Hasta ahora había pensado que la supuesta llamada al orden del Papa al prelado del Opus Dei, si existió, podría haber consistido en una pequeña regañina por la praxis de la dirección espiritual en la Obra, algo sin más trascendencia y que no ha tenido ningún reflejo en el día a día de los Centros de la prelatura. Algunos escritos indican que algo ha cambiado; pero puedo asegurar que los de dentro no lo han notado. Me refiero a las personas de la base: todo sigue exactamente igual. Numerarios y agregados siguen teniendo que hacer puntualmente cada semana la confidencia —de los temas recomendados y con la persona que le asignan—, y confesarse cada semana con el sacerdote del Centro —lo necesiten o no; es decir, con pecados propiamente dichos o sin ellos—. Los Consejos Locales siguen celebrándose y tratando de las personas y..., todo sigue igual.

Sin embargo, la última carta del prelado (noviembre de 2010) ha hecho que cambie mi opinión. Me ha sorprendido por lo que me parece percibir en su fondo, una velada advertencia al Papa, cuya concreción creo que se refleja en lo que sigue:

«Que nuestra gratitud se manifieste también en la intensidad de nuestra oración por la persona e intenciones del Romano Pontífice, a quien todos los fieles del Opus Dei, seglares y sacerdotes —como los demás cristianos—, deseamos permanecer estrechamente unidos en todas las circunstancias. Y seguid rezando por mis intenciones, que no tienen otro fin que el mejor servicio a la Iglesia y a las almas; me siento muy unido a todos, y necesito que me sostengáis cotidianamente».

Ese deseamos, y no un claro e incondicional permaneceremos unidos en todas las circunstancias, me suena a sutil amenaza. Si fuera así, creo que el prelado no estaría bien aconsejado. ¿Quién le seguiría en esa supuesta aventura? Creo que sólo algunos de aquellos a los que la Obra les da de comer y no tienen a dónde ir. Ya en 1966 se realizó un viaje a Grecia —nunca explicado satisfactoriamente— que quizás tuvo que ver con este tipo de escarceos. Opino que se puede tratar de una táctica para disuadir al Papa de cualquier intento de intervenir en las formas de actuar de la Obra.

Si uno fuera más inclinado a las interpretaciones apocalípticas, no sería difícil concluir que el demonio está suelto y pretendiendo acabar con la Iglesia de Cristo. No transcurre mucho tiempo entre los mazazos que está recibiendo la Iglesia debido a fundadores iluminados, nuevos movimientos religiosos con supuestos carismas extraños, y praxis y eclesiásticos perversos. ¿Estará la Obra incluida en esta dinámica?

Levantisco