Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: Normas y santidad.- Kipepeo

070. Costumbres y Praxis
Kipepeo :

Normas y santidad

Kipepeo, 24 de septiembre de 2010

 

 

Ateniéndonos a las cosas serias, y pasando por alto la subjectividad de algunos posts, me gustaría en este escrito hacer mías las palabras de Tissot, que casi seguramente la mayoría de los numes com mas de 15-20 años dentro han leído, quizás sin darse cuenta de que el abc de la vida espiritual expuesto en dicha obra es de lo mas opuesto a lo que se hace y enseña ‘en Casa’.

 

La confusión entre medios y fines de la Santidad.

 

Esto ya ha sido muy bien expuesto por J. Knetch y otros, pero para que no digan que es una manía de ex-miembros con quejas de divorciados, recurro a un autor religioso que dice lo mismo.

 

Más una vez se ve el derrotero formalista y por donde va lo que se entiende como ‘direcion espiritual’ en la Obra, algo muy cercano a la espiritualidad de los Fariseos, que se creían santos por cumplir todas sus interminables normas e rezas. No sorprende que con el pasar de los años ocurra una verdadera muerte de la vida espiritual de la gente llevada a ‘cumplir las normas’; mientras, a su alrededor, va viendo no pocas faltas de caridad, el utilitarismo espiritual y proselitista como forma de vida, y como las almas se vuelven ‘cosas’ en una organización que vive de y para sí misma.

 

Opinión ajena

Para facilitar el trabajo de quienes consultan estas páginas para preparar círculos y charlas, no me resisto a copiar en futuros posts algunos textos MUY BUENOS para preparar las charlas ascéticas, círculos, etc, donde se respira el aire del Espíritu Santo. Empiezo por la introducción y el AVISO que Tissot (no es el verdadero autor de la obra, por más increíble que parezca es un religioso... ¡que por señal entiende muy bien de espiritualidad laical!) hace sobre lo que el considera medios y no fines en la ultima parte de su libro. Aconsejo especialmente la lectura de “Fidelidad Farisaica”... ¿os suena algo?... ¿lo de la hojita de normas?

 

Insisto con santa pillería que el texto que se sigue es objetivo, neutral, no ha salido de la pena de un ex, no es dirigido al Opus Dei y es lo más sencillo posible... pero en la Obra se enseña todo lo contrario, por lo cual me pregunto: ¿quien desdice a quien?

 

No sin alguna tristeza traigo a colación que en los más de 1000 círculos que he asistido, en el 80-90% se habló de las normas (la ‘regla’) y su cumplimento, cerradas en sí mismas, aisladas; y no de los frutos esperados de la vida espiritual como santificar el trabajo, vivir la Caridad desinteresada con el próximo, la justicia, etc., (con otras palabras las famosas ‘virtudes’). ¿Cómo no caer en la mismísima rutina con tal medicación semana tras semana, mes a mes, año tras año?

 

Alguna negrita en el texto de Tissot es de mi autoría.

 

Saludos

Kipepeo

 

 

LIBRO II

LOS EJERCICIOS DE PIEDAD

Entendida en toda su grandeza la "piedad" es la unidad total de mi vida. Esta palabra encierra esencialmente en sí la doble idea de "unidad" y de "vida"…



Esta unidad y esta vida han sido hasta aquí el objeto constante de mis meditaciones. Según lo anunciaba en la Introducción[490], mi cuidado en la primera parte no ha sido considerar, unas tras otras, las diversas disposiciones o hábitos que entran en la constitución de mi ser espiritual; no he considerado en particular ninguna virtud, ni en su materia ni en su práctica. Asimismo, en la segunda parte no he estudiado al pormenor ninguna de las reglas de mi acción, ninguna de las operaciones de Dios. No; mi objetivo aquí no es el análisis de las partes, es la consideración del todo, del todo en su unidad y en su vida. Por esto al contemplar el fin, mis miradas se han concentrado única y exclusivamente sobre aquella disposición que es la unidad y la vida de todas las disposiciones. Al considerar el camino, sólo he visto la economía general de las leyes y de las operaciones de Dios. ¿Quiere esto decir que, al reservar los esfuerzos de mi vista para el todo, haya negado las partes que no me he dedicado a considerar? El ojo del hombre no es universal; sólo ve bien fijándose, y sólo se fija determinando y aplicando la vista a un solo objeto.

