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 Tus escritos: Un conjunto de errores: “Más frases hechas: ésta es mi casa” (VI).- Addicte

070. Costumbres y Praxis
Addicte :

Estimados lectores:

dicen en mi tierra que un ladrón simpre tiene miedo de ser robado. O también que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Pues bien: por más de una vez he oído como se verbaliza una frase que, muy a menudo, no viene a cuenta, por parte de numerari@s. Cuando he pedido intimidad entre un/a familiar numerari@ y su familia de sangre (siento tener que llegar a esta especificación, dolorosa por cierto) por hallarse presente otro/a numerari@ haciendo las veces de vigilante, éste/a ha contestado: "yo estoy en mi casa". Nunca he entendido esta respuesta que nada tiene que ver con una educada petición de intimidad. Nunca había entrado a fondo en si es o no “su casa”, ya que nunca había comprendido la transcendencia de la respuesta arrojada como una lanza o flecha que quiere intimidar al enemigo (pues parecía tratarse de una batalla dialéctica en la que la familia de sangre fuera el enemigo de su familiar numerari@, y en donde el/la numerari@ observador y vigilante fuera la fuerza viva que ha de defender a ultranza la inviolabilidad del domicilio así como la integridad física y limpieza moral del vigilado).

Esta vez, en cambio, llevé el pretendido desafío un poco más allá. Aquel arrojado: “no pases de ahí” suscitó mi espíritu de investigador y de lingüista al tiempo y provoqué un: “no te pregunto ni te digo si ésta es o no tu casa, te pido educadamente que nos dejes solos con fulanito” a lo que obtuve una segunda respuesta todavía más envenenada: “yo estoy en mi casa; no tengo por qué irme” Por mi mente pasó una primera duda de la posible incomprensión de una petición tan elemental y sencilla. Pero no. No era la incomprensión lo que se estaba jugando. Llamémosle “marcar territorio” o en lenguaje algo menos ecológico y más pueril: “esto es mío, no lo toques”. Hice un tercer intento... 



“por favor: ¿te importaría dejarnos solos?” Y su respuesta subió de cota decibélica al tiempo que su voz más amenazadora aún gritaba: “¡Demuestra que no es mi casa!” “No podrás demostrarlo” Como fuere que el/la familiar era familiar mio/a y no suyo/a le espeté: “no te estoy pidiendo que me demuestres nada, te pido simplemente unos minutos de alejamiento y tu salida de esta habitación, más allá de si esta es o no tu casa o de si podré o no demostrarlo”.

No os quiero aburrir más. No se fue. Se quedó escuchando la conversación a la vez que repetía: “Ja, ja, no puedes demostrar que esta no es mi casa...” Al cabo de un rato, terminada la imposible íntima conversación con mi familiar le contesté a modo de despedida: “Si viniera una inspección municipal creo que no le podrías mostrar tu certificado de empadronamiento”. Delante de esta aseveración calló.

¿Qué impulsa a los numerari@s a creer que les vamos a pedir su regularización de estado en el padrón municipal? ¿Que resorte hace saltar su inquietud ante un hecho poco probable provocando una situación en la que la persona se anticipa al evento? ¿Tanto miedo tienen a no estar legalmente en los centros? ¿De donde viene este sentido de pertenencia del hogar? ¿Será acaso un reflejo de la falta de espíritu de hogar que se vive en los centros?

Unas semanas más tarde volví a vivir la misma situación, aunque esta vez con peor educación si cabe, en un centro situado a cientos de kilómetros. La misma frase ante una pregunta que no tenía relación alguna con la pertenencia del hogar.

¿Cuál es mi reflexión? Un/a exnumerari@ me dijo una vez: “Cuando entras en su estructura, tu mente deja de funcionar para dar paso a la MENTE colectiva”. De ahí a la mentira repetitiva pocos pasos hay. Y todos sabemos que una mentira provoca otra y otra... y hay que tener muy buena memoria para seguir el hilo de una vida llena de mentirijillas. ¿Todo para qué? ¿Para evitar que conozcan su “modus operandi” reiterativo, casi clónico? Cuando un familiar de tu propia sangre cree que le mientes, y te contesta con: “me estás engañando”, sabiendo que nunca antes de estar en el Opus Dei te lo había dicho, es que ha llegado muy lejos en la cotidianidad de la mentira en su vida. Tanto que ya no confía en su propia familia. Eso duele.

Recuerdo ahora algunos consejos que se daban antes (y supongo que se dan ahora) respecto a cosas materiales. y en los que siempre aparecía un doble sentido de mentiras: “Hay que circular seguro/a me decían” “Debes comprarte un vehículo más grande porque cuanto más grande más seguro”. Cuando habías hecho el cambio de vehículo aparecía el/la numerari@ llamémosle director diciendo: “¿Cómo te has comprado este coche? ¿No sabes que los gastos grandes hay que consultarlos? o bien: "Aunque sea verano hay que llevar agenda, y si para llevar agenda hay que llevar cazadora, pues se lleva cazadora". Y ciertas situaciones más que graciosas se desprendían de ésta: “donde vas con estas manchas de sudor”. Más tarde apareció la moda de las bolsas colgantes para los hombres, pues las mujeres tenían solucionado este problemilla con los bolsos de mano. Hoy en día se observa un conjunto de fauna de distinto género, con o sin rebeca, con o sin bolsa colgada en bandolera, con o sin agenda con o sin palm. El concepto de estética y el de temperatura pasan a muy segundo plano, para mostrar camisas arrugadas por las cintas de las bolsas que se pegan al cuerpo con el calor, o personas con prendas de abrigo en meses de elevadas temperaturas. ¿Dónde está el llamado sentido común? ¿A quién se han entregado estas personas, a Dios o al Opus Dei? ¿Quien está pues torciendo el espíritu, el buen espíritu? ¿A quién hay que convencer, adoctrinar, coaccionar, o mejor dicho, a quién hay que llevar a pitar? Y es que cuando uno está dentro: ¿Qué puede hacer en positivo? ¿Puede tener amigos dentro de la Obra exceptuando los que son pitables? ¿Puede leer? ¿Son censurados sus libros? ¿Y su correo? ¿Y los periódicos? ¿Y charlar con una mujer si él es hombre? ¿Acaso esta postura no indica que de “per se” las mujeres deben evitarse por ser un peligro? ¿No es esta una forma de decir que la mujer es mala por naturaleza? ¿Puedes ir al cine? ¿Y hablar con un hombre? ¿Tan perversa es la faz de una mujer que no se la puede mirar cuando se le habla? ¿Acaso la duda no va siempre a favor de la persona piadosa? ¿Por qué pues se les dice que dudar de su vocación es un pecado de soberbia porque si un día lo vieron claro ya no deben volver a preguntarlo nunca? Esto sería parcialmente cierto si su vocación la hubieran visto ellos/as, pero no fue así: ¡les dijeron que la tenían!

Vayan pues a su casa, la suya: la de la familia. Y como fuere que a menudo en la Obra hay que distinguir su familia de mi familia o la suya y la de sangre, etc... abogo por poder utilizar el término familia en un único sentido universal de parentesco y descendencia a la vez que, de no ser entendido éste, propongo unos sencillos términos delante de los cuales, a día de hoy, todavía no han desarrollado las frases hechas: se trata de decir: tu madre, tu padre, tu hermano, tu hermana, tu sobrina, etc...

No voy a caer otra vez en decir familia de sangre porque como dice una buena amiga mia: familia sólo hay una y lo demás son monerías.

Addicte

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Publicado el Monday, 16 August 2010



 
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