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 Tus escritos: No debí pitar.- Westy

050. Proselitismo, vocación
westy :

No debí pitar

Westy, 19 de septiembre de 2008

 

 

Cuando hice una síntesis de mi vida como numeraria comenté que estuve 5 años como adscrita, pero me faltó decir que no debí pitar. Realmente no tenía ni idea de lo qué era el Opus Dei. Cuando me plantearon la vocación y me dijeron que yo debía verlo, se me planteó una duda interior. El hecho de invitarme a "una convivencia especial" me hizo sentir cierto orgullo, aunque no sabía muy bien que era eso. La convivencia nos la dio D. Fernando Lázaro que se pasó los tres días relacionando la vocación con la indecisión de Hamlet (ser o no ser esa es la cuestión). Ahora tengo que decir una cosa que me da una vergüenza horrible pero pasó así. Cuando fui a confesarme sin querer me tiré un pedo, y me puse tan nerviosa que le pregunte de repente al sacerdote si tenía vocación (a veces en broma conmigo misma me digo que pité por un pedo; es horrible). Después de confesarme es cuando surgió mi duda interior. Tenía 16 años, comenzando la adolescencia, pero hay que situarse en aquella época: a los 16 era totalmente inocente (no es lo que ocurre ahora). Me fui con mi duda y estando en el club en el estudio y no pudiendo ponderar las cosas (demasiado joven) y dado que eso me quitaba la paz, fui a dirección y dije que quería ser de la Obra...  



Cuando empecé a escribir la carta pregunté si numeraria era de las que se casaban o no. Me dijeron que de las que no se casaban; me daba igual. La verdad que en aquellos años el tema de formar una familia me quedaba muy lejos.

 

A los 6 meses hice la admisión. Para que os deis cuenta de lo que me había enterado pensé que todo consistía en rezar mucho y en cada charla fraterna decía cuantos rosarios había rezado (recuerdo que 5 al día). La verdad es que me extrañaba que no me felicitaran ya que rezaba tanto. Recién pitada le dije a una numeraria que se ocupaba de mí si "esas amigas tuyas no se iban a enfadar si iba tantas veces a tomar café". Recuerdo que en mi primer curso anual me fui tan pina con pantalones (sin ninguna falda). Cuando me dijeron que con falda, mis padres me enviaron una y me apañé con esa todo el curso anual. Me traía frita el tema del velo y el de besar el suelo antes de rezar la preces. Me daba mucha vergüenza. El día que recibí mi primera carta y me la dieron abierta monté en cólera y le pedí a la directora el libro donde estaba escrito todo lo que teníamos que hacer para no darme más sorpresas porque le dije "todo esto tienen que estar escrito en algún sitio". Al año más o menos ya me había situado e intenté vivir la vocación. Aunque nunca lo dije (fallo por mi parte) la sentía como una desgracia que me había tocado y por eso me entristecía cada vez que alguien pitaba, pero he de decir que una vez era de la Obra la quería como si llevara allí mil años: ya era de la familia.

 

Supongo que no ocurrió así en todas partes pero en el centro en que yo estaba las personas "responsables" eran muy jóvenes y con poca experiencia y no tenían "criterios claros" sobre ciertas cosas. Recuerdo que cuando era un día de fiesta nos quedábamos celebrándolo hasta las tantas de la madrugada y luego nos quedábamos a dormir en distintos sitios (en las mesas del cuarto de estudio que eran muy grandes, etc.) Debió ser muy divertido, lo digo ahora, cuando las de la delegación vinieron a felicitarnos y se encontraron con semejante panorama incluida la directora. Poco a poco las cosas se fueron encauzando cuando el club de bachilleres se trasladó a un sitio con las condiciones. adecuadas y vino gente más mayor.

