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 Tus escritos: YO CONFIESO (3). Anoche tuve un sueño...- Dolce Vita

070. Costumbres y Praxis
Dolce Vita :

 

ANOCHE TUVE UN SUEÑO…

Y AL DESPERTAR, ME HICE UNA PREGUNTA.

 

YO CONFIESO (III)

1ª Parte: PRÓLOGO

 

Anoche soñé con una casa, que había sido mi “Centro”. No estaba claro si era en aquel puerto de mar, o en medio de un barrio mágico de aquella ciudad encantada.

Y es que el centro, estaba un poco desfigurado, irreconocible, como suele pasar en los sueños.

 

La puerta del despacho de dirección estaba abierta y sin semáforo.

No había salitas. Ninguna rancia salita con silloncitos hartos de escuchar confidencias.

Nadie guardaba cola, porque nadie tenía que pedir permiso, y nadie quería hacer una delación que cuajara en corrección fraterna. Tampoco había nadie esperando su ración de ansiolíticos.

La directora, silbaba, y eran las cuatro de la tarde.

Eché de menos la trituradora de papeles. El armario de documentos, abierto y vacío. Sólo un libro. Un libro que yo no conocía, que jamás había visto, ni estudiado, ni transmitido. Nunca, en toda una larga vida de directora. Un pequeño libro traducido del latín al castellano recientemente, otorgado por el papa Juan Pablo II, el 28 de Noviembre de 1982.

No había cajones con llaves. Tampoco cajas de dinero. Mi dinero, estaba en mi bolsillo y en mi banco, esperando una orden de movimiento a favor de una determinada labor social. Ya no estaba el dinero en abultados sobres amarillos, dinero anónimo, con destino incierto...



Había verdadera amistad y conocimiento mutuo.

De vez en cuando, alguna cosa fuera de sitio.

Entraba luz por las ventanas, y la casa era un hogar. Había fotos de mi familia y amigos.

Yo elegía mi ropa, y mi armario tenía personalidad.

Tenía también mi pequeña biblioteca, con libros que prestaba, o regalaba.

Entre los libros, uno: el mismo que había visto en el armario de dirección. (El que nunca había tenido, ni estudiado, ni transmitido), pero éste, era mío. Tenía, como los demás, mi nombre.

Estaba especialmente usado, pintarrajeado, consultado, y querido.

Y además, me daba alas.

 

Y AL DESPERTAR DEL SUEÑO… ME HICE UNA PREGUNTA.

YA HABLAREMOS DE LA PREGUNTA.

ESTOY RETRASANDO EL CONTARLA.

ME CUESTA ESCRIBIRLA,

PORQUE ME CUESTA PENSARLA.

ES DEMASIADO DURA,

NO ME SALE EN CLAVE DE HUMOR.

LO CONFIESO

 

--------------------------------------

 

ALGO QUE NO ME CUADRA

YO CONFIESO (III)

2ª Parte: MEOLLO

 

Mi pregunta es muy sencilla: ¿y a vosotros, os cuadra?

 

Y a cuestas con el libro del sueño: el que yo jamás vi, ni estudié, ni transmití.

Del que jamás oí una referencia.

Conocía su existencia. Conocía la explicación de su ocultismo: “es que está escrito en latín”.

Conocía también que el contenido podía encontrarlo en el Catecismo de la Obra.

Sin embargo, el Catecismo de la Obra no hacía ninguna referencia a ello. El prólogo, del fundador, sólo decía: “En éste libro, tan pequeño…” (Catecismo de la prelatura del Opus Dei)

Pero yo, atontada, no repliqué, ni pensé, y muy sumisa, callé. Lo confieso.

 

Y ahora, después del sueño, me he empeñado en conocer el libro, lo he buscado con un afán similar al huérfano abandonado que busca a su progenitor. Y lo he encontrado, al fin, en la red. En la página oficial de la Prelatura.

Y lo he leído, en latín, naturalmente, que ahora no hablamos del sueño. Por primera vez en mi vida, hoy, he leído los estatutos.

Y pensé en mis 40 años dentro. Casi todos ellos en tareas de dirección. Y me di cuenta de que siempre desconocí lo que hubiera tenido que ser el referente de mi vida.

