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 Tus escritos: Cuatro años después… ¿Y qué?.- Armando

020. Irse de la Obra
Armando :

El día de mañana sábado 21 de marzo, cumplo 4 años fuera del opus. Leyendo a Norbertito, me vinieron a la mente múltiples recuerdos, aunque ya tenía pensado desde hacía muchos días que escribiría este texto, ahora lo hago con el telón de fondo del escrito de nuestro amigo que hace 5 años salió del opus.

Aún tengo muy fresco en la memoria cuando decidí decir adiós, se acabó, sigo mi vida y os dejo. Porque fue dejar una institución y no a Dios, porque siempre lo hice todo contando con Él y llevando cada paso que di a la oración previamente, pero no a la manera institucional, sino como me lo dictaba la mente y el corazón.

Fuero momentos difíciles en cuanto a dejar una vida, las dudas que uno enfrenta al dar el paso, las cosas que deben escucharse en el interrogatorio respectivo que puede durar meses, en fin, infinidad de aspectos que constituyen la salida de una institución en la cual milité durante 19 años de mi existencia...



Hoy escribo esto para los de dentro que están pasando por lo mismo que me tocó vivir hace 4 años. Los que deben ir del director al cura porque ellos piensan que no han dicho toda la verdad y hay un pecado de pureza oculto en su punto de vista, protesta solapada, descontento, etc. A los que sufren la amargura de la desconfianza de sus “hermanos”, de su “familia”. Los que rodeados de tanta gente, están en la soledad más absoluta. Para todos ellos y ellas, dedico estas líneas.

Recibí la notificación de que se me había concedido la dispensa en una cafetería, la persona que tuvo el encargo de notificármelo, me lo dijo en forma solemne, casi con dolor, como quien lee la sentencia de muerte a alguien por quien se hizo lo imposible para salvarlo y no quiso. Servidor en cambio escuchó aquello como quien debe pasar un trámite burocrático, porque en mi interior me sentía fuera desde el momento en que pedí la dispensa, sino es que antes.

Ante el discurso que siguió a la “proclamación” de la dispensa, yo decidí pensar en otra cosa y me llegó a desesperar, porque quería salir a la calle cuanto antes, poder respirar el aire de la libertad, tenía ganas de gritarlo a pleno pulmón, era un momento único, irrepetible que el otro me hacía retrasar. No obstante, al final concluyó al ver el interés nulo que no pude disimular.

Una sensación de novedad me invadió a la vez de incertidumbre, pero no de esas que te amilanan, sino todo lo contrario, que suponen un reto y que desde el inicio debes plantearte superar. Llegué ese día a casa, bese a mi madre muchas veces, la abrace, la dije que la quería mucho. Ella me veía con ojos de sorpresa, de por si siempre fui cariñoso con ella, pero ese día más. La dije que algún día comprendería la importancia del momento que había vivido y ella, más feliz que unas pascuas al ver a su hijo feliz, me correspondió con más abrazos y besos.

El primer año no fue precisamente un lecho de rosas, porque los años pesan, el regresar después de muchos años de “ausencia” de la realidad social de tu entorno, no es nada fácil. Vamos, que sí, que uno no es que se hubiera ido del mundo para regresar en el estricto sentido de la palabra. Pero ahora se trataba de vivir realmente en este mundo, fuera de los estereotipos, de la burbuja de cristal, de los planteamientos y visiones opus de la vida. Así como se lee, del opus, que no son precisamente los de la Iglesia Católica. Sino todos los fieles laicos serían como lo fuimos nosotros en el opus, serían como lo son ahora los numerarios, agregados y supernumerarios que aún pertenecen a la institución antes dicha.

El segundo año fue el de la catarsis, encontré OpusLibros y eso suscitó el enfrentar mi realidad y sobre todo, el afrontar la verdad: había estado en una secta. Todo el planteamiento de culpa que llevaba dentro por haber dicho NO a Dios, tal como se me inculcó en la obra, se tambaleó y como el ídolo del sueño que narra el libro de Daniel, se resquebrajó y sucumbió. Nada de lo que había pensado y creído, pero sobre todo a lo que había dado mi vida, todo mi ser, era verdad. El entramado de la obra estaba edificado sobre la mentira, la coacción y el manejo del miedo.

