Con ojos nuevos. Sobre conflictos de interés: Sebastián Cirac

 

En el Opus Dei importa más la limpieza que la verdad.

 

En las dos colaboraciones anteriores escribí sobre algunas manipulaciones, medias verdades y mentiras en el relato oficial sobre los acontecimientos relacionados con Cuenca: el parentesco de Escrivá con Mons. Laplana y el (presunto) ofrecimiento de una canonjía.

 

En esta tercera y última entrega sobre los temas relacionados con Cuenca quiero referirme a la nueva visión que tengo sobre el papel que desempeñó Sebatián Cirac, confabulando con José María Escrivá. El punto central es que Cirac fue el Censor de la primera edición de Camino [Consideraciones Espirituales, Cuenca, 1934]. Fue quien proporcionó el Nihil obstat. Lo curioso es que Cirac se había incorporado a la Obra en julio de 1931... y era por tanto un subordinado de Escrivá, punto que no está nada claro en el relato de Vázquez/Positio. Ahora veríamos aquí un conflicto de interés demasiado evidente y, en definitiva, un comportamiento poco ejemplar.

 

Me resulta difícil juzgar los hechos porque era otro contexto histórico. Pero, como otras veces, mi foco apunta principalmente hacia Vázquez y la Positio (la historia oficial de Escrivá y su Obra en definitiva), por la forma de manipular los hechos históricos para construir un santo, para construir un san Josemaría distinto del José María Escriba auténtico. También, obviamente, hacia Escrivá y Portillo que construyeron el relato sobre el que se apoya Vazquez y la Positio. En este ejercicio, recurro a los textos de los historiadores de la Prelatura, y con ellos quiero conocer la historia verdadera, no la idílica. Sé que es un ejercicio limitado porque no dispongo de todas las fuentes, pero con lo que hay disponible ya es posible detectar las manipulaciones.

 

Veamos cómo nos presenta Vázquez de Prada a Sebastián Cirac, presbítero y canónigo de Cuenca. La figura de Cirac y su papel en la historia de la Obra comienza medianamente bien explicadas, pero con el paso de las páginas, y especialmente cuando nos aproximamos al episodio del Nihil Obstat de Camino, Vázquez va sutilmente aguando la relación entre Cirac y Escrivá. Parece un divorcio o una separación en 3 actos (relatados en las páginas 449, 456 y 570 del tomo 1 de la edición de Rialp 1997 con la que estoy trabajando). A medida que nos aproximamos al papel de Cirac como censor de Camino, Vázquez va disminuyendo la fuerza del vínculo con Escrivá. La realidad es que Cirac era HIJO espiritual de Escrivá, y Vázquez termina presentándolo como un conocido ocasional…

 

Veamos. Decía que la relación empieza bien. Con mucha fuerza y claridad. Vázquez nos brinda unas palabras del mismo Escrivá, quien señala cómo las vocaciones eran fulminantes y se decidían sin vacilar. Entre esas vocaciones está nuestro Sebastián Cirac:

 

“Hasta ahora, dato curioso, todas las vocaciones a la O. de D. han sido repentinas. Como las de los Apóstoles: conocer a Cristo y seguir el llamamiento. —El primero no dudó. Vino conmigo, tras de Jesús, a la ventura [...]. El Día de San Bartolomé, Isidoro; por San Felipe, Pepe M. A.; por San Juan, Adolfo; después, Sebastián Cirac: así todos. Ninguno dudó; conocer a Cristo y seguirle fue uno. Que perseveren, Jesús: y que envíes más apóstoles a tu Obra”.(p449)[i]

 

Poco más adelante, Vázquez ya disminuye la relación en un escalón. Al principio tenemos a Cirac como Apóstol de Cristo en el Opus Dei, con una vocación fulminante y repentina, con una entrega total, como los primeros seguidores del Maestro. En la segunda aparición de Cirac, Vázquez empieza a urdir su maniobra de distracción y engaño, a dispersar humo. Limita la relación a un “por algún tiempo fue dirigido espiritual de don Josemaría” (nota 97 en p. 456). De miembro pleno de la Obra pasa, en cuestión de páginas, a describirlo como un dirigido espiritual ocasional…

 

Finalmente, llegamos al punto álgido en que Vázquez nos indica que Cirac fue el censor del libro de Escrivá. Es la tercera aparición de Cirac, y quedaría muy poco ético decir con todas las letras que el censor Cirac era miembro del Opus Dei (p. 449). También queda mal decir que era dirigido espiritual de Escrivá (p. 456). Así que ahora (p.570) Vázquez plantea esa relación en un nivel todavía menor de compromiso… “don Sebastián había asistido en Madrid a alguna de las reuniones de los lunes con otros sacerdotes (…)”. ¡¡¡Por favor!!!! No sé si es mentira pero ¡es sumamente engañoso! ¿Cómo que “había asistido a alguna reunión de los lunes”? Se ve qué Vázquez está incómodo con presentar a Cirac como Censor de Camino cuando ERA MIEMBRO DEL OPUS DEI.

