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140. Sobre esta web
kaiser :

 

 

 

Playa de "Los Coceores" Pulpí. (Almería) España. Foto anónima.

 

 

 

 

Andaba yo a vueltas con el enredo estéril en que me he metido con Daniel_M y me he topado con un consejo que me brinda a modo de colleja Don Miguel de Unamuno desde uno de los cuadernos de su Diario Íntimo:

 

            “No discutas nunca; Cristo nunca discutió, predicaba y rehuía toda discusión. No rebatas nunca las opiniones ajenas porque eso es querer aparecer más fuerte que tu prójimo y domeñarlo. Expón con sinceridad y sencillez tu sentir y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano; que le gane ella, y no que le sojuzgues tú. La verdad que le profieras no es tuya; está sobre ti, y se basta a sí misma.”...



 

            Así que, cautivo y desarmado por tan aplastante y autorizada argumentación, dejo a un lado los deseos de seguir repartiendo estopa y me concentro en lo que sería propiamente “mi sentir”, que resumo en que no es de recibo que se descalifique a alguien llamándole “increyente”, como hace Daniel_M refiriéndose a Eslava Galán, para justificar los motivos por los que desprecia su libro. Más de lo mismo cabe decir acerca de cómo mata moralmente a Ernie, el mensajero, y de paso a mí, ocasional escudero. Pero algo me dice que de la descalificación a cara de perro entre unos y otros no podemos sacar nada en claro, que debemos partir del respeto a la posición del adversario para poder exigirle respeto. Ese “increyente” al que el supuesto “creyente” desprecia por tal es posible que se haya preocupado más por la idea de Dios y por la cuestión sobrenatural que éste último, que la vive, a lo que se ve, con no despreciables dosis de automatismo.

 

            Si alguien como Ernie me elogia un libro, lo menos que puedo hacer –porque le aprecio y le respeto- es interesarme por lo que dice, con independencia de que esté de acuerdo o no. Esa fea costumbre de descalificar gratuitamente porque “no es de los nuestros” no le puede llevar a uno más que a empequeñecerse, sobre todo desde el punto de vista que tanto preocupa a Daniel_M, porque no sé dónde habré podido faltar a la ética en mi escrito anterior señalando los usos y abusos característicos de los intransigentes; pero una mente cerrada, eso sí que es un atentado contra la ética.

 

(Dejo a un lado si a Daniel_M le gusta o no el aspecto que ofrezco en este foro. Resaltar que yo tenga las orejas grandes o pequeñas y las piernas peludas o zambas, o que mi nick le sugiera aquello que más presente tiene, no añade nada al esclarecimiento de la cuestión. Las alusiones al aspecto de uno en un ámbito sin rostro vienen a ser como un escupitajo al mar con el viento de cara).

 

            En fin, por último, amigo Atomito, quería felicitarte por el esfuerzo que pretendes emprender de revisar pautas admitidas por la generalidad de los fieles, menguados de espíritu crítico, pero no creo que el camino sea confundir churras con merinas y atribuir, por ejemplo,  a la Iglesia, fundada en el Nuevo Testamento, planteamientos del Antiguo, ni considerar que el avance de la Humanidad ha ido siempre en contra de la Fe y no al contrario.

 

            La idea de Dios no ha cambiado por el cambio de los tiempos, sino por la Revelación. Y es ésta la que ha cambiado los tiempos. La idea de Dios en los judíos es la misma hoy que en tiempos del rey David. Para ellos no ha llegado el Mesías y no existe la Redención. Los patriarcas, los profetas, los justos en el pueblo de Israel no pueden ser santos porque no han sido redimidos del pecado original. Nuestros santos son para ellos una blasfemia derivada de la blasfemia de que Jesús se considere Dios y Redentor. No son los tiempos los que cambiaron la religión, sino Cristo el que cambió los tiempos. La esclavitud no es una idea nacida de la religión cristiana. Culturas alejadas de ella la practicaban. Fue precisamente la idea cristiana de igualdad de los hombres ante Dios la que propició su éxito entre los esclavos y los oprimidos de Roma, lo que favoreció su fulgurante propagación. Nuevamente es Cristo el que cambia los tiempos y no los tiempos los que cambian la Fe. Los Derechos Humanos, ¿en qué habrían quedado, desprovistos del espíritu cristiano que impregna nuestra cultura? Sin él perviviría hoy la Roca Tarpeya.

 

No cabe duda de que en cada generación los hombres se han dado instituciones, leyes y costumbres en nombre de Dios no siempre movidos por un ánimo piadoso y desinteresado; pero, por encima o por debajo –me da igual-, ha pervivido intacto, encarnado en un San Gregorio o en un San Francisco de Asís o en cualquier santo anónimo de hoy, entregado a la Verdad, al débil, al enfermo, al hambriento en nombre de Cristo (que no todos los católicos han sido ni son criminales de paredón, horca y cuchillo!), el mensaje tozudo del Evangelio que recuerda que “el Reino no es de este mundo”, que no se miden las cosas con esta vara mezquina de medir propia de los que miramos sólo de tejas abajo, que si las ciencias avanzan que es una barbaridad, no menores que los de antes son los nuevos interrogantes que abre a su paso. Y tengo para mí que a ver quién es el guapo que cierre el último gran interrogante que no sea Dios.

 

Un último detalle. No sé si todos conocen la playa de la impagable secuencia de la película “Camino” en la que la niña tiene la visión del agujero que la engulle y el huracán acaba con la escena de idílica existencia (la existencia de cada cual antes de toparse con el huracán que nos arrojó a ese mismo agujero). Se trata de la Playa de los "Cocoeres" o Cocedores, en la provincia de Almería (España), que encabeza estas líneas. Apenas la alcanzan unas aguas mansas, que en la margen de Poniente han de rebasar una barrera de grandes cantos puestos allí tiempo ha por los cocedores de esparto para ablandar su fibra.

 

            Pues nada, que en lugar de darle gusto a la estopa, nos entreguemos todos mejor a reblandecer nuestras erizadas fibras con un gratificante baño en las cálidas y oníricas aguas de esta nuestra simbólica playa.

 

Kaiser

 




Publicado el Wednesday, 15 April 2009



 
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