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 Tus escritos: Opus kitsch.- Luxindex

070. Costumbres y Praxis
Luxindex :

Opus kitsch
Luxindex,
16 de diciembre de 2009

 

 

Días atrás Agustina colgó en esta página una pintura muy fea que le había enviado un amigo. La escena es una especie de Anunciación resuelta en un estilo pseudo renacentista que, en realidad e involuntariamente, es puro kitsch.

 

La propia Agustina entonces, así como en la siguiente entrega Otaluto, Cooper y María Luisa ya comentaron con el acierto de siempre lo esencial de tan desagradable pastiche. Pascual, además de lo anterior, nos mandó otros dos ejemplos de la mamarracha imaginería opusina.

 

En la última actualización participaron también HP (que el tristemente conocido Erik el Belga sea miembro del Opus Dei â me ha dejado, nunca mejor dicho, a cuadros), Sancho1964 (al final de este escrito atiendo la interesante propuesta de tu posdata) y Calandria (merece la pena reproducir el título de su alegato por lo que tiene de sorprendente confesión: “Los integrantes de Opuslibros carecen de sentido sobrenatural” ¿Todos? ¿Acaso, tú, Calandria, no eres por escribir aquí una integrante más?).

 

Calandria, acertó inconscientemente cuando dijo: “voy a dar mi opinión sobre la pintura de San Josemaría”. Efectivamente, hay está el quid: la pintura es sobre ÉL...



Luego expuso unas vaguedades donde confundía la sensiblería con la vida interior y el sentido sobrenatural con la falta del común y el de la vergüenza.

 

Se despidió de este tema pidiendo a “los integrantes de Opuslibros” (entre los cuales, insisto, está ella) “un mínimo de educación y respeto, sobre todo con lo que se refiere a las cosas de Dios”. Pero aquí se equivocó, porque la falta de respeto está en el pintamonas y en los que aprobaron tan espantosa estampita; en cambio, los que ahora aplauden semejante bodrio, como hace ella, para ser justos, creo que tienen tanta responsabilidad como buen gusto, es decir, ninguno.

 

De todas formas, Calandria, también dio una pista que convendría que siguiésemos, también ella. Recomendó “meterse en el Evangelio” y, aunque en su escrito encontró más gusto en “meterse” con los que razonablemente detestan esta pinturilla, estoy de acuerdo con que ir a la fuente ayudará. Así pues, “metámonos”:

 

San Lucas (1:26-38)

 

26Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28Y entrando, le dijo:

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

29Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.

34María respondió al ángel:

¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?

35El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37porque ninguna cosa es imposible para Dios. 38Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel dejándola se fue.

 

Éste es el origen. Ya estamos “metidos”. Pues bien, este misterio se compone de cinco momentos:

 

- Salutatio: María está leyendo, hilando u orando cuando aparece el ángel. Está ensimismada y aún no ha reparado en la presencia de aquél. No hay interacción.

 

- Conturbatio: “38[…] Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. 29Ella se conturbó por estas palabras […]”.

 

- Cogitatio: “29[…] y discurría qué significaría aquel saludo. 30El ángel le dijo: No temas, María […].

 

- Interrogatio: “34María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”.

 

- Humiliatio o Ecce Ancilla Domini: “38Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra […]”.

 

Y para entender cual es el momento siempre se ha representado a los personajes con un lenguaje gestual variado pero explícito dando lugar a miles de representaciones de la Anunciación que tienen algo en común: tienen que ver con la Anunciación. Con esta tonta tautología quiero decir que no tienen que ver con otra cosa, sino con la Anunciación; que la variación de algo si se pasa de grados se convierte en cosa, haciéndose irreconocible el origen. Pues bien, en ninguna de esas miles de representaciones producidas a lo largo de muchos siglos aparece la Virgen bendiciendo ni a personaje alguno ni al invisible espectador: NUNCA.

 

-¿Y qué más da? (Podrá pensar alguno).

 

Pues sí da. El arte permanece creando eficaces convencionalismos o permitiendo licencias que aunque sacrifiquen detalles de la realidad o transgredan las reglas hasta entonces establecidas de la disciplina en cuestión sirven, unos y otras, para lograr, precisamente, su fin más sublime: hacer arte; es decir, es cierto que el arte, al menos por lo general, no busca comunicar notarialmente sino viva e imaginativamente.

