas un dos de octubre o si debía prohibir a los numerarios ingresar en el cuerpo diplomático? La respuesta a estas preguntas es evidente… y por tanto la sospecha de por qué esos documentos no se conservaron en la sede de un Centro, mientras que otros documentos más sensibles y de mayor valor para el régimen sí…[xii]

 

Dado ese “riesgo” de registros (o de que otros miembros de la Obra leyeran ese material) parece razonable que san Josemaría tomara la decisión de reunir parte importante de la documentación de gobierno, junto con sus papeles personales, en algunas maletas, a fin de depositarlas en las casas de las familias de algunos de los primeros miembros del Opus Dei; concretamente, en las de las familias de Álvaro del Portillo y de José María Hernández Garnica (Illanes, 2009).

 

Archivar los documentos fundacionales en las casas de los padres de dos de los primeros sacerdotes y no en un archivo de la Obra… mmmmm… Supongo que esos papeles serían fáciles de esconder bajo las tablas de algún piso de Lagasca, que los había y muchos, o en algún otro centro de la Obra, sin recurrir a manos ajenas a nuestra Madre Guapa para que conservaran unos manuscritos que eran valiosos sólo para los miembros de la Obra…

 

¿Si no fue por temor a Franco o a la guerra mundial, por qué habrían de esconder los documentos fundacionales fuera de la sede de un Centro de la Obra? Se me ocurren dos motivos. Una primera hipótesis, que ya adelanté, es que Escrivá tenía miedo que estos documentos los leyeran sus propios hijos… En efecto, tenía pavor que alguno leyera sus apuntes y descubriera al verdadero Escrivá. Tanto pavor tenía, que de hecho quemó el primero de sus cuadernos… Y tanto pavor tenía que incluyó unas advertencias en sus apuntes íntimos prohibiendo que nadie los leyera hasta después de su muerte, y entonces, sólo Alvaro Portillo podría leerlos.

 

En todo caso, después de mi muerte, estos papeles —lo mismo que los cuadernos que componen mis Apuntes íntimos— deben ponerse en manos de don Álvaro, sin que nadie los lea antes, para que haga aparte las notas oportunas, puesto que ese hijo mío es el único que, por haberle yo hablado de estos escritos muchas veces y detenidamente, está en condiciones de comentar y aclarar todo lo que necesite comentario o aclaración. Mariano. Roma, 2 de septiembre 1968.

 

Entiendo que el “relato” de Escrivá sería derribado si alguno leía esos apuntes. Y por eso el miedo de que cayeran en manos de alguno de sus hijos...[xiii]

 

Escrivá trasladó a Roma esas maletas con manuscritos recién en ¡1956! ¿Por qué no llevó antes los documentos a Roma? Lo veremos en el próximo apartado. Pero aquí nos quedaremos con la fecha, para darle mayor peso a la hipótesis 1 y descartar la excusa de la guerra mundial y de los registros de Franco. En 1956, hacía una década que había finalizado la guerra mundial, por lo que esa excusa habría que descartarla. Y, por otra parte, Escrivá vivía en Roma desde 1946. Si el temor era a un registro por parte de Franco, ¡qué mejor que llevarse pronto sus manuscritos a Roma y alejarlos del Caudillo! ¿Por qué esperar una década? Por tanto, a mi modo de ver, Franco tampoco tenía nada que ver con esconder los documentos fuera de la sede de un centro… Si ese fuera el caso, Escrivá hubiera puesto a resguardo las maletas en Roma donde Franco no accedería. Así que descartamos las excusas infantiles de que escondieron los documentos en maletas por temor a la guerra mundial o a Franco. Cada vez estoy más convencido de que fue para que otros miembros de la Obra no los pudieran leer. Para protegerlos de sus propios hijos, o… para proteger a sus hijos de los documentos...

 

Y existe todavía otra hipótesis razonable para tratar de entender este traslado a casas de familia. He descartado la hipótesis de Echevarría que establecía que fue por la guerra mundial o por riesgo de un registro de Franco. Se mantiene vigente la Hipótesis 1 (Portillo y Escrivá escondieron los manuscritos para evitar que otros miembros de la Obra pudieran llegar a leerlos). Y añado una Hipótesis 2): Portillo escondió en casa de su madre los manuscritos de Escrivá… ¡para que no los siguiera quemando!

 

Hipótesis 2.

·         Escrivá realiza un respaldo de puntos del Cuaderno I, y también de otros cuadernos, pues los quería quemar todos. Ese respaldo lo realizó ciertamente después de 1935 (Rodríguez) y mi impresión es que fue sobre 1940-1941.

·         Comenzó quemando el Cuaderno I. E iba a por todos los demás.

·         Portillo le impide seguir quemando. Pero Portillo sabía que el P. Sánchez ya antes le había prohibido quemar (en 1933). Sabe que Escrivá se refrenó durante unos años, pero después su humildad o soberbia pudo más, y quemó.

·         Portillo no confía 100% en la palabra de Escrivá, ya que se la había otorgado al P. Sánchez y después no cumplió. Entiende que la única forma de proteger los valiosos manuscritos que relatan la historia del Opus Dei y su Fundador es… alejarlos de las manos de Escrivá. Para evitar que volviera a pecar, había que alejar la tentación próxima. Portillo le pide a su madre que esconda unas maletas con estos manuscritos... Otros manuscritos (o tal vez los duplicados) se llevaron a la casa de los padres de Hernández Garnica.

·         Supongo que estas familias estarían advertidas de que solo Portillo podría retirarlos (que no Escrivá por sí solo), o alguna persona con autorización expresa de Portillo.

 

Tal vez Escrivá y Portillo hayan llegado a una solución de compromiso, un pacto. Escrivá no seguiría quemando (y además Portillo custodiaría los manuscritos en la casa de su familia), y a cambio de no quemar, Portillo garantizaba que realizaría todas las aclaraciones necesarias a esos manuscritos, para que fueran bien entendidos; y también analizaría, luego del fallecimiento de Escrivá, si difundía esos documentos o los seguía custodiando en secreto.

