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MI VIDA: OTRA HISTORIA QUE TAMPOCO VALIÓ LA PENA (14 y último)

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También en formato PDF  

Mis primeros días en ese pequeño apartamento los pasé durmiendo y descansando. Habían sido varias semanas de mucha tensión y de dormir no muy bien y comer mal. Pero ahora, dormía como nunca. Me sentía finalmente descargado, liberado. Mi pesadilla había terminado.

Por otra parte, empecé a moverme y poco a poco conseguí un trabajo, un visado, un poco de dinero de mis hermanos, etc.

Unos días más tarde recibí una llamada a mi móvil: era el delegado regional. No contesté. No tenía nada que hablar. Si querían decirme algo, podían escribirme un sms o un e-mail. El delegado me dejó un mensaje de voz: le gustaría quedar conmigo para ir a tomar una cerveza y charlar un rato y pedirme perdón por lo que había pasado...



Lo agradecí. Contesté al director del centro, que es con quien mantenía contacto, que gracias, pero que no tenía nada que hablar. Siempre me pareció un gesto bonito, pero ¿por qué envían al delegado, un hombre de 70 años, que no ha hecho nada malo y que en esta historia -con todo el respeto- no pinta nada? Si alguien tiene que pedir perdón, serían los de Roma o el vicario, pero... ¿el delegado? Pero claro, no seamos ingenuos por favor, ¿cómo van a pedir perdón los de Roma?

Yo seguía esperando noticias de Roma: jurídicamente todavía era numerario. Jugaba con un poco de ventaja: sabía cómo funcionaban los trámites y también que no tenían más alternativa que concederme la dispensa de los compromisos de la fidelidad. También sabía que ellos harían todo lo posible para que cambiara de opinión. Por lo pronto, me harían esperar. Estaba seguro de que el mismo día que escribí pidiendo la dispensa, se habría enviado un fax a Roma y ellos estarían perfectamente informados. Podía incluso imaginar la respuesta de Roma: desagraviar, etc. La premisa es siempre la misma: la obra nunca se equivoca. Y sabía que lo de enviarme al delegado era una excusa más para intentar reconectarme (aunque agradezco que me pidiera perdón, ya lo he dicho). Yo tenía muy claro que el mejor y más rápido modo de irme era, precisamente, "no dialogar". Y eso es lo que hice.

Durante esas semanas de espera, alguno de los amigos que iba por el centro me dijo que le comentaron que ya no vivía ahí, que necesitaba descansar y no sé qué más. Que estaba descansando en alguna parte. ¿Necesitaba descansar? Yo no me fui por ese motivo. Yo estoy muy bien, le dije. Me fui porque me dio la gana y lo hice en perfecto estado de salud. Y escribí al director de ese centro pidiendo explicaciones de por qué daban esa versión de los hechos. Me dijo que en ningún caso pretendían decir que yo estuviera mal de salud, enfermo o nada parecido y que pedía perdón si hubo algún malentendido con alguien.

En esas semanas, escribí también a un buen amigo. Le conté lo que había pasado y me dijo: mira, se lo comenté a mi abuelo (supernumerario) que te conoce bien y él me pidió que te transmitiera sólo una palabra: fidelidad. Gracias, le dije, por eso mismo me voy: por fidelidad a Dios. Si no, todavía seguiría ahí.

Pero las semanas pasaban y no llegaba la respuesta. Me puse una fecha límite. Sabía muy bien que siempre se dan prisa para lo que les interesa. Así que me dije: les doy dos meses, que es muchísimo tiempo, para que me contesten. Si en dos meses no contestan, empujaré de nuevo (porque no hay otro modo de salir de ahí).

A los dos meses, nada. Así que escribí un e-mail al director de ese centro y le dije más o menos: bueno, han pasado dos meses y no hay noticias. Yo sé cuánto se tarda en responder y también sé que hay papeles que urge contestar y otros que urge parar. Me parece vergonzoso que después de todo lo que he tenido que pasar, ahora no os dignéis a contestarme. Así que no voy a dejar que juguéis conmigo de nuevo. A partir de ahora voy a estar muy ocupado: no hace falta que me busquéis porque no tendré tiempo para vosotros. Os deseo lo mejor, adiós.

