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 Tus escritos: ¿El Rejalgar? ¡Por el opusdei que no quede!.- Rafinosa

040. Después de marcharse
rafinosa :

Se nota que las vacaciones han dado tiempo a la reflexión porque en las últimas semanas se suceden las cuestiones de fondo y la diversidad de opiniones: lo más rico del cocido de esta web.

 

Quería referirme a la “profecía del rejalgar” que, informaba Jacinto, no deja de pesar en algunos y amargarles de verdad la vida. Muchas y buenas son las colaboraciones publicadas al respecto; personalmente me gusta mucho la de otaluto, por aquello de que tiene más vivencia que teoría. Pero todas aportan y enriquecen, como Avecrem.

 

Me parece que la tal profecía –quizás mejor llamarla maldición o mal de ojo- tiene el valor que uno le quiera dar, eso es lo que la mayoría ha opinado también. Si después de irte, continúas interpretando los sucesos de tu vida a la luz de lo que se le ocurrió a Escrivá en una tertulia en el “sallotto do archi valenno”, una noche en que alguien no limpió los ceniceros correctamente, te creas claramente un problema.

 

Solo puedo partir de mi experiencia personal. Estuve 25 años en el opus dei, hace dos que me he ido; estoy felizmente casado y creo que, incluso con los tumbos profesionales que sigo dando, soy muy feliz. Y en esto me reconoceréis que mi opinión es la que vale. Claro que no todo me va bien: no me ha tocado ni la lotería de Navidad, ni la del  Niño, llegan en enero esos recibos de lo que nunca debiste comprar, discutes a veces con esposa o amigos… pero como al resto de los mortales. Es decir, mis problemas, tristezas y preocupaciones lo son por el mero hecho de existir en mi pobre y querida condición humana, subespecie “no-millonaria”, no por el dichoso rejalgar.

 

En cambio, debo decir,  que por parte de la institución Opus Dei, no se dejan de poner TODOS LOS MEDIOS para que dicha maldición se haga realidad en la vida de los que nos hemos ido. Eso es lo que me gustaría subrayar en esta colaboración: la obra no deja nada al azar, ni siquiera lo que en principio, debería ser voluntad de Dios, manifestada en exclusiva al fundador y cumplida inexorablemente. En líneas generales se podía resumir su actitud para con los que nos fuimos como un intento de ponerte difícil el dar un sentido-valor-contenido a un montón de años de tu biografía vital. Para mucha gente eso no es nada fácil, no sólo para los que hayan pertenecido a esta organización, y si no se consigue se puede terminar en el diván del especialista. Para todo ser humano es importante comprenderse y verse como un todo coherente...



Parece que con tu marcha la obra te dice “Hasta este momento Yo lo he sido todo para ti, guapo. He querido serlo y te he formado para que así lo entendieras, lo fomentaras y lo quisieras. Ahora no sólo abandono todas y cada una de las parcelas de tu vida que llené durante tantos años, si no que lo hago de raíz, para siempre y, dejándote con la impresión, de que no tengo buen concepto de ti. Lo que hiciste, ya no me importa; solo echo en falta lo que dejarás de darme a partir de ahora. Por cierto, no es necesario que te pases por aquí a saludar”.

 

Se produce un desarraigo más en tu vida, un desarraigo que hay que curar y que, normalmente se suma a los que ya has tenido; unos más que otros. Por eso al marcharse no es igual la situación para todos, numerarios, agregados o supernumerarios, ni dentro de cada clase o casta –de esas que no existen- se da por igual. Hay quien ha tenido más discontinuidades en su vida que otros y eso, junto con tu modo de ser, te pondrá más o menos difícil tomar tu vida y tu persona como un todo coherente.

