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 Tus escritos: Corruptelas de Curso Anual.- supOmal

010. Testimonios
supOmal :

Una brisa de aire libre y fresco en forma de imágenes me van despertando la memoria, oxigenando etapas y episodios de aquellos años que marcaron nuestras vidas. Y para evitar cualquier fosilización de una historia que merece ser contada tal como realmente fue y sentí, no como la prelatura desearía que fuera, o sea, olvidada o falsamente escrita, paso a relatar algunos hechos.

 

Era final de la década de los 70 y a los numerarios jóvenes, con una media de 17 añitos, nos ingresaban en masa en un colegio del entorno opusdeístico, (Corporativas, Fomento, Institución, etc), donde las aulas eran grandes dormitorios y los veranos demasiado largos y calurosos para encerrar jóvenes fogosos, con el objetivo de hacer el preceptivo curso anual. Condiciones algo espartanas comparadas con las habituales residencias de los miembros numerarios regulares, la teórica élite, pero es lo que había y era preciso para domar, controlar y adoctrinar más férreamente al inmediato residente de centro de estudios. También para amortizar instalaciones, que en determinadas épocas del año deberían estar cerradas, obedeciendo a la consabida consigna de economía endogámica...



Estudios internos: empiezan las clases de filosofía y teología, ¡qué coñazo!. Quien diga lo contrario es que no tiene alma, porque se la habrá vendido por un plato de púrpuras lentejuelas. A los de ciencias se nos hacía especialmente penoso. Pero la gran mayoría se lo tomaba con la misma resignación y convencidos de obtener la absolución por adelantado al declararnos culpables en confesión de copiar como cosacos para aprobar todas estas materias. Curiosamente había profesores (normalmente sacerdotes) que te permitían hacer el examen donde quisieras, no era necesario quedarse en las aulas, sólo lo suficiente para anotar los enunciados de las preguntas de la prueba. Lógicamente apenas quedaba alguien allí, los demás nos íbamos a copiar (para estar más “concentrados” en terminología interna) donde nadie nos pudiera observar. Incluso te los encontrabas en los baños. Recuerdo especialmente a uno que pillé sin querer al entrar en un despacho y que se enfadó muchísimo. Hoy un mediocre fiscal. Por nada.

Aniversarios : había la costumbre de que para tu aniversario dejaban pedir algún "capricho". Del estilo de poder elegir la canción que te gustaría cantaran en la tertulia de la noche en tu grupo o quién querías que explicara algún chiste, por ejemplo y poco más. También sacaban algún cacahuete para picar. Toda una fiestaza, un lujo sibarita. Yo pude escoger una canción, que interpretaba magistralmente un numerario del curso, del cantautor catalán Lluis Llach. Pero el secretario de mi grupo (aquel que me tenía manía y hoy es todo un vicario de delegación, hijodepijopapánotario, cultivado, “regado y podado” en club de zona alta, ¿te acuerdas ?) prohibió que se aplaudiera la actuación y a mi, de forma expresa, para que no diera ni las gracias. Se ve que a él no le gustaba, ni el Llach, ni el intérprete, ni yo. Todo un ejemplo para ayudar a entender el sentido de la caridad. También un buen ejemplo del maníaco y arbitrario capricho de tantos superiores del Opus Dei, más allá de su estado de gracia o por la gracia de estado por ser quiénes son. !!Qué gracia la de su estado!!.

Correcciones: andaba yo cerca del desierto comedor y por ende de la cocina de aquel inmenso colegio, cuando me sale un "hermano" de la penumbra y me dice: ¿qué haces por aquí ?. Pues nada, iba a por una jarra agua que me han pedido. Ah!, vale. ¿Te apetece un helado, me susurra el aparecido ?. Y a quién no con ese calor, le dije. Toma un almendrado, pero no se lo digas a nadie. Lo disfruté, sin duda.

A la mañana siguente, el susodicho "hermano" me toma en un aparte y me la clava: ..para comer un helado hay que pedir permiso a tu director, ¡enano!. A saber lo que le había contado el cabroncete a su respectivo para hacerme esa corrección tan "fraterna". Empecé a descubrir la mala leche interna, o sea, la tradición no escrita, la que se trasmite oralmente.

 

Una improvisada e inocente tertúlia nocturna y me veo envuelto en un cruce de correcciones que hoy todavía intento descifrar. Me la clavaron tres veces por lo mismo (con tantos grupos y "jefes", había un descontrol notable). Incluso yo tuve que hacer la misma corrección a otro por indicación de mi secretario. Oye, ¿tienes un momento?, pues verás, que ayer noche,.. Nooo, otra vez noooo, me interrumpe la víctima.