De la misma manera voy ahora a considerar los ejercicios de piedad, no en particular y como al pormenor, sino únicamente según la economía del plan seguido hasta aquí: los veré en su conjunto y en su conexión, y no hablaré de tal o cual ejercicio sino siguiendo las necesidades de la unidad y de la vida. La unidad y la vida en el conjunto de ejercicios: he aquí el objeto preciso de este libro segundo.

No es esto decir que esa consideración del conjunto sea la negación de los métodos y de los consejos del pormenor, tan provechosos y tan admirables como se encuentran en un sinnúmero de excelentes libros espirituales. ¿Desde cuándo la afirmación del todo es la negación de las partes? Si, ciertamente, se dirá y se repetirá : los métodos y prácticas autorizados por la santa Iglesia son dignos de veneración, y ninguno puede ser por sí incompatible con la unidad y la vida que aquí se reconocen y afirman. Y justamente las indicaciones generales que voy a exponer ahora servirán para que yo haga uso con oportunidad de las buenas prácticas, de los buenos métodos y de los buenos consejos, y para asegurar más su eficacia.

Por tanto, "unidad" y "vida": nada se dirá aquí sino dentro del orden de estas dos ideas generales. En este segundo libro, después de un capítulo dedicado a recordar el objeto de los ejercicios, estudiaré los tres defectos que se oponen precisamente a la unidad y a la vida: el fariseísmo, que se opone principalmente a la vida; el aislamiento, que destruye sobre todo la unidad: y la inconstancia, que contraría la una y la otra. Y después de haber visto los defectos que dividen y atrofian, veré el medio que une y vivifica.  

 

CAPÍTULO I

OBJETO DE LOS EJERCICIOS DE PIEDAD

— 1.Doble objeto

— 2. Medios de formación.

— 3. Mal empleados, son medios de deformación.

— 4. El ansia de Dios.

— 5. Ejercicios del espíritu, del corazón y de los sentidos.

 

1.º Doble objeto.—Acabo de ver, en el libro precedente, los medios de despojarse de lo humano; hay que estudiar los que hacen revestirse cíe lo divino. Tales son los ejercicios de piedad. Por ejercicios de piedad entiendo todas las prácticas de culto que, poniéndome en relación directa con Dios, son para mí el canal de su gracia y el alimento de mi alma: prácticas públicas y privadas, obligatorias y voluntarias, oraciones y sacramentos, etc., todo está comprendido en esta denominación genérica de prácticas de piedad.

Tienen respecto a mí una doble función: hay primeramente unas que tienen por objeto preparar mi alma, volverla hacia Dios y establecer en ella las disposiciones necesarias para la entrada de la gracia; hay otras cuya función propia es traerme la gracia, de la cual son como los canales. En este doble sentido las prácticas santas son el alimento de mi alma, pero no porque ellas mismas sean la luz y la fuerza que me dan la vida. Como se dice de San Juan Bautista, no son ellas la luz, pero están para dar testimonio de la luz (Juan 1, 8)[491]; y prestan un doble testimonio, porque me adaptan a lo divino y porque lo introducen en mí. Las prácticas especialmente introductoras de la gracia las estudiaremos en el libro siguiente, al mismo tiempo que la gracia. Aquí voy a ver ahora las prácticas que preparan el alma y forman sus disposiciones y conservan propiamente el nombre de ejercicios de piedad.

 

2.° Medios de formación.—La disposición fundamental, única, que debe dominar mi vida es la piedad, esto es, el conocimiento, amor y servicio de Dios. Los ejercicios tienen por objeto formar, desarrollar y perfeccionar en mí esta disposición: por esto son llamados ejercicios de piedad, es decir, ejercicios propios para formar la piedad. Son los medios adaptados a esto. Si son los medios, no son el fin; si no son el fin, no son la piedad ; porque la piedad—ya lo he visto en la primera parte[492]—consiste esencialmente en el fin conocido, amado y procurado. Son, pues, los instrumentos de la piedad, los instrumentos destinados a formarla.