 

Alvaro Portillo añadió más de 1.000 notas explicativas a esos Apuntes, porque por sí solos no se entenderían (el ritornello “no nos entienden”). Para concluir estos trabajos, se escondió en Rumanía. De esta forma, entiendo que cumplió su parte en el supuesto “pacto”.

 

- Este verano -os lo cuento porque sé que tenéis curiosidad de la buena-, cuando estaba escondido en Rumania con don Javier y don Joaquín, mi trabajo ha consistido en buena parte en anotar los apuntes espirituales de nuestro Padre. (Crónica, septiembre 1985, p. 1051)

 

Volviendo al momento de esconder las maletas, sería muy interesante saber cuándo ocurrió. Si el traslado fue en 1939, en 1940, en 1941 o más adelante todavía. Porque nos ayudaría a entender los motivos que determinaron el traslado. Y también ayudaría a determinar la fecha de la quema. Por alguna reflexión que haré más adelante, entiendo que la fecha también puede ser entorno a 1946, cuando Portillo viaja a Roma por segunda vez. No querría que los papeles quedaran únicamente custodiados por Escrivá en Madrid...

 

Pero estas son simplemente hipótesis que surgen con estos datos para mí sorprendentes: el respaldo pre-quema y no anterior a 1935 de algunos puntos de los manuscritos, y también que estos materiales se custodiaran en maletas en casa de la madre de Portillo y de los padres de Hernández Garnica. Para mí sería de gran interés conocer más detalles de este valioso servicio que estas dos familias proporcionaron a la Obra.

 

Illanes indica en una nota al pie que: No se está en condiciones de precisar si esa decisión la tomó san Josemaría por iniciativa propia o acogiendo sugerencias de las familias mencionadas. Consta, sin embargo, que en ambos casos los documentos fueron conservados con esmero. Por lo que mi hipótesis de que fuera Portillo quien sugiriera proteger esos documentos (¿de Franco? y posiblemente de Escrivá) en casa de sus propios padres es plausible.

 

También entiendo que serían muy pocas personas las que sabrían de estas maniobras y traslados de documentos. Escribe Illanes: Sobre la conservación de los papeles de san Josemaríadebo diversas informaciones y detalles a mons. Javier Echevarría, gracias a las conversaciones personales con él a las que ya he hecho antes referencia.

 

Un refugio seguro: el Sanctasanctórum

Saber hasta cuándo se guardaron los documentos en las casas familiares brinda también alguna pista sobre los motivos de tal custodia. La documentación permaneció escondida hasta el año 1956 cuando las maletas fueron trasladadas de Madrid a Roma.

 

Es llamativo que Escrivá y Portillo no hayan trasladado estos materiales a Roma hasta el año 1956. El motivo de la demora: recién en ese año finalizaron la construcción de un oratorio-biblioteca donde custodiar adecuadamente los manuscritos. Los podría haber archivado en infinidad de lugares de Villa Tevere. Es llamativa, decía, esta demora en efectuar un simple traslado de papeles de Madrid a Roma, porque con esta demora estaba retrasando, según Illanes, nada menos que ¡la redacción del Ciclo de Cartas sobre el espíritu del Opus Dei![xiv] Es decir, Escrivá no pudo comenzar a redactar esos textos esenciales para la formación de los miles de hijos suyos, porque no estaba terminado el oratorio donde alojaría, de manera segura, los manuscritos fundacionales que, mientras tanto, permanecían escondidos en casa de la madre de Alvaro Portillo… Era más importante preservar esos documentos seguros, lejos del alcance de los miembros del Opus Dei, que los textos formativos que redactaría una vez que dispusiera de ese material (documentos “fundacionales” que luego dataría falsamente en la década de 1930, pero esa es otra historia). En definitiva, eran materiales tan sensibles que entiendo que ningún otro miembro de la Obra, salvo Portillo y Echevarría, podían “entenderlos”… Y por tanto, era esencial asegurarse de que nadie los leería antes de tiempo… Sí, sí, vamos: ¡que era por temor a una requisa de Franco o de la guerra mundial que tenía las maletas en casa de doña Clementina…! Cada vez me confirmo más en que los habían escondido allí para mantenerlos alejados de los miembros de la Obra y eventualmente de las manos incendiarias de Escrivá.

 

Ahora me queda un poco más clara la función de ese curioso oratorio-biblioteca... Y que Escrivá hubiera decidido permanecer tantos años lejos de sus manuscritos más valiosos. Bien que podría haberlos archivado en algún lugar seguro de su Villa, pero no, prefirió tener listo el lugar sagrado para archivarlos con la mayor protección posible: protección no solo material, sino “celestial”, ya que permanecerían en “terreno sagrado”… [xv]

 

Ese oratorio-biblioteca estaba ubicado literalmente en el corazón de VT, en la Villa Vecchia, y más exactamente junto al despacho del Padre. Si eran pocos los elegidos que tenían acceso a ese despacho, menos eran los que podían ingresar en el oratorio-biblioteca contiguo. Digo corazón de VT, y quiero insistir en que era el lugar más privado de todos. En efecto, para ingresar en el oratorio-biblioteca, el único acceso era (es) a través del cuarto de trabajo del Padre… Y para llegar allí había que pasar ¡por el dormitorio del mismísimo Escrivá! Efectivamente: para acceder al cuarto de trabajo y al oratorio biblioteca, hay que pasar por el DORMITORIO del Prelado. Parecería que Escrivá estaba como un perro guardián (o tamquam leo rugiens, en vela) controlando el paso al lugar donde tenía depositados sus manuscritos (y otros documentos secretos).

