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 Tus escritos: Descansen las víctimas de la rejalgación del Opus Dei.- Canencio

020. Irse de la Obra
canencio :

DESCANSEN LAS VÍCTIMAS DE LA REJALGACIÓN DEL OPUS DEI
Canencio
, 26 de marzo de 2010

 

La sublime tristeza que sufre la Iglesia Romana al conocer los atropellos que lleva a cabo el opus dei con las ovejas de la grey católica, no es menor que el dolor que padece por la pederastia de algunos clérigos o la mendacidad de otros. Desde el cruel atentado que sufrió Juan Paulo II a manos de Alí Agca, aquel buen pontífice entregó sin aspavientos ni reducciones todos los dolores de su cuerpo como ofrenda reparadora no solo de las víctimas de pederastia sino también de los que rejalgan, amén de otros muchos más maltratados.

Durante algún tiempo, cierta parte de la Asamblea Católica ha sufrido mucho y se ha enfrentado a estos graves acontecimientos abordándolos como incidencias particulares propias de individuos débiles que han sucumbido a las tentaciones y siendo muy cierto esto, se ha dedicado a corregirlos con extremada caridad. Pero la gran tristeza llovida sobre los obispos y el Vaticano durante algún tiempo les ha impedido observar en la rejalgación del opus dei una gran colección de atropellos específicos a víctimas inocentes ocurrentes en todo el planeta católico...



Ya desde el pontificado de Juan Paulo II se abrieron caminos para enfrentarse a fondo, sabiendo el Vaticano que carecía de muchas herramientas teológicas y filosóficas para concurrir contra ciertos artistas de la confusión que renuncian a ser corregidos. Desde los años ochenta la Iglesia romana conocía con precisión los desvaríos del opus dei y las perturbaciones escabrosas de ciertos escabrosos clérigos traidores, por eso se encargó al entonces cardenal Ratzinger que, por un lado investigara con seriedad los abusos a menores y por otro lado que disciplinara al opus dei impidiéndole el acceso a una prelatura con pueblo. Y tanto la clamante penitencia reparadora del buen Papa Polaco como la incesante actividad silenciosa de ciertos curiados anónimos, deben aportar mucho consuelo a los que rejalgan en silencio mientras absorben las propias lágrimas que se caen de sus ojos.

El que rejalga puede consolarse ya que la Iglesia puede juzgar sobre la globalidad de un institución nacida en su seno, porque la naturaleza intelectual del hombre creada por Dios nuestro Señor entiende los predicados universales inducidos de entre muchos casos particulares. Así pues, le es dado al Santo Colegio Apostólico inducir que, de los muchos daños individuales se puede inferir un delito universal y el millón y medio de católicos atropellados por el opus dei durante toda su historia certifican esta inducción. No olvide el que rejalga que Cristo vio, juzgó y castigó a los cambistas del templo porque solo Él puede ser el castigador de los delincuentes. Ello da a entender a las claras que las Autoridades Apostólicas herederas de Cristo, al ser depositarias de las capacidades de condenar con justicia a los malvados, también están influidas por el Santo Espíritu para sentenciar y condenar con equidad sagrada a los delitos de rejalgación propios del opus dei.

Todo rejalgante debe saber que sus suspiros son escuchados. “Ahora en este instante oscuro de la madrugada, Adonai escucha mis quejidos, aspira mi gemir. Mi Señor, me aprietan los hombres encontrados, los de corazón perverso, los que derraman mentiras de sus bocas. Tú no eres Divinidad amante de malicias. Tú no hospedas al orgulloso. Tú castigas a los que engañan. Porque Tú quieres que se alegren los que en ti se refugian.” Salmo V.

Desde la muerte terrible de Abel a manos de su hermano Dios Padre Todopoderoso no deja de escuchar los gemidos amargos de sus criaturas y es por ello que la Santa Iglesia Romana, al presente, no deja de prestar sus oídos con inconmensurable compasión a cualquier fiel católico que describa los tormentos que ha sufrido a manos del opus dei, entre otras cosas porque así se cumple el mandato evangélico de “Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4.). Al que rejalga desde sus sentimientos de desaprecio le es dado aceptarse como hijo especialmente querido por Dios, pues Cristo vio, juzgó y castigó a los hipócritas farisaicos porque atormentaban a sus hermanos con sus desprecios. “En aquel tiempo, dijo Jesús Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo.” Lucas 18, 9-14.

Y el que rejalga sabe con plena certeza que todos los atropellos que ha sufrido en el opus dei proceden del descrédito concienzudo que sus victimarios aplicaron a su conciencia. Cristo vio, juzgó y castigó a los hipócritas farisaicos porque sabían lo que hacían, no podían excusarse en fatuas ignorancias, pues conocían plenamente y con estudios profundos todas las normas y costumbres de la “TORÁH”. “Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas….. Sucedió, que el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: Te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento. Le dijo Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.” Lucas 16, 19-31. Por eso los victimarios de la rejalgación del opus dei serán muy severamente juzgados por Cristo y por su Santa Iglesia porque han podido obtener mucha formación católica exprimida de los mensajes evangélicos y además, en todo momento desde su fundación se les están dando todas las gracias para enterarse y corregirse de sus desvaríos.

Descanse el que rejalga pues las terribles penitencias que sufrió Juan Paulo II se derivaban de presentir los atropellos de la pederastia y la rejalgación. Su sangre y su autofrendarse agónico fue dedicado a nosotros. Por eso no se escape el opus dei de su obligación de rectificar y corregirse.

Canencio.




Publicado el Friday, 26 March 2010



 
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