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 Correos: Quisiera compartir unas citas.- Patricia Martínez

900. Sin clasificar
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Con frecuencia leo OpusLibros aunque nunca habia escrito y  quiero felicitaros.

Mi objetivo es compartir  algunas citas -no todas- porque no lo he terminado, del libro de "Razones" de José Luis Martín Descalzo, Ediciones Sígueme. Segunda Edición, Salamanca 2007,Colección Nueva Alianza 170, las negritas son mías:

“Dios no quiere anestesiar a los hombres. Le gustan los ardientes. Los que aspiran a más en sus almas y en el mundo. Los que no se resignan a la injusticia. Los que viven insatisfechos en un mundo insatisfactorio.

Me aterra, por ejemplo, aquellos versitos de Gabriel y Galán que alguna vez me pusieron como modélicos y cristianísimos:

Los que nazcan en cunas de paja, que sufran sumisos, porque Aquel que nació en un pesebre también tuvo frío.

¿No se percibe que la pobreza voluntaria de Jesús se convierte así en la defensa del clasismo forzoso social?

Tampoco puede convencerme, por la misma razón, ese consejo que –en un libro ascético moderno- se da a un joven que aspiraba a puestos y tareas en los que esperaba realizarse y cumplir mejor: Donde te han puesto, agradas a Dios… y eso que venías pensando es claramente sugestión infernal. ¿Por qué ha de ser sugestión infernal la más plena realización de un hombre? A Dios se le puede agradar en todos los trabajos, pero yo creo que se le agrada dos veces si, a la vez que se cumple bien el trabajo que se tiene encomendado, se aspira a otro mejor en un mundo mejor.” (p. 148)

“¿Y no podría uno elegir como norma de su vida la Y griega y apostar a la vez por Joselito y Belmonte, por el fútbol y los toros, por el otoño y la primavera, por un poco de las izquierdas y otro poco de las derechas o por ninguna de las dos, por un plato de pescado seguido por otro de carne o, tal vez, por un plato de huevos? Parece que no, que un buen español tiene que practicar a diario el disyuntivismo, el separatismo espiritual, o esa intransigencia, que alguien llegaría a llamar la santa intransigencia, sintetizando así aquellos versitos que se cantan en una zarzuela (también, naturalmente española):

El pensamiento libre, proclamo en alta voz, y muera quien no piense igual que pienso yo” (p.150)

“Nunca he creído en la Santa Intolerancia y no me parece que tenga mucho que ver con el cristianismo. Lo cristiano me parece aquello que aspira al ideal, pero que parte de la aceptación de los hombres como son y lo que lleva siempre muchos sacos de perdón dispuestos para su empleo.

Me parece que los hombres nos vamos haciendo verdaderos adultos en la medida en que nos hacemos comprensivos. La intolerancia es, me parece, tolerable o comprensible en los jóvenes. Para ellos todo se divide en el bien o en el mal. Luego, la vida va descubriéndonos cuánto bien se esconde entre los pliegues del mal. Y cuánto mal se agazapa detrás de muchos recovecos del bien.”  (p. 266)

“Una vez, en este cuadernillo de apuntes, conté yo la historia de un tal monseñor que, durante el Concilio, no malgastaba su sonrisa en saludar a los obispos y se iba directamente a invertirla en la tribuna de cardenales; y poco después recibí una carta de cierto amigo del tal monseñor que, muy orgulloso, me explicaba que gracias a esa sonrisa bien distribuida había conseguido el prelado lo que deseaba. Una respuesta que no me descubrió nada, porque yo sabía que una sonrisa bien empleada termina siendo rentable, y lo que más bien discutía es ese tipo de degradación de las sonrisas. La eficacia, -incluso si es la santa eficacia- nunca me ha parecido una norma de vida.” (p. 307)

“Pero lo verdaderamente dramático llega cuando son los cristianos los que se inscriben en las filas de los desconfiados del amor y los que apuestan por la fría eficacia conseguida sin él. Y lo curioso es que esta corriente se respira hoy en familias ideológicamente bien opuestas dentro de la Iglesia católica.

Yo, por ejemplo, no he entendido nunca que en algún libro piadoso se pida que el corazón esté cerrado con siete cerrojos y se asegure que para amar más a Dios hay que estar atento de no amar demasiado a los hombres.” (p. 345)

“Hay gente que se pasa la vida atentísima a cumplir, a no pasarse en el mal. Y se olvida de chapuzarse en el bien. Es gente que lucha tercamente por barrer cada día sus defectos, que no descubre que si encendiera dentro el fuego de un gran amor, éste carbonizaría todos esos defectos que con tanto trabajo trata de aventar. Son personas que luchan tanto por empequeñecer sus almas, para que no entre en ellas el mal, que si un día viniera el bien a visitarles, se pegaría con la cabeza en el techo. Son hombres que, para no engendrar obras bastardas, se autocondenan a la esterilidad y, para que no se insubordine su libertad y tropiecen, han preferido no aprender a amar.

La libertad y el amor son dos riesgos, desde luego. Pero nadie pensará que la mejor manera de no salirse del camino sea imitar a la mula que da vueltas a la noria y, lógicamente, jamás se descarría. Aunque jamás avance tampoco.

Los hombres no somos, gracias a Dios, mulas encadenadas. Ni él ni nuestras conciencias esperan que nos limitemos a cumplir maquinalmente la ley, como si todo fuera hacer girar unos cangilones. Esperan que, por el contrario, asumamos el riesgo de ser libres, que aceptemos la aventura de crecer y, consiguientemente de ir cambiando de vestidos y estirando las ideas…” (p. 406)

saludos, 
Patricia Martínez




Publicado el Wednesday, 13 October 2010



 
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