 

Con esta descripción arquitectónica se entiende bien que no estuviera dispuesto a arriesgarse y depositar sus manuscritos en otro lugar que no fuera ese: completamente inaccesible para sus hijos que no fueran Portillo y Echevarría. Confiaba en sus hijos más que en 100 notarios juntos, pero, para custodiar los documentos fundacionales, era más seguro que estuvieran con doña Clementina (la madre de Portillo) o con los padres de Hernández-Garnica…

 

Si los sucesos fueron como los estoy contando, se me encoje el corazón (y justamente un corazón coronado de espinas es el retablo del oratorio-biblioteca). ¿Qué necesidad de transformar una biblioteca en oratorio-biblioteca más que para darle una cierta protección sagrada a ese espacio? Porque oratorios era algo que no faltaba en Villa Tevere… En particular, estaba el riquísimo “oratorio del Padre” (I, II). Escrivá había diseñado su cuarto de trabajo para que estuviera pared de por medio con el oratorio de la Santísima Trinidad. Había instalado una puerta desde su despacho para poder acceder directamente a una tribuna en ese oratorio cada vez que sentía impulsos de rezar. No necesitaba otro oratorio junto a su despacho… Por lo que el oratorio-biblioteca entiendo que no tiene otra finalidad que la de custodiar de la mejor forma posible los manuscritos, en un lugar (sagrado) inaccesible para sus hijos. Nuevamente: el UNICO acceso al oratorio-biblioteca es a través del cuarto de trabajo, al que únicamente se accede a través del dormitorio de Escrivá, donde velaba día y noche... Yendo en sentido inverso, tenemos el dormitorio como el Vestíbulo, luego el Sancta y finalmente el oratorio-biblioteca como el Sanctasanctórum…

 

El traslado de Madrid a Roma lo efectuó Javier Echevarría, una persona de la más absoluta confianza para Escrivá[xvi]. Echevarría ya tenía aprendida la lección sobre el cuidado con que había que tratar cualquier documento del Fundador. Hay una anécdota muy significativa sobre esto: la de las tarjetas de visita[xvii]. Desde ese momento, Echevarría fue incondicional de Escrivá y no tocaría ninguno de los papeles de esas maletas durante el traslado.

 

Un último dato, “curioso” y triste a la vez, para finalizar esta sección. El traslado de las maletas desde la casa de Doña Clementina Diez de Sollano (y desde la casa de Hernández Garnica) hacia Roma fue en otoño de 1956… Pero, Doña Clementina había fallecido el 10 de marzo de 1955. Por lo que ¿será posible que los manuscritos del fundador hayan quedado custodiados por alguna sirvienta o pariente de Portillo durante un año y medio hasta su traslado a Roma…? Volvemos a la pregunta de por qué esos documentos no los custodiaba algún miembro del Opus Dei, dado que para Escrivá valía más la palabra de un hijo suyo que la firma auténtica de cien notarios unánimes.

 

Resumen de los hechos (con algo de interpretación personal)

 

1.      José María Escrivá (o como se apellidara entonces) comenzó a escribir su diario (papeles sueltos) en 1919/1920.

2.      En 1930, a lo largo de varios meses, transcribió pacientemente las octavillas originales (papeles sueltos) a un Cuaderno (número I) para seguridad. Finalizó esta tarea en octubre de 1930. Los manuscritos antiguos tenían, por tanto, dos soportes: octavillas y cuaderno.

3.      El Cuaderno I contenía la historia de Escrivá hasta marzo de 1930.

4.      En la página inicial del Cuaderno II escribió (¿tardíamente?) Yo quemé el cuaderno nº 1.

5.      En 1933 quería quemar todo, pero su confesor, el P. Sánchez se lo prohibió[xviii].

6.      Tal vez en ese momento quemó las octavillas. ¿Hubo dos quemas?

7.      Durante años reprimió su pasión incendiaria, por la prohibición expresa del P. Sánchez, no tanto por convencimiento propio.

8.      En 1935 el Cuaderno I todavía estaba vivo, lejos de ser cenizas[xix].

9.      Escrivá copia algunos puntos del Cuaderno I a unas nuevas cuartillas. Esa selección sobrevivió milagrosamente y parece que fue recientemente descubierta.

10.  Estimo que Escrivá quemó el Cuaderno I a comienzos de la década de 1940, al reencontrarse con sus manuscritos luego de la guerra civil. Esta quema es un asunto grave, porque contradice la prohibición expresa de su confesor (#5). Su nuevo confesor afirmará que fue un pecado grave (#12). Es un acto de soberbia, como Escrivá mismo había anticipado en 1931[xx], y no un acto de humildad, como el proceso de canonización presenta el incidente. Vázquez/Positio tienen necesidad de ubicar la quema en 1932, de forma de que sea anterior a la prohibición del confesor de 1933 (#5)… Sin embargo, el cuaderno ciertamente no fue quemado antes de 1935 (#8).

11.  Alguien con autoridad le prohibió seguir quemando el resto de los cuadernos[xxi]. Supongo que será Alvaro Portillo, aproximadamente en 1944, cuando se convierte en confesor de Escrivá.

12.  Portillo reprende (filialmente) a Escrivá (en fecha desconocida). Le advierte que la quema de documentos constituye un pecado mortal.

13.  Los manuscritos se retiraron de la sede de un Centro del Opus Dei y se pusieron a salvo (¿de Franco, de la guerra mundial, de las cerillas de Escrivá, de los ojos de los miembros de la Obra?) en la casa de la madre de Portillo, doña Clementina, y de la familia Hernández Garnica.

14.  Escrivá redacta apéndices a sus apuntes íntimos en 1948 con una nueva interpretación de los sucesos fundacionales. ¿Propósito de enmienda y reparación por el #12?

15.  Escrivá se traslada a Roma (1946). Los documentos quedan custodiados en Madrid por las familias Portillo y Hernández Garnica (y no en un centro de la Obra).

16.  Dice no tener lugar para archivar esos papeles su Villa romana. No tener los manuscritos a mano le impide nada menos que redactar las Cartas e Instrucciones que serían tan útiles para la formación de los miles de miembros del Opus Dei (y que luego fecharían en la década de 1930).