Y pensé que era algo parecido a descubrir, ya enviudada, que te habías casado con un marciano, o con Peter Pan, o con Alicia en el país de las maravillas…

Y me entró un escalofrío enorme, y me vinieron recuerdos; especialmente un recuerdo.

 

Mi recuerdo era el armario de Dirección. El armario de los documentos que bajo llave se guardaban en dirección.

De aquellos documentos que habían regido mi vida, que habían disciplinado mi conducta, que habían asfixiado mis sentimientos, que habían clonado mi personalidad.

Y yo, atontada, los había reverenciado. Lo confieso.

Y más. Los había recibido y leído, como quien recibe algo del cielo. Digno, por tanto, de leerse de rodillas, según el fundador. Y yo, atontada, así los recibí. Lo confieso.

 

LO SIENTO, PERO NO ME CUADRA.

ME ESFUERZO, PERO NO ME CUADRA.

EN LA RED, LOS ESTATUTOS. LOS APROBADOS EN ROMA. LO OFICIAL. ALLÍ SE OTORGARON, Y ALLÍ SE QUEDARON.

PERO ENTONCES, EN EL ARMARIO, ¿QUÉ HABÍA?

¿QUÉ PAPELES HE REVERENCIADO? ¿QUIEN HA GOBERNADO MI VIDA? ¿QUIÉN MOVÍA LOS HILOS DE LA MARIONETA QUE YO ERA?

 

Y otro escalofrío me ha vuelto a traer recuerdos. Y ahora, he recordado los papeles, los papeles que han gobernado mi vida. Por atontada. Lo confieso.

Si queréis, os lo cuento.

 

                                                -------------------------------------

 

LOS PAPELES  QUE HAN GOBERNADO MI VIDA.

YO CONFIESO (III)

3ª Parte: ANEXO

 

DE LAS NOTAS Y NOTITAS, IMPRESOS, DOCUMENTOS, ESCRITOS, GLOSAS, ESTADILLOS, EXPERIENCIAS  E INFORMES ENTRE LOS QUE ENTERRÉ PARTE DE MI VIDA.

 

(Advierto que su lectura es aburrida, como son aburridos los papeles, como fui aburrida yo. Lo confieso. Podéis dar un salto hasta el final, donde en negrilla, encontraréis una conclusión escalofriante).

 

Desde muy joven, tuve también la tediosa misión de los papeles. Esto es: leer, estudiar, explicar, archivar, responder, protocolar e informar, sobre todos los movimientos de la vida del centro y de las personas. (Experiencias de los consejos locales. 19. III. 2005. I, 2 d - I,4 a - I,4 b - I,4 d - I,4 e - Anexo III)

 

No fue fácil, al principio, llevar el control de todo lo que había que controlar, por lo que, con frecuencia, me tenían que reclamar “controles”.

Me hice mi calendario de la periodicidad con que tenía que enviar a la delegación mis notas y notitas. Aprendí a discernir entre unas categorías y otras. Entre unos protocolos y otros. A llevar el archivo de documentos enviados y recibidos; su numeración, sus fechas… A distinguir su categoría según la nota fuera en papel amarillo o blanco, para archivarlos separados, para eliminarlos en distinto plazo de tiempo.

 

Los “Correos” (así denominábamos a las notas de ida y vuelta a la Delegación, casi siempre encerradas en sobre amarillo, y que había que entregar en mano) iban y venían desde la bonita ciudad donde vivía, hasta la capital, donde estaba ubicada la sede de la Delegación. Si había “correo”, no dudábamos en desplazarnos en nuestro cochecillo, si estaba libre, o en la línea regular de autobuses, si había menos suerte. Lo importante era recoger el correo en su día, para poder contestar en su día, para estudiarlo en su día, para ponerlo en práctica en su día, para archivarlo en su día, y para devolver en su día el documento correspondientemente firmado que notificaba lo habíamos recibido. Para tenerlo todo controlado. Todo al día.

 

Y entonces me di cuenta de que poco podría pasearme por el mar… ni siquiera mirarlo a través de la ventana.

Entonces, me di cuenta de la importancia de la puntualidad del “correo”.

Quizás entonces, me dejé de dar cuenta de la importancia de las personas.

