Al perderse la honestidad institucional, nadie quiere ser director. Y la honestidad se pierde porque se toma conciencia del engaño monumental perpetrado por Escrivá, quien hizo el milagro -entre otros- de convertir a laicos en religiosos sin que nadie se diera cuenta (al menos, nadie de los afectados).

¿Quién quiere ser director de una empresa en bancarrota y fraudulenta? Nadie. Si el Opus Dei fuera realmente un fenómeno espiritual genuino, ser director sería un honor. Hoy es un peso muerto, sin dignidad, cuando no una función al servicio del encubrimiento. Las causas de la crisis no son complicadas. Y la crisis tampoco la resolverá simplemente un par de "directores salvadores". Pensar eso es vivir en el engaño y la ilusión (hasta que no se aguante más). El OD está viciado en su raíz, como decía Flavia en 2003.

Los fraudes no se reforman, se reconocen. Y luego se procede a una compensación o restitución, hasta liquidar la empresa. Como el caso Enron.

Quienes tengan la oportunidad de irse, mejor que lo hagan cuanto antes. Quienes no tienen esa posibilidad, que se queden entonces para obtener algun tipo de compensación por la vía de los hechos (ej, que la Santa Sede obligue al Opus Dei a dar ayuda a los que aun siguen).

Saludos,
E.B.E.