Si son medios, no tienen valor sino como medios; por consiguiente, si los empleo con otro objeto, o si los empleo torpemente, pierden su valor. Si no los utilizo al objeto para el cual han sido hechos, lejos de ser un bien para mí serán un mal: sólo son un bien para mí en la medida en que me sirven para alcanzar mi fin supremo. No debo amarlos ni emplearlos, ni por capricho por lo que hace a mí mismo, ni por sistema por lo que hace a ellos mismos, sino con la mira puesta en la gloria de Dios, cuyos instrumentos son para mí.

 

3.° Mal empleados, son medios de deformación. — Cuando yo hago consistir toda mi piedad en los ejercicios espirituales y me imagino que ellos son la piedad, tomo los medios por el fin y me paro en el camino; fomento con esto mi natural vanidad, mi necesidad de satisfacción, mi sentimentalismo y todas mis pequeñas o grandes pasiones de orgullo y de sensualidad. Loque en último término busco es a mí mismo y mi placer, y si algo busco de Dios es frecuentemente con a mira puesta en mi gusto; Dios viene a ser para mí un medio de satisfacción. El orden es invertido por completo, y lo que practico bajo el nombre de piedad es todo lo contrario a ella. Esto se llama falsa piedad, falsa devoción: falsísimas en verdad, puesto que son precisamente lo más opuesto a la piedad y a la devoción.

Así sostengo mis defectos con aquello mismo que debería destruirlos; hago servir para buscar mi satisfacción personal lo que no debería servir sino para buscar a Dios. ¿De dónde procede este desorden?—Del olvido del fin. Me olvido, en efecto, de que los ejercicios de piedad no son más que medios, no los empleo como instrumentos útiles para mi fin, y desde este momento vienen. a ser pasto de mi orgullo, cosa en extremo deplorable, porque no hay peor orgullo que el que se nutre de alimentos espirituales. Es, pues, para mí de la mayor importancia no ver en los ejercicios de piedad más de lo que son en realidad y no emplearlos sino en la obra a que están destinados, esto es, en la dilatación de mi vida para la gloria de Dios. Deben formar en mi esa disposición única y fundamental que tanto hemos meditado hasta aquí, deben mantenerla, desarrollarla y perfeccionarla. Este es su único objeto.

 

4.° El ansia de Dios.—Por tanto, mi atención y mis cuidados deben dirigirse, en primer término, sobre esta disposición interior, disposición que viene a ser como una necesidad a la cual el alimento de los ejercicios debe a la vez saciar y excitar. Este apetito, esta necesidad de Dios, este deseo de alimento divino, es el que es preciso vigilar ante todo, porque la verdadera señal de salud espiritual es sentir en su interior el ansia sobrenatural de Dios, del mismo modo que un apetito bueno es el más seguro indicio de salud corporal.

Si siento en mí esta ansia divina, si es esto lo que aplaco con el uso y empleo de los ejercicios, si la siento crecer y fortificarse con este espiritual alimento, ¡ Dios sea bendito!, la salud de mi alma es perfecta, no tengo más que proseguir mi camino: mi apetito, satisfecho y excitado sin cesar por esos mis ejercicios, irá en aumento hasta el día en que no podrá ya ser saciado sino con la aparición de la gloria de Dios (Salmo 16, 15)[493].

Pero es mala señal si disminuye; es preciso despertarlo, excitarlo y aguzarlo a toda costa. Si llega a ser nulo, estoy muerto o ando muy cerca de estarlo, y los alimentos de los ejercicios no me aprovecharán más que lo que aprovecharían a un moribundo o a un cadáver los alimentos o las medicinas; a no ser que, animado del deseo de volver a encontrar esta vida sobrenatural, los emplee sinceramente en la obra de mi resurrección espiritual, porque empleados así tienen hasta el poder de resucitar a los muertos. Yo soy la resurrección y la vida, dice el Salvador ; el que cree en mí, aunque hubiere muerto, volverá a la vida, y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás (Juan 11, 25 y sg.)[494]. Los ejercicios de piedad participan de este poder de resurrección y de vida que Nuestro Señor les comunica. Cuando se practican bien, pueden devolver la vida a los muertos y conservar los vivos hasta la vida eterna.

