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 Tus escritos: 'Santificar lo ordinario' (Cap.5 de 'Lo que el Opus...').- Gustavo

010. Testimonios
Gustavo :

"Santificar lo ordinario"
Cap.5 de 'Lo que el Opus se llevó'
Enviado por Gustavo el 24-3-2004.-

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido...

Como comentaba, yo quería irme a Katmandú a conquistar el mundo para Jesús, el Papa y la opus y sólo me mandaban a unas pocas cuadras de donde estaba. Es decir, la santidad en la vida ordinaria.

Es notable la diferencia entre las expectativas que a uno le crean en la opus con lo que realmente pasa después. A mi esto me causó un gran desconcierto, ya que me habían inculcado en el Centro de Estudios que "había que conquistar el mundo para Dios"...

Se hablaba en las tertulias de la gente de la región que iba a países lejanos a colaborar con la "evangelización". Se contaban anécdotas de la vida del fundador de la Opus, todas heroicas, y sin embargo uno volvía a su vida "normal" al salir de ese "entrenamiento intensivo". Uno esperaba aventuras, pero no, en mi caso no se dio así.

Es más, si bien tanto se habla de la santidad en la vida ordinaria, es llamativo ver cómo se menciona permanentemente las cosas "extraordinarias" que el ocurrieron al fundador durante su vida (mil cosas, desde la Rosa de Rialp hasta el viaje en barco a Italia, pasando por los cuadros de la Virgen que le hablaban, su muerte y "resurrección", etc, etc). Es decir, un doble discurso para confundir un poco más volver a uno mas dependiente de sus directores.

También me llamó la atención - no tengo estadísticas, Uds. podrán corroborar
esto o no según vuestra propia experiencia- es que muchos numerarios "despitan" mientras hacen el Centro de Estudios o apenas se van de él. Es como si de golpe se desinflaran.

Mi nuevo centro era una casa grande, de muy buena calidad y ubicada en un muy buen barrio de la ciudad en que vivía. Se realizaba mayormente labor de San Rafael y algo de San Gabriel. Habitaban allí unas 16 personas, de las cuales cuatro o cinco eran residentes. Esto ocurrió sólo durante uno o dos años -creo que por motivos económicos- siendo los residentes reemplazados por numerarios de mayor capacidad "contributiva". Con el tiempo este pasó a ser un centro de "jóvenes profesionales", increíblemente con labor de San Rafael.

Los numerarios de la casa eran bastante variados y cómo siempre algunos más queribles que otros. Se hace muy sencillo -al ser un centro pequeño- conocer rápidamente los defectos y virtudes de cada uno de ellos. Igual se podían dividir en cuatro grupos : a) los integrantes del Consejo Local; b) los numerarios con "años en la obra" y c) los "recién salidos del Centro de Estudio y d) los ascritos.

Es clara la diferencia entre unos y otros: Los numerarios del Consejo Local son los que empujan y persiguen a la gente. No tanto como en el Centro de Estudios. En este caso concreto el director era un "joven profesional" con mucho entusiasmo. Hacía años que era director de ese centro y lo siguió siendo muchos años después. Cuando dejó de serlo, se fue de la obra, de una manera un poco escandalosa (hizo un master en una institución de la opus y -según me hicieron saber unos supernumerarios- se enamoró de una señorita que estudiaba allí). Al poco tiempo se casó -creo que con este misma-. Creo que también sufrió una gran desilusión al dejar de ser director. Es notable como en la opus, muchos buscan poder, aunque sea sobre los demás que conviven en un centro. ¡Pobre gente!

En la región en la que me encontraba, los Directores parecían "vitalicios" ya que casi nunca cambiaban. Ni siquiera los de la Comisión o Delegación. A lo sumo, rotaban de lugar, pero esto ocurría muy raras veces. No sé si esto será normal o no en todas partes.

El director siempre parecía alegre -aunque a veces se notaba que no era así- con un temperamento muy italiano. Servían bastante bien de contrapeso, el subdirector y el secretario que eran más bien parcos y fríos, demostrando una obediencia sin límites.

Los numerarios con mas tiempo, parecían apagados, tristes. Algunos de ellos tomaban "pastillas" -léase tranquilizantes y/o antidepresivos-. Eran buena gente, sin duda, pero algo no andaba bien en sus vidas. Recuerdo que uno tenía problemas para dormir y por consiguiente, para despertarse a la mañana. Yo tenía el encargo de despertar a los habitantes del centro y a éste, lo despertaba tres o cuatro veces seguidas. Un día me di cuenta que lo estaba "torturando" y decidí no despertarlo más. Hombre, ¡que lo haga su ángel de la guardia como le pasaba al fundador! (algo muy ordinario). Hablé con el director y el me dijo que sí, que le parecía bien que lo dejara descansar un poco más.

Otros se encerraban en sus dormitorios y salían sólo para comer, o para hacer las normas. Así fue como de a poco, algunos se iban apagando y finalmente se marchaban. Era como una especie de agonía. Esto se notaba y claramente afectaba el ambiente del centro.

