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 Tus escritos: Sacerdotes del Opus Dei. Matizaciones al escrito de Brian.- Josef Knecht

125. Iglesia y Opus Dei
Josef_Knecht :

Querido Brian:

 

Estoy bastante de acuerdo con lo que sostienes en tu escrito del 10.07.2009 titulado Los sacerdotes numerarios no tienen vocación sacerdotal. Debo reconocer la oportunidad de tu escrito, pues lo has publicado poco tiempo después del comienzo del “Año Sacerdotal”, el pasado viernes 19 de junio, Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo, discrepo parcialmente en algunos puntos que quisiera exponerte a continuación; también discrepo en la contundencia del título de tu escrito.

 

Primera matización, referente al criterio que se sigue en el Opus Dei para seleccionar los candidatos al sacerdocio. En tu escrito pones de relieve que los numerarios del Opus Dei que llegan al sacerdocio lo hacen por obediencia para no desairar al Padre de turno y de ahí concluyes que, a consecuencia de esa situación psicológicamente coactiva, no tienen auténtica vocación sacerdotal. No estoy de acuerdo con esta descripción de la situación, un tanto esquemática y simplista, aunque no carente de algo de verdad...



La praxis que se sigue en la Obra para seleccionar a los numerarios y agregados al sacerdocio no es original del Opus, ya que otras instituciones de la Iglesia Católica la practican de forma habitual; es más, se trata de una praxis multisecular. En muchas órdenes religiosas masculinas, la mayoría de los monjes o frailes son sencillamente “religiosos”, es decir, personas consagradas a consecuencia de sus votos y que no han recibido la ordenación sacerdotal. Estos religiosos se llaman “legos”, para distinguirlos de aquellos otros religiosos que sí son promovidos al sacerdocio con el fin de ejercerlo en el seno de su orden.

 

Ya sabes que la palabra “lego” es, en realidad, la misma que “laico”. Ambos vocablos castellanos proceden de la palabra latina laicus (y ésta de la griega “laikós”, que significa “hombre llano del pueblo”, distinto de “gobernante del pueblo”). La forma “lego” deriva del latín a través de la evolución fonética propia del romance medieval castellano, mientras que la forma “laico” procede del latín a modo de cultismo o término técnico del Derecho Canónico; pero, aun teniendo la misma etimología, el término “lego” se reserva sólo para el religioso no-clérigo, mientras que el término “laico” y su sinónimo “seglar” significan bautizado no-clérigo. Es decir, “religioso lego” se contraponen a “religioso clérigo”, y  “laico” o “seglar” se contrapone no sólo a “clérigo”, sino también a “religioso”, sea éste clérigo o sea lego.

 

En el lenguaje coloquial, al menos en España, la gente emplea el término “hermano” para referirse al religioso lego (no ordenado sacerdote), y el término “padre” al religioso clérigo; por eso, se distingue entre “hermano marista” (religioso no sacerdote) y “padre jesuita” (religioso sacerdote); y dentro de una misma orden religiosa se distingue entre “hermano franciscano” y “padre franciscano”. En cambio, en las órdenes religiosas femeninas, se usan indistintamente los vocablos “hermana” y “madre” porque ya se sabe que las mujeres no acceden al sacerdocio.

 

En un monasterio benedictino, por ejemplo, el Abad (palabra que significa “Padre”) selecciona entre los legos a los posibles candidatos al diaconado y al presbiterado. Él los llama, y éstos deciden libremente aceptar o no. En la mayoría de los casos, como comprenderás, los llamados por el Abad aceptan la propuesta; su vida apenas va a cambiar, ya que seguirán viviendo en el monasterio como antes, con la única diferencia de que, en vez de oír misa, la van a celebrar. Esta praxis es la habitual en todas las órdenes religiosas desde siempre. Por eso, he afirmado que la praxis que, en este ámbito, se sigue en el Opus no es nada original: el Padre llama al sacerdocio a aquellos laicos (o legos) célibes que él considere aptos. Por eso, la vocación del benedictino y del numerario del Opus Dei que son promovidos al sacerdocio es, respectivamente, la misma que tenían antes de la ordenación diaconal y presbiteral.

 

Si lo pensamos bien, proponer el sacerdocio a un varón célibe y católico practicante no es nada del otro mundo. Casualmente, mientras tomaba una cerveza con un amigo el pasado lunes en un bar, en la mesa contigua a la nuestra estaban sentados cinco amigotes, de unos 30 ó 35 años, que hablaban con voz recia. Uno de ellos, medio en broma y medio en serio, pero con franqueza, increpó a otro diciéndole: “Vamos a ver, Antonio, si por fin no te vas a casar, ¿por qué no te haces cura?” (supongo que de los cinco tertulianos, cuatro estarían casados, y Antonio no; e ignoro si alguno de ellos era cura). Y es que es verdad, querido Brian: proponer a un varón soltero y buen católico la posibilidad de que se haga sacerdote, si él quiere y si reúne las debidas condiciones, no sólo no es pedir peras al olmo, sino más bien pedir peras a un peral.

 

Por consiguiente, desde un punto de vista meramente formal –y prescindiendo de momento de mayores transfondos–, la praxis seguida por el Opus Dei para seleccionar a sus sacerdotes, a partir de los varones célibes, no tiene nada de particular. De hecho, hay quien accede al sacerdocio con naturalidad y lo vive de manera correcta; de ahí que, como bien te puntualizó Marietta (13.07.2009), no pocos clérigos de la Obra han sido y son buenos sacerdotes.