 

Una de "estar como en casa": ¿quizás algo me sentó mal de la comida?. Me retuerzo de dolor. Mareado y casi sin sentido alcanzo la zona de dormitorios porque el baño estaba por ahí. Nunca antes sentí algo parecido, me asusto, me tumbo en una cama para ver si calma tanta tortura y estertor. !Qué coño haces en la cama a esta hora! me suelta un subdirector que patrullaba por la zona ... ehhhh, viiiisa a médico, ejjjtoy fatal, geviento, ahhhh. ¡No será para tanto novato! murmura él y se va. Al cabo de un rato (para mi una eternidad) aparece el "médico". En aquel entonces la atención médica (encargo) la daba algún simple estudiante de esa carrera. Me inspeccionó y como no sabía muy bien qué me pasaba, apuntó una posible apendicitis. Estaba yo con la consciencia limitada, por lo que voy a omitir conversaciones de las que me podría arrepentir por no estar plenamente seguro de reproducirlas con fidelidad. El aprendiz de galeno hablaba con alguien más, noté que había más gente, casi una tertúlia.

 

Me sentí desprotegido, abandonado y perdido, eso si lo recuerdo y lo puedo afirmar. Quedó finalmente y por suerte en poco, pues al cabo de muchas horas desperté, seguía acostado en la misma cama y estaba sólo. El dolor había remitido, desconcertado me levanté e intenté reincorporarme a alguna actividad. Deambulando por aquellos pabellones buscando a alguien sin éxito. Finalmente se me ocurrió ir al oratorio y allí estaban todos cantando: os aseguro que pensé por un momento que estaban cantando un Requiem por mí y yo era una pobre alma buscando refugio después de abandonar mi cuerpo. Aún hoy espero diagnóstico, nadie me dijo nada, ni nadie me preguntó cómo me encontraba, ni entonces, ni nunca más. Ni el estudiante, ni el subdirector que me "encontró", (paradójicamente me enteré días después que era médico), ni el secretario de mi grupo se interesó. Nada de nada. Supe entonces que "allí" no era precisamente el mejor lugar para morir.

 

Apostolado: difícil situación, en un colegio de zona apartada y en pleno verano, la de hacer "amigos" para la labor. Aún así había que hacer cosas. Pues a montar alguna actividad para los chicos habitantes de las urbanizaciones lindantes. Ya me veo con un "hermano", cual pareja de la benemérita o mejor aún, cual dúo apostólico de Jehová, caminando por aquellas calurosas calles desiertas en pleno mes de Agosto y llamando a los timbres de las casas. Y cuando alguien abría la puerta, mi "hermano" me miraba y me preguntaba mi nombre y decía: mire señora, éste y un servidor venimos a proponerle un cursillo para sus hijos que vamos a organizar en el colegio X. Lo que más dolía no era que nos cerraban las puertas en las narices, si no que mi “socio” no se acordara en toda la tarde de mi nombre, ni cuando contó las aventuras en la tertulia de la noche. Yo aún me acuerdo del suyo después de 30 años.

Después de tanta corrección, tanto desgaste, tanto "estudiar", tanto cantar, tanto calor (tambien tanto "frío") y tanta comedia, ya no me quedaban ganas ni de tertulias, ni de helados, ni de casi respirar. Salir de allí era imperativo, huir de tanto ruido rítmico nocturno en las habitaciones multitudinarias en el silencio de la noche y de tanta farsa era una necesidad vital. No era formación, era sometimiento y humillación. Un laberinto emocional del que salir indemne era realmente heroico a menos que tuvieras un cuerpo y corazón de piedra. Triste realidad que veo en el fondo de cuantas cosas he conocido de la prelatura. Es mi experiencia: ¿alguien me puede impedir recordar ?.

 

Para acabar y conscientes de que el día 19 es muy importante para algunos, recomiendo la lectura de un “libro silenciado” de esta web y que he descubierto este fin de semana. El testimonio de Halma (2003). Me ha parecido extradordinario.

 

Aprovecho también para contar que ayer Domingo en una comida familiar en casa de los suegros, apareció una cuñada numeraria después de casi 2 años de no haberla yo visto. Treinta y pocos años, callada, apagada, desaparecida, qué tristeza en su cara y en su mirada. La recuerdo cuando era niña: alegre, simpática, cariñosa y afectiva. La pobre es hoy un cadáver andante. ¡Qué pena!.

 

Saludos a todos y un beso muy grande para Halma.

 

supOmal

 

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Publicado el Monday, 12 March 2012



 
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