 

Por tanto, qué más da que en una pintura o en un relato alguien aparezca en un siglo que no le corresponde; o que el actor de teatro finja hablar sotto voce pero a todo pulmón para que también se enteren los del gallinero; o que la localización del Madrid de la postguerra se haga en no sé qué otra ciudad 70 años más tarde…

 

La cosa es qué se quiere comunicar o, mejor dicho, qué se comunica finalmente. Y cómo, claro.

 

Así pues, en principio, la apuesta de insertar al Santo-Bala, o Santo-Exprés, en plena salutación angélica puede ser interesante plásticamente.

 

Entonces, ¿por qué en este caso el resultado es un fiasco? Pues porque fallan, como siempre en el Opus Dei â, el concepto y la forma.

 

Los dos antecedentes de santos (san Julián -Filippo Lippi-, san Emidio -Carlo Crivelli) presenciando la Anunciación relatada por san Lucas no sirven como prefiguraciones legitimadores de que también lo haga el fundador del Opus Dei â pues, en el caso que nos ocupa, es María y el arcángel quienes acompañan al protagonista indiscutible: el Santo-Bala.

 

En otras conocidas Anunciaciones, aparte de la Virgen, el arcángel y el Espíritu Santo en forma de paloma, aparecen aunque sólo ocasionalmente otros personajes (el profeta Isaías –en referencia a Isaías 7, 14-); los expulsados Adán y Eva; san Jerónimo, allí en un rinconcito, y por devoción particular del que encargó la pintura; coros angelicales; donantes vanidosos…) enriqueciendo la escena. Pero éstos secundarios siempre se representan en los márgenes, o a menor escala, o reservadamente tras una puerta entreabierta... Igual ocurre con los santos Julián y Emidio que aparecen, en ambos casos, discretamente detrás de Gabriel y a un lado de la pintura.

 

Pero en la “Anunciación de Escrivá” (aún con más propiedad se debería llamar “La Anunciación interrumpida por Escrivá”) la presencia de éste atrae más y antes la mirada del espectador que el resto de los personajes por dos motivos.

 

El primero, que ya comentó y con mucha gracia Otaluto, es el distinto tratamiento formal (naturalista) que recibe Escrivá respecto al personaje femenino (a mí no me parece la Virgen) y al ser alado (a mí no me parece un arcángel), más pseudo arquetípicos.

 

En segundo lugar, en la jerarquía compositiva, el de las gafas, al ocupar el campo derecho, tiene preferencia sobre el ser alado de la izquierda pero incluso sobre la mujer, aunque ésta ocupe el centro. Tanto la mujer como el ser alado no tienen equilibrio: él, con esa comprometida posturita tras lo que debió ser un aterrizaje forzoso; ella, apuradamente o apenas arrodillada sobre el extremo del asiento de una silla de estilo provenzal (que yo diría de rebajas). En cambio, el protagonista es el único en postura modosa y revestido con un dominante manto rojo del que resulta difícil apartar la vista.

 

En una lectura lineal, lo que aparece de izquierda a derecha es lo siguiente: el primer personaje (el que parece una alada bailarina despatarrada) anuncia que el segundo personaje (la paloma con una matasuegras en el pico) vendrá sobre el tercer personaje (la figura femenina en precario equilibrio) para que así nazca el que será llamado Hijo de Dios… ¿cuarto personaje?

 

Este engendro, este enmarañado mensaje, confunde al espectador. Se dice sin decir, no con sutileza sino con ambigüedad, que Escrivá es muy importante, si no el más importante. Ése es, por cierto, el mensaje último del lenguaje opusiano: Escrivá, su importancia y omnipresencia. De ahí que pinte tanto en esta pintura ese pintoresco señor. Es una descarada interrupción, una apropiación que bastardea el momento más gozoso (recordemos que es el primer misterio gozoso) de la vida de María.

 

Aunque, en honor a la verdad, no está claro si ésa fue la intención del limitado pintor y sus celosos censores (intención deliberada, subliminal, inconsciente… quién sabe) sí lo está que es una grotesca contrahechura lo que allí aparece.

 

¿Realmente esta pintura representa una Anunciación?