 

Por lo que a mi respecta, la verdad que aguantaba unos meses con las normas de piedad y el esfuerzo apostólico, pero al final estallaba y estaba 15 días sin aparecer por el centro. Obviamente algo pasaba que no sabía explicar y tampoco lo debieron ver porque yo era muy buena, apoyaba en todo lo referente al centro, confiaban mucho en mí y cuando había alguna adscrita que se "ponía en mal plan" me encargaba de hacer que recapacitara y sabía hacerlo fundamentalmente porque escuchaba, no daba la taba y sabía contestar a todas sus preguntas.

 

Esto está un poco desordenado. A los 18 años me fui a vivir al club de bachilleres, pero para que os deis cuenta de mi "madurez", o sea, de risa, me llevé una muñeca (Pebles picapiedra) con su hueso incorporado en la cabeza. Cuando salía del instituto y hasta la hora de comer no sabía qué hacer en el centro, estaba incómoda, pensaba que había que aprovechar el tiempo y me metía en el cuarto de estudio; total un rollo porque las ganas de estudiar y nada eran lo mismo. Al final tampoco fue bien esta experiencia. Antes de volver a mi casa estuve 15 días sin querer levantarme y fumando en la habitación. Estaba en la pequeña administración de modo que todo fue muy discreto. Por la noche agarraba el petate y me iba a dirección, me tumbaba en el suelo y decía "X" dame la mano, "X" dame la mano, "X" dame la mano. una y otra vez hasta que lo conseguía y me dormía. Increíble verdad. Por supuesto no se si llegó a tres meses mi "incorporación a la vida de familia".

 

Después de todas estas peripecias por fin me fui a hacer el semestre. Estaba alocada porque llevaba dos o tres años pidiéndolo. En un momento concreto, a punto de terminar el semestre, la directora me preguntó si no pensaba hacer la Oblación a lo que respondí que no sabía que tenía que pedirlo yo y entonces le dije: pues ya la pido. Del semestre a Goroabe. Ahí estuve un mes más o menos y como nadie me había dicho nada seguía sin hacer la Oblación. Ahora conforme escribo esto me doy cuenta de lo que pasó. La directora del semestre debió tener dudas acerca de si debía hacer o no la Oblación por eso hasta que no vieron que no era una persona idónea para ser numeraria estuve en Goroabe. Un día vino a verme la directora de mi grupo al trabajo y me dijo que en el centro de estudios no había suficientes plazas y que debía volverme otra vez a casa. Lo estaba pasando tan mal que ni siquiera me molesté y le dije que sin problema, que ya iría a Goroabe el año que viene. Ni que decir tiene que no volví a ir. De Goroabe a mi casa, de mi casa al club y al mes del club a la calle. Me dijeron sin más que ya no era de la Obra. Por desgracia en ese curso había cambiado todo el consejo local por lo que me lo comunicó una persona a la que no conocía y que tampoco me conocía a mí por lo que supongo que cuando le pregunté porqué, no lo sabía muy bien y se enrolló como una persiana. Total no me enteré de nada sólo recordé una desafortunada frase: "los peces no vuelen y los pájaros no nadan". Esta frase me ha martirizado durante años sobre todo porque mi preocupación era saber si no había puesto todos los medios por sacar adelante la vocación, pero la frase no me decía nada a este respecto. Incluso pasados varios años logré localizarla en Granada, la llamé por teléfono y le pregunté por la dichosa frase. Ni se acordaba de mí ni de la frase. O sea que me quedé igual.

 

Ahora que me doy cuenta de lo que pasó pienso en lo fácil que hubiera sido decirme que después de 5 años la vocación no terminaba de asentarse, que me faltaba madurez y que tenía dificultad en el apostolado. Os aseguro que lo hubiera entendido, otra cosa es que no me doliera, pero no habría sufrido este calvario. En fin, como mi hermano mayor suele decir, en la Obra no te dicen ni sí ni no, sino que dicen "ni". Nunca hubiera imaginado que escribir esto en Opus libros me supusiera soltar definitivamente el peso que he llevado a la espalda hasta hoy.

 

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Publicado el Friday, 19 September 2008



 
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