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 Correos: Una sociedad civil más cristiana y una Iglesia más cristiana.- Josef Knecht

125. Iglesia y Opus Dei
Josef_Knecht :

Una sociedad civil más cristiana y una Iglesia más cristiana

Josef Knecht, 16 de febrero de 2011

 

 

En las palabras que el papa Benedicto XVI pronunció el pasado domingo, 13 de febrero de 2011, con ocasión del rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro (Roma) sobresalió este certero comentario:

 

“La plenitud de la Ley es la caridad”, escribe san Pablo (Rm 13,10). Ante esta exigencia, por ejemplo, el penoso caso de los cuatro niños, muertos la pasada semana en la periferia de esta ciudad de Roma, en su barraca incendiada, nos lleva a preguntarnos si una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en el amor, es decir más cristiana, no hubiera podido evitar este trágico suceso. Esta pregunta vale para tantos otros acontecimientos dolorosos, más o menos conocidos, que ocurren cotidianamente en nuestras ciudades y en nuestros pueblos”...



No cabe duda de que Benedicto XVI acierta de lleno en su análisis de la situación. La vivencia de la caridad y el desarrollo práctico del sentido cristiano de la vida desembocan en evitar a tiempo penosas situaciones como esa, planteando las relaciones sociales con más sentido de la justicia.

 

Ahora bien, me pregunto al mismo tiempo por qué el papa y los demás obispos no orientan ese espíritu crítico, tan atinado, hacia la vida interna de la propia Iglesia, que ellos gobiernan. No es cristiano permitir injusticias como la que sucedió recientemente en las periferias de Roma, pero tampoco lo es permitir, por ejemplo, acontecimientos como el de los últimos meses de vida de don Antonio Petit, fallecido el 12 de febrero de 2007, cuatro años y un día antes del discurso papal arriba mencionado.

 

Por desgracia, en la vida interna de algunas instituciones de la Iglesia se cometen abusos no sólo sexuales, que el papa Benedicto XVI desea atajar de raíz, sino también de otro tipo; me refiero a abusos espirituales, como los que se padece cotidianamente en el funcionamiento del Opus Dei, por ejemplo. Ese tipo de abusos espirituales se da también en otros ámbitos del cristianismo –no sólo en la Iglesia católica– como Ana Azanza nos ha hecho saber con su reciente traducción y, por supuesto, en otros muchos sectores de las sociedades humanas.

 

Aunque es correcto que los obispos católicos denuncien las injusticias de la sociedad civil ejerciendo así la dimensión profética de la Iglesia, mucho más coherente es procurar los medios adecuados para que en el seno de la propia vida eclesial no surjan injusticias del tipo que sea, económicas, espirituales, sexuales, etc. El problema es que los obispos no tienen el coraje de abordar a fondo esta cuestión, hacen la vista gorda mirando hacia otro lado y acaban consintiendo, por no ejercer su autoridad, en la realización de tales abusos. A la vez, esos obispos sí se esfuerzan por cuidar la imagen externa de la institución eclesial: ¡con qué contundencia se lamenta en audiencia pública el papa Benedicto XVI, obispo de Roma, de la tragedia de los cuatro niños romanos!

 

No me gusta ser pesimista, pero debo reconocer que la Iglesia católica no atraviesa su mejor momento histórico, sino que está sumida en una profunda crisis espiritual que la desconcierta. El hecho de que la jerarquía eclesiástica adopte un doble rasero en cuestiones morales, siendo exigente contra algunas injusticias de la sociedad civil y tibia con desmanes de su propia vida interna, la desprestigia mucho ante creyentes y no creyentes; a su vez, los jerarcas de la Iglesia aprenden de los profesionales del periodismo y de la publicidad las técnicas de marketing para cuidar la imagen externa de la institución, lo que les evita, al menos en parte, el amargo trago de la debida autocrítica. Ya el concilio Vaticano II (1962-1965) estableció pautas para que este doble rasero (o doble moral) no tuviera lugar, pero los obispos no se han enterado bien de aquel impulso conciliar, y, mientras tanto, el proceso de secularización de la sociedad avanza a ritmo galopante.

 

Josef Knecht




Publicado el Wednesday, 16 February 2011



 
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