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 Tus escritos: Querer o no querer rectificar: esa es la cuestión.- Humberto

125. Iglesia y Opus Dei
Humberto :

QUERER O NO QUERER RECTIFICAR: ESA ES LA CUESTIÓN

El papel lo aguanta todo pero de Dios nadie se burla

Humberto, 2 de noviembre de 2011.

 

 

         Con la carta del Prelado del 02.10.2011 hemos asistido a un capítulo más del interminable trabajo del Opus Dei reescribiendo la historia. Como dice el refrán, el papel lo aguanta todo, y ciertamente de eso saben mucho los directores de la institución. Nada se les ha resistido, en efecto, para modificar a su antojo los acontecimientos del pasado con tal de que la organización salga no sólo ilesa sino triunfante, esplendorosa, inmaculada. Y no digamos su fundador...



       Si algún numerario no perseveró en su vocación se borra sin más su fotografía de Crónica, para que no constituya un mal ejemplo para quienes continúan dentro.

       

        Si el encargado del Diario del centro comete la torpeza de relatar algo que desdice del cargo y posición que ocupo, el Director o la Delegación ya se encargan de eliminarlo para la posteridad.

 

        Si con ocasión de la visita del Padre a un centro el que hace las fotos no consigue buenos encuadres o sacó a uno que ya no sigue en la institución, el álbum será depurado convenientemente.

 

        Si hace falta predatar cartas fundacionales para poner de manifiesto la formidable intuición del fundador, no les temblará el pulso.

 

       Si hace falta justificar la extravagante decisión de hacerse el fundador con un marquesado, se dirá que fue para cederlo a su hermano en agradecimiento a su familia, por supuesto sin mencionar que el título era falso y que dicho hermano solicitó el mismo día la baronía de San Felipe.

 

        Si hace falta decir ahora que los consejos locales no son órganos de gobierno para justificar que no coinciden en las mismas personas los papeles de superior y de director espiritual, no hay problema, se retiran los documentos internos, se cuelga en la web oficial una extensa carta del Prelado y ¿quién se acuerda ya del pasado? Un “como siempre se ha vivido en Casa” y aquí paz y después gloria. El papel todo lo aguanta y las memorias son frágiles.

       

        El problema de la carta del prelado no es lo que dice sino lo que puede concluirse de lo que deja de decir. No reconocer abiertamente y sin ambages que deben rectificarse en la Obra actuaciones contrarias a la praxis moral y al Derecho de la Iglesia por indicación de la Santa Sede, significa simple y llanamente que no se tiene la más mínima intención de cambiar nada y que no se reconocen los errores y el daño cometido. Se re-escribirá lo que haga falta, se retirarán documentos internos, se volverán a sacar otros si fuera preciso y en los términos convenientes, pero todo seguirá igual.

 

         El problema de ahí dentro es que la manipulación en el nombre de Dios ha sido y es tan grande que aún cuando llegaran –instados por la Santa Sede- a reconocer formalmente a los miembros la libertad para confesarse con cualquier sacerdote, sea o no de la Obra, o a tener dirección espiritual con cualquier persona, sea o no del Opus Dei, como ha sucedido con los Legionarios, añadirán tras ese reconocimiento –les puede ese afán de control de conciencias sin el que el Opus Dei dejaría de ser lo que es- un comentario del tipo siguiente: “esa libertad de confesar con cualquier sacerdote que tenga las debidas licencias o de escoger la persona con quien hacer confiadamente nuestra charla fraterna, medio soberano de santificación, libertad en la que tanto nos insistía nuestro santo fundador, debe llevarnos a sentirnos muy responsables, a administrarla bien, sin perder nunca de vista que quienes de verdad nos conocen son el sacerdote de la Obra designado para nuestro Centro y el director o la directora que tiene gracia de estado para atendernos del mejor modo posible; seríamos tontos de capirote si no nos diéramos cuenta del tesoro que la Obra pone en nuestras manos, y en la Obra no hay plaza para tontos”.

 

          El problema es, en definitiva, querer o no querer rectificar: tratar a las personas con la dignidad que merecen, como hijas de Dios, o empecinarse en controlar conciencias para mantener incólume el prestigio mundano de una institución divinizada; someter al discernimiento de la Iglesia el propio carisma o romper la comunión con ella.

 

Reconocer esa libertad y dignidad y actuar en consecuencia conlleva riesgos, ciertamente, pero es el único modo como Dios quiere ser amado. “No os engañéis; de Dios nadie se burla…”(Gal. 6,7).

 

Humberto




Publicado el Wednesday, 02 November 2011



 
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