 

Causa risa y un poco de indignación esta manipulación… En su momento, para mí (y entiendo que para tantos) pasó desapercibida porque leíamos la biografía del santo con la confianza de que no nos estarían manipulando, mintiendo, engañando.

 

Creo que hay que ser un lector atento para detectar este tipo de manipulaciones. Hay que saber que puede haber algo raro, y prestar atención. Yo había leído varias veces la biografía y nunca me había llamado la atención, hasta que empecé a leer con ojos nuevos. La manipulación es sutil. Vázquez no miente expresamente, pero a medida que nos aproximamos al papel de Sebastián Cirac como Censor de Camino, nos lo describe como poco vinculado con Escrivá… No había sido claro con el parentesco directo de Escrivá con Mons. Laplana. Ahora engaña con otra relación directa: Escrivá era el Superior del Censor.

 

Para darnos cuenta de cuál era la relación exacta entre Escrivá y Cirac justamente en los días del Nihil Obstat, voy a usar un texto de la época, que (obviamente) fue ocultado por Vázquez. Como en mi escrito anterior, le agradezco al profesor Pedro Rodríguez que de a poco haya proporcionado más materiales históricos que nos permiten aproximarnos a la historia verdadera. A diferencia de lo que dice Vázquez, Pedro Rodríguez nos trae una joyita que sirve para poner la relación entre Escrivá y Cirac en su justa medida. Es una cita del Diario de Luchana, del 3-VII-1934, del día en que llegaron los libros recién impresos. Por tanto, un testimonio contemporáneo de los hechos. Dice el diario que los nuevos libros contienen “(...) el "Nihil obstat" del Censor, nuestro hermano Sebastián Cirac (…)”[ii] (subrayado y negritas son mías).

 

NUESTRO HERMANO Cirac… Ahí está la definición verdadera que a Vázquez le costaba expresar. Queda claro que el redactor del diario (Sainz de los Terreros, numerario en aquel entonces) consideraba a Cirac un “hermano”, como verdaderamente era. Claramente no era un hermano de sangre, sino que los dos (Sainz y Cirac) eran hijos del Padre (del Eterno en general y del Padre Escrivá en particular).

 

Y doy un paso más. Ahora sabemos que el Censor es un subordinado, un discípulo, un miembro de la Obra de Escrivá. Otro elemento que, a mi entender, agrava la situaciónes que ha leído y meditado las siguientes máximas que su Superior escribió en el libro que estaba evaluando: “En una obra de Dios, el espíritu ha de ser obedecer o marcharse” (edición Cuenca n.100.3) o “Obedecer….., camino seguro. –Obedecer ciegamente al Superior….., camino de santidad. –Obedecer en tu apostolado… el único camino” (edición Cuenca n.101.5). Por favor, que alguien me diga si el censor no estaba condicionado por estas palabras del libro de su Superior. Es tan grosero todo el episodio que no termino de entender qué tipo de virtud heroica estoy aprendiendo.

 

En definitiva, el hijo espiritual (y subordinado) de Escrivá era el censor eclesiástico.

 

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Hasta aquí lo principal que quería presentar de mi nueva lectura del episodio. En lo que sigue voy a insistir un poco más en el asunto, porque siento que no estoy dando golpes en el aire...

