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 Tus escritos: Ciencia nueva y fe antigua.- Ana Azanza

010. Testimonios
Ana Azanza :

Ciencia nueva y fe antigua

 

Estimados Orejas:

 

Interesante cuestión la suscitada por Knecht (“Guarderías de adultos”) y AgustinB (“Comentario sobre Guarderías de adultos”) de si la ciencia actual “nos mete el miedo en el cuerpo” o por el contrario refuerza la fe.

 

Me parece que para quien tiene la fe, me cuento en ese grupo, no hace falta llegar al mundo asombroso de la física cuántica y al ajuste fino del universo para sentirse reconfortado y confirmado en la propia creencia. Incluso un pajarillo humilde que se posa en mi ventana y me da la serenata sin que yo se lo haya pedido puede ser una señal de la existencia del Amor, así con mayúsculas, que es lo que yo entiendo significa la palabra Dios...



La ciencia “ciencia es” y su cometido no es ni reforzar la fe ni hacerla tambalear. Eso son dos usos diferentes que efectivamente se dan de los datos científicos. En España es muy conocido Punset, no es santo de mi devoción, pero lo cito como un ateo cuyo ateísmo parece tener base científica. En la universidad de Navarra teníamos un profesor, al que en mis tiempos de numeraria admiraba, Artigas, que hacía justamente lo contrario. También leí un libro en ese sentido “El señor del azar” que creo escribió un ingeniero del opus, ese libro no lo he vuelto a encontrar.

 

Hay una película célebre que yo pongo a mis alumnos “¿Y tú qué sabes?” en la que se hace un esfuerzo de vulgarizar los descubrimientos de la ciencia física, y en la que intervienen sabios de las más diversas especialidades, también teólogos.

 

La fe, la creencia es una actitud muy personal y profunda que tiene que ver con asuntos bastante más serios desde el punto de vista subjetivo que los resultados de la ciencia. Entiendo que en el pasado, hace 1000 años, el saber de la humanidad era uno solo, había unidad de los saberes, no se habían diversificado y especializado tanto como hoy.

 

Pero ya no estamos en la edad media. Es lo que ciertas instituciones no acaban de comprender porque no les conviene. La fe en Dios de un creyente cristiano católico del año 2010 no puede ser la misma que la de los tiempos antiguos. La vivencia de esa fe no puede ser idéntica a la que tenían nuestros antecesores en la edad media. La evolución de la sociedad, de las libertades, de las ciencias, de nuevos saberes que han surgido en este tiempo como las ciencias humanas (psicología, sociología, antropología), de la filosofía, de la economía plantean nuevos retos y problemas a los que tampoco un creyente se puede sustraer. Tener fe no significa estar por encima de esas disputas, y el opus dei entre otros parecen con su vivencia fanática querer pasar por encima de los verdaderos problemas y retos de los seres humanos de hoy con soluciones facilonas. Más bien ellos lo resuelven todo no con la indagación y la búsqueda personal, sino con el sometimiento, con la obediencia, con el autoritarismo. Me parece que es una gran confusión. La creencia de Dios no significa estar sometido y no poder pensar. Se confunde voluntariamente el asentimiento al misterio, (la vida es un misterio muy enorme), con el sometimiento a unos seres humanos tan falibles como uno mismo que pretenden ocupar el lugar de la divinidad. Un lugar muy mal ocupado, porque ese Dios que representan los directores opusianos es un dios caprichoso, voluble, interesado, hipócrita, con muchas leyes, con el código de derecho canónico en la mano para enseñárselo a los demás. El famoso Dios tiquismiquis.

 

Y es una de las grandes paradojas del opus dei es que al tiempo que propagan una fe “antigua”, para gente que no ha estudiado, que no ha evolucionado con los tiempos, que no tiene ni idea de marxismo, psicoanálisis, estructuralismo, deconstructivismo, posmodernidad… porque todo eso es pecado, confusión… es que sus prácticas económicas no son las de la edad media. Eso es lo que yo encuentro chocante. En la edad media el préstamo a interés era pecado. Y justamente el Opus Dei en su facultad de derecho canónico de Pamplona ha promocionado a Martín de Azpilcueta por ser un canonista ilustre del Renacimiento, un pionero que en su “Comentario resolutorio de cambios” se lanza a decir que se pueden hacer préstamos: la utilización del dinero para hacer préstamos y obtener beneficios es un uso secundario de éste, tan  lícito como su uso primario.

