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 Correos: Sobre los juicios de opinión absolutos.- Mineru

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mineru :

Querida Agustina:

 

Permite que me dirija a ti de forma concreta y personal, a los solos efectos de evitar que ningún lector se sienta ofendido, ni agraviado, por lo siguiente.

 

A propósito de las trifulcas literarias que, de tanto en tanto, se producen en el seno de cualquier grupo humano, como fruto de la pasión y de la vitalidad que los diferencian de los organismos muertos, me apetece traer a colación un extracto de las líneas escritas por Raimundo Panikkar, que Alberto Moncada recoge en su libro “historia Oral”, y que cualquier lector puede consultar íntegramente.

 

Del extracto entresaco estas opiniones que hago mías por convencimiento:

 

Juicios absolutos, además de no ser casi nunca verdaderos, tienen el gran inconveniente de impedir la redención, el perdón, el cambio.

 

Cuando vemos sólo el mal ajeno nos traicionamos a nosotros mismos: descubrimos nuestros pecados ocultos.  Se puede sacar bien aun de algo que diste mucho de ser perfecto.

 

Uno acaba por volverse como lo que se odia. El puritanismo, de la clase que sea, es contraproducente. Se autodestruye.

 

Las realidades humanas son muy complejas. La victoria nunca lleva a la paz.

 

Este es el fragmento del que hablo:

“Recuerdo que hace unos años, cuando ya hacía tiempo que había salido del Opus Dei, cenando a tres con una alta autoridad académica y política del mundo europeo, al preguntarme si pertenecía a la Obra, le contesté dando un juicio demasiado tajante sobre el Opus. Me arrepiento de haber dado un juicio tan simplista; sin tener entonces ocasión de matizarlo, la conversación pasó a otra cosa. Las cosas de la realidad son complejas. No existe el mal absoluto ni siquiera subjetivamente. La vida puede tener sentido incluso en un campo de concentración. Lo irritante de Soljenitsin para los soviets no fue su cristianismo o su anticomunismo, sino su elegancia y grandeza espiritual, que, al no jugar el juego de sus perseguidores, les demostraba que no le podían doblegar. No sé si me explico. Se puede sacar bien aun de algo que diste mucho de ser perfecto. No todo lo nazi era malo, por decirlo brevemente. Muchos jóvenes se han liberado de las drogas y de la obsesión sexual, siguiendo a maestros y escuelas que dejan por otra parte mucho que desear. No todo es malo en Dinamarca. Cuando vemos sólo el mal ajeno nos traicionamos a nosotros mismos: descubrimos nuestros pecados ocultos.

Pero aduzco estos ejemplos por una razón más profunda que la de decir que a cada uno le va según lo que espera y aporta. Juicios absolutos, además de no ser casi nunca verdaderos, tienen el gran inconveniente de impedir la redención, el perdón, el cambio. Si sólo nos empeñamos en mantener vivo el recuerdo del holocausto de los judíos, sólo conseguiremos facilitar su repetición. Uno acaba por volverse como lo que se odia. El anticomunismo es otro ejemplo. Quemar nuestros pasaportes de españoles, europeos, cristianos, creyentes, humanos, por las barbaridades que se han cometido por los respectivos grupos sólo puede terminar en la autoinmolación. El puritanismo, de la clase que sea, es contraproducente. Se autodestruye. Hacer sólo crítica negativa de la Obra es tirar piedras sobre el propio tejado.

Aun suponiendo que el Opus Dei contuviese rasgos anticristianos (según criterios cristianos) e incluso antihumanos (según normas humanísticas) la simple denuncia y condena sólo exacerbaría las posiciones y a la postre quizá las invertiría. Pensamos en la evolución del marxismo, por ejemplo, que de posiciones dogmáticas pasa a posturas críticas, o de la Iglesia católica, que pasa de condenar la libertad y defender la tortura del hereje a convertirse en defensora de la libertad y de los derechos humanos. Las realidades humanas son muy complejas.

En resumen, hablar sólo bien de la Obra, o sólo mal de ella, o enjuiciarla como un conglomerado de cosas, algunas buenas y otras malas, me parece metodológicamente inapropiado (¿qué criterios se aplican?) y filosóficamente sin fundamento (¿bajo qué presupuestos se juzga?). Es igualmente inadmisible el silogismo pueril: "La Iglesia es buena, la Obra está aprobada por la Iglesia, ergo la Obra es de Dios." Inválido sería, también, el argumento contrario de criticar al Opus Dei por ser una obra religiosa y considerar la religión como mera superstición o institución maléfica.

En una palabra, uno puede dar su opinión sobre lo que sea, pero esta opinión es doblemente subjetiva, esto es, refleja al sujeto con su autobiografía y está influenciada, ya desde su punto de partida, por el interlocutor que se tiene en la mente, el cual a su vez tiene también su contexto, que condiciona el diálogo. Y la dificultad aumenta, como cuando en este caso, las emociones son altas. Me he pasado cuarenta años con mi profesión de comprender al otro (cultura, religión, filosofía). Me hace cierta gracia aplicar mis ideas al caso concreto del Opus. La victoria nunca lleva a la paz.”

 

En definitiva, las realidades humanas son muy complejas y la victoria nunca lleva a la paz.

 

Esta es, también, sólo mi opinión, que no tengo por juicio absoluto, en absoluto.

 

Recibe un fuerte abrazo de,

 

Mineru.




Publicado el Friday, 19 February 2010



 
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