 

Más todavía, querido Brian, lo verdaderamente “raro” se da en el numerario laico que se queda soltero y no se hace cura, máxime cuando se atreve a decir cínicamente y contra toda evidencia que es un cristiano corriente en medio del mundo y que se comporta exactamente igual que cualquier otro laico (no se equivocaría si dijese que se comporta como cualquier otro “lego”). Te recuerdo, a este respecto, que releas el profundo y divertido artículo que Gervasio escribió acerca de la peculiar y supuesta “secularidad” de los laicos célibes del Opus Dei: La espiritualidad del Opus Dei (16.02.2009).

 

Segunda matización. En tu anterior escrito comentas con agudeza que en la cuestión del sacerdocio del Opus se da una llamativa contradicción: por un lado, para seleccionar a los varones candidatos a laicos numerarios o agregados, se les exige que, cuando fueron niños o jóvenes, no hayan sentido la llamada al sacerdocio ni hayan vivido en un seminario diocesano; y, por otro lado, cuando ya han pasado varios años viviendo en la Obra, el Padre llama a alguno de ellos al sacerdocio. Sí, en efecto, aparentemente hay en este planteamiento algo de absurdo y contradictorio; pero creo que la contradicción es más superficial que verdaderamente profunda. Me explicaré.

 

No hace falta descubrir la vocación sacerdotal en la infancia o adolescencia; siempre puede un adulto decidirse a ser sacerdote, máxime si antes de ser promovido al sacerdocio ya lleva una vida de servicio a la Iglesia como célibe. Cuando alguien ingresa en un monasterio benedictino, se compromete sólo a ser monje, lo que no impide que con el paso del tiempo el Abad pueda llamarlo al sacerdocio. Esto también pasa en la Obra.

 

Ahora bien, lo que sucede en el Opus Dei con esta cuestión va por otros derroteros, a mi parecer. Cuando se exige a un laico numerario o agregado que en su infancia o adolescencia no haya coqueteado con la idea de la vocación sacerdotal, se está asegurando que, antes de ingresar al Opus Dei, ese candidato no haya recibido la influencia de otros padres espirituales ni haya tenido experiencias de la vida clerical. El Opus desea que todos sus miembros célibes sean, si se me permite la chocante expresión, “vírgenes en espiritualidad”, con el fin de que sólo el Opus los moldee sin toparse con “competencias” o “rivalidades” previamente adquiridas (algo parecido, salvando las distancias, a lo que se exige a las candidatas para numerarias: que sean “vírgenes” biológicamente). Y es que, en el supuesto caso de que un numerario hubiera vivido un tiempo en un seminario diocesano o hubiera recibido años antes una intensa dirección espiritual con un confesor que lo animaba a ser sacerdote, podría fácilmente desarrollar, al cabo de los años, cierto espíritu crítico para con la espiritualidad del Opus Dei añorando sus anteriores experiencias. Esta posibilidad se elimina de raíz, si en el momento de pedir la admisión a la Obra, los directores se aseguran de que, a tenor de su pasado “virginal”, ese candidato laico carece de peligrosos “caballos de Troya”.

 

Creo que van por aquí los tiros, querido Brian; no se trata de despreciar el sacerdocio en cuanto tal, sino de afinar en los criterios de selección. Piensa que el fundador de la Obra era sacerdote: ¿cómo no iba a apreciar en otros lo mismo que él era?

 

Tercera matización. El principal problema del sacerdocio del Opus Dei debería situarse, en mi opinión, en otro orden de ideas que, en realidad, Brian, también insinúas en tu anterior escrito. Lo más grave de ese sacerdocio es su instrumentalización por parte de los directores y directoras de la institución.

 

Todos sabemos que uno de los mayores errores del Opus es la carencia de libertad de las conciencias entre los miembros de la Obra (recordemos el magistral escrito de Oráculo titulado La libertad de las conciencias en el Opus Dei). Y en esta tragedia la labor de los sacerdotes ocupa, por desgracia, un papel clave. Los sacerdotes de la Obra están formados para contribuir a esa falta de libertad, esto es, para ser instrumentos de los directores en la función de controlar abusivamente la conciencia de la gente de la Obra. Para ello esos sacerdotes se sirven no sólo de sus charlas, meditaciones, clases de filosofía o teología en el Studium Generale, sino también –y esto es muy grave– de la dirección espiritual y de la confesión.

 

Asistimos aquí a una auténtica aberración que, como bien dices en tu anterior escrito, debería ser objeto de investigación por parte de la Santa Sede y, luego, de censura y rectificación. La aberración consiste en instrumentalizar dos sacramentos (el orden sacerdotal y la penitencia) poniéndolos al servicio de un sistema totalitario y absolutista de poder y de (de)formación espiritual como es el que han creado los directores en la vida interna del Opus. ¡Esto es terrorífico! Yo me atrevería a denunciarlo no sólo como un grave atentado contra la disciplina cristiana tradicional (es decir, contra la ortopraxis de la Iglesia), sino incluso contra la ortodoxia doctrinal. ¡Con los sacramentos no se juega ni se abusa de esa manera!, ni tampoco, por supuesto, con la conciencia de los creyentes.

 

Y es a la luz de esta aberración como se comprenden las cautelas que los directores toman, primero, a la hora de seleccionar a los candidatos laicos para numerarios o agregados y, luego, para seleccionar a los candidatos al sacerdocio. Es un sutil (tal vez diabólico) sistema de selección tendente a asegurar personas, primero, moldeables y controlables y, luego, moldeadoras y controladoras. ¡Terrible!

 

Muchas gracias, Brian, por tu atención. Gracias también a todos los que pacientemente hayan leído este escrito. Un cordial abrazo a todos.

 

Josef Knecht




Publicado el Wednesday, 15 July 2009



 
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