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 Correos: Glosas sobre la primera Experiencia en el juzgado.- Agustina

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Agustina :

Glosas sobre la primera Experiencia en un juzgado

Agustina López de los Mozos

 

 

Desde hace unos meses acostumbro a estar presentable a las 8 de la mañana para abrirle la puerta al cartero o cartera que llame a mi puerta y le espero, cuál Penélope, para que me entregue un burofax, una notificación, un requerimiento... Los días que no recibo nada hasta me preocupo: ¿Se habrán olvidado de mí? Respiro de alivio al comprobar que el timbre vuelve a sonar y que siguen siéndome fieles.  

La última vez abrí, hace muy poco, a un desconocido que más tenía aspecto de policía que de cartero porque vestía un uniforme tirando a militar pero quizá es que era fiesta A en su departamento y vestía las galas típicas de la ocasión.

Me entregó un telegrama. Leí: “Por asunto judicial preséntese en esta sede de notificaciones sita en C/ Capitán Haya 66, puerta 6, con telegrama y DNI”. No decía nada más así que no sabía qué se me iba notificar. Es mi primera experiencia en asuntos judiciales y supuse que sería otro nuevo procedimiento de la prelatura que, doy por supuesto, reza todos los días por mí por encargo del prelado con la misma intensidad e intención que cuando pide que se rece por el Papa y sus colaboradores.

A las 9 de la mañana del día establecido estaba en los juzgados. Tras pasar el control policial en el que el escáner detectó un frasco de colonia en mi bolso y tuve que dejarlo en custodia, -menos mal que se me olvidó el cilicio-, acudí a la puerta 6. Allí nos dábamos el turno un variopinto grupo de personas que nos mirábamos de soslayo como pensado “Este, ¿a quién habrá matado?” o “Esta, ¿cuánta droga le habrán incautado?” Y cosas por el estilo. Todos allí éramos sospechosos.

Un gran despacho triste y descuidado, alumbrado por luces fluorescentes frías, abarrotado de papeles por todos lados, con sillas destartaladas y bancos de madera donde esperábamos los delincuentes, era el entorno donde un funcionario recogió mi telegrama. Al cuarto de hora pronunció mi nombre en alto, cuya voz se intuía detrás de una estantería metálica que me impedía verlo. Llegué hasta su mesa, que chocaba con otras muchas mesas y me senté en una silla que a su vez chocaba con otras sillas.

Me mostró un tocho de folios, de una altura de 8 o 9 centímetros. Como no sabía de qué se trataba, le pregunté. –“Una demanda de la prelatura del Opus Dei”, contestó. Cuando pronunció “Opus Dei” subió los ojos por encima de las pequeñas gafas apoyadas en la punta de la nariz, arqueó las cejas y su gesto me transmitió un mensaje que yo traduje como: “Joeeé, prepárese, que Dios la ampare”. ¿Qué tengo que hacer ahora? Volví a preguntarle. Se quitó las gafas, me miró fijamente y me dijo: “Nada más salir de aquí, búsquese un buen abogado”.

Vi que se trataba de toda la documentación que el Opus Dei había enviado a la jueza para que me enjuiciara por la publicación de los documentos internos y, de paso, dado el cariz de peligrosidad del delito cometido por mí, solicitaba las medidas cautelares de retirar con urgencia, de Opuslibros, las “obras” publicadas,  rogándole a la jueza que no me diera la oportunidad de alegar y de defenderme, como así fue.

Ya había quedado con el abogado, que me esperaba cuando hubiera recogido lo que, en un principio, no sabía lo que era. Le echamos un vistazo a esos cienes y cienes de folios -como diría Satur-, escritos además por ambos lados como muestra de la pobreza que viven los abogados de la Obra. Allí estaba el testamento de Alvaro del Portillo, el documento en el que Santiago Escrivá –heredero de los derechos de autor de su hermano el Fundador ya que éste murió sin testar- los vendía en 1976 a Scriptor S.A., por dos millones de pesetas (en 1976, dos millones de pesetas no era ninguna cantidad despreciable)… y más datos que irán saliendo si la jueza me levanta la prohibición de publicar en Opuslibros los documentos relacionados con este proceso.

Lo siguiente ha sido, por parte del procurador y del abogado de mi defensa, presentar las alegaciones a la jueza para anular las medidas cautelares. Como tampoco puedo publicarlas, pues lo ofrezco por la labor en Chiquidistán.

A medida que pueda contar algo más, lo iré haciendo.

Un abrazo y feliz fin de semana

Agustina López de los Mozos

Periodista

Coordinadora de Opuslibros.org




Publicado el Friday, 18 November 2011



 
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