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 Tus escritos: MINUCIAS (I). Libertad para confesarse.- Simplicio

010. Testimonios
simplicio :

 Libertad para confesarse.

 

Siendo yo "de San Rafael", había empezado a tener dirección espiritual con el sacerdote del Centro de Estudios, que tenía su sede en un Colegio Mayor. También charlaba con cierta regularidad con el Director del Colegio, pero con menor intimidad; generalmente las charlas con él versaban sobre virtudes humanas. Yo tenía muy claro que mi director espiritual era el sacerdote. El director del Colegio Mayor era un buen amigo, que me planteaba determinadas inquietudes profesionales y apostólicas, pero al cual yo no le rendía cuentas de conciencia; sin embargo, con sus preguntas, poco a poco y "como por un plano inclinado", consiguió que le fuera haciendo partícipe de gran parte de mi vida interior...



Veía al sacerdote una vez por semana, según creo recordar; charlábamos un poco de todo, de mi lucha ascética y también de las faltas y pecados que pudiera haber habido. Al acabar me arrodillaba y yo me acusaba de lo que pudiera ser materia de confesión, casi siempre de forma genérica, remitiéndome a lo que acababa de explicar detalladamente en aquella charla previa.

 

Un día el director del Colegio Mayor -recuerdo que yo no había pitado todavía- me comentó que la dirección espiritual, para que pudiera ser provechosa, requería continuidad con la misma persona que ya tenía conocimiento previo de mí mismo; y a propósito de esto, me dijo que no era conveniente que yo me confesara con otros sacerdotes, tal como yo había hecho hacía unos días en mi parroquia.

 

Quedé estupefacto. Lo primero que me vino a la cabeza, instantáneamente, es que yo no le había comentado a nadie que me había confesado, salvo al sacerdote del Colegio Mayor. Pero al mismo tiempo me resultaba absolutamente inconcebible que se pudiera infringir el sigilo sacramental; debía haber otra explicación. Enmudecí y debió ser tal mi cara de estupor, que se apresuró seguir la conversación, diciendo: me lo ha comentado fulanito (un residente del Colegio Mayor) que estaba en misa y te vio cuando te confesabas. El "arreglo" no fue muy bueno, porque entonces pensé: ¡qué diablos le importa a fulanito si yo me confieso o me dejo de confesar y ¿por qué va -correveidile- a comentarlo con el director?!.

 

Todo esto me dejó "mal sabor de boca". Además el comentario -"conviene que te confieses siempre con el mismo sacerdote"- tenía algo de reprensión, aunque estuviera repleto de eufemismos. Y yo tenía muy claro que no había hecho nada incorrecto; es decir, yo compartía la idea de que la dirección espiritual se tiene con una persona determinada y uno no va desperdigándose por aquí y por allá. Pero al mismo tiempo no veía inconveniente alguno en que si en un momento dado uno cree necesario o conveniente confesarse antes de comulgar, no existe ninguna incompatibilidad en confesarse con el sacerdote de la parroquia o con cualquier otro; entre otras cosas, porque luego yo lo contaba todo en la dirección espiritual.

 

Ahora veo con claridad que en aquel momento debí alejarme inmediatamente de la Obra y de su "control", pero pesó más en mí la convicción que tenía entonces de que en esa institución se guardaba la más pura ortodoxia de la doctrina católica y que todos aquellos consejos se me daban únicamente pensando en el bien de mi alma. Deseché el temor de que hubiese sido el sacerdote el que habló con el director y acepté su versión de que fue un colegial "oficioso" el que se lo dijo, aunque esto último continuaba resultándome chocante.

 

Por ello, la carta pastoral del Prelado, de fecha 2 de octubre de 2011, me ha sorprendido tanto. Contiene, entre otras, una afirmación absolutamente errónea cuando dice: "A la vez, como siempre dejó muy claro san Josemaría, los fieles de la Prelatura, al igual que todos los católicos, gozan de plena libertad para confesarse o hablar con cualquier sacerdote que tenga facultades ministeriales ..." (las negrillas son mías)

 

A esto cabe oponer que en primer lugar, a mí, aun antes de ser de la Obra, se me exhortó encarecidamente para que nunca me confesara con persona distinta de "mi director espiritual". Es una minucia, pero es un testimonio más que se añade al montón de ellos, que se han narrado aquí en el mismo sentido.

 

En segundo lugar, basta con leer la meditación "El buen Pastor" (12-03-1961), que se puede encontrar en el libro de meditaciones internas (temporalmente fuera de esta página, pero accesible navegando por la red), para comprobar que san Josemaría dio a entender en vida todo lo contrario. En dicha meditación, después de declarar nominalmente que sus hijos tenían la más absoluta libertad para confesarse con cualquier sacerdote, insistía machaconamente que el que tal hiciera cometía un gran error y causaba un gran daño.

 

Cito:

 

- "... ¿Tiene buen espíritu? ¡No! Se ha puesto en camino de escuchar la voz del mal pastor" ...

 

- "se apartaría voluntariamente del buen camino; sin duda, habría perdido el buen espíritu"

 

- "Por este acto no pecarías, pero ¡ay de ti!, habrías comenzado a errar, a equivocarte. Habrías empezado a oír la voz del mal pastor, al no querer curarte, al no querer poner los medios"

 

- "Estarías, además, perjudicando a los demás"

 

- "... estarías haciendo daño a tus hermanos, y a los que están por venir, y a ti mismo, al cuerpo entero de la Obra"

 

- "Pero insisto: ¡ay de ti!, ¡pobre, pobrecito mío! ..."

 

 

Simplicio.

 

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Publicado el Monday, 24 October 2011



 
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