Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: La caverna dentro de la caverna.- Kaiser

010. Testimonios
kaiser :

Hace un tiempo cayó en mis manos un librito de Víctor Gómez Pin, que lleva por título “Los ojos del murciélago”, en el que se advertía al desavisado beneficiario de las nuevas formas de conocimiento de los peligros que entraña tan acelerada y desmedida capacidad de transmisión del saber, hasta el punto de quedar uno envuelto en una vorágine que le retrotraerá a la condición de aquel triste protagonista del mito de la caverna de Platón, únicamente expuesto al desfile de las sombras que se le proyectaban desde el exterior.

 

La desazón que sienten muchos de los que entre nosotros presenciamos el debate de "La Noria" tiene bastante que ver con este fenómeno, precisamente porque “conocemos” de primera mano la verdadera naturaleza de una realidad de la que apenas se proyectaron unas tristes y desangeladas sombras. Y no fue culpa del formato, sino del medio...

 



Piénsese, por ejemplo, en "La Clave", mucho más generoso con el tiempo, y con participantes más sosegados, o, cuando menos, tan sosegados como para merecer compartir mesa y micrófonos con  nuestra querida Agustina. ¿No nos quedó esa misma sensación de que sí, pero no. Sí, se ha dicho esto o lo otro, pero no ha quedado claro tal o cual sentido perverso de esta o aquella práctica interna?

 

La televisión es la caverna de nuestro tiempo. Cualquiera que alimente su espíritu exclusivamente de ella está un grado mayor de indigencia intelectual que el protagonista platoniano. Por lo tanto, hay que relativizar las expectativas que nos puede despertar un debate así. Incluso con un programa hecho exclusivamente con participantes seleccionados a nuestro gusto nos quedaría la duda de si la gente se ha enterado exactamente de lo que hemos querido decir.

 

Porque hablar desde nuestra perspectiva es hablar necesariamente de oscuridades. Y enfrentar a la luz las sombras que se ocultan tras el entramado oficial exige del común espectador un esfuerzo al que no está acostumbrado. Viene a ser como mostrar una caverna dentro de otra caverna. Los únicos que tienen adaptados sus sentidos para captar las sinuosidades que oculta esa doble tiniebla quizá seamos nosotros, los murciélagos.   

 

Me viene a la memoria ahora, como si lo estuviera viviendo, algo que sucedió allá por los primeros setenta del siglo pasado. En realidad, fue viendo durante el programa las imágenes del Padre en una tertulia de las que dio en su visita a España por aquel entonces cuando me vino a la mente. Ahora, lo que me viene en gana es contarlo.  Es frecuente encontrar en nuestros días imágenes de esas tertulias, todas ellas tomadas con cámara fija dispuesta de tal modo que el plano no descubriera perfiles inesperados o ángulos desfavorecedores. En aquellos tiempos no era tan fácil. Se daba por hecho que estaban destinadas al consumo interno o, como mucho,  para labores apostólicas. En esas tertulias estaba prohibido grabar. Se controlaba el acceso con cámaras o grabadoras particulares. Grupos de jóvenes numerarios velaban en los accesos por que nadie introdujera ningún aparato reproductor de imagen o sonido. Discretamente, registraban los bolsos de las señoras y retiraban sin ninguna contemplación las cámaras de fotos, grabadoras o filmadoras, que depositaban en un a modo de improvisado guardarropía, lo que en más de una ocasión dio lugar a que alguna distraída dama abandonara el visón en brazos del estupefacto numerario en espera del correspondiente número de resguardo, provocando así una acometida peletera tal por parte del resto de las asistentes al acto, que ni las estampidas de los grandes búfalos de las praderas.

