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010. Testimonios
mgf :

Agustina y compañeros,

muchas gracias por este sitio. Nunca pensé que lo diría, pero me ha ayudado mucho opuslibros, ¡y mira que yo era un firme detractor de esta web! Pido perdón por ello, y agradezco de corazón que sigáis con este portal, que tanto bien está haciendo.

Hace un año que dejé el Opus, y desde entonces estoy encantado de la vida, nunca mejor dicho. Me ha costado "Dios y audacia", pero lo he conseguido. Qué gozada descubrir cosas que desconocía a mis 27 años: tener amigas, llevar tarjeta de crédito, poder decir que me gustan las guitarras en una Misa, comprarme ropa libremente, no tener que contar la vida de los demás a otros... Una maravilla. Y, sobre todo, una relación distinta con Dios, que eso es lo mejor.

Creo que soy otro caso típico del Opus. Padres supernumerarios (aunque mi madre lo dejó, gracias a Dios, colegio de Fomento en Sevilla, club del Opus los fines de semana... y a los 14 años y medio, ¡numerario! Al terminar el colegio, y entrar a vivir en un "centro de estudios", quise estudiar comunicación, y me pusieron todas las pegas posibles: que si no era una carrera seria, que allí sólo había niñas y homosexuales, que mejor estudiara algo "serio"... Así que, para variar, me metí en Derecho. Con el paso del tiempo he visto que aquellos que me aconsejaban Derecho no tenían ni idea de nada, no habían estudiado nada, y no habían trabajado nunca fuera del Opus...



Al acabar la carrera en Córdoba, ejercí un año como abogado en Sevilla. La verdad es que me gustaba el ambiente del despacho, pero lo veía "incompatible" (manda narices) con mi vida de numerario: compañeras guapas y simpáticas, cenas de trabajo... Y la vida en el centro se me hizo muy pesada. Estaba cansado de ver cómo se instrumentalizaba la amistad, cómo se hablaba mal de chicos y familias en las tertulias, cómo el sacerdote mandaba más que el director y siempre según su capricho. Así que fui a la delegación y solicité el cambio de centro. Cuál no fue mi sorpresa cuando me dijeron que habían pensado mandarme de vuelta a Córdoba, que se habían "equivocado" al traerme de vuelta a mi ciudad. Que todo el mundo tiene errores, y los directores también. Me volví a Córdoba con ilusión, la verdad (¡lo había pasado tan mal ese año en Sevilla!).

Como no paraba de tener "crisis de vocación", pensé que haciendo más apostolado se me pasaría, cosa que había experimentado otras veces. Estaba buscando trabajo, quería hacer apostolado, y no me atraía volver a lo jurídico, ¡qué mejor opción que meterme en un colegio a dar clases! Esta opción la hice yo, nadie me animó a ello. Pensé que así podría "llevar muchos chavales al club" (parece que en eso se resume el apostolado), y tendría tiempo por las tardes para la labor. Y así lo hice.

Con 23 años recién cumplidos, me metí a dar clases en el colegio que tiene el Opus en Córdoba: el segundo error de mi vida, después de hacerme numerario. El primer año en el cole fue fantástico. Había muchos chavales, yo era el profesor más joven, me gustaba irme de excursión, hacer planes divertidos, tratarles con cariño y normalidad (los chicos me decían que yo era "un numerario distinto", cuando lo que no era era raro). El director del colegio era -y es- un supernumerario que trataba a los profesores según conveniera, y a los padres sólo por interés. Todos los profesores hablaban mal de él, y yo pensaba que estaban equivocados (qué ingenuo yo), que lo que él decía era lo correcto. Yo estaba de becario, porque el director decía que un licenciado en Derecho no puede dar clases. Así que estudiaba por las tardes Humanidades, con la esperanza de que al terminar esa segunda carrera lograría plaza fija en el cole. Al segundo año de profesor, todo cambió.

