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 Tus escritos: ¡Ahora yo!. Sobre mi 'ración' de rejalgar.- Armando

040. Después de marcharse
Armando :

¡Ahora yo!. Sobre mi 'ración' de rejalgar

 

Armando, 23 de enero de 2008

 

 

Hola a todos!

 

Me uno a las voces de agradecimiento a Jacinto por poner este tema sobre la mesa y poder comentar nuestra experiencia al respecto, asimismo deseo contribuir a exprimirlo hasta agotarlo, como nos invita a hacerlo Oliver.

 

Se han publicado acá artículos muy profundos sobre la materia, de cómo el rejalgar pudo afectar y sigue haciéndolo a muchos que hemos sido de la Obra. Ante esto no puedo aportar más, así que me limitaré a contar mi experiencia por si puede ser de utilidad a aquel o aquella que en estos momentos, esté siendo afectado por las secuelas de la “maldición”.

 

Estuve dentro de la institución 19 años y hace dos años y medio que salí, recalco el dato sabido por muchos de vosotros para que se vea que fue suficiente tiempo de escuchar la cita del rejalgar. Cuando leo vuestros aportes al respecto, viene  a la memoria la escena de la lectura de la “maldición”: un oratorio, todo en penumbra, los ojos clavados al Sagrario y escuchando aquella condena a los que se iban la cual laceraba la conciencia y te hacía pensar en los que se habían ido de “casa”. Esto cíclicamente, sin dejar pausa, sin olvidarlo, metódicamente recalcado para tenerlo siempre presente...



 Obviamente de tanto escucharlo aquello cala en el alma y es en lo primero que uno piensa al plantearse la marcha. Aún antes de hablarlo al director, el tema del rejalgar ronda en la cabeza y es una especie de freno interior muy poderoso que te impide tomar la decisión. No obstante, con rejalgar o sin él, uno termina yéndose y no porque busque comodidades que se echen de menos siendo de la Obra, tampoco por poder ir al cine o disponer de cosas en propiedad. No, nada de eso aunque algunos lo piensen, te vas porque estás harto de tanta mentira, farsa y castración mental y espiritual.

 

Después de años de repetirlo en cuanto medio de formación se pueda el asunto del rejalgar, cuando has dicho que te vas, viene un interrogatorio severísimo y en algunos casos, prolongado. Algunos dirán que es porque me querían y cuidaban de mi alma, pero si realmente era así aunque sea un poquito, bien pudieron ahorrarme el daño que supuso para mí ese tratamiento tan poco cristiano de torturarme psicológicamente, pero en fin, ese es otro tema, no obstante considero ese procedimiento como las primeras dosis de rejalgar en su estado puro. Es desde que dices que te vas cuando la maldición se empieza a cumplir. O como han opinado muy acertadamente, es el instante en que uno deja que se cumpla.

 

Al producirse la salida se presentan dos alternativas desde mi punto de vista, o rompes de una vez y para siempre todo vínculo con la Obra, o te quedas como a la vera la de la misma, es decir, cumpliendo como cooperador, sigues en dirección espiritual con algún sacerdote de la institución, buscas continuar con la “charla fraterna” con alguno de los directores que te atenderá de tarde en tarde, en un lugar que no sea un centro, tratas la manera de seguir cerca de los medios de formación, en fin, que no terminas de romper amarras.

 

En mi caso opté por el primero, el cerrar definitivamente y para siempre, de tal cuenta no he vuelto a poner un pie en un centro, ni llamado a nadie y mucho menos, buscar a un sacerdote de la Obra para confesarme. En estas circunstancias, el rejalgar puede ser más directo, debido a que los acontecimientos se miden en función del cumplimiento o no de la maldición.

 

En mi primera etapa posterior a mi salida, todo lo malo que me pasó lo veía bajo ese prisma. Acontecimientos hubo que considere cumplimiento fiel de aquellas palabras, no obstante seguí adelante, sin comentar nada a nadie, sin buscar a los de la Obra y que habían sido mis hermanos en su tiempo, es decir, me encerré en mi mismo y decidí ni siquiera pensar en lo vivido, en los años transcurridos dentro de la institución.

