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 Tus escritos: Un lustro de libertad.- Armando

010. Testimonios
Armando :

Cinco años, un lustro ya. Se dice pronto pero son mil ochocientos venticinco días de haber dejado el opus dei, tiempo suficiente para darme cuenta que aquella decisión que tome libremente un 21 de marzo del 2005, fue acertada y doy gracias a Dios por ello.

 

Escribo nuevamente para los que estáis en el trance de iros el 19 de marzo próximo. Es exclusivamente para vosotros y no para los que están convencidos que la obra es su camino y están completamente felices con ello. Va dirigido a los que en estos momentos piensan que la vida se les hace cuesta arriba, que desean seguir sirviendo a Dios pero que se dan cuenta que no puede ser en el opus dei. Es para los que en su momento, como todos acá en esta web, se entregaron con la ilusión de una vida plena al servicio de Nuestro Señor y ahora ven que no ha sido así. Es por tanto, para los que pronto dejarán la institución...



Sois afortunados porque podéis contar con esta web, la cual nos aclara muchísimos aspectos que nos permiten hacernos cargo de la farsa en la que vivíamos, porque al examinar la cantidad de publicaciones sobre el opus dei que están acá, se necesita ser muy necio para no dar crédito a los testimonios, datos históricos, aspectos jurídicos, etc., que nos demuestran la verdadera naturaleza de una institución como lo es el opus dei.

 

Os admiro, sois valientes porque entráis a esta página, leéis su contenido y habéis logrado vencer ese temor a hacer lo “prohibido”, el mismo que uno siente estando dentro cuando está con un amigo y no le habla de proselitismo, sino de los temas comunes y corrientes entre amigos. El mismo temor que uno sentía si tomaba algo más de un plato que le gustaba, amargando así una comida con la familia “de sangre”. El mismo miedo que uno experimentaba al saludar a una compañera de estudios o trabajo de beso y más aún, si conversabas con ella. En fin, lograsteis vencer el miedo y por eso podéis leerme.

 

Dentro sigue la vida material cómoda porque lo es, -menos para las numerarias auxiliares-  de hecho, muchos siguen ahí precisamente por eso porque ya tienen la vida resuelta: vivienda, comida, cuidado de ropa, etc., pero miradlos y preguntaos ¿son felices?, ¿sus miradas son de alguien feliz, lleno de Dios?.

 

Fuera os espera la realidad, la vida misma, con sus alegrías, tristezas, penas, sinsabores, etc., etc., pero lo más bonito, lo que merece la pena vivirlo es porque al vivir con nuestros iguales, cada uno es libre de tomar la decisión que quiera para su vida. No hay criterios, avisos, indicaciones, correcciones fraternas, etc., etc., que coarten tu capacidad de pensar, de decidir, de hacer. En la calle, en la verdadera calle, en el día a día, podréis ver que lo “importante” dentro del opus, resulta trivial, sin importancia.

 

Leyendo a exnumeraria me acordé de un hecho que siempre que lo recuerdo me causa tristeza, pena, etc. Hace muchos años, recién nacido mi hermano pequeño, llevaba unos cuantos días de vida y tuvo unos síntomas raros que hicieron que el pobre crío se quedará como ido, no lloraba, no se movía, como estatua pequeñaja y obviamente mi madre se preocupó.  Mi padre se derrumbó ante aquello y a mi me tocó llevar a mi hermano y a mi madre al hospital pediátrico. Todo esto de noche.

 

Eran las épocas en que estábamos libres de los móviles, así que tenía que buscar una cabina telefónica para avisar al centro desde el hospital y explicar al director lo que pasaba. Ante el diagnóstico del médico que sospechó que se tratase de una meningitis, iniciaron a hacerle los exámenes a mi hermanito, pruebas dolorosas para un niño tan pequeñajo. Total, llamé al director con la esperanza de poder descargar toda la tensión y estrés que había vivido en aquellas horas, por lo cual cuando me cogió la llamada, me derrumbe y con voz quebrada por la emoción le conté todo.