 

No, no. Es tal la presencia del entrometido que se diría que los entrometidos pasan a ser los otros… Eso, o partir de ahora a los cinco momentos de la Anunciación deberíamos añadir otro:

 

 

- Interruptio: “Y de repente dijo María: Perdona, Gabriel, espera, voy a bendecir al inoportuno éste de las gafas y enseguida sigo contigo”.

 

Además, aunque sea cosa menor, también debería revisarse el fondo de la escena, pues más que una apropiada estancia parece la salita de estar de una antepasada lejana de la Srta. Pepis; tampoco el aire de granja de Playmobil, pato por aquí, burro por allá, ayuda a situar la escena (¿también coleccionaba en su casa esos animalitos la Virgen?).

 

Muy mal, muy mal. En fin, puro kitsch.

 

Terminaré este escrito atendiendo con gusto la propuesta de Sancho1964, que de llevarse a cabo será muy reveladora. De momento, para formar esa pinacoteca de los horrores que él plantea ya tenemos los cuadros de estos días, los que enviaron tiempo atrás Trinity y BMD y éste, que seguro que muchos ya conocíais:

 

 

 

 

 

Me repetiré: La cosa es qué se quiso comunicar, qué se comunica, y cómo.

 

Parece que en esta ocasión han querido hacer una pintura devota y más sencilla que las anteriores. No sin esfuerzo, podemos “meternos” y suponer que Escrivá, sencillamente, nos enseña al Niño Jesús con piadosa intención. No sé, algo así. La pintura es tan mala que no es fácil potabilizarla.

 

Pero, en realidad, ¿qué es lo que se ve?

 

Lo que se ve no es una escena de amor hacía Jesús Niño, sino un intento de seducción hacia el espectador valiéndose del Niño.

 

Quiero decir que lo que se ve es que un señor con gafas se desentiende de lo que lleva entre manos y que se dirige exclusivamente al espectador. No muestra empatía alguna hacia esa especie que hemos acordado para entendernos en llamarle niño (¡qué cosa más mal dibujada!).

 

Si dicho “niño” fuese el Niño Jesús, lo suyo sería que protagonizara la escena. Si Escrivá mirase al Niño le daría protagonismo a Él; al no hacerlo el protagonista vuelve a ser él, el Santo-Bala.

 

Por otra parte, para que el Niño fuese niño se debería haber representado como tal, (¡que pareciese un niño, vamos!) y que el adulto de las gafas lo tuviese como tal.

 

Cuando se quiere dormir a un bebé, lo normal es que quien le acune flexione los brazos hasta llevarse la criatura al pecho; de esa forma el niño percibe bien los arrullos, se amodorra, y termina definitivamente dormido al confundir, acompasados, su corazón con el de su protector.

 

Aunque en este caso el niño representado parezca más un pequeño pero fornido señor de cierta edad (por cierto, de ombligo muy descentrado y pie derecho descoyuntado -esto último, es comprensible, para evitarse el trabajo de dibujar tan enojoso escorzo-), el portador no debería haberlo descendido casi hasta donde los roqueros fingen rasgar la guitarra cuando no la llevan. Dicho de otro modo: El “niño”, o señor rubio éste, puede estar tan macizo como se quiera, pero rendir los brazos tanto lo acerca más a un incómodo saco de cemento mal llevado que a un rorro ayudado a conciliar el sueño. Ya digo, hay que flexionar más los brazos; es una cuestión de coherencia, decoro pictórico y, en la vida real, la mejor forma de evitar las hernias cervicales en los dormideros.

 

Por otra parte, en la literatura pediátrica o sobre puericultura no hay nada publicado sobre que poner cara de seductor pillín al espectador (obsérvese la cara del señor de las gafas) ayude a un “bebé” a conciliar o mantener el sueño.

 

En fin, que lo que se ve en ésta y en el resto de las obras opusinas conocidas es una pantomima, una torpe apropiación interesada de modelos iconográficos consagrados, mucho delirio, mucho oropel, mala traza, mucha pompa mamarracha, mucho pintamonas, mucha chapuza… Aunque, ahora que lo pienso, es el estilo adecuado para el Opus Dei â. Opus kitsch, podría llamarse ese estilo.

 

Luxindex




Publicado el Wednesday, 16 December 2009



 
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