 

En estos días de crisis económica y ajustes duros por parte del gobierno español, hemos tenido oportunidad de ver a más de un profesor del IESE dándonos consejos a los españoles de apretarnos el cinturón. Lo hacen desde la ciencia económica de hoy, 2010. No recurren a los autores del siglo XVI, mucho menos a los del XII ò XIII, porque sería totalmente absurdo. Nadie los escucharía, ¿a quién se le ocurre que se puede hoy hacer economía con lo que ha evolucionado el mundo con lo que sobre el particular se pensaba hace tantísimos siglos?

 

Y sin embargo en teología, en filosofía, en la vivencia de la fe, el Opus Dei nos retrotrae al pasado.

 

No me he perdido: Entiendo que J. Knecht en su escrito justificador de las guarderías de adultos está intentando dar un marco de factores que hacen posible el éxito de las mismas. Yo diría a J. Knecht que mi pitaje no tuvo nada que ver con el desarrollo de la cosmología contemporánea, fue una estafa en toda regla. Pienso que mis padres, ambos creyentes católicos como no podía ser de otra manera, murieron sin haber oído en su vida hablar de la física cuántica. Pero a pesar de ello entiendo lo que quiere decir.

 

Si España es un país católico por excelencia, nací en una de las regiones más exageradamente tradicionalistas. Navarra y el País Vasco hasta la década de los setenta se destacaban sobre el conjunto del país por su catolicismo extensivo e intensivo. Está estudiado desde la sociología por Alfonso Pérez Agote “Cambio social e ideológico en Navarra (1936-1975)”. Y efectivamente en mi infancia y primera adolescencia, después del concilio fui testigo de que las “novedades” iban llegando también a Navarra. Recuerdo “escándalos” de los 70 en Pamplona para los “católicos de toda la vida” y sin ilustrar (ilustración en el sentido de “autonomía” de pensamiento):

 

Que los curas de las parroquias no iban vestidos de cura, o las monjas del colegio que se quitaron la toca y luego los hábitos y vestían de calle, que se tocara la guitarra en las iglesias en vez del órgano, las nuevas canciones de misa, algunas con música de los Beatles y con letra religiosa, comulgar en la mano y de pie, mucha gente que salió del seminario, curas que lo dejaron para casarse, el descenso de los y las postulantas en las órdenes religiosas, el desuso del confesonario, la práctica de las confesiones comunitarias (¡qué lata daban en el opus dei con el tema de la confesión auricular y secreta! Hoy sabemos porqué.), el olvido del catecismo antes aprendido de memoria, las iglesias modernas sin tanto retablo del barroco con sagrarios de madera sin adornar, el descuido en las vestiduras del cura para la misa…

 

Sin embargo el opus, que en exterioridades es magnífico especialista, se distinguía y lo siguen haciendo por mantener las antiguas costumbres católicas “de toda la vida”: sotanas, cantos en latín, comunión en la boca, confesión en el confesonario, los hombres por la cortina, las mujeres por la rejilla, el uso del misal, la acción de gracias después de comulgar, el uso del canon I cuando los demás curas usan el canon III para la misa, misas dando la espalda al pueblo, nada de besos y abrazos en el rito de la paz, promoción del catecismo del padre Astete, del que mi padre era fan, no en vano era el catecismo de su infancia que aprendió de memoria, la “orientación” en las lecturas…. Todo con el aval nada menos que de una universidad presente en la ciudad desde 1952.  Hay que reconocer que dan el pego de maravilla.

