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 Tus escritos: Carta de dispensa de un numerario después de 25 años.- Aristotele

020. Irse de la Obra
Aristotele :

Carta de dispensa de un numerario después de 25 años

Aristotele, 8 de septiembre de 2010

 

 

Texto original en italiano

 

Quisiera agradecer a Maya por la pregunta:

 

¿qué es lo que se vive que le hace a uno marcharse, si antes ha sido feliz dentro de esa “familia”? Es simple curiosidad, lo reconozco, pero aparte de la pérdida de vocación por el deseo de formar una familia, se me hace raro que alguien tarde tanto en darse cuenta de lo que hay.

 

porque la ocasión de responder que me ofrece forma parte de una especie de “terapia personal” para examinar mis 25 años como numerario en el Opus Dei, desde los 15 años a los 40.

 

En este momento, he comprobado que están dejando la Obra varios numerarios de alrededor de los 40 y más, personas excelentes bajo muchos aspectos. Tanto que aún hoy me asombro cuando veo todavía a algunos que permanecen allí, amigos y personas que aprecio. Pero están allí.

 

Pero para evitar que os exponga mis teorías, ya que aquí hay personas que las exponen de forma más técnica de cuanto pueda hacerlo yo, transcribo mi carta de dimisión, sin ninguna modificación. El vocal de san Miguel, que en este intervalo también ha dejado la Obra, comentó entonces que era una carta bellísima. Nunca he tenido respuesta a esta carta. Ni siquiera en el encuentro con el Prelado a que me refiero he tenido la oportunidad de un intercambio de opiniones fundamentadas. No puedo todavía juzgar mi carta, sino sólo garantizar que es auténtico y sincero testimonio del trabajo espiritual de quien, siendo adulto, después de tantos años como numerario, está a punto de dejar la Obra, permaneciendo como católico practicante. El juicio lo dejo al lector.

 

* * * * * * * * * *

 

            Queridísimo Padre,

 

            por la presente expreso mi voluntad libre, firme, definitiva, de dejar el Opus Dei y pido, por tanto, la dispensa de las obligaciones asumidas con la fidelidad en junio de 1984...



         A esta decisión añado algo después de veinticuatro años de vida en el Opus Dei como miembro numerario y, en particular, después de unos seis años desde que he comenzado ejercer una actividad profesional a tiempo completo, sin encargos específicos en el ámbito de la Obra de San Miguel y de San Rafael, sino únicamente en la Obra de San Gabriel.

 

            Como ya he referido en una carta mía anterior, este cambio me ha obligado a vivir en un contexto y en un ambiente que ha agravado, de forma excesiva, mi estado de opresión interior.

 

            De esto ha derivado el impulso por la búsqueda de una renovación, que me ha llevado a este cambio: lo realizo con alegría, con espíritu de agradecimiento a Dios por el apoyo que me proporciona en estos momentos decisivos, comprobando que un cristiano no es un hombre que vive limitado porque es incapaz de decidir por sí mismo.

 

            Para ilustrar las razones de esta decisión mía, tengo que aclarar que se trata de valoraciones que no suponen juicios sobre personas concretas: en este sentido puedo testimoniar el deseo sincero de servir a Dios y a la Iglesia, así como el valor humano y espiritual de muchos y de muchas.

 

            Estoy completamente desenamorado y lo estoy desde hace tiempo.

 

            El verdadero y auténtico rechazo que me impulsa a abandonarlo definitivamente se refiere al ambiente concreto, que padezco como cerrado, apartado, poco interesado -generalmente- en acoger serenamente y operativamente solicitudes de renovación, un poco demasiado burgués, ajeno al contexto social en que está integrado por las peculiares -aunque razonables- categorías mentales que se inculcan, me quita todo deseo de introducir allí a otras personas y de encontrar en él mismo voluntad y esperanza de iniciativas y de cambio.

 

            Es un contexto en el que sufro una parálisis, y por tanto una regresión de la vida espiritual y de la maduración humana desde hace ya algunos años, sin que nadie haya sabido darme razones sobre esto y soluciones, aparte de lo que aquí ilustro.

 

            No niego que se trate de un contexto en el que se pueda uno sentir sostenido y protegido en su camino cristiano, si se está dotado de las oportunas características y sensibilidad; aparte de que este ambiente no agota el ambiente del Opus Dei: es simplemente que es aquél en el que concretamente me encontraré viviendo el resto de mi vida, sobre la base de los elementos que puedo ahora valorar racionalmente y que nadie me ha negado nunca.

 

            El contexto de San Gabriel y la convivencia con hombres solos, de edad media o avanzada, lamentablemente a menudo bloqueados en el plano espiritual e intelectual, pesados, deshechos y un poco apagados, unido a la limitada posibilidad de una intervención personal, ha diluido mucho en mí, el sentido de radicalidad, de alegre aventura, de la esperanza de ocuparse del Opus Dei: lo que me ha sostenido, en estos últimos años, ha sido sólo el empeño personal en el ámbito de las relaciones profesionales y familiares.

 

            Este empeño sin embargo ha sido frenado por el lastre de dicho ambiente, que parece rechazar, con su influencia opresora, el testimonio de alegría y de vitalidad que intento transmitir: es de destacar singular el hecho de que muchas personas, de ambientes diversos, frecuentemente, me hayan animado a abandonar este ambiente, reconociendo este contraste, para poner mi energía y mi vitalidad en servicio de la colectividad de otro modo; evidentemente, a pesar de deber ponderar estas afirmaciones, se trata de una impresión que, involuntariamente, transmito a las personas que frecuento.

 

            Habiendo identificado el motivo que me ha llevado a esta situación, en la imposibilidad de tener un encargo apostólico, he pedido varias veces ayuda, como la prudencia aconseja hacer, también a los directores regionales y a usted personalmente, Padre, de forma más discreta, con ocasión de un encuentro fugaz en Villa Tevere el 6 de enero de este año; además he esperado, sin terquedad, todo el tiempo que me ha parecido necesario, asumiendo toda la responsabilidad de mis decisiones.

 

            También he manifestado la petición de ayuda, rogando que me pidan -no me propongan- un encargo distinto, en otro contexto, radical, fuerte, con la idea de que ése pueda devolverme la esperanza de un encargo apostólico que me hiciera soportable y justificable, como ha ocurrido durante los años anteriores al confinamiento en el contexto de San Gabriel, los pequeños y grandes sufrimientos morales.

 

            Esta petición mía, entendida en un primer momento como un lamento por no haber sido oportunamente “valorado” (término y concepto horripilante, que nunca ha sido mío) no ha sido acogida, precisamente por mi explícita intención de dejar la Obra como solución más convincente; me ha sido, en cambio, planteado algún posible encargo en el anterior contexto, como una propuesta quizás un poco genérica, y como una oportunidad para recomenzar: se trata, como se puede entender claramente, de otra cosa.

 

            Es una situación estable, que no puede dejarse para más adelante.

 

        En este último periodo he comenzado a vivir fuera del ambiente de la Obra y he encontrado todo positivo de una vida feliz y empeñada: este es el lugar que considero adecuado para interpretar la volunta de Dios respecto a mí.




Publicado el Wednesday, 08 September 2010



 
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