 

 Por ejemplo, los que somos de provincias, abandonamos tiempo ha el “home town” para ir a la universidad y al centro de estudios. Con ello dejas tus amistades de infancia y adolescencia, parientes próximos, tus condiscípulos del “cole” y un largo etc. Sí, les escribes por navidad y eso –de 100 nos interesan 100, dice el eslogan- pero, contestar, no contesta casi nadie, cada año menos y cada vez con más sensación de crearse un compromiso. A medida que dejas de participar en noviazgos, bodas, bautizos, planes de fin de semana de tus amigos… eres una sombra del pasado que escribe todos los años. Menda, sin ir más lejos, lo ha experimentado a lo largo de 20 años: por si acaso alguna vez alguien necesitaba de un consejo, un hombro sobre el que llorar o… yo que sé. Siempre aparecía en alguna tertulia aquél caso en que la perseverancia mantenida ante la indiferencia epistolar, ganó un alma “in extremis” para el Reino de los cielos; ése no ha sido, hoy por hoy, mi caso.

 

Luego te ibas al centro de estudios: yo estuve en dos, de dos ciudades distintas y muy lejanas: los dos años de tu vida universitaria “normal” o al menos sólo centrada en el estudio, son esos. En ellos puedes hacer amigos en la “facul” e intentar tratarlos, hacer deporte, ir a alguna conferencia, llevarles por el centro, etc. Tras terminar el centro de estudios te vas a un club juvenil de los que está contando Pero. Eso sí, a comienzos de los ochenta, con treinta o cuarenta adscritos y la tralla diaria de un circo con cinco pistas. Con ello tus incipientes “amigos” universitarios, que los hay, se quedan en fuentes más o menos fidedignas para completar apuntes o gente que te encuentras en el metro pasados los años.

 

Si terminados tus estudios te pones a trabajar en cosas de la Obra, que además nada tengan que ver con tu carrera, se prepara una nueva discontinuidad. Aparte de otras consideraciones, sobre todo económicas, eso produce un desarraigo grande de tu mundo profesional. Siempre te cuentan casos de gente que volvió de matrix a su profesión anterior, desde años de trabajo interno o en obra corporativa; pero eso son, casos particulares que se miran con respeto y de los que no sabemos en realidad que otros contactos mantuvieron. Si además has estado en esos trabajos casi veinte años, donde te forman para una manera de hacer las cosas y te amueblas la cabeza de un modo del que difícilmente encontrarás equivalencias fuera del microcosmos-opusdei, pues ya te digo.

 

Aun así, puedes intentar no desconectar del todo y compaginar esos trabajos con la realización y defensa de una tesis doctoral, dedicando dos tardes semanales durante siete años, sin dejar de hacer todo lo demás que depende de ti. Defendida la tesis y abiertos nuevos caminos potenciales para pasar a la universidad o volver a lo que fue tu profesión original, los directores te plantean nuevos modos de servir a la obra; modos claro, no compatibles con esos posibles nuevos caminos. Una vez más, la decisión la tomas, con la mejor voluntad, según esos criterios en los que te han formado. Una nueva encrucijada queda atrás y ya se sabe: la vida carece de botón de rebobinado.

 

Llega un día en que, por motivos que no vienen al caso, decides que tu condición de numerario de la obra está siendo un estorbo –sí, la misma palabra que se usa para nombrar a la suegra en ruso- más que una ayuda, incluso en eso que ella se propone como infalible: conducirte a la santidad en medio del mundo. “Pues tú mismo, bonito, o me tomas o me dejas, porque yo soy así: lentejas”. Entonces, tomas tus decisiones, afrontas las consecuencias y… punto.

 

Pero la Obra, una vez más, no te lo va a poner fácil, como queda de manifiesto en muchos testimonios aquí presentes. “Mejor no te pases a saludar… o no vengas a tal o cual acto público relacionado”. “Nos es muy doloroso, ya sabes, ver que no has perseverado”. La mejor de todas: “Es por tu bien, mejor desconecta, cambia de aires; tú no lo puedes entender”. Sí, esto lo he oído yo después de irme, más de una vez incluso: mantienen el monopolio de saber lo que es mejor para tu vida ¿qué pensabas?