Era encargado de curso (23 chavales geniales, cada uno un mundo en sí mismo, pero todos muy buenos), 20 tutelados, 17 horas de clase semanales, 8 de biblioteca, 3 catequesis y responsable de Bachillerato en el club. y, con todo eso, becario, con el director diciéndome continuamente que no sabía si podrían renovarme al año próximo. Hasta que ya no pude más. Cogí la normativa de la Junta de Andalucía, y vi que yo podía dar clases ¡justamente de las asignaturas que tenía! Fui al despacho de esa persona, y se lo expliqué, le dije que alguien mentía o se equivocaba. Él se puso rojo de enfado, y me dijo que yo era el equivocado, y que no iba a cambiar nada. Así que, al salir, llamé a servicios centrales de Fomento y hablé con el responsable. Se quedó tan alucinado de la situación, que me pidió perdón y que no lo comentase por ahí "porque dañaba la imagen de la Obra...".

Al día siguiente, el director me encerró en su despacho y me echó una gran bronca, y me dijo que le había defraudado; que me subirían el sueldo pero no me contarían las horas de biblioteca ni de catequesis. Por la tarde, vinieron al centro dos tipos de la Delegación del Opus, a comprobar que yo no estaba mal de la cabeza, y a pedirme que no montara espectáculo. Como yo me empeñaba en reclamar lo que era justo, me volvieron a sacar aquello de "vas a dejar mal a la Obra en Córdoba...". Así que, como el tonto que era, acepté y me callé. Pasé un año insoportable. El director del colegio le comentaba al director de mi centro las cosas que yo no hacía bien; el secretario del centro era también subdirector del cole, y mezclaba los asuntos de uno y otro lado aunque fingía "separación"; ... un lío tremendo. Y, a todo eso, que hubo tertulia en el colegio con D. Javier Echeverría, ¡y entonces se ponen a arreglar los campos de fútbol, después de 40 años! Hubo tal enfado entre los alumnos, que ese director me mandó a mí a ir por las clases explicando que "la verdadera razón de las obras eran... ¡que estaban previstas!". No se lo creyó nadie, y menos yo.

En el mes de noviembre estaba tan agobiado y enfadado, que pedí a la delegación irme a Madrid a hacer un máster en comunicación y dejar así ese colegio. Volvieron a venir los mismos de la delegación, a decirme lo mismo de siempre: que estaba precipitándome, que yo era un impulsivo, que iba a dañar al Opus... A mí me daba igual. Lo único que me frenó fue cuando me dijeron que seguramente no habría centro para mí en Madrid, que había "muchos numerarios y pocos centros" (más quisieran ellos). Eso me hizo pararme. Me prometieron que en junio podría irme a Madrid, pero que esperara esos 7 meses en Córdoba, en el cole, "poniendo buena cara" y no dando "escándalo". ¡Qué mal lo pasé! No sé ni cómo aguanté, pero lo hice. Seguí dando mis clases muy profesional, queriendo un montón a los chavales (eso es lo mejor que tiene un colegio), y sonriendo en un centro que me asfixiaba. El 1 de julio me fuí a Perú con la ONG-tapadera "Cooperación Internacional", y en agosto estaba ya en el nuevo centro en Madrid, donde sobraban ¡3 camas! El 1 de octubre empecé el máster de comunicación, y ahí descubrí la maravilla de la normalidad: chicos y chicas, gente alegre, nada de rarezas, con la camisa por fuera. Y ahí ví claro que tenía que irme, y pronto. Y, efectivamente, el 28 de octubre de 2010 dejé el centro, y al Opus Dei. Y hasta ahora. No hubo ni traumas, ni depresiones, ni "lágrimas como puños". Sólo la tranquilidad. Sí, tranquilidad. Más solo, aprendiendo a valerme por mí mismo, pero tranquilo, y normal.

Ha pasado un año y no me arrepiento de haberme ido. Nada. He vuelto a descubrir a Dios tal como es, y eso ha supuesto una auténtica liberación. Me he puesto en contacto con otros movimientos de la Iglesia, y estoy super feliz. Dios no es un dios castigador y cruel, que te condena si no haces una norma o no atiendes en el peñazo de círculo breve de cada semana. Dios es un Padre bueno, divertido, que busca lo mejor para nosotros. Por eso, quiero terminar estas líneas diciendo que sí, que se puede, que hay vida tras el Opus Dei, que Escrivá no es lo único, que hay muchos santos de verdad en la calle, aunque no lleven camisas de cuadros y tengan incluso algún piercing. Por eso me encanta el eslogan de esta web: Gracias a Dios, me fuí.

Mgf




Publicado el Wednesday, 02 November 2011



 
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