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 Tus escritos: Algunos comentarios al tema de la carta de dispensa.- Armando

020. Irse de la Obra
Armando :

-          Dedicado a los y las que el 19 de marzo no renovarán.

Es muy de agradecer el escrito de Agustina sobre el tema, así como el de Salypimienta, porque permiten tener una valoración mucho más acorde sobre la necesidad o no de escribir la carta pidiendo la dispensa, esto por la proximidad del 19 de marzo, fecha en la cual un buen número de “miembros” de la obra deberán renovar.

 

Considero de capital importancia el publicar escritos que orienten a todo aquel que esté en el trance de salir del opus dei y que, por las circunstancias propias del ambiente del centro, está ahora confundido/confundida, con un estrés tremendo, con una incertidumbre total y encima, con cargos de conciencia que le han ido inculcando a lo largo de los años que lleve dentro...



Su servidor es un ignorante del derecho canónico, pero por lo que he ido aprendiendo acá, por la lectura de artículos muy bien documentados al respecto, puedo concluir que la carta de dispensa no es necesaria en ningún momento, circunstancia o situación. Y atribuirle penas canónicas al hecho de no escribirla, no figura en ningún documento de la Iglesia Católica y mucho menos en el Código de Derecho Canónico.

 

Si en estas instancias no existe sanción alguna, menos aún la tendrá Dios que en su infinita misericordia pasa de esos formalismos; sino reflexionemos en las acciones de Jesucristo, quien criticó severamente a los que cargaban al pueblo con un listado interminable de pecados. Si nos centramos en el análisis con base en el decálogo, no hay ningún mandamiento que obligue a escribir dicha carta de dispensa so pena del infierno.

 

Mi experiencia personal al respecto fue la siguiente. Transcurridos tres meses y medio de tensión, por estar yendo de dirección al confesionario y viceversa para que dijera todos los motivos por los cuales me quería ir, por lo que de suyo se suponía que tenía un pecado gordo entre pecho y espalda, se me había olvidado por completo el tema de la carta de dispensa. Yo había hecho la fidelidad hacía muchos años, por lo cual tenía que pedirla, pero no lo tenía presente en ese ambiente de interrogatorios al que fui sometido por el tiempo antes señalado.

 

Una tarde, para ser exactos la tarde del 21 de marzo del 2,005; me presenté al centro y hablé con el director. Le dije claramente que no quería seguir, que me dejaran ir por las buenas porque no deseaba hacerlo dando un portazo y peleando, que concluyéramos todo tan amigos y que obviamente, quedaría como cooperador, pero que parara aquel suplicio que no me ayudaba en nada, sino todo lo contrario: me hacía perder la concentración en el trabajo, tenía un dolor de cuello que me impedía mover la cabeza con normalidad, tenía unas ojeras que apenas permitían vislumbrar los ojos que estaban muy al fondo de aquel foso en que se habían convertido las cavidades de los mismos.

 

No sé que cara tendría en aquel momento porque no podía verme, ni en qué tono hable al director, lo que si sé es que mi petición tantas veces expresada, por fin era aceptada y fue en ese instante en que me dijo que tenía que escribir la carta solicitando la dispensa.

 

La hice echándome todas las culpas por supuesto, porque en aquel momento estaba convencido de ello, dado que no me explicaba cómo es que podía dar aquel paso sin alterar la voluntad de Dios. Pero aunque este argumento que me repitieron incesantemente durante los tres meses y medio que duró el proceso de salida, lo tenía presente al escribir la carta, el mismo era acallado en mi conciencia por una voz interior que me decía que al dar ese paso, alcanzaría la paz y la verdadera alegría.

 

Redacté la carta y me fui. No detallo más el instante de la salida física del centro porque ya lo he comentado en otro texto. Pero si quisiera volver a comentar que una vez abandoné la oficina de dirección, el director me acompañó directamente a la puerta la cual abrió, ante esta actitud le pedí que me permitiera despedirme del Santísimo, con cierta incomodidad, accedió.

