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 Tus escritos: Perfil jurídico real del Opus Dei.- Sergio Dubrowsky

110. Aspectos jurídicos
Sergio Dubrowsky :

PERFIL JURÍDICO REAL DEL OPUS DEI

Sergio DUBROWSKY, 12 de noviembre de 2008

 

 

“<<Hay algo en el derecho que hace que cuando la norma no se adapta a la vida, la vida termina siendo norma, y la norma escrita se deja de lado>>. Esto se lo escuché al viejo profesor de la Facultad de Derecho de la Univesitá de la Sapienza, en Roma, Vincenzo del Giudice, quién a su vez decía que lo había escuchado de Santi Romano, el del Ordinamento Giuridico, cuando yo era un joven estudiante que iba a desintoxicarme escuchando las clases del viejo profesor, del Maestro, de los tostones con que nos torraban los frailes, cabales representantes de la escuela exegética, como Michiels, el capuchino belga, en el Angelicum ”. No es textual, pero casi. Me parece estar viéndolo y escuchándolo a Pedro Lombardía, con su campera como decimos nosotros, o cazadora, como dicen en España, sus gruesos anteojos y la mariconera, como el llamaba a su pequeña bolsa o cartera, donde llevaba su inseparable pipa. Con estas palabras nos introdujo en el estudio de la costumbre en el Derecho Canónico, fuente normativa equipolente a la ley, un tema que le apasionaba, y para el que estaba prevista a lo sumo una clase, que terminaron siendo tres, cuatro, o quizás más. Ese curso académico, 1982/1983, fue el último en que Pedro estuvo, de hecho, a cargo de la cátedra de Parte General y Derecho de la Persona, en el ciclo de Licenciatura en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra...



 Luego estuvo un año, el curso 1983/1984, entre Pamplona y Madrid, hasta que finalmente se pudo hacer cargo de su cátedra de Derecho Canónico en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Recuerdo con mucho afecto ese curso, no sólo por el invalorable magisterio de Pedro, sino también por mis condiscípulos, mis compañeros y compañeras. Por lo menos tres de la cuatro mujeres alcanzaron en pocos años la máxima jerarquía académica en alguna Facultad de Derecho en España, y de los varones, otro tanto: al menos otros cinco hicieron lo propio. Y varios, sin alcanzar la máxima jerarquía, la de Profesor Ordinario, han destacado en la docencia o con alguna publicación. Sin duda, la calidad de los alumnos retroalimentaba la calidad de la docencia de Pedro, que lucía, si cabe, aún más. Por otra parte, era un momento muy especial: estábamos estrenando Código de Derecho Canónico y también Prelatura Personal…

 

Me sea perdonado el nostálgico recuerdo de aquellos años, pero la cuestión de la fuerza normativa de la costumbre, particularmente en el Derecho Canónico, tiene mucho que ver con lo que referiré más abajo.

 

Desde la erección de la única Prelatura Personal por parte de la Sede Apostólica, como todos sabemos, la Prelatura Opus Dei, han corrido ríos de tinta sobre la figura de las prelaturas personales y sobre el Opus Dei. El tema remanido, de casi ningún interés para la gente ajena al Opus Dei, en resumidas cuentas explica la prelatura siguiendo los lineamientos del tradicional método exegético (que más allá del comentario jocoso de Pedro Lombardía sobre Joseph Michiels o.f.m. cap; será siempre un método legítimo y válido) la explica más o menos como lo hizo Bienvenido en estas páginas, y quiénes desde otras conceptualizaciones de lo jurídico, o incluso con un abordaje metodológico ajeno a la ciencia del derecho, el teológico, el sociológico, etc; descalifican esas explicaciones e insisten en que las prelaturas personales son otra cosa diferente. Amén de las discusiones de escuela y las diversas perspectivas epistemológicas, que duda cabe que en muchos, muchísimos casos… se enmascaran posicionamientos apriorísticos, ideológicos, pro Opus Dei, o anti opus… (Carlos Marx, el primero en conceptualizar la noción de “ideología” como la usamos hoy, la definía como la justificación pretendidamente racional de una ambición inconfesable…) Por eso nunca quise, en ningún ámbito, entrar en esta polémica, o diatriba,  que sólo interesa a los pro y a los anti, aburrida e inconducente como las polémicas medievales acerca del sexo de los ángeles…

 

