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 Correos: ¿Obligación de pedir la dispensa? Para mí, no.- Agustina L. de los Mozos.

020. Irse de la Obra
Agustina :

Opino diferente a Daniel_M cuando se dirige a Salypimienta y le dice que quien se va de la obra sin la dispensa, comete pecado. Tampoco opino igual con quien defiende que hay que pedirla por quedar bien. Mi argumentación es muy personal, no soy experta en el Código de Derecho Canónico –como no lo era cuando pité- sólo argumento en base a mi conciencia. Y aclaro que fui perseguida después de escaparme del centro hasta que consiguieron que escribiera la carta. Y la repetí varias haces ¡hasta que les gustó “el tono”!. Tenia tantas ganas de que me dejaran en paz que hubiera firmado que Escrivá inventó la sopa de ajo (pequeño guiño al último escrito de Gervasio: “La espiritualidad del Opus Dei”), la fregona, el microondas y por supuesto, la jota aragonesa.

 

¿Cómo va a ser pecado salirse de una secta? ¿Pecaron los que intentaron o intentan escaparse de un campo de concentración? ¿Peca una mujer que abandona a su marido porque la maltrata? ¿Hay que pedir permiso a la secta, al director del campo de concentración o a un marido, para que la dispense de no consentir ese falso adoctrinamiento, reclusión o maltrato? Creo que no. No es que lo crea en forma dubitativa, es que no...



En la obra pitamos engañados, resultado exitoso de una confabulación planeada entre varios agentes directos para la captación: “amiga” numeraria, directrices del consejo local a la “amiga” numeraria sobre por dónde “atacar” y “tratar” a la víctima y compadreo del sacerdote numerario, confesor, que como bien dice el Vademécum de Sacerdotes, “debe secundar en todo a las directrices del consejo local”. (Hablo en femenino por mi experiencia pero el género másculino lo entenderá igual). O sea, fuimos un producto de marketing y de una estrategia donde todas conocían todo de la vida interior y exterior y la víctima no conocía NADA de lo que era de verdad la obra ni a dónde iba. En un momento determinado, tras mimarla, atenderla, hacerle sentir que era la princesa de los mares del sur, le plantean la “crisis de vocación”: “Oye... ¿y no has pensado que Dios te puede estar pidiendo un poco más, que no quiere que seas como un ave de corral y te impulsa a que vueles como un águila?... Desde hace tiempo tengo conocimiento real y muchas de vosotras lo tenéis de primera mano, de cómo es un centro de numerarias. Las supuestas “águilas” están encerradas en un clima asfixiante con todo tipo de enfermedades mentales, manías, envidias, faltas de caridad, humillaciones y delaciones. Las que nos fuimos no es que tengamos la piedra filosofal de que todo lo que tocamos se convierte en oro pero somos libres. LIBRES. Qué bien volar como un ave de corral viendo la vida y trayectoria de las “águilas del opusdei”.

 

Pitamos engañadas, como decía. ¿Alguien nos dio a leer los Estatutos de la Prelatura para llevarlos a la oración o los anteriores a 1982 cuando la obra se regía como un Instituto Secular si es que pitamos antes de ese año? ¿Se los dieron a nuestros padres para que con 14, 15, 16 años, nos los explicaran y opinaran puesto que éramos menores de edad? A las que pitaban como supernumerarias ¿sabían cuál es el contenido de su supuesta vocación? ¿Y las agregadas y auxiliares? No. Todo consistía en la aceptación de tener que creer, a la fuerza, de que todo lo que la obra te pide, te lo manifiesta “en nombre de Dios”. Poner a Dios como gancho –y utilizar su nombre en vano- era y es la trampa para que funcione el marketing, para que una empresa multinacional de almas obtenga resultados.

 

Pasados unos años, muchos o pocos porque cada quien tiene su tiempo (“Los días contados”, de EBE), se descubre que todo fue una enorme estafa, una gran mentira. Se da una cuenta de que Dios tiene muy poco que ver con toda esa supuesta vocación y quien tiene que ver, de verdad, es el stablisment puro y duro, Bruno Buozzi, la Asesoría, el prelado que pone cara de no haber roto un plato cuando está al lado del Papa pero que sabe, como lo sabe su corte de curas encumbrados a los puestos directivos más altos –y eso que la obra no era secular-, que todo es mentira sobre mentira.

 

Entonces, cuando una por fin ha visto algo (la supuesta vocación que le otorgaron “la ve” o “la vio” el consejo local, no la interesada), cuando se da cuenta de que no es más que un número, que se falta a la discreción en la dirección espiritual (o sea, que se ventila todo lo que se dice en la confidencia y en la confesión), que la doctrina oficial de la obra (tomo de Meditaciones, Cuadernos...) tiene poco que ver con la Doctrina Oficial de la Iglesia Católica porque se antepone al fundador a Jesucristo y al propio Pontífice, que se falta a la caridad con quienes te rodean, que se etiqueta y se hacen informes personales que van vía centro/delegación/asesoría regional/asesoría central sobre el fuero interno (cuestiones de conciencia que nadie puede juzgar, tampoco el opusdei), que a los que se van se les difama, que a los que se quedan también se les difama según pasen de ser directoras a ser simples “fieles”, que has entregado tu vida (“¿no vueles como un ave de corral...?”) para llenar asientos en las tertulias cuando “el padre” viaja a una localidad y para decir a todo que sí sin el menor juicio crítico porque el juicio crítico está prohibido. Entonces se siente la necesidad –aunque cueste porque el enganche te ha hecho dependiente- de romper, en conciencia, con tanta manipulación y tanta mentira “en nombre de Dios”.

 

Por eso, que quien vea que se tiene que ir de toda esa mentira y gran denigración, encima tenga que sentir que ha pecado o que tenga que pedir la dispensa a tal aberración, me parece que no tienen ningún fundamento en base a ningún Mandamiento ni a ningún precepto de la Iglesia.

 

Una se va cuando su conciencia le dice que se tiene que ir. Y los mecanismos “legales” no existen puesto que no hubo “legalidad” sino mentira cuando le empujaron a entrar.

 

Termino como empecé: ¿Es pecado o hay que pedir permiso a una secta, al director del campo de concentración o a un marido, para que dispense de no consentir ese falso adoctrinamiento, reclusión o maltrato? Obviamente, NO.

 

Un abrazo,

Agustina López de los Mozos




Publicado el Friday, 20 February 2009



 
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