5.° Ejercicios del espíritu, del corazón y de los sentidos.—Puesto que la piedad es la obra del espíritu, del corazón y de los sentidos, son necesarios ejercicios adaptados a estas tres clases de facultades y propios para ejercitarlas y dirigirlas a Dios. El espíritu tiene los suyos para formarse en el conocimiento de Dios: tales son, por ejemplo, los sermones, las lecturas, las meditaciones, los exámenes, etc. El corazón tiene los suyos para formarse en el amor de Dios: tales son las exhortaciones, la oración, las obras de abnegación y sacrificio de todas clases. Los sentidos tienen los suyos para formarse en el servicio de Dios: tales son las ceremonias del culto, las devociones, los cantos, etc.

Hay en el arsenal cristiano una variedad infinita de armas y de provisiones para la lucha espiritual; no debo temer que me falten; lo esencial es saber hacer buena elección y buen uso de ellas.

 

CAPÍTULO II

LA FIDELIDAD FARISAICA

     6. Fidelidad exterior.

— 7. Las flores del jardín de la Iglesia.

— 8. Mi ramillete.

— 9. Prácticas obligatorias.

— 10. Prácticas de consejo.

— 11. Prácticas potestativas o voluntarias.

 

6.° Fidelidad exterior.—Si tengo idea bien clara de lo que son los ejercicios de piedad me libraré de tres defectos muy comunes y muy funestos: la fidelidad farisaica, el aislamiento y la inconstancia.

Cuando considero los ejercicios depiedad como si fueran el todo de la piedad, pongo el grado sumo de mi perfección en la fidelidad mecánica a las prácticas exteriores y me encierro en un formulismo estrecho. Grande y santa y hermosa cosa es la fidelidad a mis ejercicios, pero cuando esto lo convierto en el fin mismo de la piedad, no es ya más que una prisión estrecha donde el alma vegeta sin aire, sin expansión y sin vida. Esto viene a ser el fariseísmo, del que con enérgica expresión dejó dicho Jesucristo que filtra un mosquito y se traga un camello (Mat. 23, 24)[495]. Se hace escrúpulo si se falta a algunas prácticas pequeñas, y en cambio sólo se concede una atención muy secundaria al interior; se ignora y se pierde lo que constituye la verdadera vida.

Todo lo que sea el lado exterior y mecánico. de los ejercicios es un accesorio útil, como lo es la disposición y arreglo de un banquete. La disposición de las comidas puede variar sin perjudicar a la salud si el apetito es bueno; del mismo modo los métodos, las horas, las fórmulas y las prácticas exteriores pueden variar sin perjudicar a la vida interior, si de veras se tiene hambre de Dios.

 

7.° Las flores del jardín de la Iglesia. Si empleo los ejercicios en su verdadero objeto me veré libre de prácticas inútiles; en vez de recargarme con un gran número, lo cual resultaría fatigoso, sólo tomaré aquellas que son verdaderamente útiles a mi progreso. Hay en la Iglesia, jardín cerrado del Esposo celestial, una variedad casi infinita de flores, quiero decir de prácticas piadosas que responden a las mil necesidades variadas de las almas. Todas estas flores, cuando verdaderamente pertenecen al jardín del Esposo, esto es, cuando estas prácticas están aprobadas por la Iglesia, son muy hermosas y muy buenas. Emanaciones del Espíritu de Dios, o fructificaciones del alma de la Iglesia, o florescencias embalsamadas del corazón de los santos, esparcen el buen olor de Jesucristo y perfuman las almas de santidad. ¡Oh!.¡Cuán bueno es cogerlas!

 

8.° Mi ramillete.—Pero no todas convienen a todos. Si existe una variedad tan abundante, es precisamente para satisfacer las necesidades infinitamente variadas de las almas. En esta multitud de flores cada uno puede escoger según sus necesidades y sus gustos, y puede estar seguro de encontrar siempre satisfechos completamente sus deseos. Es necesario elegir, porque querer tomarlo todo sería abrumarse y pretender una cosa imposible; querer rechazarlo todo sería desflorar la piedad. Hay que hacer un ramillete, y cada uno debe componer el suyo. La elección de flores y su colocación depende del estado del alma; porque tal ejercicio puede ser conveniente a uno y no serlo a otro; tal conjunto de ejercicios, que está muy bien concebido para tal estado, sería ridículo para otro estado distinto.

