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 Tus escritos: Mentir para robar.- E.B.E.

070. Costumbres y Praxis
ebe :

Mentir para robar
(E.B.E., 7 de noviembre de 2011)

En apariencia, visto desde afuera, el Opus Dei hace suya la doctrina de que “el fin justifica los medios”, pero visto desde adentro, lo que sucede es algo semejante aunque con un matiz sumamente inquietante: “el fin dignifica los medios”*, de tal manera que “mentir no es mentir” sino “ayudar a que otros entiendan lo que de otra forma no podrían entender”. Es decir, como no pueden “entender la verdad” (no tienen la fe necesaria en Escrivá), se les presenta una “traducción”, algo que sí puedan entender y asimilar (aunque sin duda jamás conocerán “la verdad” sino su falsificación). De esta manera, “se resuelve” el problema moral para la conciencia (de los miembros del Opus Dei) acerca de la verdad...



En la medida en que exista un fin superior que lo exija y “una interpretación adecuada” (una justificación), los medios no son un problema moral. Tampoco la verdad es un problema cuando se la quiera ocultar debido a una “causa superior”. Desde luego, el recurso a medios evidentemente inmorales (contrarios al quinto mandamiento, por ejemplo) no son utilizados por el Opus Dei, pues entre otras cosas, porque su justificación sería demasiado problemática (es más fácil ocultar una mentira que un cadáver). Sin embargo, con el octavo mandamiento los superiores no encuentran ese obstáculo y recurren a su transgresión de manera habitual, sin mayores inconvenientes. El Opus Dei es una institución que se caracteriza por “faltar a la palabra dada” de manera estructural, porque en ese modo de funcionar reside “su eficacia”. Dice una cosa, pero luego o bien no la cumple o bien la cumple de otra forma a la pactada (por ejemplo, en todo lo que tiene que ver la secularidad).

Otro de los mandamientos que el Opus Dei transgrede de manera habitual es el segundo, haciendo pasar por “voluntad de Dios” todo lo que digan los directores.

«Para nosotros, la Voluntad de Dios es siempre clara, transparente; la podemos conocer hasta en sus mínimos pormenores, porque el espíritu de la Obra y la ayuda de nuestros Directores nos permiten saber lo que el Señor nos pide en cada momento» (Cfr. “Meditaciones”, volumen III, pág. 338).

«El lugar, en el que somos más eficaces, es aquél en el que nos han puesto los Directores Mayores: ésa es la voluntad de Dios. Y en ese lugar —y no en otro (…)— es donde la gracia de Dios nos ayudará con mayor eficacia» (Escrivá, “Meditaciones” volumen VI, págs. 433-434)

También el cuarto mandamiento, cuando es necesario superar el obstáculo que puedan ser los padres para la incorporación de un miembro agregado o numerario.

«¿Por qué hablar, sin necesidad, de nuestra vocación en nuestra casa, en nuestra familia? Parece como si, para cumplir la Voluntad de nuestro Padre-Dios, hubiésemos de pedir permiso a la familia de la tierra (...)

Cuando se trata de cumplir la Voluntad de Dios, la familia -al hilo del ejemplo de Jesús- no debe contar. Por eso no hemos de prestar atención, cuando se alce como un obstáculo en la tarea que nos ha marcado el Señor. ¿Cómo preferir a la familia, ni a nadie, cuando pretende algo que va contra nuestra santificación, o contra el apostolado, o contra el cumplimiento de la Voluntad divina?” (Escrivá, meditación “El niño perdido y hallado en el templo”, 8-VII-1937)»

Escrivá sabía llevar al límite la interpretación de los textos evangélicos. Hacía de la excepción su regla.

Curiosamente en razón del sexto y noveno mandamientos es que Escrivá justifica la violación de conciencias, obligando a abrir la intimidad frente a los superiores, sin que ni siquiera un rincón del alma quede sin mostrar frente a la autoridad, algo que el Código de Derecho Canónico prohíbe explícitamente.

«Los miembros deben acudir con confianza a sus Superiores, a quienes pueden abrir su corazón libre y espontáneamente. Sin embargo, se prohíbe a los Superiores inducir de cualquier modo a los miembros para que les manifiesten su conciencia» (CIC, 630, § 5.).

Sin embargo:

«El día que tuvierais un rincón de vuestra alma, una cosa que no sabe el que lleva vuestra Confidencia, tendríais un secreto con el diablo» (Escrivá, Meditaciones IV, pág. 595)

Y por si quedarán dudas de si se referirá a la dirección espiritual o especialmente al gobierno, dice un documento interno dedicado a los directores:

«Quien recibe la charla deberá poner en conocimiento de los Directores lo que sea necesario para que puedan cumplir su misión de gobierno en bien de esa persona y en bien de la Obra» (“Experiencias en el modo de llevar charlas fraternas” edición 2002, nota 9).

¿Y qué decir del séptimo? El Opus Dei, ¿también se queda con lo que no le corresponde? ¿Robar y mentir? O más bien, ¿mentir para así robar? ¿Qué decir de las asociaciones civiles que funcionan como pantallas o testaferros del Opus Dei?

Al menos el cuarto mandamiento –como hemos visto más arriba- lo transgrede para quedarse con los hijos que no son suyos y adoptarlos como propios, como “hijos del Padre Escrivá”.

Y luego, el Opus Dei implementó toda una disciplina propia de religiosos para así también quedarse con los ingresos de personas laicas, quienes no tendrían por qué entregar al Opus Dei sus salarios y hacer testamento dejando todo a la prelatura. Curiosamente, Escrivá hizo lo contrario: al no hacer testamento, no le dejó nada al Opus Dei y se lo dio todo a su hermano, heredero natural.

Y por supuesto, hizo todo lo posible para que los padres no recuperaran a sus hijos, “no se los robaran a Escrivá”. Entre otras cosas, dispuso lo siguiente:

«Como manifestación patente de que su familia es la Obra, los Numerarios no dejan a la vista fotografías o retratos de sus parientes, en las habitaciones personales de los Centros» (“Vademécum de las Sedes de los Centros”, Roma, 1987, págs. 17-18).

Prohibió tener fotos de los padres a la vista, incluso dentro de la habitación, el único lugar privado que un miembro puede tener. Hay que esconderlas en la billetera o cualquier otro lugar, pero nada que sea público. En realidad, ni siquiera la habitación es un lugar privado:

«Toda la sede del Centro es el hogar de quienes ahí viven, aunque cada uno disponga de una habitación personal; por eso, el que la ocupa no deja a la vista fotografías o retratos de los padres, hermanos, etc.; el que lo desee, conserva esas fotos en la intimidad» (“Vademécum del Gobierno Local”, Roma, 2002).

Sin embargo, permitió tener en sus habitaciones las fotos de Escrivá y de “su” familia, es decir, de su hermana Carmen y de su hermano Santiago e incluso de sus padres, a quienes Escrivá los hacía llamar “los abuelos”, para que todos los numerarios y agregados los adoptaran como propios. ¿Cuánto de patológico habrá en toda esta sustitución de identidades ordenada por Escrivá?

== FIN ==




Publicado el Monday, 07 November 2011



 
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