17.  Finalmente concluye un oratorio (atención: oratorio) donde poner sus manuscritos. Es una zona inaccesible de Villa Tevere, en la Villa Vecchia. El único acceso es (nuevamente: atención) a través del dormitorio de Escrivá, quien no duerme: vigila. Quedan por tanto lejos de Franco, de la guerra mundial… y de sus hijos. Bauticé a ese oratorio-biblioteca como el Sanctasanctórum, que precedido por el Sancta (el despacho de trabajo), que a su vez está precedido por el Vestíbulo (el dormitorio de Escrivá, donde se encontraba tamquam leo rugiens, en vela).

18.  El traslado de las maletas con los manuscritos de Madrid a Roma se realiza recién en otoño de 1956. Desde fecha indeterminada habían sido custodiados por la madre de Alvaro Portillo. Doña Clementina había fallecido en marzo de 1955. ¿Quién custodió los valiosos manuscritos durante ese año y medio hasta su traslado y archivo seguro en el nuevo oratorio-biblioteca?

19.  Ya se habían apaciguado los deseos incendiarios de Escrivá, luego de haber quemado el primer cuaderno y de unos años de reflexión. Supongo que el acuerdo al que llegó para no quemar el resto sería que los podía anotar y Portillo se comprometía a añadir más de 1.000 notas explicativas…

20.  Escrivá realiza reinterpretaciones en 1968 y las antedata, para engañar a sus futuros lectores (recordar el texto del Camaleón escrito en el cuaderno de Anchos Márgenes).

21.  Escrivá cierra el paquete con los manuscritos con advertencias de no lectura[xxii].

22.  Fallece Escrivá y apenas se puede comienza su proceso de Canonización.

23.  Portillo organiza (¿manipula?) los materiales que habían sobrevivido a la quema. Se retira a Rumanía para finalizar esta tarea.

24.  Portillo afirma que la lectura de estos manuscritos harían mucho bien, por lo que se publicarían[xxiii]. Seguimos esperando esa publicación…

25.  Los censores que ¿leyeron? esos materiales afirman que constituyen un enriquecimiento para toda la Iglesia[xxiv].

26.  Pedro Rodríguez (u otro miembro con acceso al AGP) descubre un paquete que contiene puntos del Cuaderno I que se pensaba que estaban totalmente quemados (ni cenizas quedaban).

27.  En 2017, Stoner lee, reflexiona, y escribe sobre el tema ;-)

 

Reflexión final

Dentro de todo y con sentimientos encontrados, creo que escribo con buen espíritu, porque don Alvaro afirma expresamente que esta curiosidad histórica es legítima, porque somos hijos.

 

¿Cuántas personas vieron el original manuscrito? Portillo y Echevarría sin lugar a dudas. Vázquez de Prada, lo dudo. Pedro Rodríguez, ciertamente, aunque no sé en qué año, tal vez no antes de la preparación de la Edición Crítico-Histórica. Supongo que Ocáriz e Illanes en algún momento pudieron ver el original (como comenté en mi anterior colaboración). Hay autores que tal vez hayan trabajado con la edición completa de esos documentos (en versión informática… no los originales). Pero incluso estos son muy pocos, ya que los autores prelaticios citan los Ap.Int de Escrivá a través de lo publicado en Vázquez de Prada o Rodríguez... Por tanto, tengo curiosidad por saber quiénes acceden/accedieron al documento informático completo y quiénes pudieron también acceder a los originales manuscritos, aunque sea una copia fotográfica de los mismos.

 

Supongo que habrá algunas personas que sepan más detalles sobre este tema... Yo, sin muchos recursos (un ordenador y algunos libros de la biblioteca del centro), creo que logré aproximarme más a la verdad que muchos otros. Imaginaos lo que podrían llegar a explicar los que tienen acceso a las fuentes documentales... Pero se han vuelto cómplices de la mentira. Lamentablemente, tal vez estén viviendo la máxima del santo Fundador: De callar no te arrepentirás nunca: de hablar, muchas veces[xxv]. Pero creo que no es momento de callar. Creo que se arrepentirán de haber callado. Y recuerdo las advertencias que hace unos meses les dirigía Alter.Alterius a los directores regionales y centrales: Un día Dios os pedirá cuentas. ¿Creéis en Dios? ¿Y en el Juicio? Por favor, por vuestro bien, sed consecuentes, actuad como cristianos. Sed libres en el pensamiento y llevad a la oración lo que digo aquí. No juguéis con vuestras almas y las de los demás. Sed sensatos. Una cosa no es buena porque lo digan los directores que están más arriba sino únicamente si se ajustan al querer de Dios. Tened criterio y valentía.

 

El grado de secretismo que existe con los manuscritos del santo Fundador es extremadamente llamativo, dado que han pasado más de 80 años desde su redacción. Un período más que razonable para un prudente embargo. Creo que ya no hay motivos virtuosos que justifiquen esta ocultación. Es más, ¡estos manuscritos son más secretos que el Tercer Secreto de Fátima! En efecto, el escrito de sor Lucia se publicó íntegro en el año 2000. Íntegro y con copia fotográfica de los manuscritos…[xxvi]Así deberían hacer con los manuscritos de Escrivá. Pueden incluir las más de 1.000 notas aclaratorias de Alvaro Portillo, que se hicieron necesarias para poder entender lo que Escriba escribió. Incluso las propias reescrituras que incluyó Escrivá sirven para interpretar correctamente lo que escribió y no quemó. Pero esos manuscritos ni con tantas aclaraciones parece que pueden ver la luz…

 

Concluí mi anterior escrito alentando a la publicación de los Apunes Íntimos, recordando la muy positiva evaluación que realizaron los dos Teólogos Censores. Ahora añado palabras del beato Alvaro, quién también parece que valoraba muy positivamente la publicación de los Cuadernos. En efecto, en 1985 indicaba que:

 

al disponer todos estos escritos para presentarlos en el Proceso, lo hemos hecho también con la idea de publicarlos. (Crónica, 1985, p. 1052-1053).

 

Y antes nos había ilusionado con el bien que esta publicación haría para nuestras almas:

 

siempre son un alimento espiritual estupendo; ahora, para mi alma, y después para las almas de todos los hijos del Padre, que tienen derecho. (…) ya recibiréis todo ese material, que os hará mucho bien. (Obras, 1976, p. 398-399)

 

Efectivamente, tenemos derecho y nos hará mucho bien.