Lo confieso.

 

Por aquellos años, el instrumento al uso era la vieja máquina de escribir, y para las copias, el papel carbón. Y para borrar, la goma dura.

Pero todo tenía que ser perfecto, lo pequeño era lo nuestro. Ni mucho menos tenía conocimientos de secretariado… por lo que entenderéis lo de no mirar al mar.

 

De los  peores recuerdos, son  los envíos de los resúmenes económicos.

Tampoco había -por lo menos en el centro- máquina calculadora. Si no tenía conocimientos de secretariado, menos de contabilidad. Cuántos papeles emborroné, cuántas noches pasé en blanco intentando cuadrar los tres libros, (el general -de la casa-, el de los gastos de las personas, y el de la Administración. Éste último acompañado de la maldita hoja de cocina que inventó el bueno de Isidoro, y también, para colmo, de los menús previstos para el mes). Cuadrados los libros, se rellenaban los diferentes impresos, que, una vez firmados, introduciría en el sobre de correo, para que estuviera, puntual muy puntual, en los tres primeros días de mes. Reconozco que me rendí varias veces…, reconozco que falsifiqué pequeñas cifras, reconozco que no me confesé de ello, y reconozco que me importó un bledo. Lo que me importaba era que la Delegación lo recibiera correcto. Impecable. Y así lo mandaba, pues lo nuestro es lo pequeño. Yo confieso.

 

Otro documento importante que había que enviar, puntual, en los tres primeros días de mes era el llamado resumen apostólico. Consistía en rellenar unas cuadrículas impresas a través de las cuales se daba una información numérica exacta de los datos de la labor apostólica. Cuando me di cuenta de que al final del mes no recordaba nada, acudí al control diario. Reconozco -yo confieso- que muchas veces empleaba parte del tiempo en el que supuestamente hacía oración, a anotar esas cifras en mi agenda. (cfr. Documentos internos, de ésta Web)

 

Paso a enumerar muchos otros datos que se mandaban en el correo:

 

-                                 Hoja de gastos personales de cada una.

-                                 Libros de contabilidad, cuando se acababan.

-                                 Propuestas de Dedicación profesional, cuando alguna quería cambiar de trabajo, adjuntando la opinión del consejo local.

-                                 Resultados académicos de las estudiantes.

-                                 Las recensiones que tenían obligación de hacer las personas con permiso para leer libros peligrosos.

-                                 El envío del dinero contante y sonante, que se había obtenido en aquel mes: fruto del trabajo profesional, donaciones, o un duro que te encontrabas en la calle. Todo especificado.

-                                 Consulta sobre algún gasto extraordinario.

-                                 Consultas sobre algún cambio en la decoración de la casa.

-                                 Informes de conciencia -con la opinión del consejo local-, unos meses antes de las fechas de incorporación (admisión, oblación, fidelidad).

-                                 Petición de permisos para viajes.

-                                 Petición de permiso para que la directora se ausentara un día del centro.

-                                 Diario del centro.

 

Y un sinfín de cosas más, además de ir dando cuenta de todas las informaciones que nos demandaban. Que si enviáramos experiencias…, que explicáramos cómo vivíamos un criterio… Todo ello, debidamente protocolado, claro. En fin, lo que habíamos oído tantas veces al fundador: “Somos una organización desorganizada”. Y te entran ganas de preguntar: ¿cómo dice?

 

Y por parte de la Delegación, ¿qué venía en el misterioso correo, que se recogía en mano, y que había que leer con la misma unción que si viniera de Nuestro Señor Jesucristo?

 

Pues de mareo. De mareo al pensar en leer, meditar, transmitir, registrar y archivar.

Lo que peor llevaba era lo de transmitir. Era realmente agobiante si deseabas no agobiar a las demás.

 

-                                 Documentos internos (siempre rotando, unos en sustitución de otros).

-                                 Notas de Roma.

-                                 Otras notas, o Avisos, de la Asesoría.

-                                 Notas de la Delegación. Blancas o amarillas. Las amarillas referentes a muy corto plazo, que podías destruir en unos meses.

-                                 Notas de cualquier clase, indicando la sustitución de un criterio anterior por el actual. El protocolo se mantenía. El documento viejo se trituraba (1).

