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 Tus escritos: Como ella quiere ser servida...- Heidi Berger

020. Irse de la Obra
Heidi Berger :

“Como ella quiere ser servida...”

Heidi Berger, 16 de febrero de 2011

 

 

Desde el horizonte de la duda nos cuestionan si no estamos dudando de la Iglesia al dudar de la presunta santidad de la obra. Me corrijo, yo por lo pronto no dudo de esa presunta santidad: mas bien no se ya dónde encontrarla.

¿Que si es posible haber engañado a personas que solo buscaban la gloria de Dios y se toparon con el opusdei? ¡Claro! Hablo por experiencia propia ¡sí, a mí me paso lo mismo! No perseguía ambiciones de ningún tipo ni esperaba "premios": yo puse mi confianza absoluta en una obra que creía de Dios para terminar humana y sobrenaturalmente defraudada. Es por eso que los escritos en Opuslibros no dejan a nadie indiferente: son partes de un gran todo, de un gran fraude...



Me cansa la simple ecuación: amar a Dios = amar a la Iglesia = amar a la obra. No, no es así. Ya lo expliqué en otros escritos: en lo personal si de verdad quería tomarme en serio mi vocación de cristiana en medio del mundo, tenía que dejar la obra.

No pocas veces escuché, llevando charlas, dudas serias de Fe. Es compatible vivir el plan de vida a rajatabla y dudar de la presencia de Dios en la Eucaristía, dudar de la misericordia divina, de la acción del Espíritu Santo en el alma. No es chiste, las he visto sufrir por esto, por vivir una vida que parece de Fe pero sin fe... O sea que para no pocas personas que pasan por esa experiencia, ser de la obra no es garantía de nada.

Siempre intenté que mis acciones exteriores fueran la manifestación auténtica de lo que sentía en mi corazón. Sentía en mi corazón gritar "Juan Pablo II te quiere todo el mundo" con un Totus Tuus pegado en la solapa. En la obra "no usamos distintivos ni insignias" pero era una manera de saber que "éramos" aunque no decíamos quiénes éramos... Y esa manifestación fue tan auténtica como auténtica es ahora mi actitud crítica a quien, en nombre de Dios, no hace más que negarlo.

Yo fui parte del "rostro amable" de la obra. Yo sonreí ante el Papa, ante el Obispo, ante amigas y familiares, convencida de que estaba en el sitio que Dios había querido para mí desde la eternidad.

¿Por qué es una falta de amor a la Iglesia manifestar con corazón de hija que me han estafado?

¿Que Juan Pablo II aprobó a la Obra? Bien. ¿Que es más la cantidad de documentos que le ocultaron a los que presentaron? ¡También es verdad! ¿Dónde está la firma del Papa que apruebe la dirección espiritual "a los cuatro vientos", tal y como se vive en la obra?

¿Dónde está el documento eclesiástico que me afirme, so pena de pecado grave, que abandonar la obra es abandonar a Dios, ofenderle en materia grave?

La Iglesia dice que a la Prelatura sólo pertenecen "el prelado y su clero". ¿Dónde está el documento del Vaticano que me confirme que numerari@s, numerarias auxiliares, agregad@s, supernumerari@s son miembros de la obra, que yo lo he sido?

Es verdad que en la obra cuidan mucho de lo superfluo y por eso cuidan mucho de la "imagen". Recuerdo una de las visitas del Cardenal de Colonia a la residencia Müngersdorf. Estaba la casa "a punto", el oratorio "reluciente" y nosotras ¡pulcrísimas! Ese día, mi amiga C. (numeraria) había tomado sopa de ajo en el comedor de la universidad. Por más mona que estaba y reluciente con su vestido de fiesta, la olíamos a distancia. La directora aconsejó, pidió a C. sentarse en las filas de atrás, sonreír y si era posible... ¡no abrir la boca! Claro, hubiese espantado a Drácula y un séquito de innumerables vampiros. Yo fui parte del "rostro amable" de la obra, fui una de las caritas que sonreía al Cardenal. La pobre C., también... solo que ese día hubiese dañado la imagen que queríamos presentarle.

Es un detalle pequeño y solo exterior, que no deja de tener su gracia. Ya pasaron años de esto y cuando encuentro a C. nos sigue dando la risa. No nos importaba maquillar exteriormente algo. No importa en la obra maquillar lo que sea, delante de quien sea. Ese día, sonriendo, no solo estábamos dando una imagen de lo que no éramos.... también propagábamos el bonus odor Armani y la pobre C. a una distancia respetable. Seguro que el cardenal se fue ¡encantado!

Y como -repito- me cansa esa regla de tres simple "dejar la obra = dejar de amar a la Iglesia". Les cuento dos historias que conozco personalmente, con nombre y apellido.

Ahí está K., una agregada de esas que te caes al conocerla. Con una profesión muy rimbombante, muy científica, muy conocida en su ambiente. Qué coqueteo en la obra: ¡es de las nuestras! 

Después de dejar yo la obra compro un ejemplar de una revista para la mujer muy difundida en Alemania, "Brigitte". Este número tiene un dossier especial dedicado a Dios. Me lo leo entero. Y leo la historia de K., una mujer con profesión rimbombante, muy científica, muy conocida en el ambiente de la ciencia.... ¡que dejó los encantos de este mundo para servir a Dios en un convento! (no recuerdo la orden pero seguro que en los archivos de la revista se puede pedir este dato). Foto. Reportaje. Como no podía terminar de creérmelo se lo pregunto a una de las personas de la obra que por ese entonces todavía tenía algo de contacto conmigo. Y sí, me confirma la historia. Me pide le copie el articulo y se lo envíe a su casa porque continua teniéndole mucho cariño. Comenta: "creo que así está más a gusto". ¿Quien se atreve a decir que dejar la obra es dejar de amar a Dios o de servir a su Iglesia?

Me cuentan de QQ, uno de esos numerarios que te caes. Jefazo de una empresa con miles de empleados, un sueldazo, ¡un tiazo! (aquí sí que les funciona la ecuación). QQ deja la obra no siendo precisamente un niño para ordenarse en su diócesis.... En la obra, a pesar de haber manifestado su deseo de ser sacerdote, no puede, no debe ser ordenado.

¿Es verdad que el alma de los que dejan la obra es un alma perdida para Dios, que le hace el juego al demonio? ¿Qué vale más? ¿¿El numerata que perdió la obra (¡y sus Euros!) o el sacerdote que ganó la Iglesia??

Y esto tanto como el que deja la obra y deja también parte de las prácticas de la fe que tanto daño le han hecho. ¿Quién juzgará las intenciones de estas personas de bien, de corazón recto? ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra?

¿A quién le han pedido juzgar quién es el que realmente sirve a la Iglesia como ella quiere ser servida?

Heidi Berger




Publicado el Wednesday, 16 February 2011



 
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