 

También ruego que vivamos la afirmación tan clara y transparente de san Josemaría, quien afirmaba:

 

Nunca he tenido secretos, ni los tengo ni los tendré. Tampoco los tiene la Obra.

(de nuestro Padre, Carta, 11-III-1940, n. 58).

 

En mi último escrito terminé citando seis puntos del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la mentira. La vez pasada los incluí en una nota al pie, ahora los incluyo en el texto principal. Aunqueestos númerosresulten conocidos, creo que vale la pena volver a leerlos y meditarlos. Al quien le quepa el sayo…. Cuando leo esos números a la luz de los episodios que estoy tratando de entender y describir, me hacen temblar. Estos puntos del catecismo me gustaría que fueran palabras dichas al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de hijo… Y estas confidencias las escucha Dios.

 

2482.  ‘La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar’ (S. Agustín, mend. 4, 5). El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: ‘Vuestro padre es el diablo... porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira’ (Jn 8, 44).

 

2483.  La mentira es la ofensa más directa contra la verdad. Mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir a error al que tiene el derecho de conocerla. Lesionando la relación del hombre con la verdad y con el prójimo, la mentira ofende el vínculo fundamental del hombre y de su palabra con el Señor.

 

2484.  La gravedad de la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, según las circunstancias, las intenciones del que la comete, y los daños padecidos por los que resultan perjudicados. Si la mentira en sí sólo constituye un pecado venial, sin embargo llega a ser mortal cuando lesiona gravemente las virtudes de la justicia y la caridad.

 

2485.  La mentira es condenable por su misma naturaleza. Es una profanación de la palabra cuyo objeto es comunicar a otros la verdad conocida. La intención deliberada de inducir al prójimo a error mediante palabras contrarias a la verdad constituye una falta contra la justicia y la caridad. La culpabilidad es mayor cuando la intención de engañar corre el riesgo de tener consecuencias funestas para los que son desviados de la verdad.

 

2486.  La mentira, por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y todos los males que ésta suscita. La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales.

 

2487.  Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia

 

Cordialmente,

Stoner

 



[i] Job Fernández escribe en Elegido por Dios: El motivo de humildad tendría algo más de entidad, si su director espiritual le hubiese aconsejado tal acción, viendo el perjuicio que suponían para su vida interior.

 

[ii]El contexto en que trae esta referencia a la quema del Cuaderno 1 es el siguiente: nos presenta a Escrivá explicando que no quería fundar. Consideraba que ya había muchas fundaciones. Vázquez fecha en 1932 el testimonio de que Escrivá no quería ser fundador. Es completamente anacrónico…:

 

De ahí su recelo, según él mismo nos confiesa, puesto que la idea de comenzar una nueva fundación podría ser por soberbia, por un deseo de eternizarse. Desde su mocedad, sentía una gran desconfianza ante lo extraordinario, una invencible repulsión por las novedades llamativas:

 

Sabéis —escribía a sus hijos en 1932— qué aversión he tenido siempre a ese empeño de algunos —cuando no está basado en razones muy sobrenaturales, que la Iglesia juzga— por hacer nuevas fundaciones. Me parecía —y me sigue pareciendo— que sobraban fundaciones y fundadores: veía el peligro de una especie de psicosis de fundación, que llevaba a crear cosas innecesarias por motivos que consideraba ridículos. Pensaba, quizá con falta de caridad, que en alguna ocasión el motivo era lo de menos: lo esencial era crear algo nuevo y llamarse fundador. Carta 9-I-1932, n. 84.

 

Pero ahora sabemos que la carta fechada en 1932 en realidad fue escrita en la década de 1960, por lo que toda esta disquisición de Escrivá sobre no querer fundar dudo que sea de 1932. Es más, apuesto a que no escribió ese texto en 1932, ni antes, como sugiere Vázquez, sino que es una reescritura muy posterior. Los historiadores de la Prelatura ya podrán mostrar, en alguna edición Crítico-Histórica, si el texto citado por Vázquez es realmente de 1932…

 

En este contexto, Vázquez indica que esa Carta de Escrivá de 1932 (sic), en realidad refleja un pensamiento que ya estaba contenido en una catalina de 1931, la n. 373, aunque lamentablemente no incluye el texto en la biografía...

 

Esta misma idea se encuentra en Apuntes, n. 373, escrito el 3-XI-1931. Sin embargo, este pensamiento es bastante más antiguo, pues en ese mismo lugar dice el Fundador que ya escribió de ese tema. Como en los números anteriores no se encuentra ningún texto que hable de ese asunto, hay que concluir que la anotación pertenecía al cuaderno I de sus Apuntes, que quemó, y, por lo tanto, debió escribirla, por lo menos, antes de marzo de 1930.

 

En las Catalinas liberadas, ese número lo único que trae es “373. + (3-XI-1931)”. Eso, sin ningún texto, sólo la “+” y la fecha. Dicho sea de paso, los siguientes cinco números no han sido liberados. Por tanto, lo que escribió Escribá en el n. 373 es desconocido, pero Vázquez indica que en ese número Escrivá indica que ya había escrito sobre el tema de no querer fundar… Y eso lo debió de haber escrito en el Cuaderno I de sus Apuntes, que quemó… 

 

[iii] Pobre Portillo, cómo tiene que ir maniobrando con estos temas. Porque se mezclan las catalinas, con los Cuadernos, con las octavillas, con cuándo comenzó a escribir cada una, etc, etc. En efecto, en la misma tertulia, y tan sólo dos párrafos después, dice que Escrivá comenzó a escribir las catalinas sin saber por qué, pero movido por Dios, aproximadamente desde los dieciocho años. De todas formas, los dos párrafos serían consistentes si se refiere a documentos diferentes: Escrivá comenzó a escribir el Cuaderno I en 1928 y las Catalinas (octavillas) desde 1920.