 

1) El pillo de Vázquez termina diciendo que Cirac simplemente había asistido a “algunas” conferencias de los lunes. Es como decir que Ricardo Fernández Vallespín había estado en DYA “algunos domingos de Pascua de Resurrección”. ¿Es mentira? Creo que sí porque lleva a engañar. Es verdad que Fernández Vallespín estuvo “algún domingo de Pascua en DYA”, pero también todos los sábado santos, todos los viernes santos y en realidad casi todos los días del año porque ¡era el director! Cirac era miembro de la Obra. Nuestro hermano. No era un ocasional asistente a una conferencia. ¡Por Dios! ¿Y por qué disimula Vázquez? Yo creo que es muy patente el conflicto de interés. Y la maniobra (¿poco santa o virtuosa?) de Escrivá de procurar que su censor fuera un subordinado suyo y el que otorgara el imprimatur fuera su tío…

 

Por poner otro ejemplo, sería como decir que Isidoro Zorzano era “aquel ingeniero que de tanto en tanto venía desde Málaga a Madrid para ver al Fundador”. O si hubiera escrito “Zorzano era aquel joven que vivía en Málaga y que el 24 de agosto se cruzó providencialmente en Madrid con el Fundador en la calle Nicasio Gallego [es importante proporcionar datos concretos porque muestran que se dispone de los documentos históricos precisos]”[iii]. En realidad, Zorzano era mucho más que eso... Al igual que Cirac era bastante más que un asistente ocasional en alguna de las reuniones de los lunes con otros sacerdotes”. Ambos tenían “vocación divina”, de esas que otorga Dios desde la eternidad para construir su Obra divina en la tierra; incluso como las de los Apóstoles: conocer a Cristo y seguir el llamamiento.

 

2) Otra consideración sobre la pertenencia de Cirac al Opus Dei. Sebastián Cirac fue uno de los cinco asistentes a la primera reunión de Escrivá con los sacerdotes de la Obra, con esos apóstoles que habían seguido a Cristo en su Obra[iv]. Forma parte nada menos que del núcleo fundacional de la labor con sacerdotes. De esos cinco sacerdotes, uno era Somoano y otro Cirac. Tenían el mismo nivel de pertenencia. Y por tanto me permito sugerir que si en 1932 hubiera fallecido Cirac en lugar de Somoano, sería recordado hoy en el Opus Dei con una biografía oficial. Porque Cirac era tan miembro del Opus Dei, con vocación divina, como Somoano[v].

 

3) Otro dato relevante es que Cirac es designado censor por pedido expreso de Escrivá. En efecto, Escrivá le pide a su pariente y protector, Mons. Laplana que designe a Cirac como censor del libro… Este dato procede de otra fuente, la Edición Crítica de Camino (p. 43), donde transcribe otro documento contemporáneo a los hechos, el diario de la academia DYA: “(…) el Señor Obispo ha sido tan amable que nombró censor a don Sebastián, como se había pedido”. Así que Escrivá le pidió a su tío Obispo que nombrara censor a un miembro del Opus Dei… Muy transparente todo…

 

4) Me pregunto si el Obispo Laplana sabría que Cirac era subordinado e hijo espiritual de Escrivá... Si tenía clara la relación verdadera que existía entre los dos. Y que en la Obra de Dios (en la Obra de Escrivá) hay que obedecer ciegamente al superior.

 

5) Otro elemento a considerar es que existía una correspondencia fluida entre el Censor y el Autor, maniobrando por detrás del Obispo de Cuenca.

 

Correspondencia curiosa e impropia. En el mundo académico, por ejemplo, sería impensable este comportamiento en un proceso de revisión de pares, de referee o como se lo llame. No sé cuál era el estándar eclesiástico en la década de 1930. Nunca participé en la censura eclesiástica de un libro, pero me resulta muy llamativo que exista una correspondencia a espaldas del Obispo (que sería como el Editor de una revista arbitrada[vi]). Esta confabulación entre el Censor y el Evaluado, entre el referee y el autor, me resulta incómoda[vii]. Pero no sé si es lo usual en los procesos de censura eclesiástica... Sé que la comunicación entre referee y autor es un comportamiento completamente antiético en una revista arbitrada, y que las penalizaciones por este tipo de conductas tendrían consecuencias graves para las carreras académicas de los implicados... Son normas éticas mínimas, aceptadas por cualquier comunidad científica en las distintas áreas del saber. Son normas de comportamiento tan evidentes y universalmente aceptadas que me resulta impensable que no contengan de fondo principios éticos que también obliguen a los católicos en procesos similares.

 

6) No me voy a extender con el incidente de la santa desvergüenza. Es un término tan chocante que se lo obligan a cambiar. Escrivá cede, con ánimo de recuperar más adelante. Sería interesante analizar más a fondo este incidente para comprender la humildad y docilidad del santo[viii].