 

 Algunos comentáis que vuestros hermanos que siguen siendo numerarios –me refiero a hermanos esféricos, los mires por donde los mires- han comprendido vuestra decisión y que el trato es normal. En mi caso no es así: “necesito más tiempo, dicen, (¿cuánto? Chi lo sa?) para hacerme a la idea” ; “ha sido todo muy rápido…” He intentado explicarles lo que uno siente en esta situación pero no, no han querido abordar el tema; transmiten la impresión que se plantean tu relación con ellos como si fueses una tentación próxima, remota o mediopensionista para su perseverancia. Perdonareis la grosería pero el director de uno de ellos le dijo a mi madre, que os puedo asegurar, por su modo de ser es una señora y no da pie a este tipo de procacidades, la siguiente perla “ahora tu hijo –o sea el menda- piensa con la polla”. No le conozco de antes, ni de durante ni de después y quiera Dios mantenernos en este mutuo desconocimiento por los siglos de los siglos… Esa conversación con mi madre dio para mucho más pero no quiero desviarme del asunto, a lo que voy es: Entonces ¿qué le habrá dicho a mi hermano  que soy capaz de hacer, este astro de la omnisciencia deductiva? Por lo menos estaré a nivel del violador del ascensor.

 

Bueno el caso es que la frase más repetida respecto a mi salida por parte de mis hermanos, es “yo no quiero saber nada”. Así las cosas, es complicado mantener una relación de confianza y tratar de temas poco más allá que epidérmicos.

 

Quizás por todo esto y más que se queda para otras ocasiones, llego a la conclusión de que si la tal maldición no termina de cumplirse por sí misma, como toda profecía que se precie, la Obra ya se encarga de dar algo más que un “empujoncito” para que así sea. Por ello defiendo la tesis de que por ella no queda: una ronda de rejalgar para todos, pago yo. Hay que poner todos los medios humanos como si no existiesen los sobrenaturales.

 

Respecto al posible remedio, y cómo impedir que este “rejalgar inducido” te afecte: contra soberbia, humildad y frente a aislamiento, normalidad. Me parece que no hay que renunciar a ninguna parte de la propia biografía, máxime cuando se piensa haber obrado siempre según lo que la conciencia te indica. Por eso, por mi parte, procuro mantener mi amistad con TODAS las PERSONAS que conocí en la obra, felicitarles sus onomásticas, preocuparme por sus cosas… Parto de la base de que nada tengo de qué avergonzarme; bueno cara a Dios lo que la media de los mortales, me refiero cara a ellos.

 

Efectivamente algunos no responden, mantienen la distancia de seguridad, etc. Bueno, es SU problema, por mi parte continúo manteniendo abierta mi puerta y mi amistad. En absoluto hay que renegar de sus personas, o de las circunstancias y lugares que llevaron a que nos llamemos amigos. No es una táctica: son parte de mi vida y de mi modo de ser y pensar actuales. ¿Por qué renegar o hacer como si no hubiera pasado? De hecho a quien no les hace bien intentar borrarte de su vida me parece que es a ellos.

 

Además pretendo mantener la sinceridad que la amistad exige tener. Si preguntan por mis opiniones de ahora sobre ciertos asuntos, leal y directamente se lo digo: he aprendido muchas cosas sobre la Obra en este tiempo desde mi marcha que antes ignoraba y que ellos desconocen aun.

 

Bueno, mucho se había escrito ya sobre el rejalgar, pero echaba de menos resaltar la inducción que la obra hace en nuestra vida por los medios que pueda. Si uno no lo detecta como tal puede, realmente, puede acabar viéndolo como plan de Dios para su vida.

 

Termino diciéndoos que tengo ya el libro de Satur. Vale la pena comprarlo, incluso en plena cuesta de enero. Y no solo por la foto que es muy glamourosa: una mezcla de Dolce&Gabanna y anuncio de fertilizantes. La introducción de Jacinto es muy buena: opino que de ella saldría un estupendo ensayo. Me parece que la estructura y orden de  los capítulos da más sentido a la historia que cuando los leí salteados en la web. Ahora solo espero que Satur me ponga una dedicatoria y me invite a una caña por esta publicidad.

 

Rafinosa




Publicado el Monday, 21 January 2008



 
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