 

Pero, no es cierto que comenzara a escribir el Cuaderno I (como distinto a las Catalinas) en 1928. Pedro Rodríguez afirma que el texto del Cuaderno I procede de la colección de papeles sueltos (esas octavillas o cuartillas, Catalinas).En un determinado momento de 1930 (por tanto, no en 1928), Escrivá decidió conservar sus notas espirituales y apuntes íntimos no en “cuartillas” (papeles sueltos) sino en “cuadernos”, que dan más seguridad. (…)implicaba la fatigosa tarea de comenzar trasladando a cuadernos todos los apuntes contenidos en la colección de cuartillas. Fue haciendo esa transcripción pacientemente. Terminó de transcribir las cuartillas (parece que eran 235), el 23 de octubre de 1930. Tal vez hubiera comenzado ese trabajo el 21 de julio. Las cuartillas que transcribió a los Cuadernos ocuparon la totalidad del Cuaderno I y los primeros 95 números del Cuaderno II.

 

Por todo esto comencé esta nota al pie con un pobre Portillo, porque ni él, que había leído y trabajado sobre esos Apuntes, se terminaba de aclarar sobre el proceso de construcción (y destrucción). Es todo muy confuso…y yo voy haciendo lo que buenamente puedo, sin haberlos leído.

 

[iv] Vázquez de Prada: Yo quemé el cuaderno nº 1, escribe en la página inicial del cuaderno nº 2.

 

[v] El dato es de Vázquez de Prada, quien, como es usual, no distingue las distintas capas de redacción de los distintos Cuadernos. Mezcla lo que fue escrito a comienzos de la década de 1930 con lo que fue escrito tal vez muchos años después. Pregunto nuevamente, porque ya efectué estas preguntas en mi anterior escrito. ¿Vázquez de Prada trabajó con los manuscritos originales o sólo con una transcripción que le proporcionó Alvaro Portillo? ¿Cuán culpable es Vázquez de las numerosísimas inexactitudes y manipulaciones de su hagiografía, y de los documentos presentados ante la Santa Sede para la canonización? Tal vez algún sabio de los que leen esta página pueda brindar algún dato.

 

[vi] Pedro Rodríguez, Camino Edición Crítico-Histórica (2002), página 22, nota al pie 23.

 

[vii]Nuestro Fundador expresó desde el primer momento a su nuevo confesor su intención de dirigirse con un sacerdote de la Obra en cuanto se ordenasen sus primeros hijos. A don José María García Lahiguera le pareció muy lógico.

 

[viii]Alvaro Portillo se ordenó sacerdote y enseguida comenzó a ser el confesor y director espiritual del Fundador. Este tema daría para mucho, pero me resulta muy curiosa que el Fundador (número 1) se confesara habitualmente con su subordinado en la Obra (con el número 2 en la Jerarquía de Gobierno).

 

Supongo que Escrivá estaría deseando poder confesarse con Portillo, a quien él había formado directamente. Es simpática, pero ilustrativa de la relación entre los dos, el relato de esa primera e inesperada confesión:

 

El Fundador comentó varias veces en público que fue el primer penitente en acudir a don Álvaro, y que lo hizo al día siguiente de la ordenación. Estaban ambos en el centro de la calle Villanueva, y san Josemaría le preguntó si había escuchado en confesión ya a alguien. Al responderle que no, exclamó: “Pues vas a oír la mía, porque quiero hacer confesión general contigo”. Quizá a causa de la emoción del momento, en cuanto el Fundador dejó de hablar, don Álvaro empezó inmediatamente a recitar las palabras de la absolución. Entonces, san Josemaría le interrumpió: —Comprendo, hijo mío, que no quieras darme ningún consejo, pero por lo menos me tienes que imponer la penitencia. Don Álvaro se puso más nervioso y, tras imponer la penitencia, cuando quiso retomar la fórmula de la absolución sacramental, se le había olvidado por completo. Tuvo que ir diciéndosela el Fundador. Como es lógico, don Álvaro nunca habló de este tema. La anécdota se conoce solo por lo que contó san Josemaría. Desde entonces, exactamente durante treinta y un años —hasta su fallecimiento, el 26 de junio de 1975—, se confesó habitualmente con ese hijo suyo. (J. Medina Bayo, Álvaro del Portillo. Un hombre fiel).

 

Entiendo que era una relación de llamativa diferencia de edades y autoridad, que también le sorprendió a Portillo, al menos al principio: Me impresionó siempre la humildad con que nuestro Fundador se puso desde entonces en mis manos; yo era un sacerdote recién ordenado y había recibido de él toda la formación espiritual. Portillo tenía 30 años y el Fundador llevaba sobre sus espaldas una experiencia de 20 años como sacerdote, además de haber brindado a Portillo toda la formación espiritual…

 

Era también llamativa la confesión sacramental mutua entre Portillo y Escrivá. No sé cuántas veces la habrán practicado: “Yo te perdono a ti y tú me perdonas a mí”. Vamos, que es Jesús quien perdona, pero se entiende. No encuentro la referencia a si luego de la primera confesión de Escrivá con Portillo, después intercambiaron roles, creo haber escuchado o leído algo así. Tampoco si fue Escrivá quien recibió la confesión general de Portillo previo a la ordenación sacerdotal. Pero sí encontré el intercambio de roles en mayo de 1975, en Torreciudad. Estaban Escrivá y Portillo visitando las obras del Santuario. En determinado momento, Escrivá preguntó si había algún confesionario terminado, en condiciones, y allí mismo se confesó con don Álvaro; y, después, éste con el Padre, dando así por inaugurados los confesonarios de Torreciudad (Vázquez de Prada).

 

Por otra parte, no me queda claro quién fue el director espiritual y confesor de Alvaro Portillo antes de 1955. Busqué, sin éxito, en las biografías y en el Perfil Cronológico – Espiritual del Siervo de Dios (Roma, 2002). Tal vez lo haya pasado por alto.

 

Entiendo que acudía a la dirección espiritual con Echevarría, según cuenta la biografía. Pero supongo que no sería antes de 1955 en que Echevarría se ordenó sacerdote. Tenía 24 años.