 

Fríamente me dijo que me tranquilizara, que por la mañana avisaría al sacerdote del centro para que ofreciera la Misa por mi hermanito y a mi me recomendó que dejase a mi madre y hermano en el hospital, porque yo al otro día tenía que levantarme temprano para estar en la oración y vivir mi día tal cual.

 

No sé que fue peor, si el no llamar al centro y estar con ese tema entre pecho y espalda porque estaba haciendo algo malo –lo que decía párrafos arriba con lo del miedo-  o haber vivido el criterio de comunicar todo al director y dejarme así tan destemplado y con más preocupaciones internas porque ¿cómo iba a decir a mi madre que me iba?. Me dejé llevar por el corazón y me quedé al lado de mi progenitora y hermano, no quería irme hasta saber que el crío estaba fuera de peligro. Y así fue.

 

Al aparecer por el centro y ver la cara de pocos amigos del cura y del director, vamos de todo el consejo local con quienes me crucé, me di cuenta que lo que había hecho estaba muy mal,  así pensaba en aquel instante. Y la alegría que sentía y vivía al saber que mi hermano estaba fuera de peligro, aunque se quedó internado en el hospital, se disipó ante la frialdad ahora vivida cara a cara, ya no por teléfono.

 

El director me llamo a la dirección y me dijo que había obrado muy mal, que se veía mi falta de visión sobrenatural, mi falta de confianza en Dios y que entonces no había entendido nada sobre la entrega, que mi proceder había sido muy humano y no me daba cuenta del daño que hacía a todos los del centro con mi nula presencia de Dios al reaccionar de esa manera. Obviamente me prohibió ir ese día y los siguientes a ver a mi hermanito al hospital.

 

Como veis, como puedes darte cuenta Exnumeraria, todos hemos pasado por esos trances.

 

¿Es esto una familia con lazos más fuertes que los de la sangre?, llevadlo a la oración y respondedle al Señor. ¡Y así podría contaros muchas cosas más!. ¿Habéis asistido al velatorio del padre o la madre de un numerario o un agregado?, si la respuesta es negativa, os aconsejo que preguntéis pero no a los directores sino a los que lo han vivido. Si la respuesta es afirmativa, no me dejaréis mentir de la actitud hierática a la que es empujado a adoptar el de “casa”, porque no puede expresar dolor. Ni una lágrima, ni un gesto de dolor o pena, nada. Yo doy mil gracias a Dios constantemente porque sí pude llorar a mi madre cuando me dejó. Y aún lo puedo hacer porque soy humano.

 

Ahora muchos hemos emprendido una vida nueva tal como lo podéis constatar en los testimonios que colgamos en esta web. Antes -por ejemplo- vivía la pobreza por un “compromiso”, que era más severo que los votos de los religiosos. Ahora soy pobre porque así me deja cada fin de mes el pago de las letras de mi casa, de mi coche, de mi manutención. Tal como lo leéis “MI”, porque lo suyo me está constando, como a todos los mortales que vamos sacando adelante el pago de hipotecas para tener un techo propio.

 

Esto es emocionante, no sabéis la alegría que se siente cuando vas viendo que avanzas mes a mes, día a día, hora a hora, segundo a segundo. Cuando sientes el viento en tu rostro, los rayos de sol en la piel, salir por la noche a observar las estrellas, quedarse apreciando un paisaje y contemplar la creación de Dios sin que nadie te tilde de místico, beato, etc., etc., etc.,

 

En fin, para los que a partir del 19 de marzo próximo reemprenderán los andares de sus vidas, ¡¡¡mis más sinceras felicitaciones!!!

 

¡Un abrazo a cada una, a cada uno!

 

Ángel Valdés Estrada

 

P.D.1. Luxindex muchísimas gracias por lo que nos has enviado, me encantan tus aportes.

P.D.2. Atomito, que bien volver a verte por acá.

P.D.3. El director de la anécdota que cuento se fue de la obra antes que yo, dejándome más confundido que pa qué, porque en su oportunidad me había dicho tajantemente “mejor morir antes que dejar la obra”.




Publicado el Monday, 15 March 2010



 
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