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 Tus escritos: Gracias por tu testimonio. Para Castalio.- Ex_apéndice

130. Agradecimientos, felicitaciones
Ex_apendice :

Gracias, estimado Castalio, por el testimonio tan real y tan descriptivo de tu salida del opus, ("Por qué y cómo me salí del Opus Dei"), de  ese mundo del opus, que supuestamente es la crema de la intelectualidad pero que, salvadas sean las excepciones, presenta un panorama de electroencéfalograma plano en sus dirigentes, como tu bien demuestras al contarnos tus peripecias buscando algo de comprensión entre los directores locales o regionales de tu país. Vano intento el tuyo, ya que en modo alguno demuestra (el opus) en sus miembros la inteligencia de que alardea como condición “sine quae non” para “pitar”.

 

Los que lo hemos “sufrido en nuestras propias carnes” (tú durante 25 años, yo durante 23) hemos dado alguna muestra de temple y de fidelidad, creo yo, para que no se nos puede acusar de blandenguería, ni de volubilidad. Somos muchísimos ya, (una multitud silenciosa, una legión, con pioneros de la talla de Miguel Fisac) los que vamos viendo al opus, no como una autotitulada comunidad de selectos “aristócratas de la inteligencia” sino, como la chapuza voluntarista de un iluminado, que ha logrado embaucar, durante periodos de tiempo, más o menos largos, a muchas personas de buena voluntad haciéndonos “ver” que Dios mismo le había revelado algo que, si lo miramos con detenimiento, es indigno de Dios, (Dios es amor,  dios es padre y el opus no es mucho amor, ni mucho padre, ni nada madre, que digamos) por más que la Iglesia, lo haya  santificado, en la persona de su inventor, en un proceso de canonización atropellado e irregular, en el que se han silenciado, se han aplastado mejor dicho,  las voces de los que no estaban de acuerdo, siendo testigos de primera mano, como fue el sonado y escandaloso caso del ya citado Miguel Fisac o el de Alberto Moncada, entre otros.

 

Pienso, además, que, esa ausencia de inteligencia a la que tu haces referencia, y con la estoy plenamente de acuerdo, podría suplirse con la comprensión, con la caridad, con la buena voluntad, con el afecto, con el cariño. Ya que no inteligentes al menos podían ser humanos. Pero no, imbuido como está el opus, de su propia excelencia y total perfección jamás pedirá perdón a nadie, jamás se considerará en la obligación de dar explicaciones por nada, y, por supuesto, jamás mostrará ni una pizca de afecto ni de agradecimiento. Y es que el opus no tiene corazón, (ni de madre, ni de madrastra), simplemente no lo tiene. Aunque  presuma gratuitamente de ser una familia (dime de lo que presumes y te diré de lo que careces). Por eso, para mí, querido Castalio, lo más doloroso de todo tu proceso de desvinculación de esa triste, descolorida y desorientada  institución ha sido la  poca atención, la nula  acogida que prestaron los jefecillos, jefes y jefazos a tus nobles y honestas manifestaciones, a tus profundas y sentidas razones, a tu sincera y bienintencionada petición de ayuda y de consejo.

 

Lo verdaderamente triste es que no tienen ninguna ayuda que dar. Solo tienen una receta  autoritaria, dictatorial, insulsa e insípida, que repiten rutinaria y machaconamente, sin comprender su profundo significado:“Sé humilde, déjate llevar”. ¿Dejarse llevar de quién? Habría que preguntarse ¿De ellos o de Dios? Dirán que de Dios, clarooooo que sííííí. Pero, inmediatamente apostillarán que ellos son los únicos intérpretes de Dios. Por lo que ese dejarse llevar de Dios se traduce descaradamente en un dejarse llevar de los directores. Ahora bien, ahí esta el comienzo de una profunda contradicción: si uno cree mínimamente en Dios se da cuenta de que Dios sí tiene corazón, sí tiene “entrañas de misericordia”, sí es padre… Por lo tanto… ¿En nombre de qué clase de Dios actúan los directores cuando se muestran insensibles? ¿Qué clase de Dios representan con ese corazón tan reseco? No ven, ni oyen, ni entienden, no quieren ver, ni oír ni, entender las dudas, las objeciones, las tribulaciones, las dificultades o las sugerencias de los que sólo somos para ellos un número, como tú bien dices. Son insensibles. Volvamos a lo dicho: el opus no tiene corazón.  

 

Recuerdo, a este respecto, una anécdota, entre las muchas que podría contar, que me ocurrió poco después de la muerte de Escrivá. Vino a mi centro una comisión de Roma, enviada por del Portillo cuando ya era “padre”, compuesta de tres o cuatro miembros del consejo general del opus (no quiero poner Consejo General del Opus con letras mayúsculas) entre ellos F. V. y J. G. Entonces yo ya estaba tocado del ala y con serias dudas sobre si seguir o no el opus. Como dijo el director que podíamos hablar personalmente con cualquiera de aquellos ilustres visitantes, yo me lancé y mantuve una charla con J. G. (no sacerdote) que me conmovió porque me trató con gran cordialidad, verdadero afecto y comprensión, hasta que llegamos al fondo de la cuestión que me preocupaba. Pasadas unas horas, como salí muy aliviado de esa charla, en un aparte, quise sincerarme con F. V. (sacerdote) simplemente para manifestarle mi contento. Entonces ocurrieron dos cosas que me llenaron de tristeza: la primera fue que, apenas dije las dos primeras palabras, él me cortó lacónicamente con un “ya lo sé” (J. G.se lo había contado a él, supuse yo) y, la segunda, que me miró estrábicamente, como por encima del hombro, sin ninguna señal de dejarme continuar, se dio media vuelta y a otra cosa mariposa. Pocas veces o ninguna me han hecho un desprecio con tan mala educación. Al día siguiente, mientras asistía a una tertulia de F. V con un grupo de supernumerarios, entre los que estábamos algunos numerarios y agregados, no podía yo conciliar lo que él decía, acerca de la fraternidad, con lo que me había hecho a mi el día anterior. Cuestión de incompatibilidad entre “predicar y dar trigo” que ya sabemos todos que no es lo mismo, aunque si es muy frecuente en la praxis habitual del opus.

 

El final de tu testimonio, no tiene pierde, nos explica gráficamente el quid de la cuestión: ¿Por qué en el opus no tienen caridad con las personas, como no la tuvieron contigo? Esa escena del papelito, que te entrega el director, con el número de cuenta del banco para que ingreses los novecientos dólares, es la cumplida respuesta a todo lo que te pasó, porque retrata, de una pieza, al opus. Ya ves porque no tienen corazón. Y ya ves, en el caso de tenerlo, dónde lo ponen: en la cuenta bancaria. Es una escena como para incluirla en la película sobre el santo marqués que están intentando rodar en la Argentina, (parece que están encontrando alguna oposición por parte de la población local).

 

Pero, querido Castalio, dejemos eso, ya pasó lo peor, disfruta ahora de la paz en libertad y del afecto de aquellos que aún le damos importancia al corazón. Hay bastantes por ahí, por la calle, y alguno que otro en el opus... pero no demasiados, porque los que son asi, "cordialones", duran poco allí.  

 

Con afecto

Ex Apéndice.




Publicado el Friday, 10 July 2009



 
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