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 Tus escritos: Cierto aire de familia y un placer personal.- Rafinosa

130. Agradecimientos, felicitaciones
rafinosa :

He leído el envío de Job Fernandez y quiero decirle que me ha encantado. Enhorabuena por el esfuerzo de hilar los datos y llegar a unas conclusiones más que lógicas. Me gustaría saber si es posible acceder al libro completo (el ogro cariñoso) ya que parece que lo publicado son solo algunos capítulos referidos a los años del Seminario y la ordenación sacerdotal.

Tras la lectura de este artículo se me han ocurrido varias cosas. En general todas ellas podrían encuadrarse en el título que he querido dar a este envío: se nota en la situación un conocido aire de familia.

Por ejemplo, el enfado bíblico que gasta D. Carlos, el arcediano, es comparable a otros rebotes que se agarraba el sobrinito a lo largo de su vida, por motivos varios y nimios en muchas ocasiones. Ciertamente, en el tiempo que pasé en la obra, la idea que sacabas de D. Carlos Albás es que eraun señor muy pagado del cargo diocesano que tenía en Zaragoza y al que no hacía ninguna gracia que su hermana y sobrinos se trasladaran allí, estando en una situación social y económica que empañaba su prestigio e influencia. Esto, como decía, era la impresión que al menos yo tenía; después de seguir el curso de los acontecimientos de la mano de Job, la perspectiva cambia bastante.

Claro, si el buen señor se sintió engañado o defraudado por la conducta de su sobrino respecto al sacerdocio, podría explicar -me parece que no justificar- alguna de sus actuaciones. Aun así, os decía todo tiene un sabor de "dejà vu". Es objetivo que el arcediano le echó algo más que un cable a su sobrino: su influencia le permite a Escrivá trasladarse a una ciudad con universidad y poder empezar Derecho; le consigue media beca y cargos remunerados para pagar su estancia; le introduce en el círculo del Cardenal Soldevila; muy probablemente gestionó la tan complicada dispensa para matricularse en la universidad civil...

O sea, que se mojó bastante que diría el castizo. Aun así, en la obra sólo nos ha llegado el eco de su mal genio, sus ausencias en momentos importantes para los Escrivá y los empellones a Dña. Dolores. Ya sé que Escrivá decía de sí mismo que él era muy agradecido; en su humildad, decía que lo era más que Sta. Teresa -¡toma ya nísperos!- pues ella agradecía una sardina que le dieran mientras él agradecía una simple raspa.

Me parece que todos nostros hemos notado en propia carne, quien más quien menos, el hondo agradecimiento de Escrivá y su familia sobrenatural, un vez decidimos irnos. Aquí ya no cuenta lo que hiciste por la obra ni los jirones de pellejo que te dejaste, ni las oportunidades que perdiste por servirla; no, a partir de que te vas, ya dejas de existir. O si existes estás enfermo de la azotea o se sugiere al curioso algún tipo de conducta inconfesable que te llevó a marcharte de la obre.

Se ve que la práctica viene de antiguo: D. Carlos le ayudó mucho a Escrivá ¡ah! pero no tragó con ciertas cosas, se cogió su buen enfado y... voilà, ya pasa a ser de los "malos" de la historia. O al menos de los que contradijeron al bueno. Lo mismo cabe decir de autoridades eclesiásticas, Damas Apostólicas, sacerdotes que eran corona de espinas... un sinfin de personajes que se cruzaron en la historia de la obra y su fundador, pusieron el hombro -o algo más- pero, dejaron de ponerlo o se desengañaron o lo que fuera. Esos ya no cuentan. ¿Os suena verdad?

Me voy a dar un gustazo personal, ya me perdonareis. Aunque Job conduce el razonamiento de un modo intachable, apoyado en datos y con rigor hacia una conclusión, por mi parte me voy a permitir suspender el juicio. Suspendo el juicio respecto a las motivaciones que pudieran llevar a Escriva al Seminario y al sacerdocio; lo hago porque esos motivos, por muchos datos externos que tengamos, pertenecen a su fuero interno donde nunca nadie podrá penetrar.

Suspendo el juicio porque no quiero ponerme a su nivel: él sí se permitió el lujo de emitir un juicio sobre todos aquellos que abandonaran el opusdei "in saecula saeculorum" sin conocerlos personalmente ni a ellos, -nosotros-, ni sus motivaciones, ni circustancias, ni nada. Él se permitió no dar un duro por nuestras almas -probalemente ejercitando la esperanza heroica, aunque no estoy ya muy ducho en esto de clasificar virtudes en plan escolástico, como si fueran escarabajos- y a ponernos muy cara la salvación eterna.

Por eso, el menda, que está pero que muy lejos de los altares y de que hagan reliquias con sus calcetines, se permite el placer de no concluir que Escriva fue al Seminario y a las sagradas órdenes por necesidad o por interés.  




Publicado el Wednesday, 14 October 2009



 
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