Los numerarios "recién" salidos del Centro de Estudios eran "aptos para todo servicio". Si, ahí estábamos, todavía no agotados y con muchas ganas.

Los ascritos eran el aire fresco de la casa. Realmente eran los más divertidos y -junto con los chicos de San Rafael- el alma del centro.

Comencé ocupándome de la labor de San Rafael. Lo mejor, como ya lo he dicho otras veces, era no pensar y obedecer. Igual era ya claro que no era eso lo que yo quería para mi vida y mi primer año allí fue de un intenso sufrimiento interior. Muchas lecturas relacionadas con vocación, Surco, Forja a la oración, los famosos libros de meditaciones. Largas charlas con el director y el sacerdote - que era muy, pero muy limitado-.

Con respecto a este sacerdote puedo contar una pequeña anécdota que lo pinta de cuerpo entero: Mi abuelo se estaba muriendo. Me avisaron que estaba muy mal y que se lo llevaban a terapia intensiva, ya que le había dado un infarto. Mi familia me pidió que consiguiera un sacerdote para darle la Extremaunción. Me dirigí al sacerdote de mi casa para que me acompañara urgente al Hospital, a lo que este me respondió que no, que estaba muy cansado. Yo no lo podía creer. Fui a ver al director del centro y le conté lo sucedido. El director fue a ver el cura y le pegó unos cuantos gritos, y el sacerdote, de mala gana, aceptó acompañarme. Cuando llegamos al Hospital mi abuelo ya había muerto, obviamente sin recibir su último sacramento, todo por culpa de ese cura que pensó más en su cansancio que en las almas de su grey. ¿Cómo se puede ser cura y no tener hambre de salvar almas? . Es como ser abogado y no tener hambre de defender al indefenso, o ser médico y no tener hambre de curar enfermos. Definitivamente no lo entiendo. A lo mejor era cura por equivocación o por obligación...

Para mi suerte el sacerdote cambió al poco tiempo -no sé si este hecho habrá tenido algo que ver- y vino uno mucho mejor (recién llegadito de Roma). Es gracioso ver como llegan con unos aires de gran señores. Con uno de los adscritos nos encargamos rápidamente de bajárselos al dejarle sucio con tinta uno de los cajones del escritorio que utilizaba.... Este sacerdote resulto ser un señor, a quien le estoy muy agradecido por un gesto que tuvo conmigo cuando yo peor estaba -aún faltaban varios años para eso-.

Las cosas fueron funcionando a contrapelo -siempre levantándome antes de hora para llegar a mi trabajo puntual- con épocas mejores y con épocas peores.

En realidad todo iba bien mientras menos pensaba y mientras mas labor tenía. Aquí hay algo simpático -por lo menos ahora, que me viene a la memoria. Un niño de catorce años, a quien "trataba", hijo de un supernumerario, había decidido pitar y de hecho pitó.

El chiquillo no tuvo peor idea (en realidad la idea era buena, pero para ser de la opus no) que contarle la novedad a su padre. Su padre, -repito, supernumerario de años, encargado de grupo, de comportamiento ejemplar, etc. etc.- al enterarse llamó al centro diciendo que quién nos había dado autorización para hablarle de vocación a su hijo, que le iba a prohibir ir al centro y que si nos acercábamos a él "nos iba a agarrar a tiros". ¡Que tal?. Obviamente este niño no siguió en la obra, pero lo más increíble es que el padre si.

Yo me daba cada vez mas cuenta que esto no era la mío, pero era difícil tomar distancia, por lo que se me ocurrió ir a estudiar al exterior. ¡Para qué!. Al principio nadie me tomaba en serio. El director me decía que dejara eso para gente con mayor capacidad intelectual (¿?). Todo el mundo me desalentaba de la idea. Sin embargo yo insistía en ello y así fue que, finalmente -a pesar de tener a toda la opus en contra-, conseguí ser aceptado por una universidad "top ten".

Aún recuerdo cuando llegó la carta con la admisión. El sobre estaba cerrado y el director esperándome para comer -yo, para variar llegaba tarde por motivos de labor apostólica, ya que llevaba charlas a supernumerarios-. Me dijo: "Ábrelo, que vamos a festejar". Yo sólo le contesté: "Hombre, que aquí el único que va a festejar soy yo, vosotros en nada me habéis ayudado con esto, todo lo contrario". El director se quedo mudo y me dejó comiendo sólo. En realidad terminé festejando con un ascrito, el único que me alentó en esa empresa. Faltaba aún conseguir el dinero, otra tarea nada fácil.

Así y todo resultó que al poco y tiempo me dieron el encargo de ir de director al UNIV. Quince días en Londres -estudiando inglés en Netherhall House- y otros tantos en Roma -para Pascua-. A mi me llamó la atención que la elección recayera en mí, pero obviamente me sentí feliz por esto. No sabía que ese viaje sería el principio del fin, ya que me haría comenzar a ver todas las cosas desde una óptica muy distinta.

(Continuará)


Publicado el Wednesday, 24 March 2004



 
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