Lo único que he visto novedoso, en todos estos años, y que en mi humilde opinión servirá para que muchos clarifiquen su visión de las cosas, sepan donde están parados, y a dónde quieren llegar, y que hasta podría dar para estudios académicos serios sobre el fenómeno Opus Dei, es la breve, casi esquemática, pero sustancial, colaboración en esta web de Haenobarbo de fecha diez de septiembre de este año. Es más, escribí estas líneas entonces de un tirón, pero preferí no enviarlas para releerlas y decantar su contenido. No he cambiado ni una coma. ¿Por qué esta afirmación tan tajante? Porque si  de la conceptualización de la Prelatura, de los fieles de la Prelatura, etc. pasamos a la observación concreta de la vida, el contraste resulta enorme. La vida discurre por canales diversos a las normas, tanto del marco jurídico general, como de la propia legislación particular, como tan bien y tan repetidamente ha sido descripto (y testimoniado) en esta web. Sin ánimo de ofender ni de polemizar con nadie a quién mis palabras pudieran herir, ya que en todas partes se cuecen habas, y el respeto por los derechos humanos, por más que estén conceptualizados y formalizados en constituciones escritas, etc. etc. nunca son respetados estrictamente y a fondo en ningún lugar del mundo (los detenidos en Guantánamo, por poner un ejemplo de los EEUU: leía hace pocas semanas que renunció, asqueado, un fiscal militar que llegó creyéndosela… los inmigrantes en EEUU, y sur de Europa, y un largo etc.) tampoco cabe duda que el nivel de respeto y de garantías jurídicas en Europa, EEUU y en algún que otro lugar del mundo es mayor que en el resto del mundo… Pues bien, querido Bienvenido, tu magnífica explicación partiendo desde lo formal normativo, parece una clase acerca de los derechos humanos en Haití o en Santo Domingo… partiendo de sus impecables Constituciones escritas, a la altura de las más avanzadas del mundo… que poco tienen que ver con lo que parece ser la realidad de la vida en esos países, donde pareciera que la vida humana vale muy poco, aún menos que en los países que consideramos más avanzados o “civilizados”.

 

Cuando yo pedía la admisión, lo hice en una institución modelo principio de los setenta del siglo pasado, como se describía a grandes y fundamentales trazos en Conversaciones…: era una cosa  (querida por Dios) para ayudar a los laicos a hacernos santos, santificando las realidades temporales, el trabajo que cada uno liberrimamente elegia, éramos anticlericales (el santo Fundador lo decía de si mismo: yo soy anticlerical…) incomprendidos los la Jerarquía de la Iglesia, Sede Apostólica y Obispos, porque habíamos llegado con un siglo de anticipación, teníamos una configuración jurídica inadecuada, por cuya solución rezábamos todos, todo, todos los días. Por esa circunstancia, debíamos hacer un votos (pero al Fundador no le interesaban los votos, ni las botas, ni los botines ni los botones…) que hacíamos con la condición expresa de no ser religiosos ni equiparados a los religiosos. Eso era lo único que debíamos tener claro en cada etapa de los sucesivos pasos de incorporación: era de lo que nos examinaba el Defensor de la Comisión Regional o su delegado en nombre del Padre. Condición expresa, DE ESAS QUE CAUSAN LA NULIDAD, nos explicaban (a mi, la primera vez Raúl Lanzetti, allá por el año 1973, y la última, Ramón García de Haro, en las clases de “Espíritu de la Obra” que nos daban en el Colegio Romano de la Santa Cruz, en 1980, que en el curriculum studiorum figuraban como Theologia Pastorales I y II) Por eso nuestra fidelidad vocacional de jugaba en no permitir jamás que nos transformaran en religiosos, contra nuestro carisma, porque si lo permitíamos, terminaríamos como la fundación de San Francisco de Sales, que quiso hacer una cosa para laicos, que devino en la Orden de la Visitación, una de las beneméritas órdenes religiosas donde se observa una de las clausuras más estrictas entre las vigentes.

 

Pues bien, así lo entendí y así viví unos quince años de mi vida. Nunca tuve dudas ni grandes problemas… confieso que soy de los que no se enteran de lo que pasa al lado mío, tanto que más de una vez se marchó alguno con los que convivía, y yo sin enterarme hasta que desapareció. Siempre navegué a favor de la corriente y con viento a favor: me dejaron siempre hacer lo que me daba la gana, o me daba la gana hacer lo que me pedían. Sin problemas.