¿Pero cómo hacer este ramillete? ¿Qué flores escogeré? ¿Cómo las dispondré?—Para hacerlo con acierto debo primeramente fijar la mira en el fin supremo y no perderlo de vista, puesto que cada flor sólo tiene utilidad para este fin; en segundo lugar estudiar las necesidades de mi alma, sus flaquezas, sus aptitudes, su estado actual, a fin de hacer la elección y disposición que le son necesarias; en tercer lugar consultar a mi director: sin él haré frecuentemente un ramillete desacertado. Si observo estas tres condiciones estoy seguro de hacer una buena elección de ejercicios, un buen arreglo de vida: mi ramillete de flores espirituales me aprovechará y correré atraído por el olor de sus perfumes (Cánt. I, 3)[496].  [NOTA: en la Obra es lo opuesto, los directores adecuan ´(¿reducen?) TODAS las almas a las normas ‘esculpidas el el Derecho Divino Escrivariano’ sin excepcion alguna; tanto es asi que la vocacion ‘solo es dada por el Cielo’ cuando el chaval ya cumple TODAS las normas. - ¿Tendrá TISSOT odio al Opus Dei?]

9.° Prácticas obligatorias.—Pero en mi ramillete no todas las flores tendrán la misma importancia; hay unas que tienen más brillo y perfume que otras. En los ejercicios unos son más importantes que otros: así hay unos que son obligatorios, otros que son de consejo y otros que son enteramente voluntarios. Los que son obligatorios, como los sacramentos, la misa y la oración en el tiempo fijado por precepto para los fieles [¡SOMOS NOSOSTROS!], la misa y el oficio para el sacerdote, los puntos esenciales de la regla para el religioso, éstos deben ser antepuestos a todo; para éstos fidelidad absoluta y amor invariable. A éstos debo aficionarme con todas las potencias de mi alma ; me están impuestos; son, por tanto, el alimento necesario de mi piedad : sin este alimento caería de inanición y no podría avanzar en el camino que he de recorrer. Nada debe ser preferido en mi estimación tanto como estos ejercicios, los cuales deben ocupar el lugar esencial en la distribución del día. Si soy sacerdote, la misa y el oficio deben ser el objeto de mis cuidados más asiduos; en ambas cosas debo buscar mi alimento principal; mi oración, sobre todo, debe procurar nutrirse con los ricos manjares que la Iglesia ha preparado allí para sus sacerdotes ; porque la oración del sacerdote difícilmente tendrá su forma y valor sacerdotales si no toma estas dos cosas, sobre todo en la misa y en el oficio.

 

10.° Prácticas de consejo. — En las prácticas que son de consejo, como los puntos ordinarios de la regla para el religioso, la meditación, las lecturas piadosas, las devociones fundamentales, etc., debo procurar también ser fiel a ellas en cuanto lo permita la flaqueza de mi naturaleza. Después de los ejercicios de obligación nada debo amar tanto como las prácticas que son de consejo, procurando no entretenerme en prácticas, de mi elección con perjuicio de ellas, pues sé que son muy ricas también para el sustento de mi alma.

 

11.° Prácticas potestativas o voluntarias.—En el banquete espiritual los ejercicios de obligación son los manjares fuertes, las prácticas de consejo son los platos ligeros; por último vienen los entremeses, que son las prácticas completamente voluntarias o libres. Algunas pueden ser convenientes, pero es necesario que sean pocas y bien elegidas. Estas pequeñeces no deben abundar en un banquete formal: el que sólo se nutre de bagatelas revela que tiene alterada su salud. Sólo tomaré, pues, prácticas voluntarias en cuanto esto pueda serme conveniente para sostener y alentar mi fidelidad a las prácticas más serias.

Además, en todo aquello que es de libre elección debo saber conservar bastante libertad para no sujetarme irrevocablemente a cosa alguna, porque, variando las necesidades del alma a medida que ésta va haciendo sus progresos en la virtud, las prácticas que sean útiles en un momento dado pueden ser perjudiciales más adelante, y por el contrario, prácticas que no son convenientes al principio se hacen necesarias después.




Publicado el Friday, 24 September 2010



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 070. Costumbres y Praxis


Noticia más leída sobre 070. Costumbres y Praxis:
Catecismo del Opus Dei.- Agustina L. de los Mozos


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.126 Segundos