Hola a todos y a todas:

Ha causado gran revuelo en Zaragoza la increíble propuesta del alcalde socialista y ex-ministro Juan Alberto Belloch, que pretende dar a una calle de Zaragoza el nombre del  aragonés y barbastrense de pro, José María Escrivá Albás. Claro está que el bautizo de la calle no se hará con ese nombre tan vulgar, sino con el reconvertido y “sencillo” Josemaría Escrivá de Balaguer Albás (y Otras Hierbas) más a tono con la alcurnia, la nobleza de sangre y el rancio abolengo de los marqueses de Peralta...

Reconozco que, a primera vista, me ha sorprendido la noticia, porque uno no se espera que un militante socialista de primera fila, tenga preferencia alguna por un santo y menos aún por el fundador de opus. No me cogió tan de sorpresa lo de José Bono con la monjita del Congreso de los Diputados, porque ese manchego hace gala de su doble condición de socialista y católico practicante.

Pero, buscando en los rincones de la memoria, he traído a la mía un recuerdo que parece ser la clave de esa actitud de Juan Alberto. Lo conocí cuando él era muchacho de unos diez o doce años, o quizá fueran catorce. Era el hijo de un juez de aquella capital de provincia, (una de las más pequeñas de España) en la que yo vivía y en la que pité. La madre era profesora de francés en el Instituto de Enseñanza Media de la ciudad. Asistía, Juan Alberto, al centro del opus al que yo pertenecía, en calidad de chico de San Rafael, en compañía de su amigo José Ramón, hijo del Gobernador Civil, que era supernumerario.

Desde aquella pequeña provincia, me fui a Madrid. Alguna vez vi a José Ramón en un centro del opus, al que yo pertenecía. Respetando esa manía que hay en el opus de no preguntar demasiado, no metí las narices en su vida. Solo nos saludamos y él me dijo algo sobre Juan Alberto, que yo interpreté como que, de alguna manera, seguía apreciando a la obra. No supe nada más de él hasta que lo “reencontré” en la prensa, allá por los años ochenta del siglo pasado, convertido en un juez famoso y poco después en ministro con carnet de socialista.

Al leer, estos días pasados, la noticia de de su intento de bautizar la calle de Zaragoza con el transformado y rimbombante nombre del fundador del opus, me llamó la atención la escasa consistencia de los dos argumentos “jurídicos” (no hay que olvidar que es juez de profesión) aducidos por Juan Alberto para tomar esa decisión tan unilateral y poco fundamentada: en primer lugar  - dice-  porque se trata de un santo aragonés y, en segundo lugar porque estoy ligado a un compromiso personal que he adquirido en ese sentido (dar el nombre a la calle).

He leído también en alguna nota de prensa el comentario de un edil de Zaragoza que se plantea un tanto desconcertado, algo así como ¿Ante quién ha adquirido el alcalde ese compromiso que tanto le obliga?

Yo no sé la respuesta a esa pregunta. Sólo la debe saber el alcalde zaragozano, que es muy posible que se la lleve a la tumba. Sospecho que tiene que ver con su antiguo conocimiento del opus y con la amistad que aún cultiva con alguno de sus miembros. De lo que estoy seguro es de que los “sagaces” miembros de la Prelatura han sabido aprovechar la antigua historia de Juan Alberto, como chico de San Rafael, porque, además de la denominación de la calle susodicha, han conseguido del ayuntamiento  algunas otras prebendas en la ciudad del Ebro y de la Pilarica.

Otro indicio de esa vena eclesial y catolicista que tiene Belloch es que ha prohibido los carteles de publicidad atea en los autobuses y cualquier otro lugar de “su” ciudad, así como la costumbre que tiene de ir a rezar a la Virgen del Pilar. Él es libre de pensar y de actuar privadamente como quiera, pero a mi me llama la atención su proclividad hacia el opus, y el descarado modo de actuar con que lo favorece utilizando los dineros y la influencia de su cargo.

Un abrazo para todas y todos,

Ex – Apéndice.