 

Junto con Alvaro Portillo como director espiritual de Escrivá, me resulta llamativa la elección de Javier Echevarría como custodes. Ver a Echevarría con tan solo 24 años siendo custodes del (pillo) Escrivá es muy sorprendente. Se rodeaba de jóvenes, de personas que no le ofrecieran resistencia. En el caso de Echevarría, además, era huérfano de padre, y Escrivá se transformó en un padre para él.

 

[ix] Como llevo dicho, Escrivá quería quemar ya desde 1932/1933, y el P. Sánchez se lo había prohibido. Por lo que en 1935 los manuscritos todavía habían sobrevivido a la quema. En ese año, Escrivá toma apuntes directamente del Cuaderno I (o de las octavillas, no lo sé, depende si hubo una o dos quemas y cuándo fue la primera). La posterior quema (en fecha indeterminada) no fue un acto impulsivo sobre el que no hubiera meditado largos años…

 

[x] Tal vez ese paquete todavía no se encuentre inventariado y catalogado. Aunque de todas formas se podría indicar dónde quedó archivado dentro del AGP, o si se guardó de forma segura en el oratorio-biblioteca, junto al resto del material más sensible.

 

[xi] El padre de Alvaro Portillo había fallecido durante la guerra civil. Su madre, doña Clementina, sería la que custodiaría los documentos manuscritos fundacionales del Opus Dei.

 

[xii]Guillaume muestra que a Franco le interesaba, y mucho, el Reglamento secreto del Opus Dei de 1941. Lo estudió con detalle. Lo subrayó y los comentó.

 

[xiii] Y, en plan ya delirante por mi parte, ¿no habrá alguien que haya leído esos apuntes sin que Escrivá lo hubiera autorizado? ¿No hubo en algún momento algún conato de división en la Obra? ¿Fue siempre monolítica la adhesión interna al Fundador? Porque había muchas personas inteligentes y de categoría. ¿No se darían cuenta de los excesos de Escriba? ¿De los cambios de rumbo? ¿De las mentiras sobre la historia y fines del Opus Dei? Las dudas surgen también porque cuando Escrivá insiste en que la Obra caminaba firme, compacta y segura, yo dudo, porque aprendí que muchas veces la verdad está justamente 180º de donde apunta Escrivá: me hace pensar que en algún momento la Obra no caminó firme, compacta y segura... Porque por ejemplo, San José de Calasanz, su paisano, fue desplazado de su fundación, pero no por iniciativa exclusivamente de fuerzas externas (“Santa Sede”), sino por denuncias de los propios miembros de su Congregación: el P. Pablo Ottonelli primero y el P. Mario Sozzi después. ¿Habrá habido algún miembro de la Obra que presentara acusaciones contra Escrivá en la Santa Sede, tal vez a través de algún Obispo o Nuncio? Pero como dije, estas son divagaciones mías, pero que se abonaron cuando leí que Escrivá explicaba que Schuster le había dicho la verdad, que se acuerde de su paisano San José de Calasanz, puntualizó, porque los instrumentos eran los mismos. (El subrayado es mío).

 

http://www.archivocalasanz.com/wp-content/uploads/s-jose-calasanz-severino-giner-completoc.pdf

En este link hay historias muy interesantes sobre el P. Mario Sozzi, desde cómo lograr usar información conocida en confesión, hasta que guardaba golosinas en la habitación. Supongo que Escrivá conocería estas historias, porque había leído biografías de su pariente y paisano…

 

Pero volvamos al texto principal que se mueve en el campo de hipótesis pero con fundamento más cierto.

 

[xiv] Escrivá comenzó sorprendentemente tarde (década de 1960) a redactar el Ciclo de Cartas y las Instrucciones para la formación de sus hijos y para el gobierno de la Obra. Illanes explica que Escrivá había ido reuniendo esquemas, fichas, esbozos y materiales muy variados con vistas a la preparación de nuevos escritos. A fines de los años cincuenta y comienzo de los sesenta reemprendió decididamente esa labor, dedicándole una parte muy importante de su tiempo, de modo que, entre 1960 y 1965-1966, procedió a la redacción formal de un amplio conjunto de textos, dejándolos preparados para que pudieran ser utilizados enseguida en la formación de quienes formaban parte del Opus Dei, y, posteriormente –aunque transcurrido un tiempo después de su muerte– publicados, cuestión que quedaba a la prudencia de quienes le sucedieran.

 

¿Por  qué  emprendió  esa  tarea  precisamente  en  la  fecha  indicada?  Las razones, aunque fueron varias, se pueden reconducir a dos fundamentales. (…)

 

Lo dicho nos conduce al segundo tipo de razones al que antes aludíamos. Son razones de rango muy diverso del anterior, pero a la vez, como ocurre con frecuencia en relación con los sustratos materiales, determinante en relación a la puesta en práctica de la tarea recién mencionada: la imposibilidad de disponer, antes de mediados de los años cincuenta, de los materiales (los papeles antiguos), que estaban llamados a constituir uno de los puntos de partida del trabajo al que nos estamos refiriendo.

 

[xv] El traslado se efectuó en otoño de 1956. Escribe Illanes:

En el otoño de 1956 (…) los papeles personales de san Josemaría pudieron ser trasladados a Roma.

(…) Los papeles personales de san Josemaría, incluidos los anteriores a 1936, se colocaron –según testimonia mons. Javier Echevarría, que colaboró en esta tarea–, mayoritariamente, en un oratorio-biblioteca situado junto a la habitación de trabajo del fundador del Opus Dei (…).