Sí, es triste, pero sabía que ése era el único modo de hacerles reaccionar. Ellos estaban obligados a responderme y si no lo hacían se metían en un problema serio. Por ejemplo, yo podría ir diciendo o haciendo barbaridades siendo de la obra. O, podría escribir contando lo que me habían hecho y que no se dignaban a concederme una salida a la que tenía derecho. En fin, sabía cómo defenderme.

Curiosamente a las pocas horas de escribir ese e-mail, ese mismo día, me llegó la respuesta: me decían que justo acababan de recibir la contestación de Roma y que al lunes siguiente iban a escribirme para transmitírmelo. Qué curioso, ¿verdad? Pura casualidad ;-)

Me dijo que no valía la pena terminar mal y que era mejor acabar como buenos amigos, que podíamos vernos ese mismo día si tenía tiempo. O al día siguiente.

A esas alturas del partido me daban ya tanta pena que le dije: sí hombre sí, quedemos hoy y cerremos esto de una vez. Para los que no lo sepan, ese tipo de dispensas se transmiten de palabra. Supongo que por miedo a que después la gente pueda reclamar o demostrar con un papel que fueron de la obra.

La cita era en un Mcdonald''s. En cuanto nos vimos, él hizo gesto de... ¿dónde quieres que hablemos? Podemos cenar, si quieres, le dije (aquí tengo que decir que le rompí la cintura, porque él esperaba encontrarse con alguien muy enfadado con ganas de cerrar el asunto rápido y largarse; y sin embargo, le invité a cenar ;-). Sí, sí, claro, me contestó. Y nada, cenamos, me comunicó que ya no era de la obra y me preguntó si pensaba quedarme o volver a España, etc. Le dije que no lo sabía, pero que intentaría quedarme. Sorprendentemente no me preguntó si quería ser cooperador -está dicho que hay que preguntarlo- así que deduje que por fin habían entendido que estaba ya un pelín quemado ;-) Nos despedimos, me preguntó si podría escribirme de vez en cuando, le dije que sí y empecé por fin mi nueva vida.

Cuando uno se va, cuando uno está fuera, se da cuenta de que comienza a estar realmente en medio del mundo. Y va entendiendo, poco a poco, que vivía en otro planeta.

Desde entonces llevo una vida normalísima, con mucho trabajo, con muchos amigos y muchos motivos para ser feliz y dar gracias a Dios. Por suerte, he tenido mucha gente -especialmente mi familia, claro- que me ha apoyado siempre. y también he tenido la fortuna de marcharme siendo joven y con fuerzas para superarlo sin demasiados problemas. Todos, y yo el primero, dicen que se me nota que soy mucho más feliz. A Dios gracias.

Y acabo con un par de cosas.

La primera, un e-mail que recibí las pasadas navidades. Era del "famoso" director de Roma. Era un e-mail largo donde me hablaba del cariño que me tenía -añadiendo que lo que decía no eran sólo unas bellas palabras- si no la verdad (sic!). Que me encomendaba para que tuviera un año lleno de alegrías. Mencionaba a mis padres, mi tierra, mi equipo de fútbol... Dios mío, me decía yo. Después de todo el daño que me ha hecho... ¿cómo puede escribirme un e-mail pretendiendo que no ha pasado nada? ¿Cómo es posible? ¿Tan ciegos son? ¡¡¿¿Era yo así antes??!! Me daban ganas de decirle que me parecía patético pretender ignorar lo que había pasado, pero pensé que no valía la pena. Le contesté con un sencillo: gracias, feliz Navidad y 2011. Y es que al final... dan lástima.

La segunda, una breve reflexión en voz alta para todos los que habéis estado leyendo mi historia.

¿Hay que llegar a esos extremos -atropellar la vida de tantas personas- para defender tus propias ideas? ¿Hasta qué punto hay que seguir negando lo que está mal y es obvio a los ojos de todos?

Después de conocer un poquito cómo se hacen las cosas ahí dentro... ¿pensáis que Dios está ahí? ¿Un Dios que es realmente Padre, que quiere lo mejor para sus hijos y sobretodo LES QUIERE FELICES?

Lo dejo a vuestro juicio. Yo sólo sé que a pesar de que seguramente hice muchas cosas buenas estando allí, al final, fue una vida, que, como la de muchos otros, no valió pena. Pero no os preocupéis, porque ahora empieza lo mejor ;-)

F I N

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Publicado el Friday, 15 July 2011



 
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