 

De esos tiempos hay pruebas escritas mías en esta página, fueron momentos duros, de soledad, de no encontrar un rumbo fijo y obviamente, lo acepté estoicamente si se quiere porque eran producto del rejalgar, era lo que sabía sucedería al momento de decir no a una vocación que en aquel momento, consideraba que había sido dada por Dios hasta la eternidad y a la cual, había defraudado.

 

Posteriormente encontré Opus Libros y vino la catarsis, el darme cuenta del engaño, de lo absurdo que fue el sacrificar tanto año en un ideal que a la larga no era más que una quimera, el tener que reconocer que había sido parte de una secta y obviamente, al derrumbarse todo el entramado que sostenía la supuesta vocación que había dejado, el asunto del rejalgar cobró su justa dimensión, una mentira más de las tantas,  una farsa en la que descansaba la coacción para no pensar por libre y dejarme dominar como lo  había sido durante tantos años.

 

Pero a inicios del año pasado ocurrió un hecho que vino a recordarme la existencia del rejalgar y lo que ello trae consigo. Una quiebra económica familiar sumió a mi padre en una fuerte depresión de la cual no ha salido, esto sumado a la enfermedad prolongada de mi madre, suscitó un desasosiego que me llevó a pensar que todo aquello ocurría por mi culpa, por haber dicho no a Dios, por haber pretendido llevar mi vida fuera de lo que estaba destinado para mi desde la eternidad.

 

De ello doy cuenta en un artículo publicado acá titulado “Templado en el fuego del dolor”, fue un momento sumamente difícil, la poca seguridad que había logrado se derrumbó y sucumbí. La desesperación volvió a mí ser con fuerza y el encerrarme en mi mismo, el darme cuenta que aquello que hace felices a los demás, a mí me sabía a hiel, a rejalgar, se estaba cumpliendo al pie de la letra. No tenía a nadie a mi lado, estaba prácticamente solo. Bueno, así lo veía y si lo cuento tal cual, es para que se vea que lo viví en carne propia.

 

Días enteros, meses, me pasé clavado al Messenger, al chat, con la única misión de hacer patente mi dolor, mi soledad, mi desesperación. Era hacer participes a los demás de la lástima que sentía por mi mismo y que deseaba que todos los demás expresaran hacia mí de igual forma. El inspirar lástima se convirtió –involuntariamente- como el único elixir capaz de hacerme vivir, pero pasó algo, imprevisto, no buscado, pero sucedió.

 

Por casualidades de la vida que para mi no son tales, sin darme cuenta se cruzó por mi vida alguien que no tenía nada que ver con la Obra, quien al escuchar mi historia me dijo contundentemente que se veía a las claras mi disfrute en cuanto a inspirar lástima, que así jamás podría salir adelante y que nadie en su justo juicio, estaría dispuesto a acompañar a una persona que con su lástima podía llegar a repeler. Que en un inicio si motiva a la solidaridad, pero ante el empecinamiento de seguir en ese estado y no desear cambiar hacia una postura positiva de la vida, sencillamente las personas de mi entorno mejor se retiraban ante una empresa que se sabía de antemano, sería fallida.

 

Para rematar dijo que “nadie puede querer, amar y entregarse a otra persona si antes no se quiere a si mismo, porque el que no se ama a si mismo es incapaz de amar a otra persona”. Palabras duras si, dignas de mandar de paseo a quien las pronunció tan contundentemente, no obstante fueron vitales para provocar una reacción. De tanto meditarlas, de tanto darles vuelta llegué a ver la luz y por tanto inicié nuevamente a andar lo desandado.

