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 Tus escritos: Un fraude de más de ochenta años (IV).- Books

077. Numerarias auxiliares
Books :

Un fraude de más de ochenta años (IV)

Books, 7 de mayo de 2010

 

 

Una obra de Dios no es compatible con las riquezas, no atesora, no esconde. Una obra de Dios da de lo que no tiene, cuánto más una obradedios que tiene tanto.

 

Una obra de Dios es justa, todo lo cree, todo lo soporta, no piensa mal.

 

Una obra de Dios no inventa vocaciones, y mucho menos una obradedios que se define como espiritual...



Quizá entre los múltiples fraudes del opusdei, uno de los más provechosos, útiles, productivos, convenientes sea el de la supuesta vocación de numeraria auxiliar.

 

¡Santos y pillos! Pero que listísimo que fue Escrivá….

 

Desde la eternidad ya había personas –concreta y exclusivamente mujeres- con una vocación muy especial. Desde el mismísimo instante de su concepción fue sembrada en un número nada despreciable de personas la semilla de una vocación divina muy específica, muy delimitada, eminentemente práctica, muy material.

 

El invento fue tomando distintos nombres .Evolucionó un poco en la selección de candidatas al premio, todo pensado desde la eternidad, pero en esencia siguió siendo lo mismo, fregar, limpiar, planchar, lavar, cocinar.

 

En un principio a estas almas tocadas con el ala de un ángel, el opusdei las llamó sirvientas, o bueno, fue dios el que quiso que se llamaran así, a saber. Con el tiempo, con la evolución de dios, este término resultó que daba un poco el cante, debería sonar pero que muy raro, rarísimo que hubiera por ahí una vocación, no de misionera o monja, sino de sirvienta. Y entonces, llamóseles numerarias auxiliares.

 

Escrivá tuvo una iluminación divina, sobrenatural, pero sobre todo muy, pero que muy sobrenatural, porque…. Qué porras, el cuerpo necesita el pan.

 

Vocación destinada a almas muy finas, qué suerte, qué privilegio, almas que se dedicaran a limpiar lo que ensuciaban sus hermanos numerarios, a fregar los platos de sus hermanas numerarias. ¿Vocación de cenicientas?

 

El opusdei cubría así sus necesidades corpóreas, que no son pocas.

 

Las potenciales numerarias auxiliares eran localizadas sin gps, ahora a saber, en pueblos y aldeas remotas. Personas en lo social, pertenecientes a clases muy bajas, personas con muy poca cultura, en muchos caso analfabetas. Hijas de mineros, jornaleros, gente de campo, gente sin maldad.

 

Estos padres con escasa cultura y pocos medios, veían el cielo abierto cuando recibían la visita de esas señoritas de la capital, que sonreían tanto, que iban tan bien vestidas, que eran tan educadas, y ofrecían para sus hijas trabajo, manutención y formación.

 

Padres, madres, abuelos, tíos, hermanos, primos, no tenían ni puñetera idea de lo que era el opusdei, a ellos qué les importaba cómo se llamara aquella maravilla. El opusdei, especialista en vender muy bien la burra, hacía el negocio del siglo, por supuesto muy sobrenatural. Estas almas iban a un sitio estupendo con más niñas de su edad, aprenderían muchas cosas, lo pasarían muy bien.

 

Lo que no les decían era que trabajarían como burras, verían la calle muy de tarde en tarde, verían a sus padres alguna que otra vez, en contadas ocasiones y el opusdei se las quedaría. Bueno, no, dios las querría para él. El caso es que en muchas ocasiones los padres no llegaban a enterarse de la vocación de sus hijas, o si lo hacían, sus hijas ya llevaban muchos años en el opusdei, probablemente los mismos años que llevaban sin verse.

 

Estos padres no sabían que sus hijas no asistirían a la boda de sus hermanos, a la comunión de sus sobrinos, a la jura de bandera del hermano mayor, al funeral de un familiar. La negativa la daría su hija por teléfono, o incluso sería otra persona quien les llamara.

 

El fundador del opusdei las llamaba sus “hijas pequeñas”, supóngase que debido al trato recibido y a la vida que llevaban.

 

Las numerarias nunca las dejaban solas. No disponían de dinero, no trabajaban solas, no salían solas. Siempre detrás la sombra de la numeraria, de la señorita (que así era llamada).

 

Su vida se reducía a las cuatro paredes del planchero, la cocina o el cuchitril de una portería, donde quedaban encerradas.

 

Fuera de su trabajo –y en este caso, con limitaciones- tenían muy poca iniciativa, aunque muchas de ellas fueran listas, inquietas, o tuvieran talento.

 

Entre cuatro paredes y con un trabajo tan material, tan rutinario, tan repetitivo, tan estudiado, tan absorbente, hay poco tiempo para inventar y mucho menos si mientras se plancha o se barre no se paran de rezar partes y más partes del rosario.

 

No es de extrañar, desde luego, que los mejores profesionales planchando o cocinando, no se encuentren entre el personal de una tintorería de renombre o el de un restaurante de cuatro tenedores. Las mejores son las numerarias auxiliares, lógico.

 

A las veinticuatro horas del día, réstensele las dedicadas a dormir y rezar, el resto…. a santificarse con el trabajo, o a deslomarse, que es lo mismo.

 

Durante muchos años no disponían casi de ropa de calle, pues desde que se levantaban hasta que se acostaban vestían uniforme y delantal. Para todo, para trabajar, para la misa, para la tertulia, en días de fiesta, en invierno o en verano, con frío o con calor.

 

Numerarias y numerarias auxiliares se trataban de usted y estas últimas siempre se mostraban sumisas, obedientes, serviles.

 

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Publicado el Friday, 07 May 2010



 
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