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 Tus escritos: ¿Han excomulgado a alguien en el Opus Dei?.- Damian

010. Testimonios
damian :

En una tertulia en la que yo estuve presente, oí a un mayor de casa comentar como el fundador había enviado por conducto notarial la excomunión a un miembro indócil de la Obra, para mi perplejidad en el catecismo interno se decía que cabía ejecutar esa alternativa por parte de esta organización católica. Mi pregunta es la siguiente ¿Es posible que a lo largo de la vida del Opus Dei se haya excomulgado a alguien? ¿Es posible que a lo largo de la vida del Opus Dei se haya condenado irremisiblemente en vida a alguien a las penas del infierno? Pregunto esto porque algunos directores con los que he convivido, han utilizado esta amenaza con ligereza y no saben el daño que han causado.

Por el final de los años setenta, yo estaba instalado en un centro de universitarios en Madrid por cerca de la calle Velazquez, cuando yo oficiaba la charla fraterna con el director, él me ordenó que acudiese a un curso de retiro, el cual se celebraría en una fecha determinada...  



Por razones de cansancio académico, quizás por desgana o por concurrencia con mis horarios académicos y sobre todo por la angustia fóbica que me producía pasar cinco días en silencio observándome a mi mismo, y juzgando mis propósitos yo rehusé acudir a ese evento.

Ante mi negativa el director empezó a conversar bronco para convencerme y como yo persistiera en mi protesta, me amenazó literalmente que sería excomulgado por terco. Por supuesto que me presenté en la casa de retiros y sufrí despacienciado aquellos días. Aún a día de hoy me siento a veces asaltado por la duda de estar descomunicado de la Iglesia, porque si bien me porté adecuadamente, mi cerebro se quedó inquietado, tantos años en la obra me habían hecho un incendiado seguidor de Cristo, a mí me asaltaban como puñaladas pensamientos extravagantes tales como, que si un director, el cual tiene gracia de estado y puede excomulgarme por su propia voluntad no necesitará abrir un proceso público canónico, simplemente con lanzar un grito al Santo Espíritu ya quedaba ejecutado y aquello sería un acto efectivo que me excomulgaría.

Supongo que a la altura de estas líneas el lector se estará revolcando de risa, yo mismo en esos momentos era consciente de que aquellos pensamientos eran obsesiones psíquicas que no se correspondían con lo real, pero ahí estaban y no se habían generado por mi voluntad. A esas alturas de mi vida en el Opus Dei yo había sufrido un proceso peculiar de categorización mental debido al continuo cansancio que padecía, tenía una identificación ideológica con la organización informal de la Obra debido a la continua propaganda de ideas extravagantes que se vertían en los medios de formación, la charla confidencial y la dirección espiritual y sentía mucho miedo debido a la censura continua de las correcciones fraternas o las reconvenciones de los directores, en suma tenía imprecisos los valores éticos e intelectuales.

De continuo cuando a mí se me ordenaba algo yo revivía el ensueño de la excomunión porque mi mente tendía a proyectar este estremecimiento ante cualquier sentimiento mío de critica interna, si a mí se me ordenaba a las once de la noche que preparara el oratorio para el día siguiente instintivamente por el cansancio que yo tenía me afloraban sentimientos de rebeldía e inmediatamente aparecía una autocondena excomulgante, y yo en ese momento tenía que reprogramarme psicológicamente para entender que eran escrúpulos triviales, según me decía yo a mí mismo.

En fin creo que con palabras desordenadas he podido explicar el proceso de manipulación psicológica que se llevaba a cabo con falsas inculpaciones, con excesivas censuras y ejecutando una cantidad desmedida de condenas sobre lo mínimamente venial. No solo yo sino también muchos de mis compañeros que no accedieron a cargos directivos en aquel periodo al pasar por este entrenamiento espiritual presentábamos de forma generalizada un comportamiento cuasi neurótico. Siempre que comentaba en la dirección espiritual mis circunspecciones morales era como si hablara con un pato, nadie me entendía, nadie de ahí dentro pudo tranquilizarme porque se suponía que lo mío era un orgullo resentido debido a mi tibieza y todo acababa con una absolución sobre no se sabía que. Pero lo peor sucedió cuando un cargo directivo de una delegación de Madrid me echó de la Obra duramente.

En el transcurrir de varios años mi inconsciente estaba impregnado de una sensación imprecisa como de excomunicación con la Iglesia, por más que acudiera a mi parroquia o que me confesara, latía sobre mí un sentimiento triste como de segregado, como de apartado, mi cabeza me mostraba que era ridículo, pero mis entrañas que a más de las veces son indómitas pujaban por excluirme. Es por ello que el Opus Dei si quisiera redimirse podría certificarme, al pedirme perdón, que nunca ha tenido intención de excomulgarme.

Damian




Publicado el Monday, 31 August 2009



 
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