 

7) Aunque no es de mayor importancia, hay un dato curioso que me genera dudas: ¿por qué se antedató la fecha del Imprimatur? Está fechado un 3 de mayo de 1934. Sin embargo, no es cierto que el 3 de mayo estuviera finalizada la censura. Todavía se encontraban en las “luchas” por el término santa desvergüenza. En efecto, en carta del 18 de mayo de 1934, escribe Cirac a Escrivá: “Recibida la tuya y leída por mí, se la he leído al Sr. Obispo, a quien no ha gustado tu actitud sobre la palabra desvergüenza. Dice que no puede él conceder autorización al libro donde se recomiende una palabra que suene mal y tiene mal sentido en el lenguaje usual (…) y que ninguna firma de obispo puede autorizar esa palabra.” (Rodríguez, p 45-46). Así que es muy curiosa la fecha del Nihil Obstat e Imprimatur

 

***

 

Todo este episodio me genera incomodidad. Para mí es muy claro que hoy en día Cirac no podía ser censor de Escrivá. Sería como si el número tres de una orden religiosa fuera censor de una publicación de su Superior[ix]. O, en el ámbito académico, sería como si un miembro de un equipo de investigación fuera el referee de una publicación académica del líder de su equipo… o fuera el revisor anónimo de una propuesta de un fondo de becas al que aplicó su jefe… O un funcionario de un banco aprobara un crédito para su padre o su madre o su hermano... Es tan evidente el conflicto de interés, que hasta me cuesta explicar por qué está mal. Supongo que los principios éticos y morales serían similares en aquel entonces...

 

Concluyo esta entrega señalando que Escrivá puede ser un santo patrono para muchas profesiones y actividades cotidianas, pero los que se dedican al mundo académico, a tareas que incluyan procesos de revisión de pares, tal vez tengan que buscar otro santo que les sirva de modelo más ejemplar que el Fundador del Opus Dei. En este aspecto de su vida, a mi modo de ver, no es un modelo de santidad, de amor a la verdad y al trabajo bien hecho.

 

Este episodio, además de iluminarme sobre la vida de José María Escrivá, me brinda luz sobre el trabajo de los historiadores de la Prelatura: lo hábiles que fueron para disimular los comportamientos menos ejemplares de la vida del santo.

 

Stoner

 

PD1: agradezco a Brain su testimonio. Sorprendentemente mesurado para todo lo que sufrió y ¿perdió? en el Opus Dei. Cuenta con mis oraciones, que es lo que puedo brindarte, y mis mejores deseos.

 

PD2: y gracias también a Ramón por sus palabras sobre mi trabajo.

 



[i]Es una pena que esta Catalina haya sido mutilada, tanto en la Positio como en Vázquez de Prada. Es algo que ya me cansa. Hubiera sido muy interesante tener la frase completa. Tal vez no haya nada especialmente interesante en el texto omitido, tal vez sí …“El primero no dudó. Vino conmigo, tras de Jesús, a la ventura [...]” ¿cómo seguiría? ¿diría quién fue ese primer miembro ignoto y censurado?

 

Por otra parte, al igual que en otros muchos textos, me resulta incómoda la identificación que plantea Escrivá entre su persona y Cristo. Conocer a Cristo en este caso se identifica con conocer a Escrivá. En efecto, Sebastián Cirac ya se había encontrado con Jesucristo… era nada menos que ¡sacerdote de Cristo! Por tanto, entiendo que en este texto el que llama a su Obra es Escrivá. Y seguir a Escrivá es seguir a Cristo. Y la Obra de Escrivá es la Obra de Dios. Es un tipo de planteamiento muy presente en los escritos escrivarianos. De forma análoga, las ideas que se le ocurrían a Escrivá las planteaba como Voluntad de Dios…

 

[ii] En Edición Crítico Histórica de Camino de Pedro Rodríguez, p. 48.

 

[iii] Aprovecho para incluir otra referencia a Zorzano. Quiero mostrar cuán incorporada tenía Escrivá la manipulación en su forma de comportarse y de relacionarse con los demás. El texto es de 1934 (que también es el año del episodio del Censor). Escrivá resume su visita al Vicario don Francisco Morán, “Con la santa desvergüenza, me aproveché para meter por los ojos del Sr. Morán a dos de mis h.h. sacerdotes. —Lo más importante de la entrevista fue que, al hablarle yo de la "academia del Sr. Zorzano", donde continúo mi labor con jóvenes universitarios (…)”.