 

En una de esas tertulias, entre el gentío ensimismado como campo de girasol de un sol varado, emergió un brazo desnudo de mujer blandiendo una grabadora. La mirada de F.A. responsable de la infraestructura del acto, fulminó al pobre encargado del acceso esa mañana. En el entarimado nada pareció cambiar. Nadie hizo el más mínimo gesto. Ni se interrumpió el guión trazado, ni el Padre improvisó una amable invitación a la inocente desprevenida a declinar su afrentosa actitud, ni Don Javier ni Don Álvaro parecían incomodarse lo más mínimo con el inconveniente. Pero la mirada de F.A. seguía ahí y eso bastaba para impulsar al joven numerario a intentar lo imposible con tal de dejar de sentir el escozor sobre sus carnes. Se encaramó por la tramoya a un piso superior con la esperanza de llamar la atención de la interfecta y obligarla así a deponer su actitud. Inútil propósito. La mujer era una con los demás girasoles y uno su único sol. Así que abandonó aquel privilegiado observatorio e intentó aproximarse a ella braceando discretamente entre la abigarrada concurrencia, con la mala fortuna de que la tertulia llegó a su fin y ello supuso que se veía obligado a abandonar el cometido que tenía asignado de atrancar la puerta de salida para evitar que alguien abordara al Padre antes de que le recogiera el coche. Un mal menor, pues, por fortuna, esas cosas  ya estaban previstas, como casi todo, en Casa.

 

Aprovechó el cómplice rumor de la masa que se dispone a emprender un estimulante objetivo, como, por ejemplo, alcanzar a tocar al Padre, próximo como nunca, y abordó a la mujer sin ambajes en medio de la confusión:

 

-Por favor, señora, debe darme la grabadora.

-¿Cómo?

-La cinta, déme la cinta, por favor

-¿Y eso? Pero, ¿por qué?

-No se puede grabar

-¿Cómo que no se puede grabar? ¡Si no es para nada malo!

-Lo comprendo, señora, pero es la indicación que se nos ha dado, no se puede grabar

 

Ella pugnaba por ganar metros hacia el aire libre y él había hecho presa en la mano que portaba el aparato sin aparente dificultad. La mirada furibunda de F.A., que seguía los acontecimientos prudentemente distanciado, le insuflaba a la mano del muchacho el agarrotamiento propio de una rapaz. Ya en el exterior, ambos contendientes, expuestos a las miradas sin el obstáculo de la abigarrada concurrencia del interior, desde toda suerte de perspectivas componían un cuadro inusual, una nota de patetismo discordante con la euforia generalizada, quien más quien menos ya se había dado cuenta de que allí ocurría algo raro, pero nadie cambiaba el paso. A nadie le preocupó saber…

 

-Pero, mire, ¡si es para una enferma!

 

Mirada a F.A. Gélida mueca por respuesta. La grabadora casi flotaba ahora, como consciente de su incierto destino, sostenida por unas manos -la de él, la de ella- que ni se rozaban, cada una asida a un extremo del artefacto. Y los propietarios de esas manos mantenían su diálogo con una intensidad remota e indefinida, como si ninguno creyera en la necesidad de convencer de veras al contrario, porque tampoco se miraban. 

 

-Lo siento, pero no puede llevarse la cinta.

-Es para una enferma, que no puede venir ¡y le hace tanta ilusión escuchar al Padre!

-Ya, pero no es posible. No está previsto hacer grabaciones privadas.

-¿Y qué mal voy a hacer?

-No es por eso… No insista.

 

 En este punto, el joven soltó la grabadora y adoptó una actitud terminante. De tal modo que la máquina, aunque enteramente en manos de la mujer, ya se sabía condenada al desahucio.

 

-Ha de entregarme la cinta, lo siento.

-Le hace tanta ilusión…

-Lo comprendo, pero no se pueden hacer excepciones. La indicación…

-Ya. Ya lo sé. La indicación es que nada de grabaciones particulares.

-Exacto. Muchas gracias. ¡F., (por F.A.), aquí tienes la cinta! Señora, lo siento de veras.   

 

Seguro que esta mujer no necesita ver ningún debate. Y yo desde aquí le pido, avergonzado a fuer que inútilmente, disculpas.

Kaiser




Publicado el Wednesday, 25 February 2009



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 010. Testimonios


Noticia más leída sobre 010. Testimonios:
Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: OPUS DEI.- Ana Azanza


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.128 Segundos