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 Tus escritos: Renovar o no renovar.- Mar

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Mar :

¿RENOVAR O NO RENOVAR?
Ante el 19 de marzo

Mar, 18 de marzo de 2004


La semana previa al 19 de marzo me envolvió durante años en una profunda angustia.

En mi conciencia veía con claridad que ser miembro no era lo mío y al mismo tiempo repicaban las ideas de que había prometido a Dios el "para siempre" en el opus dei.

A eso se añadían los continuos mensajes enfáticos que varias semanas atrás repetían continuamente. Parecía que la única forma de ser felices era siendo fieles a la vocación al opus dei. Círculos, charlas, meditaciones, lecturas, consejos en la dirección espiritual: todo enfocado a reforzar el deber de perseverancia.

Y luego el ambientillo de presión en el aire hacía resonar una sola palabra: renovación.

El entorno todo se polarizaba: perseverancia y fidelidad eran felicidad y sinónimo de entrega y amor a Dios. No renovar implicaba o falta de capacidad, o de entrega, o traición, o infelicidad o condena (aunque no se mencionaran explícitamente los términos antedichos). Era imposible pensar en que alguien se alegrara por la partida de otro (aunque ello representara su realización).

¿Renovar o no renovar? Esa era la pregunta.

Entre las principales razones que por años me paralizaron en mi decisión de irme se encontraban el aferramiento a seguridades que no eran Dios (sino mi anhelo de tener la vida resuelta y el cielo ganado), y un sentimiento de culpa anticipado: traicionaría la palabra que le había dado a Dios al ingresar a la obra.

Después de mucho tiempo fuera del opus he comprobado mi idiotez y las comparto para que no caigáis en el mismo error. Si por algún motivo te ves reflejado en lo que digo, piensa de fondo en los motivos por los que estás en el opus dei.

El cielo y la paz en la vida no se logran con la simple pertenencia y la consecuente perseverancia y el cumplimiento del régimen en ninguna organización (aunque con eso se puedan tener garantizadas la comida, la rutina, sentirse seguro al actuar como te indican, tener un sitio para vivir y atención médica y espiritual de por vida), sino siendo congruente con lo que uno piensa y siente. Con lo que en su interior sabe que Dios le pide (independientemente de que la vida es como una ruleta y uno no tiene nada garantizado).

Y en cuanto al sentimiento de culpa, yo no estaba traicionando a Dios sino a mi propio sentido de vida. Dios no es el opus dei. Y cuando entré al opus dei me habían mostrado otro sentido para mi pertenencia ahí. Y conforme el tiempo transcurrió lo que comprobé es que ahí dentro no podría vivir lo prometido, porque ni estaba en medio del mundo, ni me estaba santificando, ni estaba viviendo la caridad. Todo eso lo veía en la oración y con claridad. Y hasta que no me convencí de que Dios no le pide a uno ir en contra de si mismo no me atreví a pedir la salida.

Y una vez que salí de ahí fue que comprobé que afuera uno puede perfectamente elegir vivir o no conforme los ideales del evangelio. Por tanto ya fuera he procurado (no siempre con éxito pero el intento hago) fidelidad a lo que en mi interior le prometí a Dios el día que pedí la admisión. Mi "para siempre" continúa. A Dios se lo prometí y se lo debo, pero no al opus en sus representantes humanos, ni su régimen, ni sus errores, porque es tan solo una institución, un medio que a mi no me conduciría a mi fin. Ser fiel depende de uno, de lo que haga con sus capacidades conforme el orden moral y trascendente, esté dentro o fuera de la organización.

Perseverar por deber, temor o comodidad no es fidelidad sino incongruencia.

Para ser fiel a Dios no importa el medio sino las acciones con las que demostramos con obras que Cristo vive en nosotros.

Si el opus dei conduce a alguien a eso ¡bienaventurado! Si el opus no conduce a alguien a eso ¡piensa bien lo que harás mañana!




Publicado el Thursday, 18 March 2004



 
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