 

En ese momento mandé de paseo rejalgar, maldiciones y todo lo que fomentara el reproducir el estado de lástima en que estaba, había que combatirlo y para ello me aplique el dicho “muerto el perro, se acabó la rabia”. De tal cuenta cambié de actitud, empecé a relacionarme con más personas, a dejar de lado muchos conceptos preconcebidos y empezar a aprender a vivir realmente, a valorar lo que tenía y sobre todo, a valorarme a mi mismo.

 

A medida que transcurrían los meses, los cambios se fueron operando, no obstante hubo recaídas, pero salía lo más pronto posible de las mismas. Empecé a reír y sobre todo a reírme de maldiciones y condicionamientos mentales, a pensar por libre y eso implicó estar abierto a otras formas de pensar, de ver el mundo y de afrontarlo.

 

De tal cuenta, en los dos últimos meses del año pasado los cambios se operaron en forma vertiginosa, perdí el miedo a hacerlo, a experimentarlo, sin tabúes tontos, sino con libertad de conciencia. Y de todo ello se valió Dios para poner en mi camino personas que fueron contribuyendo a sacarme esos miedos, ese afán de inspirar lástima. Gente leal que supo entenderme pero no me dejó en el fango, sino que con palabras y hechos contundentes me sacaron del marasmo en que estaba.

 

Todos los problemas iniciados el año pasado siguen ahí, pero ahora los asumo desde otra perspectiva. Lo primero es no atarme a resolver algo que no está en mis manos porque no soy Dios, haré lo que me corresponda pero no pretender cambiar las cosas con el afán de que la maldición no se cumpla, porque la misma no existe, no es real, es una invención que no debe hacer mella en mi.

 

Lo segundo es aprender a liberarse de co dependencias que van desde la mencionada hasta la saciedad maldición de rejalgar, como a cualquier situación o persona. Ser yo mismo, valorar lo que soy, tenerlo claro y con esa convicción real seguir adelante. Lo tercero, ver lo vivido en la Obra como el pasado, con sus cosas buenas y menos buenas, pero que ha quedado atrás y por tanto, soltar amarras y navegar por aguas de libertad según el rumbo que quiera yo darle. Porque el peligro está en querer seguir viviendo bajo la influencia de una institución a la que pertenecimos y que por X o Y motivo ya no estamos.

 

Se ha terminado, se ha decidido dejarlo y eso implica también hacerlo mentalmente. Respeto y admiro a los que han seguido en contacto con la institución y las personas que pertenecen a ella, no los critico ni mucho menos, pero desde mi punto de vista, el salir adelante supone romper tajantemente con todo aquello, porque por muy buenas que sean esas personas que aún siguen en la Obra, por muy amigos que sean, existe una barrera infranqueable que impide la construcción o continuación de una amistad. No es porque no se quiera, es que no se puede dadas las circunstancias antes apuntadas.

 

Porque obviamente los que siguen dentro, saben lo del rejalgar y estarán al acecho de ver la primera contrariedad de uno, para recalcar –aunque sea en su fuero interno- que la maldición se cumple, que es real y por tanto, te verán con cara de lástima y que estás así porque has querido, porque eso te lo buscaste a pesar que te lo advirtieron.

 

Hoy estoy feliz, sin rejalgar ni nada, sabiendo que todo eso fue una mentira más de las tantas. Si me va mal en algo es porque si, habiendo sido de la Obra o no, porque para todo mortal es normal que tenga triunfos y fracasos, momentos buenos y momentos malos, alegrías y tristezas, etc.

 

¿Qué aún aquello que a los demás hace felices a mi me sabe como hiel, como rejalgar?. ¡Mentira!. Nada más lejos de la realidad. Todo está en uno, en la posición que se desee para la vida, lo demás son secuelas de las quimeras que nos metieron en la cabeza para mantener el control aún después de habernos ido.

 

Me parece que me he ido por las ramas, pero esta es mi experiencia a propósito del rejalgar.

 

Un fortísimo abrazo

 

Armando




Publicado el Wednesday, 23 January 2008



 
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