 

[xvi] Las maletas se habían depositado en casa de las familias de Álvaro del Portillo y de José María Hernández Garnica. Allí permanecieron esas maletas durante bastante tiempo, hasta que, ya en la década de 1950, san Josemaría dio a algunos miembros del Opus Dei –entre los que se contaba Javier Echevarría, que actuaba como secretario personal suyo– el encargo de retirarlas para proceder a su traslado.(Illanes, SetD, 2009)

 

[xvii] En entrevista con Urbano (Epoca, mayo 1944) Yo me sentí muy querido por el Fundador. Pero también muy exigido. Me corrigió, y fuerte, en varias ocasiones. Una vez llegó a decirme: "hijo mío, si no cambias, no podré confiar en ti". Fue duro oírlo, pero el Padre tenía razón y a mí me sirvió mucho. Sin embargo, un par de años más tarde, me pidió que fuera su secretario: "puedes abrir todos los cajones, porque yo no voy a tener ningún secreto para ti". Y no es que monseñor Escrivá hubiese cambiado de opinión: es que nunca había dejado de confiar en mí. Pero yo era uno más. Esto es así.

 

La anécdota la cuenta Pilar Urbano con más detalle en El Hombre de Villa Tevere:

Libertad y responsabilidad. El mismo Javier Echevarría evoca este otro suceso:

 

-En una ocasión, durante aquellos tiempos de obras en Villa Tevere, había que trasladar el material de trabajo del Padre a una zona distinta, para dejar el espacio libre a los obreros. A los que nos encontrábamos en el Colegio Romano, que seríamos docena y media de personas, nos pidió que colaborásemos, para hacer la operación con más rapidez.

 

»Antes de comenzar, el Padre nos dijo:

 

»-Tengo la más absoluta confianza en todos los que estáis aquí. Así pues, yo no voy a preocuparme de cómo actuáis. Estoy seguro de que vais a respetar todo este material: sé que ni vais a tocar nada, ni vais a coger nada, ni vais a curiosear nada… El Padre se fía plenamente de sus hijos.

 

»Organizamos una cadena, pasándonos los bultos unos a otros, de mano en mano.

 

»De pronto, vi que en uno de los cestos que transportábamos había una caja abierta. Contenía tarjetas de visita del Padre. Pensé que no iba a pasar nada porque yo me quedase con una de esas tarjetas en las que, aparte del nombre y la dirección, impresos, no había nada escrito a mano. Así que tomé una y me la guardé. Me hacía ilusión. Incluso, a los pocos días, lo comenté con alguien, sin darle más importancia. Cuando el Padre lo supo, quiso hablarme a solas. Con sencillez, con claridad y con fuerza me dijo:

 

»-Hijo mío, si te comportas así, nunca podré tener confianza en ti.

 

»Me quedé demudado al oír esas palabras. Por un instante, pensé que el Padre estaba magnificando el valor de una simple tarjeta de visita…, pero cuando el Padre siguió hablándome, entendí el alcance de la reprensión:

 

»-Antes de hacer ese traslado, yo os había indicado de modo claro y expreso que no tocarais nada… Pero, por lo visto, para ti, eso no tiene ninguna importancia… En este plan, Javier, no podré ni confiar ni apoyarme en ti… Tienes que cambiar mucho.

 

[xviii]Las pegaría fuego, si no se me hubiera prohibido. Debo seguir: es camino de sencillez. |n. 996 de 23-III-1933|.

 

[xix] La quema no fue, desde luego, antes de 1935. Cfr. Pedro Rodríguez, Camino Edición Crítico-Histórica (2002), página 22, nota al pie 23

 

[xx]mil veces habría roto y quemado cuartillas y cuadernos, por amor propio (hijo de mi soberbia) (Ap.Int. n. 167, 1931).

 

Y en 1933, también escribía que no iba a quemar, ya que así transitaba un camino de sencillez (el Ap.Int 996 arriba citado).

 

[xxi]los hubiera quemado todos, si alguien con autoridad y luego mi propia conciencia no me lo vedaran (ApInt n. 1862, de 14-IV-1948).

 

[xxii]En todo caso, después de mi muerte, estos papeles —lo mismo que los cuadernos que componen mis Apuntes íntimos— deben ponerse en manos de don Álvaro, sin que nadie los lea antes, para que haga aparte las notas oportunas, puesto que ese hijo mío es el único que, por haberle yo hablado de estos escritos muchas veces y detenidamente, está en condiciones de comentar y aclarar todo lo que necesite comentario o aclaración. Mariano. Roma, 2 de septiembre 1968.

 

[xxiii] Las dos referencias a este punto están en la Conclusión de este escrito: Obras, 1976, p. 398-399 y Crónica, 1985, p. 1052-1053.

 

[xxiv] Citados en mi anterior escrito:

 

Questi “appuntiintimi”, splendidatestimoninzadellevetteraggiuntredal Servo di Dio nella vita mistica, palesano la ricchezzadei sui fondamentiteologici, neiqualigliaspettibiblici, ecclesiologici e spiritualisonoarmonizzati in un´originalissima e sempliceuntià di vita cristiana. (Teólogo Censor #1 de los escritos inéditos).

 

(...) las anotaciones personales del Siervo de Dios, por haber recibido tan grandes carismas, suponen un enriquecimiento espiritual para toda la Iglesia. (…) Concluimos, por tanto, afirmando que en estos Apuntes íntimos queda reflejada la hondura espiritual y la originalidad apostólica de uno de los grandes Fundadores -plenamente identificados con el querer de Criso- con que el Espíritu Santo va enriqueciendo a la Iglesia, de forma que los hombres de todos los tiempos encuentren en Ella caminos de santidad plenamente adecuados a las cambiantes circunstancias sociales y culturales y a la perenne novedad del Evangelio.(Teólogo Censor #2 de los escritos inéditos).

 

[xxv] Camino, n. 640. La cita tiene su doble ironía: este punto de Camino es uno de los dos más antiguos. Por tanto, se salvó por muy poco de ser convertido en cenizas. Fue redactado el día 13-III-1930, justamente dos días después de la primera anotación del Cuaderno II, el más antiguo que se conserva.

 

[xxvi] El Comentario Teológico del Card. Ratzinger que acompaña la publicación del Secreto de Fátima contiene unas interesantes reflexiones sobre el valor de las revelaciones privadas, como las que supuestamente recibió Escrivá múltiples veces.