 

Paso de largo lo de la santa desvergüenza, que me resulta molesta como justificación de las manipulaciones y engaños, y que no pudo incluir en su primera edición de Camino, pese a que estaba publicando con su tío Mons. Laplana y con su hijo espiritual Cirac. Paso también del me aproveché. Y me quedo con que Escrivá pone entre comillas la “academia del Sr. Zorzano”. Sabemos bien que la academia DYA no era del Sr. Zorzano. En realidad era la academia de Escrivá. Supongo que lo pone entre comillas porque sabe que no estaba siendo del todo sincero... Sabe bien que Zorzano era una fachada, un testaferro. Al igual que Derecho y Arquitectura, del nombre DYA, era una fachada que estaba en la entrada de la “academia del Sr. Zorzano”, pero en realidad ocultaba otras motivaciones.

 

La realidad es que la academia no era de Zorzano, quien ni siquiera vive en Madrid …Zorzano vivía y trabajaba en Málaga, en la compañía de ferrocarriles, desde diciembre de 1928 hasta junio de 1936. Por tanto en 1934 no vivía en la academia que supuestamente le pertenecía.

 

Cuando escribo “testaferro” lo digo porque efectivamente así era. “El fundador pidió a Isidoro Zorzano que hiciera el contrato de alquiler, pues era un profesional asentado y uno de los mayores en la Obra. El fin de semana del 10 al 12 de noviembre, Isidoro pasó por Madrid, pero como no le dio tiempo para concluir la gestión, dejó a don José María una autorización escrita, para que pudiese firmar el contrato en su nombre. El sacerdote firmó el documento el miércoles 15.” (en el libro DYA de González Gullón).

 

Y con esto comparto otro aspecto curioso. Ese fragmento del libro DYA trae una nota al pie con la referencia a los documentos históricos de este episodio del alquiler y del “testaferro” Zorzano. Pues bien, una referencia es a la Catalina n.1078. En la versión de la que dispongo no indica que esté mutilada. Pero no incluye nada de Zorzano. Debe ser un error de referencia, ya que la anterior (la n.1077) sí habla de Zorzano y de estas gestiones (y está mutilada). Bueno, lo que me resulta providencial es que este error de referencias me llevó a la Catalina 1078 que dice lo que para mí son palabras proféticas a estas alturas: n.1078. (…) Pensé —y se lo dije a D. Pedro Poveda— que soy un hipócrita. Yo me veo bien y ¡cómo me veo!... ¡Cuánta villanía en mi conducta, y cuánta infidelidad a la gracia!”

 

[iv] En esa oportunidad, Escrivá les entregó a los asistentes unas hojas con “la primera meditación, de una serie sobre nuestra vocación, para hacerla en la noche del jueves al viernes”. El libro sobre DYA indica que esas meditaciones, comprendidas entre los meses de febrero y julio de 1932, se encuentran en AGP, serie A.3, 177-3-2. No sé si están publicadas, pero serían muy interesante conocerlas para entender lo que Escrivá pensaba sobre el Opus Dei y la vocación en aquellos años (con la esperanza de que sean textos originales, no manipulados y antedatados).

 

[v]En los primeros años del Opus Dei, curiosamente o providencialmente, se “consiguió” un intercesor en el Cielo, un santo interno, para cada una de las labores: varones, mujeres, sacerdotes. Y allí tenemos a Luis Gordon, María Ignacia García Escobar y José María Somoano. Con una mano en el corazón expreso que: si no hubieran fallecido tan temprano, dudo sinceramente que alguno de los tres hubiera perseverado en el Opus Dei.... De Gordon, tengo serias dudas de qué significaría para él pertenecer al Opus Dei (ya escribiré sobre esto). A Gracía Escobar y a Somoano estoy convencido que Escrivá los hubiera expulsado, como expulsó a todas las mujeres y sacerdotes de la primera hora.

 

[vi] Esta analogía del Obispo con el Editor creo que es apropiada. En la vida académica la relación es: Autor que envía al Editor su artículo, el Editor lo envía a revisión a uno o varios Árbitros, quienes envían su dictamen al Editor (nunca lo envían directamente al Autor) y el Editor se comunica nuevamente con el Autor. Esta dinámica es similar a la reflejada en el canon 830 del CIC 83 (en el CIC17 corresponde el canon 1393).