 

A la siguiente semana de haber escrito la carta, se presentó a mi trabajo el vocal de sm para hablar conmigo. Lo invité a ir a tomar un café a un restaurant cercano. En el trayecto hablamos de temas triviales: del tráfico, del clima, de la arquitectura de algunos edificios... Ya instalados, me dijo claramente el motivo de su visita y era convencerme de romper la carta en cuestión.

 

Me argumentó muchas cosas para que diera marcha atrás, me aseguró que si yo aceptaba el no seguir el proceso, la carta sería destruida y ahí no había pasado nada. La presión fue intensa, más aún si tomamos en cuenta que sus palabras de inicio del tema fue “yo de aquí debo irme con un si, no aceptaré un no”.

 

Al ver que no lograba nada con sus argumentos, pero más que esto eran promesas de cambio de las cosas que no me gustaran, de ofrecerme lo que quisiera, de decirme que no podía irme, etc., pasó a la carga con la batería de las amenazas de las penas del infierno. Si lo primero que parecía prometedor no me sedujo, lo último fue la guinda que me ayudó para decir una y mil veces no, que no quería seguir y que me iba, a las buenas o a las malas.

 

¿Por qué cuento esto?, sencillamente para que veáis la “importancia” que puede tener una carta como la de la dispensa en el opus dei. Si vamos a formalismos jurídicos, una vez que yo firme la misma con mi puño y letra, luego de manifestar por escrito mi solicitud de dispensa de mis compromisos adquiridos como agregado  del opus dei al Prelado, la misma debía seguir su curso reglamentario, sea para bien o para mal. Es decir, si en el camino del trámite de la dispensa, me arrepentía, debería existir un cauce jurídico –un documento- en el que resto valor o desautorizo el contenido de la carta de solicitud de dispensa.

 

Pero como se pone de manifiesto en este testimonio personal, lo que se hizo fue todo lo contrario, me dicen que sí consideraba dar marcha atrás a mi decisión de abandonar el opus dei, lo que intentaron bajo la presión acostumbrada, entonces se rompería la carta y todo olvidado.

 

¿Dónde queda lo jurídico entonces?, ¿en qué punto radica el pecado?, ¿dónde está la falta en cuanto no hacerla?.

 

Al mes y medio recibí una llamada del vocal de sm, indicándome que debía ir a comisión porque había venido de Roma (¿?) la respuesta del padre. Le respondí que no iría ahí, que nos viéramos en el mismo lugar de la anterior entrevista y así lo hizo. En forma solemne me indicó que el prelado me había concedido la dispensa. ¿Dónde está el documento que da fe de esa decisión del prelado?, porque a mi no me dieron nada por escrito. Yo si tuve que presentar una carta en que consta mi decisión de rescindir del “contrato”, la otra parte se limitó a decirme algo que no queda constancia alguna.

 

Nuevamente llamo la atención en el hecho que si de procesos jurídicos hablamos, este no sigue ni los más mínimos formalismos para ser considerado como tal, por lo que escribir la carta carece de todo valor desde cualquier punto de vista que se analice. Es tan igual como cuando pedimos la admisión, pero ese no es el tema, solo lo señalo para que podamos comparar ambos procedimientos y veamos hasta qué punto podemos considerar que tienen validez jurídica.

 

Concluyo comentado que una vez terminada la entrevista y me despedi del vocal antes dicho, sentí una paz interior, una alegría inmensa, ahora si me quería comer el mundo, tenía toda una vida por delante que quería disfrutar al máximo. Como en el camino a casa, a mi verdadera casa, había una iglesia, entre, me arrodillé y di infinitas gracias a Dios, porque sabía que Él estaba conmigo, no me había dejado solo y ahora tenía la posibilidad real de tratarlo sin ningún normativo.

 

A los que están que no saben que hacer, que sienten el peso del agobio que he tratado de describir de lo que viví yo, les digo: hagan lo que su conciencia les dicte, verán que luego serán muy felices, con los problemas propios de los hombres y mujeres comunes y corrientes, pero lograrán por fin disfrutar de la verdadera felicidad.

 

Un fortísimo abrazo

 

Ángel Valdés Estrada




Publicado el Monday, 23 February 2009



 
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