Fue duro, me costó lo suyo darme cuenta de ello, el despertar real era un paso a dar y por fin se estaba produciendo. En ese instante, en el preciso momento en que me di cuenta donde había estado metido tanto tiempo, de lo que había sacrificado por considerar que era divino cuando no lo era, los sufrimientos que provoque a mi familia y amigos por mi cerrazón de mente y un sinfín de aspectos más que no enumeraré; mi visión de la vida, del mundo, de la Iglesia, de mi existencia cambió para siempre.

En la comida familiar del domingo siguiente a ese día, estando todos reunidos, les pedí perdón por lo que les había hecho pasar. No olvidaré la cara de mi madre, nunca borraré de mi memoria sus lágrimas de felicidad al recobrar a su hijo. Eso ya lo he contado en otro escrito, así que no ahondo en ello.

A partir de ahí inicié un proceso de examen a fondo y a medida que leía  OpusLibros, me di cuenta que es cierto, la institución en lugar de acercarnos a Dios, nos aproxima a un deseo particular de grandeza de una persona que decidió que para llegar a Dios había que pasar por su mente. Asimismo concluí que así como la institución me hizo daño, yo contribuí también a reproducir ese daño en otros.

Porque la institución sin personas no puede hacer daño alguno a nadie, son los que la integran, los que la conforman, quienes ejecutan esta forma de proceder tan particular y destructora de la personalidad. En esto unos más, otros menos, pero todos somos responsables, con diferente grado de responsabilidad si se quiere, pero algo nos toca en parte.

Una vez detectado este aspecto, inicié el proceso de sanación interior que se concretó en reconocer esa parte de responsabilidad personal, pedir perdón y compensar de alguna forma el daño hecho, no con las personas directas porque en la mayoría de los casos era imposible, pero si evitando reproducir en mi conducta, los esquemas mentales a los cuales estaba tan acostumbrado y consideraba los correctos.

Esto con llevo a un cambio de actitud cara a Dios, cara a mi mismo y ante los demás. Los pasos a seguir consistieron en acercarme más a Dios pero de una forma distinta, más apegado a las enseñanzas del Evangelio, para lo cual una figura clave en mi caso fue la del publicano cuando oraba ante Dios en el Templo, asimismo en buscar más ese encerrarme en mi habitación, tal como lo describe magistralmente Emeve y que figura de igual manera en la cita que ella reproduce de un texto de Isabel Sala.

¿Cuál fue la consecuencia de este paso último que describo en el párrafo anterior?. El perdón. El perdonarme a mi mismo, el no seguir arrastrando el lastre del pasado, por consiguiente, paralelamente desapareció el rencor, el resentimiento y si se quiere la ira ante el engaño al cual había sido sometido durante tantos años. No sentirme más culpable de nada y dejar de vender culpa. Asumir eso si, insisto, la responsabilidad de lo que yo había hecho, sin escudarme en nada y continuar de esa manera, en el camino de la libertad que es a la vez el de la verdad.

Hecho esto aparecieron nuevas perspectivas de vida, igual las mismas estaban desde que me salí del opus, pero ahora las podía apreciar más, con su auténtico sentido y llegaban en un momento en el cual estaba sediento de vivir, de disfrutar de la vida misma como lo he dejado escrito en otros artículos que he enviado a esta página.

Y las oportunidades obviamente llegaron a granel. En un año pude superar traumas, miedos, etc. He vivido intensamente, he conocido mucha gente, me he enfrentado a nuevos retos los cuales me llenan de mucha satisfacción. Me siento reintegrado a la sociedad con lo que esto significa: pago de letras de hipotecas, preocupaciones normales, comunes y corrientes, las de la cotidianidad de todo vecino; alegrías, tristezas, sinsabores, pero sobre todo, la felicidad inmensa de ser ahora si, uno más entre los demás. Nada de cosas raras, de estereotipos trasnochados, de reprimir mi intelecto, mi forma de ser, mi yo.

Así me encuentra este cuarto año fuera del opus dei; ese es el ambiente que me rodea. Estoy inmerso en una actividad académica intensa, de trabajo continuo, cualquiera puede pensar que no me da tiempo a nada, pero me da tiempo a todo, incluido especialmente el asistir a Misa más seguido, rezo del rosario, oración, etc., pero no como normas, no como algo mecánico que debo hacer para cumplir y luego reportar, sino que lo realizo por una sencilla, única y vital razón: porque me da la gana.

Un fortísimo abrazo

Ángel V.




Publicado el Friday, 20 March 2009



 
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