 

Salió la tan ansiada Intención Especial, se erigió la Prelatura, se nos dispensaron los votos, nos vinculamos nuevamente mediante un contrato… y comenzaron los problemas. Pareciera que la mens de Alvaro del Portillo al respecto era conceder sin ceder, con ánimo de recuperar, pero en sentido diametralmente inverso al que nos enseñaban antes…  Nada ha cambiado… A los pocos meses, avisos e indicaciones sobre cosas varias, algunas nímias y ridículas, pero sobre todo, precisando que no se habían dispensado todos los votos, sino los tradicionales de castidad, pobreza y obediencia. Los otros votos y juramentos continuaban vigentes… Se seguían y seguirían haciendo las ceremonias de las sucesivas incorporaciones, que como nos explicara tan bien Haenobarbo, son votos o juramentos, o sagrados vínculos… que sujetan a quiénes los hacen con un vínculo (jurídico, en el fuero interno y externo, y también moral, en conciencia) de consagración personal sobreañadida y diferente a la bautismal….

 

Yo había sido ordenado sacerdote, y vivía en un centro dependiente directamente del Prelado, cuando por primera vez en mi vida y llevando más de diez años dentro, el Director del centro pretendió imponerme algo (realmente no recuerdo qué cosa, era una nimiedad) POR LA SANTA OBEDIENCIA Y EN VIRTUD DE LOS COMPROMISOS… Mi reacción inmediata fue de hilaridad, además de reirme en la cara del desconcertado Director, le dije mas o menos que ni ebrio ni dormido haría algo en esos términos. Fue mi primer paso hacia fuera. Como era de esperar, pasaron muy pocos meses (los necesarios para finalizar el Curso Académico, y que mi partida fuera “natural”…)  para que me reclamaran “ingentes necesidades pastorales” del otro lado del océano… que no existían ni eran tales.

 

Cuando llegué, además de ir de aquí para allá (en menos de seis meses pasé por tres países y cuatro provincias dentro de Argentina) el clima que se respiraba en los centros era más adecuado al decreto Perfectae Caritatis (que es el documento del Concilio Vaticano II que trata sobre la vida consagrada y religiosa) que al decreto Apostolicam Actuositatem (que es el que trata sobre el apostolado de los laicos). Muy pocas personas destacaban, o se esforzaban por destacar, en el trabajo: el horizonte existencial de los Numerari@s era trabajar en la Nomenclatura, o a lo sumo, en las instituciones “controladas”, “de esas que no tienen nada que ver con el Opus Dei”..: colegios, universidades, etc… Recuerdo que al poco tiempo de llegar, haciendo mi curso anual de verano, pedí para releerlos, los Estatutos… Al pobre Director que se los pedí, puso una cara como si hubiese visto un aparecido, un alma en pena, o algo así: no sé si fue un éxtasis o arrebato místico, propio de su “gracia de estado”, como conviene a los Superiores religiosos, o simplemente hizo tilt, como los artefactos electrónicos, y me dijo que lo consultaría a la Comisión Regional… como es obvio, la respuesta fue negativa, por lo que tuve que encargar a un amigo en España, ¡que me los comprara en una librería! (ya se habían editado, con los trabajos de Amadeo de Fuenmayor, José Luis Illanes y Valentín Gómez Iglesias). Los recibí por correo antes que terminara el curso anual…

 

Pero más lamentable que lo anecdótico era que toda la formación que se impartía, sobre todo a las nuevas camadas, poco tenía que ver con lo que yo en su momento había recibido, sino con formas de vida de ambiente cerrado, piadoso, exaltando esos aspectos en detrimento del trabajo, de la vida al aire libre, de la calle, de lo que hacen, en una palabra, ¡¡los laicos!!

 

Poco tiempo después  (esa es otra historia: no me fui, me fueron: de patitas en la calle, porque esa noche llegaba “un nuevo sacerdote en mi lugar y debía desocupar el dormitorio”… se enteró por interpósita persona el entonces señor Arzobispo, que estaba fuera de la sede, creo que en reunión de la Conferencia Episcopal, el difunto Raul Francisco Cardenal Primatesta, quién dio indicaciones para que fuera su huésped en su residencia, situación que se prolongó unos años, y que fue providencial, como me he enterado hace poco, para dejar sin fundamento una calumnia que se había urdido en mi contra, con la que pretendían suspenderme a divinis y “expulsarme” del Opus Dei) dejé de vivir en un Centro, y no tengo idea de cómo viven actualmente. Pero la colaboración de Haenobarbo me parece que centra perfectamente la cuestión: la vida fue configurada (y no por accidente: así lo hizo Alvaro del Portillo, y evidentemente, sabía lo que hacía) ad instar religiosorum de las más estricta observancia. Y el discurso y la descripción, al modo de la que hace Bienvenido, es perfecta, pour la gallérie… la vida va por otro lado… Como dijo el que lo dijo, quod esse potuit nondum est…

 

 

Sergio DUBROWSKY

(firmo sin seudónimo, porque aludo a personas concretas).




Publicado el Wednesday, 12 November 2008



 
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