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 Tus escritos: Se puede salir a los cincuenta.- Nacho Fernández

020. Irse de la Obra
nachof :

SE PUEDE SALIR A LOS CINCUENTA

 

 

He pasado unos días fuera de España. Esto me ha impedido leer opuslibros como lo hago habitualmente. Me ha sorprendido el comentario de Gust que, refiriéndose a una entrevista con el sacerdote de su antiguo centro, dice que claramente él vio muchas de las cosas que yo le comuniqué... y al final, prefirió continuar su vida ya resuelta, que buscársela a los 50 años de edad”.

 

Pues bien, yo salí con cincuenta y tres años de edad. Supuso mucho esfuerzo en mi vida, pero preferí asumirlo. Con ello lo que pretendo decir es que a cualquier edad uno se puede ir del Opus Dei, aunque ello suponga luchar contra el lavado de cerebro que han supuesto los muchos años que has estado dentro y te das cuenta que has formado parte de una secta de la Iglesia Católica, pero una secta...



Cuando numerarios y agregados del Opus Dei cumplen los cuarenta años de edad, no de incorporación, se suelen hacer una serie de celebraciones, que varían según lo desee el fiel de la prelatura que llega a esos años de vida. Incluso se llega a decir habitualmente que son años de madurez. Sin embargo, somos muchos los que nos hemos ido después de esas celebraciones. Los directores de la Obra suelen manifestar que si se abandona la entrega es por falta de madurez, cuando en realidad lo que estás practicando es tu libertad. Os puedo decir que yo soy infinitamente más feliz desde que me he ido. Ahora a finales del próximo mes de octubre harán diez años desde que me fui.

 

Recuerdo perfectamente la última tarde de domingo que pisé mi centro, el denominado Amaniel, en la calle Federico Rubio i Gali de Madrid, esquina a la de Pablo Iglesias. Llevaba diez años pensándolo. Nueve meses antes había hablado con Rafa S. el director de mi centro y le pedí que rezara por mí, pues me estaba planteando irme. Le indiqué una serie de cuestiones para cambiar el centro, pero no me hizo caso. En el Opus Dei te invitan a ser “salvajemente sinceros”. Pienso que para lo único que sirve ese consejo es para incorporar más datos a los informes que existen sobre tu persona. Tu mismo te echas tierra encima.

 

El día que me fui de la Obra me quedaban cuatro meses para cumplir los 54 años. Yo llevaba diez años pensando irme. Me hice el propósito de mirar para adelante y dejar atrás esa parte de tu vida, que me sirvió para ver claramente lo que había detrás del Opus Dei. No es una familia como ellos se pregonan, sino una empresa que, en nombre de Dios, humilla y controla a las personas. Acabo de estar en Cuba. El control totalitario de la isla es parecido, con todas las distancias, al que existe en lo que los opusianos llaman “nuestra madre guapa”.

 

Aquel domingo supuso para mí una marcha hacia lo desconocido. Yo acababa de cumplir los veinte años cuando me hice de la Obra y casi treinta y cuatro años después ignoraba las cosas más sencillas. En el Opus Dei se habla de santificarse en medio del mundo, a la vez que se indica que hay que “ser contemplativos en medio del mundo”. En algunos momentos pienso que la supuesta vocación a la prelatura es más un alejarse del mundo, que estar dentro del mundo. Yo era agregado y sabía lo que era vivir con mi familia, pero no sabía las otras cosas del mundo.

 

Se nos invitaba en la Obra a no tener trato con las mujeres y, si nos pasábamos en algún frente, es por ser antipáticos con ellas. Consideraban que de ese modo guardábamos nuestro corazón. Era una manera de alejarse del mundo. Claro. El fundador, el Santo Marqués de Peralta, solía decir que había que “ser del mundo sin ser mundanos”. Se nos decía que todas las mujeres “van a cazar marido”, y se ponía la excepción de las mujeres del Opus Dei y de nuestras madres. Hubiera sido tremendo incluir en ese apartado a nuestras madres. En los primeros momentos de mi incorporación recibí una fuerte bronca porque había besado a una hermana de mi madre y a otras mujeres más lejanas en el parentesco. Solo podía besar a mi madre.

 

Al dejar de ser de la Obra, lo de no besar a las mujeres se acabó y no me he casado con la primera a la que besé. Y ahora tengo amigas y no pasa nada porque vayamos hablando por la calle, o porque ellas me cojan del brazo. Cuántos prejuicios estúpidos he tenido que aguantar para supuestamente guardar mi corazón.

 

Fueron casi treinta y cuatro años de pertenecer al Opus Dei, pero también treinta y cuatro años de no ir a un cine, de no relacionarme con mujeres. Cuando salí, pasé del cine en que se pregonaban las bebidas refrescantes y los caramelos y las pipas de girasol, a un cine en el que me sentaba tranquilamente en la butaca, habiendo comprado previamente unas palomitas de maíz y una bebida refrescante.

 

Por lo que se refiere a la relación con vistas a constituir una pareja con una mujer, yo no sabía ligar. He ido aprendiendo con el tiempo y me he dado cuenta perfectamente cual es mi verdadera sexualidad. Entre los numerarios y agregados del Opus Dei se nos invitaba a no mirar a las mujeres. Supongo que entre las mujeres de la Obra será al revés. Gráficamente se nos decía que había que “cuidar,  la vista, la revista y la entrevista”. Era una manera más de alejarnos más del mundo.

 

Cualquier numerario o agregado del Opus Dei que abandona la prelatura puede tener el prejuicio equivocado de que es muy fácil encontrar pareja. Eso es falso totalmente. Afortunados los que han encontrado su complemento. Yo no lo he encontrado.

 

Para un agregado que se va del Opus Dei es más fácil adaptarse a la nueva situación. Y no tuve que aprender a cocinar, pues ya lo hacía antes de irme. Los numerarios que se van, salvo los que viven en pisitos particulares y les autoriza la Obra, no saben cocinar ni poner una lavadora en funcionamiento. Lo sé por varios amigos que me lo han contado. Yo lo sabía. Claro que para eso vivía con mi madre. Y sabía muchas otras cosas de la casa.

 

Una manera de luchar contra el adoctrinamiento y el lavado de cerebro que existe en el Opus Dei es hacer lo contrario de lo que nos recomendaban cuando pertenecíamos a la institución. Si los sábados por la tarde, salvo las fiestas de la Obra, no merendábamos, hay que merendar, si te apetece. Recuerdo una vez que en compañía de otro ex agregado decidimos merendar un bocadillo de calamares fritos en algún bar cercano a la Plaza Mayor de Madrid. Después nos fuimos al cine. Lo pasamos como nunca. Nos decían que si abandonábamos la Obra nos íbamos a ir al infierno. Los dos lo recordamos y llegamos a la conclusión que el bocadillo de calamares nos supo a gloria. Pasamos del infierno a la gloria. Qué cosas.

 

NACHO FERNÁNDEZ




Publicado el Friday, 04 July 2008



 
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