 

[vii] Hablo de confabulación porque creo que es el término apropiado. En efecto, el Censor Cirac comunica “confidencialmente” al evaluado Escrivá lo que piensa el Obispo… Diríamos que actúa como un topo, un infiltrado… El Obispo Laplana (que intervino activamente en la censura, tal vez implicándose demasiado) envió a Escrivá el dictamen del censor (dictamen que contenía indicaciones del Obispo). Y en paralelo, el Censor Cirac envió una carta a Escrivá …

 

Escribe Rodríguez que cuando Escrivá recibe del Obispo las observaciones del censor, probablemente recibió también “una carta en la que el propio Cirac comunicaba al Autor confidencialmente que algunas de esas “orientaciones” [referidas al uso del término santa desvergüenza] eran muy personales del bueno de don Cruz Laplana. El Beato Josemaría se disgustó.” (el subrayado es mío).

 

Por curiosidad me gustaría saber si en esa carta se refieren al Obispo como “el bueno” de don Cruz. Pero más allá de eso, veo esta comunicación “confidencial” comoalgo turbio… Parecería que Cirac se está disculpando ante su Superior (Escrivá) por no haber podido obtener el Nihil Obstat que le había sido encargado, por haber fallado... Me atrevo a suponer que Cirac tenía miedo de haber desobedecido, porque tenía bien presente que el espíritu de los socios del Opus Dei es obedecer o marcharse. En una carta de unos días después, Cirac se lamenta “¡Si supieras cuánto sufro con estas cosas!” Y es muy entendible: se encontraba bajo una doble obediencia, con el riesgo de vivir mal el espíritu de la Obra y por tanto tener que marcharse, pero también debiéndole obediencia a su Obispo Mons. Laplana. Pobre Cirac.

 

Aunque sea un sueño, me gustaría en algún momento que la Prelatura publicara los originales (fotografías) de la correspondencia de Escrivá con Cirac (así como la correspondencia con Pou y otros…). Quisiera ver los detalles de este incidente, y en particular porque Escrivá escribió comentarios directamente sobre esas cartas “con lápiz rojo y con su letra grande y enérgica”, al decir de Rodríguez, quien califica el incidente en términos humorísticos, pero yo entiendo que esas anotaciones de puño y letra pueden servir también para comprender la psicología de Escrivá.

 

[viii]Sería bueno ver las sugerencias que el censor y el Obispo le hacen a Escrivá para el libro. El episodio de la santa desvergüenza es muy ilustrativo. A regañadientes Escrivá tuvo que cambiar la palabra santa desvergüenza por santaaudacia. Yo considero que no era simplemente una cuestión semántica: desvergüenza tiene mal sentido en el lenguaje vulgar, como le indica Cirac. Sino que el tema es más profundo, no es sólo un término u otro, sino que la utilización de la desvergüenza y no de la audacia, guarda relación profunda con la forma de comportarse de Escrivá, aquello de fines y medios, de manipulaciones y engaños para construir su Obra, etc.A modo de ejemplo, recomiendo ver nuevamente la nota 3: cómo utiliza el recurso a la santa desvergüenza para explicar al Vicario de Madrid que la academia de Escrivá en realidad es “la academia del Sr. Zorzano”. La desvergüenza indica un modus operandi…

 

Cirac, su amigo Cirac, le dice a Escrivá que el Obispo que le hace esta indicación es “oráculo divino en su Iglesia”. Y a nuestro santo no le importa demasiado, porque creo que Escrivá se considera el único oráculo divino y no le gustaba someterse a las autoridades de la Iglesia...aunque dijera lo contrario. Al final hace lo de siempre: conceder sin ceder con ánimo de recuperar.

 

Fue grande el enfado que cogió con este incidente. Escrivá comenzó a acumular presión porque esta vez no pudo salirse con la suya. Y cuando pudo recuperar la palabra desvergüenza lo hizo con rabia. Para la edición de Camino de 1939 trabaja primero con la versión impresa de Consideraciones de 1934 de Cuenca. No efectúa casi correcciones, salvo que, según Rodríguez, “llama la atención encontrarse en la pg 31 con la cuidada caligrafía del Autor escribiendo la palabra desvergüenza, interlineada seis veces sobre la palabra audacia -la que había elegido en Consideraciones como alternativa-, que aparece tachada con enérgico trazo." (el subrayado es mío). Creo que interlinear ¡seis veces! la palabra que la autoridad de la Iglesia le había prohibido nos enseña algo de la psicología de Escrivá...

 

[ix] Entiendo que el Superior mayor sí tiene que otorgar licencia al miembro del instituto religioso (CIC 832). Pero me llamaría mucho la atención que un Superior buscara la licencia para un escrito suyo encargándole la censura a un súbdito sujeto a su mando… Aunque todo puede pasar en la Viña del Señor.