 

Se entiende que en algunos aspectos el opus dei apareciera como un islote que permanece en medio del terremoto. Mis padres no me hubieran permitido acudir al club Isaba de no ofrecer esa imagen de catolicismo íntegro a machamartillo. Aunque luego mi padre no se enteraba, ni falta que le hacía, de los usos y costumbres que hay dentro del opus dei. Recuerdo una vez cuando yo era adscrita que vino a buscarme al club después de misa para llevarme con él a que le ayudara aquella mañana en su trabajo vacunando perros. Bajaba yo las escaleras del club y ví a mi padre explicándole al cura numerario que venía a por su hija... Es decir, mi padre no tenía ni idea de que los curas en los centros de numerarias no dirigen el cotarro. Pero él se comportaba como le parecía que debía ser: daba explicaciones al cura, al que supuestamente manda.

 

Lo verdaderamente dramático de todo este asunto es que haya tenido que sufrir tanto drama para descubrir por experiencia la realidad del opus dei. Es decir, que nadie advirtiera a mis padres de que aquello no era lo que parecía y que haya tenido que pasar tantos años de mi existencia, los más bonitos, engañada. Hoy sé que por muy católica que fuera mi familia si en vez de veterinario con un buen sueldo y ahorrando, mi padre hubiera sido peón de albañil, ya podíamos ser muy de misa y del catecismo del padre Astete que seguramente Dios no me “habría dado la vocación de numeraria desde la eternidad”. Me hubiera gustado ahorrarme este disgusto y este desperdicio de energías que ha supuesto mi paso por el opus dei. No pudo ser.

 

Pero pienso que, aunque los obispos no estén por la labor de hacernos caso, merece la pena contar nuestras vivencias como está haciendo Nicanor, punto por punto. Reflejar el verdadero opus dei, el del día a día, no el de las declaraciones de principios y el de la propaganda. Merece la pena que dirijamos nuestra atención a familias que pueden tener la tentación de meter a sus hijos en ese mundo “por su bien”. Que lean nuestros relatos, tan coincidentes entre sí, y que decidan con más conocimiento de causa que el que tuvimos los demás.

 

El pueblo creyente está al margen de las intrigas vaticanas que han llevado al opus dei a conseguir la prelatura, la canonización de su fundador y todo lo demás. Es nuestro cometido dirigirnos a los que de buena fe se dicen católicos para hacerles saber lo que se cuece en su nombre y a sus espaldas.

 

Por eso pienso que no tiene sentido mantener conversaciones con gente de dentro del opus dei. El opus dei nunca va a cambiar, está donde está porque es una organización política taimada. Nunca van a dejar su política de fraude, medias verdades y máscaras. Están en una guerra, su guerra particular por el poder. Todos los que escribimos aquí tuvimos nuestras primeras quejas de lo que “no iba” con los directores. Nos mandaron literalmente a la mierda. A mí por lo menos. ¿Qué vamos a esperar ya de ellos? Mientras conversamos con gente opus dei, que no da la cara, sobre “cómo viviste tú la labor de san Rafael y cómo la viví yo” nos alejamos de lo único que puede servir para algo: contar al que nunca ha estado lo que pasa dentro. Nos echaron o “nos echamos a nosotros mismos”, es suficiente para saber que si cuando éramos miembros no teníamos voz ni voto en una “reforma” (¡qué risa!) mucho menos la vamos a tener desde fuera. Los opusianos nos entretienen, nos enredan, hablando con ellos nos desautorizamos a nosotros mismos. Y  mantenemos el contacto que es lo que a ellos les conviene.

 

Por enlazar con el tema del principio sobre la vivencia de la fe, nos viene bien a los españoles darnos cuenta de las carencias culturales que todavía pagamos por nuestro aislamiento y la uniformidad religiosa que se ha vivido en este país durante mucho tiempo. Necesitamos abrirnos a muchas otras lecturas, culturas, otras vivencias. Por ejemplo, los teólogos católicos de habla alemana que se han rozado con protestantes, evangelistas, judíos… durante siglos tienen cosas muy interesantes que enseñarnos. Hubo un tiempo en España que lo extranjero por serlo era sospechoso de herejía… no puede ser que nos sigan vendiendo la burra de que ciertas formas de expresión de la fe son “la forma católica por excelencia”.

 

Ana Azanza




Publicado el Wednesday, 19 May 2010



 
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