-                                 Cartas del padre.

-                                 Otras noticias de Roma o de labores apostólicas, o tertulias con el Padre…, en fin, temas para animar la tertulia.

-                                 La revista interna de Noticias. Crónica para ellos.

-                                 La revista Romana.

-                                 Un sinfín de publicaciones distintas: Aceprensa, propagandas, actividades…

-                                 Los Guiones de orientación doctrinal.

-                                 Calificaciones de libros (libros prohibidos).

-                                 Las respuestas a nuestras preguntas…

-                                 Y las preguntas sobre nuestras respuestas.

 

(1) Y después de triturarlo, yo, ¡atontada!, no me preguntaba qué criterio era realmente el fundacional, si el de antes o el de después.

 

¿Los contenidos de todo esto?

- Los documentos internos, los encontráis  en ésta Web.

- Sobre los informes de conciencia, también tenéis aquí algún ejemplo, para sonrojo de todos. (Aunque por lo que he podido comprobar, las mujeres éramos más concretas, incisivas y meticulosas, en fin, más puñeteras).

- ¿Y el contenido de las Notas…? El contenido de las Notas, un mar sin orillas (la mayor parte del gobierno se realiza mediante las Notas).

De lo Divino y de lo humano.

 

Botón de muestra de lo humano:

- Sobre el modo de hablar (sin tacos, sin palabras malsonantes…)

- Sobre el modo de vestir (modestamente, siempre con manga, sin cosas de marca, sin tacones sobre la tarima del oratorio…)

- Sobre el modo de andar (sin correr por la calle, sin ir en grupo…)

- Sobre el modo de descansar (el sol en la piscina, sentada; jamás tumbada. Prohibidas las playas, un paseo a la semana, una excursión al mes… y nada de espectáculos públicos, para los numerarios y agregados)

- Y dormir en tabla las numerarias, los numerarios, no. Y fumar las agregadas, las numerarias, no. Ellos, sí)

     Y paro ya, porque de puro ridículo os creeríais que exagero. Nada había fuera de control.

 

Botón de muestra de lo Divino:

-                                 Sugerencias para la lucha de una determinada persona, lo que había que decirle en la charla fraterna (¡un gobierno que versa sobre la vida interior de las personas concretas!).

-                                 Temas que sugerían para llevar a la oración.

-                                 Temas que sugerían para que se explicaran en los medios de formación.

-                                 Sugerencias para que se hiciera la lectura espiritual con un determinado libro.

-                                 Recordar criterios de pobreza, de pureza,  de obediencia…, o de lo que sea. En el fondo…, imponer criterios (esas Notas suponen constantes determinaciones y limitaciones a la autonomía de la decisión personal).

-                                 Metas apostólicas que teníamos que cumplir en el mes, incluido el número de pitajes.

-                                 La decisión de que fulanita, por su bien, cambie de Centro, o de ciudad…

-                                 Sobre lo que había que comunicar al sacerdote, acerca de las directrices que debía dar a tal persona en la dirección espiritual.

Y paro ya, porque os habréis quedado pasmados al descubrir  en manos de quién está la vida interior de las personas, y de cómo se amplía ilimitadamente por este cauce el contenido de los Estatutos.

 

Para hacerse mejor a la idea, recomiendo leer la Instrucción para los directores, del 31-V-36, p. 38, 44, 47, 70, 71, 72, 75, 76, 87, 98, 99, 101, 102, 103. Publicado en Documentos internos de esta Web.

 

Produce verdadero terror pensar que ya no es Dios el que suscita en el alma… Hasta lo que Dios tiene que suscitar, está programado, dirigido y controlado.

 

 

Y ASÍ PASÓ MI VIDA, ENTRE PAPELES, MAS QUE ENTRE PERSONAS.

PARA AHORA TENER UN SUEÑO…

UN SUEÑO Y LUEGO UNA PREGUNTA.

Y AHORA, UNA CURIOSIDAD QUE VA PARA LOS DE DENTRO:

SINCERAMENTE, A VOSOTROS, ¿OS CUADRA?

 

 

Dolce Vita

 

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Publicado el Friday, 06 June 2008



 
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